Capítulo 7
Chantrea
Ahora no hay cuatro, ni dos, es una vametry, solo una. Esta peinando mi cabello desde hace rato con un esmero increíble. He dejado de intentar hablarles, sé que no me contestarán. A lo mucho obtendré un asentimiento y eso es demasiado.
Por lo que se me ha contado de ellas, bueno, pues son mujeres que sirven al placer, que sirven a toda la legión por igual, y si todos son como Erebos, puedo tener una clara idea del por qué no hablan. Del por qué parece que no tienen voluntad.
Después de la tan agradable cena de ayer en la que no probe bocado alguno, he solicitado una reunión con Gremorian o Leibda, misma que se me ha negado las veces que lo he solicitado y no es como que se me haya negado con palabras. Los guardias me han cerrado la puerta y las vametry han querido parecer avestruces y casi meter la cabeza en el piso.
La chica continúa peinando con esmero, ha comenzado a montar una coleta y arreglar mis rizos con una calma y cuidado que a mí me ha comenzado a estresar.
—¿Por qué tanto esmero? —pregunto sabiendo que no tendré respuesta.
—Hoy vendrá su prometido a cederla oficialmente —me contesta con una voz cantarina nada temblorosa.
Volteó a verla a través del espejo con sorpresa. ¿De verdad me está contestando y con una voz normal?
Ella suelta una risita cuando ve la sorpresa en mi mirada.
—Soy Khione —comenta y es entonces cuando presto atención en su físico.
Su cabello rubio casi platinado, cae en ondas hermosas, por sus hombros desnudos. Su rostro es angelical, precioso, dulce, su piel es tremendamente pálida, sus ojos rosas... ¡tiene ojos rosas! Me ven a través del espejo. Sus labios están pintados con un rojo sangre. Lleva un vestido dorado traslucido que es strapples de la parte de arriba y suelto de su cintura hacia abajo.
—Supongo que no necesito presentarme —sonrío.
—No, no lo necesitas —asiente con una sonrisilla.
—Creí que eras como las demás Vametry.
—Yo no soy, Vametry —ladea la cabeza mientras sigue llenando mi cabeza con horquillas que tienen puntas de perlas. ¿Serán genuinas?
—¿A no? —pregunto genuinamente extrañada.
—No, yo soy la esposa de Erebos, la regente de la ciudad de plata.
Tengo que voltear a verla, porque simplemente no puedo creerlo... y esta es una información que no se tenía. Y no sé como esto vaya a afectar los planes en realidad.
Ezra
Tamborileo la estúpida e incomoda armadura completa contra el mármol del salón de la ciudad de cristal. Después de todo el gran amo y señor Erebos, ha decidió que aun no es momento de recibir a los demonios en sus propias puertas así que estoy aquí, en un salón ridículamente decorado. El mármol llena la habitación por completo, los pilares de cuarzo reflejan la luz hacia todo dando un espectáculo que se ve bien. Al medio hay un comedor largo en el que aguardan siete asientos. Las sillas son normales, hasta van a juego con el tono del mármol, pero la que está a la cabeza parece tallada en oro. Claro. Necesita ser así de ostentoso para que se entienda su lugar y con eso me da una pista; es tremendamente narcisista.
La mesa esta cubierta por una vajilla de oro, hay plantas adornando por donde veas, velas también, los manteles van a juego con el oro y el color de mármol. Asquerosamente llamativos.
Dejo de tamborilear el pie cuando las puertas se abren para dejarlo pasar, es ahí cuando tengo la "dicha" de conocerlo. Su cabello azabache está peinado, excepto por unos mechones que le caen por su frente. Su piel tostada deslumbra con ese ridículo brillo dorado que la mayoría de los ángeles se untan en la piel. Lleva unos pantalones negros holgados y un jubón blanco que deja parte de su pecho a la vista. Es alto, es musculoso. Impone.
Pero si impone con su presencia, ¿cuál es la necesidad de alardear?
Supongo que tengo que averiguar más.
