Capítulo 36
Bastián
Dhalin sigue pintando sin parar el lienzo que tiene enfrente, es una mujer, una mujer que de cierta forma se parece a Chantrea, pero no es ella, tiene la piel más oscura y unos perfectos ojos dorados que te observan fijamente, su cabello y su ropa parece el cielo nocturno de octubre, tan despejado por el viento y lleno de estrellas.
Dhalin la dibuja como quien esta hablando. Esa es la cosa con el arte de mi linda artista. Es simplemente tan realista que pareciera que esta pasando exactamente en ese momento. Es justamente parte de las criticas que se le han dado y por lo cual las personas quieren perpetuar su arte; simplemente porque hace parecer que las personas están atrapadas en su cuadro, te siguen, observan y hasta pareciera que respiran dentro del cuadro.
Magia, ese es el poder de su magia, las visiones que tiene las atrapa en cuadros que forman parte del destino de las personas. Sus visiones son tan reales y tienen tantísimo peso que, si ella te regala una de sus visiones, ten por seguro que esta se cumplirá.
—Es hora de hidratarse, señorita —digo con animo dejando cerca la charola con una jarra de limonada.
—Voy —murmura en automático.
Cada día que ella se inmiscuye en su arte y magia es un día más cerca de perderla definitivamente. Por eso aprovecho cada uno de los momentos y espacios que me regala.
Camino hasta donde se encuentra, me poso detrás de ella, dejo que mis manos resbalen desde su espalda hasta ombligo, uniéndola. Reparto besos suaves y precisos en su cabello rizado, en su oreja, en su hombro desnudo. Me permito llenarme de su aroma a pintura y una mezcla de jazmín.
—Si no me haces caso, los besos no pararan, señorita —sigo besándola. Deleitándome con su piel.
Maldiciendo el día en que falle a mi promesa y lo cambie por el sabor azucarado de sus labios y lo deleitante de sus caderas en mis manos.
Me pongo duro solo de pensar en todo.
Escucho el sonido de su sonrisa y con eso tengo para vivir un poco más.
—No ocupo que paren —voltea su rostro y con ello puedo atrapar la orilla de sus labios entre los míos.
No puedo dejar que le pase nada, no puedo dejar que Ezra la toque, porque el día que ella muere, carajo, me voy detrás de ella a buscarla a donde sea que su alma llegue.
Voltea en mis brazos dejando caer el pincel que traía en las manos, sus manos están llenos de pintura de mil colores. Envuelve mi cuello con ellas, se coloca sobre sus puntas para alcanzar mis labios dándome un dulce beso.
—Necesito que le envíes esa pintura a Ezra —murmura sobre mis labios y es la primera vez que me pide enviarle algo a Ezra
Me encargue de borrar toda memoria sobre lo ocurrido con Chantrea, elimine también las pinturas, se las envíe a Ezra, solo él sabría apreciar la hermosura en ese loco mar de sangre y ojos violetas.
Enarco las cejas, no puedo decir nada, no sé si se trata de alguna emboscada. ¿Pudo recordar algo?
—¿De qué hablas? —pregunto besando su frente con una sonrisilla curiosa.
—Tengo el presentimiento de que esto es para él —voltea hacia la pintura.
Vuelvo mis ojos a la pintura. Suelto un pequeño suspiro.
No es un presentimiento, es una visión, es la promesa de que esa persona, esa mujer lo está buscando.
—¿Cómo la vas a llamar? —pregunto manteniendo la tranquilidad que obviamente no tengo.
Las visiones que Dhalin transfiere a pinturas, normalmente le susurran el nombre y es de ese modo como llama a cada obra.
—Nyx —murmura viéndola.
Y el pecho me duele de inmediato. Trago saliva. Nyx viene por Ezra.
Ezra
Observo la pintura que Bastián ha dejado sobre el caballete que trajeron hace poco. Es interesante conocerla. Solo sabía que era una mujer, que tenía que hacerles justicia a las sombras a las que pertenece.
Algunos dicen que es la mano derecha de Erebos, otros, al contrario, saben a la perfección que como semi diosa sigue a los intereses del Auria. Siendo el Auria la ciudad de los dioses y semidioses en donde se refugiaron tras la cacería armada por Erebos donde muchos perdieron la vida. En realidad, no hay un conteo exacto de los dioses y semidioses que perecieron, pero desde entonces suelen ser demasiado cuidadosos y extremos.
Era obvio que Nyx vendría en busca de un semi dios oscuro o en su defecto, a buscar al semi dios que falta; Lucifer.
—¿Sera pronto? —enarco una ceja hacia Lucifer.
Max y Halley se deslizan por delante de la pintura captando cada místico toque de Nyx.
—No hay fecha en esto, solo se puede asegurar que pasará —Bas suena poco seguro. Claro, él puede pensar que quiero saber como funciona la magia de Dhalin.
