Capítulo 33
Chantrea
Observo mi reflejo en el espejo, mi cabello recogido en una coleta, los ojos violetas que me identifican, los pantalones negros que van a juego con el saco negro y la camisa blanca.
No puedo reconocerme y de eso se trata. Ya no soy Chantre De'Ath, ahora soy Chantrea, la reina de la hueste demoniaca, la esposa del semi dios de los infiernos, la descendiente de Alexandría, la hija de un ángel.
Suelto un suspiro bajo y me permito sentirme débil por unos cuantos segundos, trago saliva. Permito ver el miedo reflejado en mis ojos, el dolor, porque es la ultima vez que lo veré. Es la ultima vez que vere una pista de emoción.
—Mi reina —escucho la voz grave como un tarareo grave.
Regreso el miedo al abismo donde debe de estar, guardo esos sentimientos. Hay una guerra que ganar... y un verdugo que aniquilar.
Volteo para verlo, está sentado en la cama, con sus brazos cruzados, observa con detenimiento cada parte de mi cuerpo, como si quisiera grabarse en la memoria cada parte de mí. No necesita grabarse nada, él conoce todo de mí y yo conozco todo de él. Tiene el poder sobre mí. Me quiere ver arrodillada, lo haré, solo por él.
—Estas aquí —camino hasta donde se encuentra, él no tarda en tomar mi mano para jalar de ella.
Sus manos envuelven mis caderas, me dejo envolver por el momento subiéndome a horcajadas sobre él.
—¿Cómo debo sentirme de saber que has elegido como tu escudero a mi querido hermano? —pregunta y puedo escuchar los celos grabados en el tono de su voz.
Mi mano se posa en su mejilla, mis labios rozan los suyos y de repente no sé como haré para sobrevivir sin esto y sin esos intensos ojos grises que me observan con tanta necesidad. Sus manos se aprietan más cuando llegan a mi cintura.
—¿Son celos, Ezra? —mis labios juegan encima de los suyos, no presiono, simplemente mi mirada pasa de sus ojos a sus labios.
Siento su furia, la pasión, la tensión y justo ahora me arrepiento de haberme vestido o traer un estúpido pantalón.
—¿Celos, mi reina? —murmura con esa voz grave sobre mis labios y siento que me derrito. Presiona mis labios y de pronto soy yo quien persigue sus labios—, carajo, sí —murmura arrebatándome un beso que me quita el aliento, su lengua se mezcla furiosa con la mía que esta llena de necesidad—, celos de todo aquel que te vea porque no debería, celos de aquel que este cerca de ti y no sea yo, celos del maldito aire que puede tocarte en cualquier momento.
El beso toma mayor intensidad, mis manos encadenan su cuello, sus manos aprietan mi cintura y trasero. En este momento solo existimos él y yo. La facilidad con la que podemos unirnos y el mundo deja de existir es algo que siempre me ha sorprendido de ambos. Esa conexión que se ha vuelto invencible, que quema si te intentas acercar, que nos mantiene consumiéndonos uno al otro, pero no permite que nos apaguemos.
Sus manos se posan en mis hombros, comienzan a bajar lentamente el saco, despojándome de él, lo avienta sin mayor problema al piso.
—¿Eso querías escuchar? —besa mi cuello obligándome a arquear mi espalda tras la sensación.
Sus manos corren a los botones de mi camisa deshaciéndose de ellos de uno en uno con toda la paciencia que cabe en él. Sus labios vuelven a mi cuello robándome un gemido. Meso mis caderas sobre su erección, liberando esa presión que quema en medio de mis piernas. Asiento en respuesta a su pregunta.
—Porque ahora quiero que escuches algo más —suelta el ultimo botón.
Me despoja de la camisa, hace crecer una de sus garrar reventando el sostén blanco de encaje liberando mis pechos que rebotan en cuanto sienten la libertad.
—Eres mía —muerde suavemente mi cuello y una estela de electricidad recorre mi cuerpo—, me perteneces en toda regla, esposa querida —gruñe sobre mis labios y me mojo ante el mote—, tu cuerpo —sus labios recorren mi cuello hasta mi pecho, dejando suaves mordidas, sus manos corren a mi cuello y sus perfectos ojos grises se clavan en los míos mientras aprieta—, tu alma —libera mi cuello y necesito más. Sus manos corren a mi pantalón, desabrocha el botón del pantalón, baja el cierre, su mano entra directo rozando mi humedad, tomando mi clítoris—, tus gritos —aprieta mi clítoris y yo grito, sumerge un dedo en mi humedad, gimo de necesidad—, tus gemidos —saca sus dedos de mi humedad y lo siento como un insulto. Lleva sus dedos a sus labios lamiendo mi sabor en ellos—, tu placer.
Lleva sus manos a mi cintura levantándome de encima de él, se pone de pie conmigo, nos voltea en un hábil movimiento. Me tira en la coma y mi cuerpo rebota. Se coloca a horcajadas sobre mí, no tarda en jalar mis manos por encima de mi cabeza, las mantiene con un apretón fuerte de una sola de sus manos mientras que con la otra se quita la corbata, misma que usa para unir mis muñecas con un nudo firme.
—Tu obediencia —gruñe sobre mis labios, posee mis labios y con ello a mi entera.
Soy jodidamente suya.
Sus manos corren a mis pantalones, lo saca de mi cuerpo con una facilidad, se saca la camisa rompiendo los botones sin cuidado, se saca el cinto del pantalón, une mis tobillos asegurándolos con el cinto, el cuero quema y aprieta con fuerza mi piel.
—Ahora, mi reina, pienso recordarte cuanto te gusta ser mía —gruñe tomando mis piernas en sus manos.
Las eleva en una "L" llevándolas a su hombro izquierdo. No hay juego previo, simplemente se sumerge en mi de una sola estocada, raspando mi entrada. La posición me deja sin espacio por dentro y dios, se siente delicioso.
Ezra
Entro dentro de ella sintiendo la resistencia del estrecho espacio que he ocasionado debido a la posición, pero es un maldito placer sentir como toma todo de mí. Como me deja luchar por estar hasta dentro.
Trea gime mientras su propia humedad me lubrica lo suficiente para entrar mas dentro.
Es un maldito placer el verla desnuda, el ver esos ojos violetas que son mi perdición encenderse, sentir como me da todo de sí. Entro más, estocada tras estocada logro entras más dentro de lo apretada que esta. Dios. Es el paraíso y de inmediato me arrepiento de no haberlo hecho más.
Sigo embistiendo una y otra vez, pero esta tan malditamente apretada que no logro avanzar mucho, pero soy consciente que con esta posición su clítoris disfruta al ser masajeado con mi pene una y otra vez.
Las manos de Trea están hechas puño, uno muy tembloroso. Sus pechos se mecen con cada embestida y yo me deshago en lo apretada que esta para mi, en lo húmeda que esta.
Sus ojos se nublan y unas lagrimas comienzan a apresurarse, su cuerpo se arquea dándome un maldito espectáculo visual de todo lo que es mío, de todo lo que me pertenece.
Doy una estocada más fuerte obligándome a entrar por completo, ella mantiene su espalda arqueada y me recibe con un gemido que retumba por mi cuerpo y que le manda señales a mi miembro.
Embisto dentro de ella mientras siento como me toma por completo y aprieta en su totalidad, cada que salgo rozo su botón de placer y ella enloquece.
—¡Dios, Ezra! —gime y sé que esta perdiendo la cabeza.
Sus piernas tiemblan en mis hombros, su cuerpo se estremece.
—Ningún dios, mi reina, demonio, soy tu maldito demonio —entro más profundo.
Sus jugos se liberan con un gemido de su boca, llenándome mi miembro de todos sus jugos. Carajo. Necesito vivir dentro de ella.
—Mi maldito demonio, mi propio infierno —dice entre jadeos.
—¿Ves cuanto te gusta ser mía? —entro con más fuerza y salgo rápidamente.
Vuelvo a entrar. Una vez, salgo, dos veces, salgo, tres veces salgo, sus piernas siguen temblando victimas de la oleada de placer que la acaba de arrastrar a la nada, a ese lugar donde solo pertenecemos ella y yo.
—Suéltame —pide entre jadeos y lo hago porque al final del día soy su maldito esclavo. Suelto sus manos y piernas—. Siéntate —me pide y lo hago.
Ella se sienta a horcajadas sobre mí, con su mano guía mi miembro a su goteante humedad, se sienta sobre el con una calma pasmosa hasta que me tiene dentro suyo.
Comienza a moverse, arriba y abajo con un ritmo que va subiendo de intensidad.
Esta mujer va a ser mi muerte. Ahora soy yo el que esta embriagado de ella. Siento la presión juntarse y la sensación que recorre mi pene, baja una vez más y exploto dentro de ella. Mi jodida reina.
—¿Ves cómo te gusta ser mío? —dice entre jadeos y no hay duda de que deseo morir siendo de ella.
—Mi reina —jadeo sobre sus labios.
—Mi rey —responde ella apretando sus labios contra los míos.
—Pero ahora hablemos de lo que pasara si alguien comete la idiotez de tocarte —digo sobre sus labios, ella sonríe.
—¿Los mataras y me cogerás encima de sus cuerpos? —enarca una ceja de forma burlona.
—Oh, eso sería el paraíso para ellos —mi mirada se oscurece—, pero dejémoslo en una pequeña sorpresa. —acerco mis labios a su oído—, te marqué, reina, ¿lo recuerdas? —amenazo.
Es imposible que sepa lo que significa que un demonio marque a alguien y es imposible que sepa lo que pasa si alguien toca lo que está marcado.
—¿Lista para jugar? —cambio de tema. De verdad quiero que sea una sorpresa.
—Lista —sonríe con suficiencia.
—Es hora de que desates el caos y traigas una nueva corona a casa —aprieto sus labios— yo te entregaré su maldito corazón —juro.
Dhalin
Su cabello oscuro reluce bañada con la luz de la luna, cae en suaves ondas que se mueven cada que camina, puedo ver su silueta caminar delante de mí, veo su vestido gris cubrir su cuerpo, arrastrarse por lo largo que es, las estrellas se encienden a su alrededor, es justo el momento en que se detiene y pareciera que el aire que nos rodeaba se detiene también.
Voltea con lentitud mostrándome sus ojos dorados.
—Dile al semi dios que he venido por él —escucho la sentencia y fuerza de su voz.
La luz se pierde, ella desaparece dejando una silenciosa nada tras su desaparición.
—Ezra —me sale su nombre y no tengo la menor idea de que hace saliendo de mis labios.
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