Entra acompañado de Leibda que usa unos ridículos pantalones de manta en color beige y un jubón blanco desenfadado y sorpresa, va descalzo, no perece traer ningún arma encima.
Gremorian va a su otro lado, ella si con su peto habitual y un jubón de cuero oculto tras una falda de cuero, parte de su atuendo.
—¿Llegaron ya? —pregunta con esa voz estruendosa.
—Lo hicieron —contesta Gremorian.
—Hazlos pasar, entonces —ordena cuando se desliza en su silla de oro.
Casi de inmediato unas chicas desnudas caminan sin ver a nadie, solo al piso. Su espalda, su vientre, sus piernas están llenas de marcas, de golpes. Y lo peor, no son ángeles, son humanas.
Caminan hasta tomar el vino en sus manos temblorosas, regresan el camino para servirle tanto como deseé.
Es un monstruo, ¿cómo puede tener a las mujeres en este estado? Se me comprime el alma de pensar que Chantrea esta con este tipo de bestia. Agradezco el arreglo que hizo con Lucifer.
Gremorian me da una rápida mirada de advertencia cuando se encamina a la puerta, abre e indica algo a unas personas que están afuera y casi de inmediato entran Louis y Belcebú. Louis esta en buenas condiciones, los golpes en su cara han sido curados, los de su cuerpo no tanto. Y sé que estoy poniendo mucha confianza en él, pero por el momento me conviene estar de este lado.
Erebos no se para, al contrario, bebe el contenido de su copa y lo tiende a la chica desnuda para que lo rellene.
—Erebos —saluda Belcebú. Su diplomacia tiene que servirnos de algo.
—Hermano —dice Erebos sin ganas. Su vista navega a detrás de donde ellos entraron—, ¿y su rey?
—Ha tenido unos asuntos urgentes que atender, pero te aseguro que no lo echarás de menos. —agrega Belcebú.
Erebos enarca una ceja, así que tal como lo predije, lo ha tomado a insulto. Es solo cuestión de provocarle más para tenerlo justo donde lo necesito.
—¿Debo tomarlo como que no soy la gran cosa para él? —pregunta con ese intento de sonrisa.
—Mi hermano se ocupa de muchas cosas, tiene una hueste que controlar tras la desaparición de mi padre —interviene Louis y tal parece que memorizo sus líneas.
Erebos intenta sonreír de nuevo y esta vez lo hace con dientes, lo que lo hace más, ¿macabro, grotesco?, no lo sé.
—¿Desapareció? —pregunta genuinamente sorprendido.
Louis asiente.
—Tomen asiento, por favor.
¿Y Chantrea? ¿Por qué no la ha traído? Es seguro que su plan es exhibirla, tal como lo hace con las pobres humanas.
Leibda toma asiento a su lado izquierdo, Belcebú a su lado derecho, respectivamente a sus lados, se colocan Gremorian y Louis, quedando de frente, ambos. Veo que hacen un leve asentimiento y puedo tomarlo como su saludo.
—Los ayudare en la búsqueda —otorga.
—No es necesario, Ezra lo tiene controlado —Belcebú interviene.
—Tonterías —aplaude con efusividad y las puertas detrás de él se abren.
Dejando por fin salir a Chantrea en un atuendo que a penas cubre algo de ella. Lleva un vestido dorado brillante, como si estuviera incrustado por diamantes. Tiene un escote en v en su pecho que no es tan profundo como el de su espalda. La insulsa tela, porque eso de ningún modo es un vestido, tiene una apertura lateral izquierda que va desde su cintura hasta debajo de su trasero que es hasta donde llega el vestido. Esta unido insulsamente por tres tiras que asemejan cadenas de diamantes.
Pero no es el vestido lo que mas me enfurece. Es su rostro y esos dedos marcados en su barbilla en tono verde morado.
—Chantrea, preciosa —Belcebú se pone de pie cuando la ve. Chantrea camina altiva hacia él, permite que la rodeé en un abrazo—, siempre es un placer verte.
Chantrea acomoda su cabeza en el hombro de Belcebú y su mirada conecta con la mía. Esta muy seria. ¿Está molesta conmigo?
