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Capítulo 28


Dhalin

Tuve un sueño, soñé que cerraba a esos ojos violetas, soñé que la atacaba con una flecha, vi la sangre que broto de su vientre, la sangre que mancho sus labios... y esos ojos violetas se cerraron por fin, dejaron de atormentarme. Sonreí cuando esos ojos se cerraron. Aun me quedaban más flechas, una más para esos ojos grises y traidores que tanto odio, otra para esos malditos ojos azules de la divina hija de mi padre, su niña prodigio, la niña no defectuosa.

Veo a Ezra correr hacia la mujer de ojos violeta que cae de rodillas viendo la flecha que la ha atravesado.

Todo por fin esta en calma, los ruidos han parado, las malditas voces han dejado de taladrar mi cabeza, no hay más ruido. Suelto un suspiro de alivio. No más voces, no más visiones, no mas nada.

—¡Maldita sea, no vengas a mí, ve a mi padre! —dicen esos ojos violetas envueltos en una especie de brillo extasiado.

Ella se pone de pie sin ayuda, cuando Ezra camina hacia su padre, no lo mate, ¿verdad?

La mujer de ojos violetas muerde los labios y cierra los ojos por un segundo, buscando ignorar el dolor como puede. Aun sostengo en posición la otra flecha.

—¿Ya vas a soltar esa flecha? —me reta.

Mi mano tiembla cuando sus ojos brillan, tengo miedo, por primera vez en lo que va de este maldito sueño del que quiero y deseo despertar, tengo sueño.

Una de sus manos sostiene la flecha o contiene el sangrado, algo esta haciendo. Su otra mano la utiliza para limpiar con el dorso de su mano, el sangrado que hay en su boca.

—Trea —la voz grabe de Ezra interrumpe todo—, la flecha contiene sueño dorado.

Sueño dorado, es lo que me dio ese hombre, sus ojos dorados sonreían cuando untaba las flechas con esos polvos, cuando llenaba las puntas de estas flechas con ese polvo.

La mujer de ojos violeta deja de sonreír, ahora solo veo maldad, veo oscuridad en esos ojos apagados, en la sangre seca de su labio, en lo apretada de su mandíbula. Suelta una exhalación. El arco tiembla en mis manos hasta que no lo puedo controlar y explota. Ella vuelve a sonreír, no es una sonrisa normal. Carajo no es una mujer normal. Necesito que este sueño se termine, es demasiado.

Ella comienza a caminar como si no tuviera una maldita flecha atravesándole el maldito estómago, como si no estuviera sangrando.

Llega hasta donde estoy y quiero retroceder, pero no puedo, algo me mantiene en mi maldito sitio, volteo a ver de que se trata para encontrarme con serpientes atrapando mis piernas. Un grito me encuentra en la garganta. Cuando regreso la vista al frente ella ya ha llegado a mí, su mano no duda en tomar mi cabello y jalarlo, ladea mi cabeza para que vea esos ojos, los mismos ojos de mi padre en ese cuerpecillo rubio.

—Quieres saber, Gremorian, porqué nunca serás la hija preferida de tu querido papi, ¿quieres saber por qué eres el plato de segunda mesa? —suelta una risilla burlona.

La chica rubia gruñe. Veo odio puro en su mirada.

—Chantrea —advierte Ezra, pero su voz es más lejana.

Ella comienza a jalar de mi cabello, arrastrándome en cuanto camina. Me lleva hasta donde esta la rubia, escucho un par de siseos doloridos salir de su boca, suelta mi cabello para empujarme hacia la rubia. Intento mantener el equilibrio, pero las piedras y las serpientes me hacen estrellarme de bruces contra el suelo.

—Porque ella es la primogénita de Lucifer, la niña de sus ojos, a quien cuida con vehemencia —sisea—, quieres ver a alguien como la culpable, bueno, es ella.

—Chantrea —Ezra vuelve a llamar.

—Saquen a mi padre de aquí —la escucho ordenar, pero no la veo ni veo a quien se lo dice.

Todo lo que veo son esos ojos llenos de furia. No había reparado en que su cuerpo esta lleno de sangre.

—Párate —ordena la rubia.

Y lo hago, no porque ella lo ordene sino porque presiento el peligro, siento que debo huir. Carajo. Este sueño esta tardando mucho. Quiero despertar. ¡Quiero despertar!

Comienzo por retroceder porque la rubia comienza a caminar hacia mí.

—No eres nadie, solo una maldita estúpida —suelta la rubia y mi furia sale a flote.

¡¿Qué carajo sabe ella de mí?!

—Soy la hija de Lucifer —no se de donde salen esas palabras, pero brotan de mi boca sin titubeos.

—Detén esto ya, Trea, no está en el plan —dice Ezra.

—Ahora lo esta —escucho su voz burlona.

Estoy a punto de voltear, de intentar gritarle cuando un puño se estampa contra mi mejilla. El dolor explota en mi interior de lo fuerte del impacto. Escucho un zumbido. Necesito despertar. No quiero sufrir, aun así, una lagrima escapa de mis ojos. Es mucho el dolor. El sabor a oxido se hace presente en mi boca.

—Demuéstramelo —pide la rubia.

Toso un poco de sangre y saliva en su cara, ella enfurece más. Sus ojos arden en el maldito fuego de la ira. Vuelve a intentar golpear, pero esta vez me tiro al piso en un intento por huir de ella y de sus dolorosos golpes.

Es un sueño y ya quiero despertar.

—Gremorian, debes dejarla —pide Ezra.

