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Capítulo 41

Chantrea

Erebos esta sentado en el trono, recibiendo toda la atención que le gusta, a su lado descansa la preciosa consorte, a quien he estado buscando desde hace un par de días. Ella sonríe al verme y hago lo mismo. Doy algunos pasos hasta donde se encuentran, parándome justo frente a ellos.

—Un placer verlos —hago un intento de reverencia que detengo si quiera empiezo—, ups —sonrío—, es verdad, ustedes no son los reyes —cruzo mis brazos delante de mi pecho.

La rabia cruza el rostro de Erebos, muy contrarío a su querida consorte que no ha parado de sonreír aun y con mi reverencia.

—Chantrea —menciona ella poniéndose de pie, camina haciendo mover la falda vaporosa hasta que llega a donde me encuentro, para unos centímetros delante de mí—, has pasado por mucho dolor —pone su mano en mi mejilla—, pero no te preocupes, nos hemos encargado de todo —y suena a una clara amenaza.

Sonrío de vuelta alejando su mano de mi mejilla.

Ella puede ser quien esté detrás de todo y tal vez el títere siempre ha sido su querido rey, a quien quiso coronar, pero no pudo, simplemente sometió a todos a su voluntad a través del miedo, es por eso por lo que Gremorian pudo reclamar la corona.

—Ah, es verdad, también la recibimos —truena los dedos haciendo que dos guardias abran la puerta que está detrás de nosotros.

Escucho los tacones repiquetear contra el piso de mármol. No necesito verla para saber de quien se trata.

Ella llega hasta donde me encuentro, es ahí cuando volteo a ver su pelirroja cabellera y sus ojos rojos de tanto llorar. Quiero reírme o resoplar, sin embargo, no lo hago, solo la veo.

—Lilith ha vuelto al lugar donde siempre perteneció, después de todo solo es un ángel desobediente que ya aprendió su lección —Khione lleva su mano a la mejilla de Lilith, para después envolverla en un abrazo, su vista se dirige a mi—, su hijo la desterró.

Mi vista choca con la de Lilith, sus ojos están muertos, no hay una sola emoción en ellos, pero eso dura solo segundos, cuando regresa los ojos a Erebos que ya está de pie detrás de Khione.

Lilith no quiere estar aquí, es el lugar que mas detesta, aun así, ella también tiene un papel que jugar aun cuando ni siquiera somos conscientes de si ella es una de las personas que nos traiciono. Solo ocupamos encontrar el hilo por profundo que este.

Porque si Erebos no es quien usa la magia de las Alexandría, debe ser alguien más. Erebos no puede usar su magia, pero ¿qué se lo impide?, necesito encontrar la respuesta. El tiempo corre y si este se agota, voy a perder.

Khione se separa de Lilith, acomodando sus rizos.

—Un placer verte de nuevo, cariño —comenta con esa voz empalagosa, Erebos.

En la biblia; Lilith fue la primera mujer que creo Dios para acompañar a Adán, sin embargo, ella era una mujer que cuestionaba, que no le gustaba vivir a la sombra de su marido, así que Adán la repudio y ella fue enviada a los infiernos por ser una mala mujer. Poniendo el ejemplo de lo que les pasaba a las malas mujeres, sembrando miedo para generar sometimiento y después vino la amorosa Eva, una mujer sufrida y sometida, el arquetipo de la mujer perfecta según los hombres.

En la vida real: Lilith fue la primera esposa de Dios, una de las muchas, para ser honestos, sin embargo, fue la primera en ser reconocida como consorte, hasta que demostró que ella tenía más poder que nadie entre los dioses y ángeles, se había ganado el respeto de muchos y eso no le gustaba a nadie, así que la desterraron cuando no supieron que hacer con ella, cuando una guerra interna amenazaba en explotar solo por ella. De ese modo acabo liderando los infiernos, hasta que Lucifer fue consciente del poder que le quitaba así que la recluyo en conjunto con sus hijos; Ezra y Amelia.

Lilith ha sido una mujer de mucho poder que ha estado al lado de hombres débiles que simplemente le han temido y destruido.

Pero eso no es lo que yo veo en ella; yo veo a la mujer que es capaz de endulzar los oídos y usar sus encantos para llegar a donde realmente quiere estar.

—Un placer, Erebos —dice sin ganas, hace una pequeña reverencia sin ganas, agachando su cabeza—, será un placer estar a su servicio —dice mecánicamente.

Erebos sonríe con todo y dientes, posa su mano en su mejilla, después recorre su cabellera, olisquea tomando todo el aroma que Lilith desprende.

El asco se asoma en mis entrañas, paso saliva, vuelvo a cruzar mis brazos.

—Alguien debería enseñarte a respetar el espacio personal de las mujeres, no puedes tocar a quien desees solo porque crees que puedes —me acerco a ellos interviniendo directamente.

—Oh abejita —sisea—, ¿Cuándo aprenderás a mantener esa boca cerrada?

Se aleja de Lilith para verme solo a mí. Ladeo la cabeza amenazándolo para que evite acercarse más allá de donde tiene permitido.

—Nunca, no me puedes callar, no me puedes dominar, no me puedes tocar —doy un paso hacia él haciéndolo retroceder.

Él resopla mientras niega con la cabeza.

—Un día de estos, tu boca tendrá algo que la ocupe y tu dejaras de creerte tanto, serás lo que está marcado en tu destino; una puta más en mi cama y en mi closet —sonríe con todo y dientes.

