Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 35



Chantrea

Dejo que la falda vaporosa en tono plateado caiga por mis piernas, dejando su sutil tela semi transparente cubra el tatuaje de serpiente que llevo en la pierna izquierda que cubre mi tobillo a mi rodilla, cortesía de Ezra y su cola, al final, su marca se hizo visible en su totalidad. Ahora de este modo todos saben que pertenezco a un demonio y ese es mi demonio favorito.

Acomodo el corsé de metal plateado se amolde a mi cintura al tiempo que aprieta los restos del top que hacen algo por cubrir mis pechos. La verdad es que no extraño en absoluto la ropa de aquí, pero necesito que crean que puedo ser uno de ellos así que no puedo venir y pisotear todas sus costumbres solo porque algo no me gusta, eso lo haré después.

Salgo de la habitación que me han otorgado, un guardia esta en las afueras, esperando en silencio. Su postura se vuelve más recta cuando abro la puerta y salgo por ellas, da unos pasos delante de mi sin ninguna indicación hablada o gesticulada, pero sé que significa que debo seguirlo.

Tengo que recordarme constantemente que en teoría yo no sé andar en este palacio y que cualquier paso en falso haría que me perdiera.

Comienzo por seguirlo viendo las puertas enormes labradas en oro y plata que dejamos atrás, muchas son habitaciones, este palacio cuenta con demasiadas habitaciones que en su tiempo estuvieron ocupadas por semi dioses, sin embargo, la historia ahora es diferente, muchos de los cuartos están abandonados y los existentes solo sirven para tener relaciones y mantener a las amantes de Erebos cerca de él.

No estamos yendo al comedor, suelto un suspiro bajo. Claro, la conversación no seria en una maldita cena. Continuamos recto hasta llegar a un punto donde el camino se divide en dos, el de la izquierda lleva a los baños termales y el de la derecha son habitaciones del placer. Cinco habitaciones que se utilizan como lugares de placer en donde los ángeles tienen su desfogue entre si.

Mis manos se vuelven puño casi de inmediato, no pienso mucho en lo que podría encontrar dentro, simplemente sigo.

Conforme más nos acercamos, escuchamos gemidos y gritos de placer. El calor sube estando aquí.

El guardia se detiene en la tercera puerta, no dice nada, simplemente la abre dejando que el aroma a canela ofusque mis sentidos, los gritos y risitas continúan dentro. Tomo una bocanada de aire, entrando con la frente en alto.

La puerta se cierra una vez ingreso y me encuentro con la escena estelar: Erebos está desnudo en un diván de cuero blanco, su piel tostada y dorada reluce en cada musculo y contrasta con el material. Tiene una chica con su boca en su erección subiendo y bajando, otra chica está tocándose frente a él y otras detrás de él están llenándolo de besos y algo aceitoso que dejan caer por su cuerpo.

Él solo me esta viendo a mi y odio la forma en que sus ojos recorren mi cuerpo mientras su mano corre a los cabellos plateados de la chica que tiene entre sus piernas apresurando su ir y venir.

No deja de verme a los ojos mientras esta a punto de explotar en la chica. Debería apartar la mirada, pero él lo puede tomar como un maldito signo de debilidad y en mí no va a encontrar debilidad.

Se libera sobre la boca de la chica y el asco recorre mis entrañas, hago un esfuerzo sobre humano por no hacer arcadas y mantener mi cara de póker cuando escucho su alarido de liberación.

Cruzo mis brazos encima de mi pecho, mantengo mi vista en sus asquerosos ojos dorados.

—Ahora que terminaste podemos ocuparnos de los asuntos que realmente nos conciernen —ladeo la cabeza ahogando todo el asco que siento.

La chica sigue relamiéndolo mientras que la que se esta masturbando no deja de hacer ruidos que solo están colmando mi paciencia.

—Conozco unos asuntos de los que tú te deberías hacer cargo. —se relame los labios viendo mis pechos.

Uno de los lados de mi sonrisa tironea hacia arriba, un resoplido abandona mi boca. Es cuestión de segundos cuando alcanzo la minúscula daga que guardaba en el corsé, la dirijo a la cabeza de una de las chicas que está detrás de él dando en la frente. La chica cae sin siquiera poder gritar, simplemente se desploma en el piso.

—No soy ninguna de ellas, no soy tu peón, soy una reina así que dirígete a mi como es debido, porque la próxima vez va a tu cabeza.

Su risa resuena en la habitación mientras las chicas están conmocionadas y han dejado de hacer cualquier tipo de sonido o movimiento.

Erebos mueve a la que está en sus piernas hacia atrás, dejándola sentada en silencio con los pechos al descubierto. Las tres que quedan, están tan quietas como si supieran lo que se viene.

Él se pone de pie como si no le importará que está desnudo. Truena los dedos como si en eso se le fuera la vida haciendo que las chicas a su alrededor comiencen a sangrar por los ojos, nariz y oídos, no gritan, solo se quedan ahí. Puedo sentir la onda de poder que se dirige cruda a las chicas. Lo libero con un chasquido.

—Y tu abejita, debes entender que no me importa quien carajo seas, ni el puto título que crees que ostentas, me perteneces, tu cuerpo me pertenece, tu magia que has estado regalando al estúpido demonio de quinta, me pertenece. —continúa caminando sin dejar de verme mientras su voz toma la crudeza que he escuchado en los recuerdos de Alexandría.

Su mano toma mi cuello de forma firme. Puedo ver por el rabillo del ojo como las chicas caen sin vida al piso en un charco de su propia sangre, aun así, sigo sosteniendo la mirada del despojo de hombre que es. Sus ojos dorados se vuelven una maraña de odio, de necesidad, de poder.