Gremorian

Cuando era niña me contaban una historia, una que no quería creer. Era bien sabido que mi padre había tenido otra niña, una niña que desafortunadamente había muerto. Los rumores decían que mi padre había terminado con su vida, pero otros decían que era su hija preferida, la única que quería de verdad, la única que cuidaba, a quien le dio la mejor de las vidas... otros decían que Louis y yo solo éramos el reemplazo y que éramos tan desechables porque quien importaba en realidad era ella.

Su piel olivácea hace resaltar sus ojos tan verdes como un maldito bosque floreciente. Me mira, aunque pareciera que no. Simplemente esta ahí. Su cabello oscuro y extremadamente lleno de bucles no se mueve.

Ella no se parece a nosotros, aun así, sé que ella es quien Chantrea dice que es. No solo lo ha afirmado, sino que su esencia se siente. Ella es la primogénita.

La furia se apodera de mi cuando impacto mi puño contra su maldito rostro mimado. Ella no sabe lo que es sufrir, lo que es llorar... lo que es tener que habitar en un lugar donde nadie te quiere... ella no sabe lo que significa sobrevivir día con día esperando que ese sea el día que intenten acabar con tu vida, otra vez.

—Gremorian, debes dejarla —ordena Ezra.

Y en otras circunstancias claro que le haría caso, pero este no es el caso. Hay demasiada mierda en mi cabeza como para dejar libre a la maldita niña de los ojos de mi padre.

—Vamos, defiéndete como la maldita primogénita que eres —gruño obligándola a retroceder.

Ella me observa por un momento, pasa saliva, tose sangre y quiero golpearla de vuelta, pero si ella no se defiende, ¿qué caso tiene?

—Eres nada, una maldita rata que no sabe hacer nada —le gruño.

Y encuentro fulgor y vida en esos ojos verdes.

Observo a la par como sus manos se vuelven puños. Espero con ansias su golpe desordenado y lo hace, primero lanza su puño izquierdo que detengo con mi palma derecha, atrapo su puño, rasgo su piel con mis uñas, retuerzo su mano volteándola de inmediato. No dejo que llegue si quiera el segundo golpe.

No esta entrenada. Que pena da.

—La primogénita —me burlo cuando tengo su mano retorcida contra su espalda.

—¡No, no, no! Mi mano no —chilla.

—¿No? —jalo más sintiendo los tendones.

—Por favor no —ruega, llora, gimotea.

¡Maldita primogénita!, una primogénita que ruega.

Me da asco.

—Por favor, debo pintar, tengo que pintar —ruega, llora.

—Debemos pararlas —dice Ezra y quiero decirle que se calle.

—Espera, el príncipe no tarda —Chantrea sisea.

Está haciéndose la fuerte pero no le queda mucho antes de que se desplome. Diez por su esfuerzo.

Suelto el agarre sobre ella y ella se desploma contra el piso, no pone resistencia, su mejilla raspa directamente contra las piedras y la tierra.

Mi pie involuntariamente le suelta una patada en sus costillas, ella se queja y rueda quedando apoyada sobre su espalda y con la mirada al cielo.

—Déjala ya —es la voz de Bastián ordenándome.

Su rostro está perdido en la oscuridad, no hay vida en sus ojos que están tan oscuros como la nada, su rostro está repleto de seriedad, una línea para sus labios, otra línea para sus cejas y dureza para su mandíbula.

Él. Él ángel del destino que cuidaba algo importante... el ángel que desterraron por robar algo.

Mis ojos se abren y el aliento de pronto me falta. Él robo a la hija primogénita de Lucifer, Bastián la oculto durante todo este tiempo.

Bastián corre a mi sin ningún cuidado, sus manos van a mi cuello, aprieta con fuerza, no se tienta ni va con cuidado, siento su agarre tan fuerte. Me alza del suelo, me cuesta respirar, me cuesta ver, todo esta tan lejos. Un ángel no puede morir... pero ¿porque siento como que me estoy yendo?

Chantrea

—Ahora —le digo a Ezra que ha estado sosteniéndome para que pueda mantenerme en pie.

Max y Halley vinieron en cuanto los llame, se llevaron a mi papá y a Lilith, solo quedábamos nosotros aquí.

Aunque pude prescindir de esto e ir a que me curaran, hay lecciones que enseñar, lecciones que no pueden esperar.

Ezra me deja, aunque no quiero. Tomo una bocanada de aire para no chillar por el maldito dolor, voy caminando con lentitud hacia ellos, sintiendo el mareo que me obliga a parar, pero lo ignoro.

Aleteo los ojos, todo lo veo borroso, veo que Ezra le dice algo a Bastián, él niega, pero al final le entrega a Gremorian, ella aletea y es sostenida por Ezra. Carajo, el veneno esta actuando bastante rápido. No se quien le dio sueño dorado, pero quien lo hizo sabia lo que hacía.

Gremorian resopla, intenta recuperar un poco de aliento y veo sus ojos alterados, como si no lo pudiera creer. Se supone que es intocable, pero ahora ve que no.

—¿Te ha quedado claro, Gremorian? —alejo el dolor y el temblor de mi boca para confrontarla.

—¿Qué? —contesta ella buscando más aire.

—Lo mucho que te puedo destruir sin siquiera tocarte —pongo mi mano en su hombro—, piénsalo la ultima vez que si quiera intentes tocarme.

—¡Ezra! —gruñe Bastián como advertencia.

—¿Qué Bastián, no te gusto el resultado?, bueno, eso es lo que pasa cuando intentan atacarme —advierto—, inténtelo alguna de ustedes dos, malditas mierdas y será peor —amenazo.

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