—Louis —dice Chantrea alejándose del abrazo de Belcebú.
Louis se pone de pie, suelta un suspiro tembloroso, abre sus brazos. Chantrea camina hacia a él y lo abraza con efusividad, cierra sus ojos, acomoda su rostro en su pecho.
—Te he extrañado —parece genuina. Y tengo que controlar los celos y las ganas de volver a golpear a Louis.
—¿Lo has extrañado? —pregunta Erebos desde su sitio. Mismo que no deja de verla de manera lasciva y he decidido que lo primero que le quitaré cuando lo mate, serán esos estúpidos ojos.
Chantrea voltea con lentitud, con la frente en alto.
—¿Por qué no extrañaría al hombre que amo? —le dice con tanta seguridad.
Veo temblar a Louis. Después de todo, esto no estaba en el libreto. Me jode no poder hablar ni intervenir, pero debo de pensar que este es el movimiento más inteligente.
—Te he extrañado, Antrea —contesta Louis en un intento de que no le tiemble la voz, aunque falla.
—Una lástima que este aquí para cederte —sonríe Erebos, con sorna el muy idiota.
—No tiene opción, ¿o sí?, es por las buenas o lo matas —amo que Chantrea no se aminore ante el idiota que más detesto.
El tipo suelta una risita demasiado divertida, ¿eso lo divierte?
—Toma asiento, Chantrea —le indica.
Louis y ella cruzan miradas. Como si se dijeran algo. Tal vez eso hicieron, se comunicaron. No debo olvidar que ellos estuvieron juntos mucho tiempo así que es claro que se conocen.
Louis recorre la silla a su lado para permitirle sentarse.
—En mis piernas —ordena el sujeto. Y tengo que contenerme demasiado para no ir directamente y tomarlo de su cuello.
Pero Chantrea no lo escucha, camina hasta su asiento, donde se acomoda, Louis recorre la silla para que ella se termine de acomodar.
—Me gusta este asiento —comenta ella.
Todos se quedaron congelados. No hubo un movimiento de nadie, ni siquiera el sonido de una sola respiración.
—Erebos, el que se ha con vertido en su ex prometido, esta aquí, al menos podrías dejarlos que se despidan y que ella no haga eso que pides, frente a él —interviene Leibda como si fuera la voz de la razón.
No puedo creer que lo escuche, que si quiera lo medite. ¿Por qué este sujeto tiene poder sobre él?
Es algo que tengo que averiguar.
—Ocupas su consentimiento —dice en un tono más bajo. Sigue intentando hacerlo reflexionar.
Erebos rueda sus ojos una ultima vez.
—Hey tú —me señala con la mano.
Gremorian pone sus ojos sobre mí, es una amenaza clara lo que hay en su mirada. Algo así como: "jodelo y te jodo a ti"
Camino soltando un suspiro por lo bajo. Las pisadas se escuchan cuando me muevo. Odio las armaduras, son incómodas, calurosas y demasiado ruidosas. Detengo mi paso hasta llegar a su lado. Pero él no me dirige la mirada, se la dirige a Gremorian.
—Raksa —Gremorian suelta mi nombre con voz baja.
—Eres su guardia, ¿no? —me pregunta.
—Lo soy, Lord Erebos —me obligo a sonar robóticamente.
Él sonríe ante el título. Me quedo ahí pues no hay ninguna indicación. Sé que Gremorian esta haciendo un esfuerzo sobre humano para no observarme. Todos ahí están haciendo ese esfuerzo.
—Bien —dice cuando se pone de pie—, pasemos al asunto que nos urge. Louis, ¿cedes a la última de Alexandria?
—La has tomado, ¿qué caso tiene cederla? —Louis me sorprende siguiendo el libreto tal como se lo he pedido.
Erebos suelta una risita como si aquello que ha dicho Louis le causara tanta gracia.
—Según mis consejeros —le da un rápido vistazo a Leibda—, si no lo hago ustedes podrían comenzar una guerra.
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