—Eso eres para mi —gruñe con su aliento golpeando mi mejilla—, una puta que me esta saliendo malditamente cara. —sus dedos aprietan más mi cuello, pero no le demuestro dolor, aunque mi visión comienza a volverse borrosa—. Te he dejado jugar, abejita, porque lo has estado haciendo interesante, sin embargo, me cansé —suelta el agarre de mi cuello de golpe, el oxigeno regresa a mis pulmones que lo extrañaban demasiado.

La risa seca sale de mis labios.

Sus ojos dorados frenéticos vuelven a mi rostro como si no entendiera porque su intento de intimidación no esta surtiendo efecto.

—Y aun así te has convertido en mi peón —sonrío con todo y dientes.

Su palma dura y pesada se estampa contra mi mejilla antes de que si quiera puedo detenerlo. El ardor se extiende caliente y doloroso por mi mejilla hasta mi ojo.

Otra risa sale de mi boca.

—Te conozco, Erebos, si tuvieras la oportunidad de poner un maldito dedo sobre mí, ya lo hubieras hecho. No lo has hecho porque no puedes, pero vamos, Erebos, juega mejor tus cartas —me doy la vuelta sabiendo que es el peor error.

Mis dedos alcanzan a tocar la manija dorada de la puerta antes de que mi cuerpo sea empujado con brutalidad contra la puerta, su cuerpo esta sobre el mío, imposibilitándome el hacer algún movimiento.

—Déjame demostrarte cuanto te puedo tocar —gruñe en mi oído.

No permito que el terror me embargue, tengo que pensar con la cabeza fría, no puedo dejarme vencer.

Su asquerosa mano se posa por debajo de mi ombligo, no respiro de forma irregular. Él se alimenta de miedo y miedo es algo que no tendrá de mí. Lo que estoy sintiendo es asco.

Ezra

La cabellera de mi madre se mueve cuando cae sobre sus rodillas y las lagrimas ruedan por sus mejillas como si de verdad sintiera dolor. Su mano corre a su vientre mientras sus rabiosos ojos se dirigen solo a mí; su peor error.

Ladeo la cabeza acomodando mi mejilla sobre mi puño, sintiendo el peso de la corona ladearse. Sigo observando sus ojos como cuchillas dedicadas solo a mí.

¿De verdad pensaba que me iba tragar el cuento de Asmodeo actuando por su propia voluntad contra Chantrea?

Carajo, no.

Los demonios somos codiciosos, no hacemos algo que no nos traerá algún beneficio y Asmodeo ganaba todas las buenas mentiras que mi madre pudo contarle al oído mientras movía sus caderas sobre él.

Una perdida si lo vemos con ojos reales. Asmodeo nunca debió ser tan tonto, pero eso pasa con mi madre. Si no te cuidas, ella puede llevarte a la perdición. Adán lo supo cuando se la otorgaron como primera mujer, así que fue inteligente y cobarde a la vez, desechándola, después la tuvo Lucifer y de verdad casi fue su perdición. Llevándolo a una guerra con la legión donde tuvo que sacrificar a su pequeño ángel; Gremorian, y bueno, yo no le era relevante así que simplemente me deshecho cual basura.

Lilith es una mujer fuerte y manipuladora, tiene todo para ganar, simplemente no ha sabido como hacerlo.

—Madre, gracias por aceptar mi invitación —comienzo con una sonrisa.

—¡No puedes hacerme esto, Ezra, soy tu madre! —grita y exige.

—Pero ¿qué voy a hacer? —pregunta de forma capciosa sin dejar de ver como la misma desesperación la carcome por dentro.

—Basta de tus juegos —se coloca de pie.

Y pienso como a mi edad de seis años lloraba en la posición que ella esta ahora porque no me alejara de ella, que no me alejara de mi hermana. Pero vaya que han cambiado los papeles.

Mi hermana entra por una de las puertas laterales, sus pequeños zapatos repiquetean contra el mármol negro de la sala del trono, su mirada sigue siendo totalmente seria. Se acerca a mi madre viéndola hacia abajo.

—Amelia —dice mi madre con desespero.

Dentro de mi madre, tal vez, pudo a ver un poco de amor hacia Amelia. Tenemos que ser realmente honestos, mi madre nunca tuvo madera para ser madre, sin embargo, se obligó a traer a personas al mundo que les sirvieran a sus propios intereses, pero es que al final del día, los hijos no somos unos siervos que siguen ciegamente, nos volvemos en cuervos en busca de nuestro propio camino.

—Madre —menciona ella dándole un beso en su mejilla izquierda.

—Tu no puedes ser parte de esto, Amelia —veo como sus ojos doloridos entienden la traición que cree que hemos hecho—. Tu no —susurra.

Amelia voltea a verme con sus ojos tan muertos como de costumbre, ladea la cabeza alejándose de mi madre tanto como puede. Suelta un bostezo.

Mi madre solloza como la madre abnegada que intenta representar, soy yo el primero en suspirar seguido por Amelia. La conocemos demasiado bien.

—Basta, madre, no estas aquí para recibir el castigo que claramente mereces, eso le corresponde a Trea —cruzo mis piernas sin dejas de observarla—, estas aquí porque te vas a convertir en la nueva marioneta de Trea, así que haz esto más sencillo y entrega tus poderes a tu hija.

Los ojos de Lilith se abren tanto como pueden. Traga grueso.

El plan es sencillo y todo esta saliendo conforme el plan, si nos apresuramos, esto explotará pronto... a nuestro favor claro.

—Ezra —es la voz de Bastián la que entra por el salón. Se ha que viene.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro