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Capítulo 38

Chantrea

Erebos me impulsa dentro de su habitación una vez los guardias abren las puertas, sus ojos que se han vuelto dos agujeros negros que amenazan con tragarme, sus cejas están encontrados y los rasgos divinos están desapareciendo. Comienza a parecerse a lo que justo es; un monstruo rabioso.

La saliva que gotea de los lados de sus lados me debería de dar una advertencia de lo fuera que esta de sí y del daño que me puede causar en realidad.

Sin embargo, aunque por dentro, el miedo está arrasando todo con fuerza y buscando una excusa, la que sea, para salir de ahí, pero sé que no debo, porque si dejo que él vea el miedo que tengo, lo usará contra mí.

Me concentro en observar su habitación, la puerta enorme que abrieron los guardias y ahora cerraron tras la entrada de su jefe. La enorme cama plantada en el suelo con millones de cojines en tonos blancos y dorados, los doseles que se alzan en lo alto hasta llegar al techo abovedado y hecho de puro cristal donde la iluminación solar hace todo resplandecer.

Los pisos de mármol blanco refuerzan el brillo del sol y combinan a la perfección con todo el cuento sobre que es un ser celestial. A cada lado dos arcos elaborados en oro puro que parece trenzarse de manera delicada y de los cuales caen pequeñas ramas verdes, abre espacio a otras dos habitaciones.

Su mano presiona la mía, es cuando vuelvo en mí, cuando he dejado que el miedo esconda sus garrar muy lejos.

Erebos gruñe cual bestia cuando me dirige con fuerza hacia la habitación de la derecha. A penas pasamos el arco, el cielo abovedado de cristal se disipa dejando en su lugar, solo cemento y un cielo raso en blanco. Observo alrededor, intentando familiarizarme con el lugar, encontrando nada más que ropa por todo el lugar y roperos de madera negra colocados uno tras otro.

—Bienvenida a la lectura de tu futuro —gruñe con esa voz distorsionada que cala hasta lo más hondo de mi y sacude al miedo que intento mantener encadenado.

Trago saliva porque no puedo hacer nada más, me quedo estática al centro mientras lo veo dirigirse al ropero más grande que tiene en la habitación, el que esta justo al fondo y al centro y se abre en medio circulo.

Toma la manija rectangular para deslizarla, este hace un pequeño ruido, pero no es invasivo.

Lo invasivo es lo que hay dentro.

Trago saliva mientras una risita comienza a escaparse de sus labios. Mientras continúo viendo el desfile de cuerpos que tiene en ese armario, como si se tratará de sacos bonitos que puede usar.

El primer cuerpo, él mas viejo, es el de Alexandría. Me pierdo en su rojizo cabello, en los moratones tan vividos que tiene en la piel. Destapa un poco más y otros dos cuerpos se abren paso tras de ella.

La ira, el miedo, todo comienza una tormenta dentro de mí. Mis manos se vuelven puños, la ira hace que una lagrima se me escape mientras el sigue destapando cuerpo tras cuerpo.

Mientras veo a las que estuvieron antes de mí, desnudas, siendo una maldita cosa que él puede coleccionar, que él puede tener y seguir usando a su maldita disposición.

El asco llena mi estómago, mi garganta se cierra cuando un grito quiere escapar de mi boca, pero no puede. No me voy a desmoronar, no le voy a dar lo que busca. No lo va a obtener de mí.

—Así es como sé que una de ustedes ha vuelto al mundo —su voz suena normal mientras pasa sus dedos por los cuerpos—, cuando su poder se apaga y no me dan más.

Mis ojos se abren tanto como pueden, mis dientes se presionan entre sí. Me esta diciendo que toma los cuerpos, aun cuando han muerto.

El asco hace que saboree los jugos gástricos en mi garganta, en mi boca. Quiero quitarle a cada una de esas mujeres. Quiero golpearlo, quiero. Quiero matarlo.

Abre completamente después de pasar por 25 mujeres, hay un espacio vacío, voltea a mi con sus ojos en ese tono dorado, me sonríe de oreja a oreja y no puedo asegurar que ve en mi rostro, pero se que le satisface pues sonríe aún más.

—Este es el espacio que he guardado para ti —suelta con melosidad mientras se pasa la lengua por los labios como si lo saboreara.

No puedo decir nada, si abro la boca solo saldrá vomito por ella y no puedo dejar que sepa que me ha fracturado, que ha lastimado pedazos dentro de mí. No dejaré que vea el dolor que ha causado.

Vuelvo mi vista a los rostros de las veinticinco mujeres, las veo una y otra vez, me las grabó en la memoria, dejo que entren en mi sistema, que estén ahí como un recordatorio de lo que tengo que hacer, de la venganza que tengo que completar.

Ezra se equivoca si cree que permitiré que le saque el corazón a Erebos, no, él no lo hará, lo haré yo y disfrutare de ver sus ojos apagarse mientras la vida lo deja.

La dulce promesa de venganza me regala un poco de estabilidad, deja que el miedo se vuelva solo una presencia oscura y acechante.

—Puedes intentarlo —no reconozco la voz pegajosa y rasposa que sale de mis labios en un intento firme de amenaza. Dejándolo solo en intento.

—Aquí solo están mis favoritas —acaricia el pezón de una de ellas y siento que pierdo la ultima gota de mi paciencia.

¡Eran mujeres! Mujeres que él solo vio como armas, que uso hasta que se canso de que respiraran y que aun con la muerte, el alivio nunca llego.

Que parecido a la vida de una mujer promedio.

La risa me sale dolorida y seca por los labios, obteniendo que voltee a verme.

Quería que perdiera la razón, bueno, lo he hecho.

Me escuecen los ojos por las lágrimas que quieren salir a raudales y sin parar, no puedo estar aquí.

No soy consciente cuando mis manos rozan la empuñadura de la daga que había estado guardado en el corsé de metal. Saboreo el dolor, me lo paso como droga para mis impulsos. La saco sin el mayor problema observando mi objetivo, lista para lanzarla, veo como sale de mi agarre, como va recta hasta impactarse en el objetivo: su maldito pecho.

Mis ojos se abren. Pierdo la noción del tiempo, veo sus ojos dorados convertirse en dos furiosos orbes negros, veo como la sangre brota de su pecho, como los gritos guturales consumen la habitación, como sus facciones pierden la humanidad y la piel dejando piel gris, seca y agrietada, volviéndolo aun más corpulento. Convirtiendo sus manos en largos y delgados dedos con uñas enormes, descubriendo piernas peludas grises y desechas: todo en el parece muerto.

Lleva sus manos a la daga incrustada en su pecho. La saca con fuerza soltando un grito cuando lo hace. Trago saliva intentando pensar, intentando reaccionar, pero estoy impactada con lo que veo. No porque no haya visto una bestia antes sino por la verdad que oculta Erebos.

Veo como carga la daga en sus manos mientras corre descoordinadamente. La verdad sigue golpeándome. Me va a matar. Lo hará, casi siento el filo cuando intento virar para huir. Pero el impacto llega. Cierro los ojos con fuerza. Siento la electricidad, pero no soy yo, no hay herida. Abro un ojo para ver a Louis frente a mí.

Cae sobre sus rodillas de inmediato dejándome ver el cuerpo gris de Erebos, como dejo que el cuerpo de Louis cayera sobre la misma daga abriéndolo como canal.

La sangre sale a borbotones, su brazo se desprende en un ángulo antinatural que ni siquiera soy capaz de asimilar, cae al piso en un ruido sordo. Veo sus ojos, esos ojos verdes, apagarse, perder el brillo, sonríe cuando me ve antes de exhalar.

Mi cuerpo tiembla, doy unos pasos hacia atrás caminando en el charco de sangre que se extiende con rapidez.

Las lagrimas salen a raudales sin poder detenerlas. Mis manos temblorosas corren a mi boca. No siento el oxígeno, no encuentro el aire, no, no me encuentro.

Mis ojos vuelven a Erebos que observa a Louis como si se arrepintiera, como si supiera que lo acaba de joder todo.

Y así es. Acaba de joderlo todo. Él no podía tocar a Gremorian a Louis no solo por el tratado con Lucifer sino porque ambos se habían convertido en posibles reyes. Las reglas, las jodidas reglas aquí lo son todo y ni siquiera un maldito semi dios como él puede desobedecerlas.

Las puertas se abren con un tronido de esta, escucho cascos repiquetear el mármol, escucho ruidos, escucho "alto" cuando mis rodillas están cayendo al piso.

Mis manos intentan encontrar un camino, algo que tomar del cuerpo cercenado de Louis, pero no sé que hacer o como tomarlo. Exhalo cuando las lagrimas siguen cayendo.

Siento unas manos en mis hombros, escucho que algo me dicen, pero no soy consciente, solo veo en el piso al hombre que tenía una deuda conmigo y la ha cumplido.

No puedo arrepentirme de mover las piezas necesarias y llevarme a quien fuere en el camino. No puedo lamentarme por el monstruo en el que me he convertido. Simplemente estoy haciendo todo lo necesario por proteger lo que me importa y por mantenerme viva.

Y ahora tengo un secreto en mi poder, algo que nadie más puede saber. Excepto claro, la hermosa bruja y consorte de Erebos.

Ezra

Siento el pinchazo profundo de su uña contra la muñeca que tiene sujeta con su otra mano, sangre brota de la herida que a ocasionado. La sujeta y sube a su boca tomando un sorbo de la sangre.

Sus ojos resplandecen cuando la sangre entra en contacto con su sistema. Suelta mi mano, mientras me observa de arriba abajo como si quisiera traspasar mi piel para conocerme más, pero no puede, soy un misterio, pero aun siendo un misterio, ella tiene que hacer lo que hemos planeado. Tiene que llevar mi alma al lugar de los dioses, no puede dejarme aquí independientemente de quien me creo o no.

—Es hora de irnos —dice con esa voz que susurra en todas direcciones. 

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