Se lleva las manos a los bolsillos y yo asiento.
Dhalin tiene la adivinación de su madre, aun falta saber que don le otorgo su querido padre.
—Si Nyx viene por ti —murmura Bas sin dejar de ver la pintura.
—También viene por Dhalin —complementa Halley volteando a verlo.
Al fin de cuentas Dhalin es una semi diosa de nacimiento, que se ha mantenido oculta tras la magia de Lucifer y con la preciada ayuda de Bastián.
La mandíbula de Bas se aprieta, niega con la cabeza.
Él puede intentar intervenir las veces que quiera, pero ante un semi dios, ni siquiera le hará un rasguño. Bas puede tener todo el poder de un ejecutor del destino, pero eso palidece si hay un dios inmiscuido.
—¿Cuál es el plan, Ezra? —su mirada oscurecida me observa.
Ladeo la cabeza, cruzo los brazos sin dejar de observarlo, uno de los lados de mis labios tironea hacia arriba.
—¿Qué me das a cambio de la información?
Bastián resopla negando con la cabeza. Sus manos hacen y deshacen los puños.
—No le has perdido nada a Chantrea —sisea.
—Bueno, yo soy el demonio, pero ella es el infierno —le regalo un guiño de ojo—, uno no sirve sin el otro, así que dime, Bas, ¿qué estás dispuesto a dar?
—¿Qué quieres? —escupe con enfado.
Sonrío con todo y dientes.
—Una pequeña sesión de adivinación —ladeo la cabeza.
Bas abre los ojos tanto como pueda, niega con los ojos, pero termina soltando una risa.
—Ella lo planeo, ¿no? —niega con la cabeza.
—¿Lo hizo? —enarco una ceja—, no importa, aquí lo importante es lo que darás a cambio de mantener a Nyx lejos de Dhalin.
Bastián extiende la mano con la furia derramándole en los ojos.
—Es un trato bastardo —tomo su mano en un suave apretón—, dile a la reina de hielo que felicidades, te ha corrompido.
Max suelta una risita baja.
—Bas, es que no has entendido que ya no estas tratando con tu amigo sino con el jodido Dios de la hueste demoniaca, el imponente semi dios y el esposo de Chantrea.
Bastián no entiende que ya no hay calentamiento, este es el juego y un paso en falso mandará todo a la mierda.
—Dile a Dhalin que la veo pronto —sonrío antes de marcharme.
Chantrea
La mano de Erebos comienza a deslizarse por la gasa vaporosa por debajo de mi ombligo. Las nauseas amenazan con hacerme vaciar el contenido de mi estómago, pero las controlo como puedo.
Tomo una bocanada de aire cuando esta por acercarse a mi apertura entre las piernas.
—¿No vas a suplicar?
—¿Suplicar?, ¿por qué debería? —la voz me sale tan monótona.
Lo he practicado miles de veces.
No puedo comparar a Erebos con Louis, pero si he podido con el toque de Louis, puedo con esto. Además, quisiera saber que es lo que hace la marca de Ezra en Erebos.
—Para que pare —una risita sale de su boca y las nauseas vuelven. Sus dedos repiquetean sobre mi vientre bajo—, todas suplicaron que no las tocará, hasta que las toque —hace círculos sobre mi vientre bajo.
Tomo su mano entre la mía, alejándola, volteo con rapidez empapándome de su asqueroso rostro, su piel dorada, sus ojos dorados y ese aspecto de mal nacido que tiene.
Sostengo su mano entre la mía. Ladeo la cabeza impregnándome de lo repulsivo que es.
Sonrío lentamente, suelto su mano.
—Pero yo no soy las otras —los dedos de mi mano libre repiquetean su mejilla—, y si tu pudieras tocarme, lo hubieras hecho ya —le regalo un guiño de ojo—, ahora haznos un favor a los dos y aléjate de mi —no muestro emoción alguna.
Estoy en control, no hay enojo, no hay miedo, no hay dolor, simplemente no hay nada.
Su mano corre a mi cabello jalándolo con fuerza.
—Me estas hartando —gruñe y veo como alza su otra mano en un intento de proyectarla contra mi mejilla.
Pero las campanadas embargan el castillo, llenando de un animoso sonido y una gran conmoción.
Los ojos de Erebos se abren de par en par y el agarre en mi cabello aminora.
—¿Qué es eso? —pregunto.
—Alguien está reclamando la corona —gruñe haciéndome a un lado para abrir la puerta.
—¡¿Alguien esta qué?! —mis ojos se abren y corro tras de Erebos que sigue yendo malditamente desnudo—. ¡Creí que la puta corona era tuya! —reclamo, gruño.
No dice nada, simplemente sigue corriendo y un sequito de guardias comienzan a seguirnos hasta que llegamos a la sala del trono donde el rostro lleno de hollín y ojos verdes me saludan cuando la corona está colocándose en su cabeza... Gremorian.
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