La sangre me hierve, me cubre la visión, el pensamiento, las ganas de lanzarle una maldita daga a la cabeza y acabar con todo esto, rugen en mi interior. Pero es la mano de Lilith la que aprieta la mía transmitiéndome esa calma que sé que no es mía porque lo único que yo quiero hacer es bañarme en su sangre.

—Nos vemos abejita —me regala un guiño de ojo.

Khione sonríe en cuanto se cuelga de su brazo como si de una niña chiquita se tratará. Comienzan a caminar, alejándose de donde estamos, dejándonos en la sala del trono.

Necesito hablar con Leibda.

—No necesito que me salves —gruñe en un murmuro.

Me suelto de su agarre.

—Pues entonces no te veas como alguien que necesita ser salvada y saca las malditas garras —le gruño—, viniste aquí a ayudarme, no ha ser una maldita carga.

Ezra

El cielo estrellado de la ciudad de los dioses, reluce como nunca, brilla con extrema fuerza y me sorprende que en realidad nadie allá notado mi ausencia. Cuando llegue, tome una ducha en las frías aguas del riachuelo para eliminar toda esencia de Trea en mí.

La habitación que me han preparado se encuentra en el tercer piso, tiene un balcón enorme con una pequeña mesa de plata con decantadores de agua y algo que es de color ambarino, lo destape solo para olerlo y percatarme del dulzor que desprende. Aun así, no confió en nada de lo que exista aquí.

Por dentro, la habitación es enorme, hay una cama gigante envuelta en sabanas de seda grises, tiene doseles de los cuales cuelga una vaporosa tela negra.

Hay un pequeño librero con muchos libros en lenguas muertas, muchos de ellos son cuentos infantiles, otros tantos hablan sobre los dioses y otros más son recopilaciones de los libros santos que representan las religiones en general.

También hay un ropero de cuatro patas con una madera preciosa que contiene demasiada ropa en colores claros, no es mi estilo y no quiero usar nada de esa ropa holgada y blanca.

¿Dónde estamos?, ¿En rehabilitación en algún centro cristiano?, no, ¿verdad?, así que no le veo sentido a esa ropa.

Casi al fondo hay un pequeño baño donde cae un agua cristalina y fría. De todo este enorme espacio, ese y el balcón se han convertido en mi espacio favorito.

La puerta se abre cuando estoy dejando el balcón, son un par de rubios de cabello largo, gemelos para ser mas exactos, con ojos del tono de las calabazas, uno de ellos tiene el cabello atado en un moño, el otro deja sus rizos andar sueltos. Ninguno lleva camisa mostrando su pálida piel, aunque agradezco que usen esos pantalones de manta holgados, están descalzos y se pasean por mi habitación.

Uno de ellos lleva una pequeña bandeja en sus manos con tres pequeñas tazas, el dulzor que irradia en cada vaporación golpea mi nariz.

—Debes estar aburridísimo —dice el del moño con una voz demasiado gentil y tranquila.

—Así que hemos venido a traerte diversión —la voz del otro es más chillona, alza la charola en demostración.

Asiento con lentitud cuando veo como se deslizan por la habitación como si fueran invitados míos.

El que trae la bandeja camina hacia el balcón pasando por donde estoy sin tener ninguna consideración.

Su gemelo lo sigue con un poco más de quietud.

—Griar, tienes que presentarte —murmura el hermano en modo de reprimenda.

—Ah sí —dice el tipo ya sentado en una de las sillas del balcón—, Soy Griar, Dios de la discordia —me regala un guiño de ojo.

—Soy Driar, Dios de la pasión —extiende su mano hacia mí.

La tomo para ser recibido por un buen apretón.

La discordia y la pasión son hermanos, esto es algo que no esperaba.

En realidad, nadie sabe mucho de los dioses, por la misma razón de que se aislaron hace mucho tiempo y de ese modo todos dejamos de rezarles, se tiraron y destruyeron estatuas y bustos en su honor. Todo de ellos se perdió en cuanto nos abandonaron. Fue su modo de protegerse.

Pero si no se protegían de Erebos, entonces ¿de quién?

—Ezra —correspondo su apretón.

—Lo sabemos, el nuevo semi Dios de la oscuridad, todo un misterio, considerando que Lucifer nos repudió, pero tu no eres él, aunque ostentas su título —Griar tiene esa sonrisa ladina del que pretende saber más de lo que creé.

Sonrío de la misma forma. Sé jugar muy bien y tengo un papel que jugar.

Dhalin

Ojos violetas, ojos dorados, ojos grises, ojos verdes, ojos naranjas, todos se abren ante mí, escucho risas por todos lados, veo hilos, escucho cadenas, escucho los ecos de mi nombre, el choque de espadas, mi nombre de vuelta y la sangre se vierte sobre mis manos como un presagio de lo que se viene.

—Te están buscando —susurra una voz, la voz que me ha guiado desde que tengo memoria, la voz de él—, van por ti, Dhalin. —me advierte— ¡Huye!

Tengo que huir, tengo que irme.

Siento el liquido sanguinolento y caliente en mis manos, abro los ojos intentando huir de mi sueño para encontrarme con mis manos manchadas de sangre y un corazón que ya no late. Un grito sale de mi boca cuando dejo caer el corazón.

Bastián no tarda en llegar viéndome a mi y luego al corazón. Tengo hambre, tengo mucha hambre. Es ahí cuando soy consciente del sabor en mi boca... es sangre. El oxido permea mis sentidos. Necesito... más.  

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