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Capítulo 27



Ezra

El convento que seguramente tenía un par de siglos en pie cayó ante la furia y dolor de Lucifer, se llevo al limite y destrozó este sitio hasta sus cimientos. Ahora lo que queda es un mar de tierra, piedras, cristales, cruces y cuerpos.

No todas las personas que se hallaban en el sitió alcanzaron a salir ilesas, desafortunadamente a unas cuantas, las puertas enormes de madera, les cayeron encima extinguiendo su vida.

Mientras que Lucifer, bueno, él agoto todo de si hasta que su mismo cuerpo le exigió entrar en un estado catatónico; su cuerpo se encuentra aquí, en estado humano, envuelto como si se tratase de un capullo por sus alas doradas además de ser protegido por una capa invisible de su poder para que nada lo pueda dañar y atacar. Es el poder que tienen como semi dioses. Nada los puede eliminar, es imposible acabar con ellos, solo otro Dios puede terminar con la vida de otro Dios.

Aunque pudimos ir por otro semi dios como Asmodeo o Belcebú, que, por obvias razones, Belcebú quedaba descartado, ellos en este momento eran mucho más fuertes que Lucifer.

Lucifer estaba debilitado por las cadenas, su energía iba menguando, aunque no al punto de entrar al estado catatónico solo por eso.

En sí, este plan es cortesía de mi querido suegro. Él nos dijo que teníamos que atacarlo con las cosas que le dolían, que seria jugar como ruleta rusa y que era probable que perdiéramos, sin embargo, no perdíamos absolutamente nada intentándolo y eso fue lo que hicimos.

El primer dato que desconocía, lo soltó él; la eliminación del alma de Alexandría, con eso ya era suficiente para jugar con él, considerando que posiblemente Lucifer veía una segunda oportunidad de hacer las cosas bien si su alma seguía viva... ahora lo que seguía era ir por esa llama de esperanza que lo podría mantener en sí; su hija, y sentir que él la había dañado lo convertía en Erebos.

Fue cuestión de echar una moneda al aire y esperar a que nos favoreciera. Y así fue.

Ahora solo quedaba jugar mientras esperábamos a recoger los frutos de todas estas situaciones, aunque no todos los resultados fueran buenos para nosotros.

—Tienes que dejar de lastimarte de ese modo —Aidhen comienza a reprenderla mientras palma encima de sus costillas haciendo un control de daños.

No puedo tocarla, porque si lo hago, porque si comienzo a hacer conciencia de que permití que le hicieran daños, romperé un par de reglas, romperé mis propias cadenas y romperé en dos a Lucifer.

—O tal vez tiene que dejar de provocar a la gente incorrecta —sisea mi madre.

Esta sentada cerca de nosotros sobre una de las muchas rocas que cayeron. No nos ve, de hecho, solo ve al horizonte. Creo que esta nostálgica o simplemente esta demasiado confundida.

—O un día de estos terminarás muerta —termina la oración volteando a verla con esa mirada glacial.

Trea ladea la cabeza, sé que se esta tragando el dolor, pero es más importante para ella ser así; desafiante, terca, testaruda. Carajo, fue lo que me conquisto de ella, pero hasta yo soy consciente que debe de dejar de hacerse con enemigos, ya hay demasiados en la lista, no necesita más.

No es que ella no pueda, claro que puede con cada uno de ellos, de hecho, ni siquiera dejare que esas malditas ratas intenten alcanzarla, yo mismo les cortare la cabeza, romperé sus cuellos antes de que representen un problema.

Trea debe entender que su único y real problema, soy yo.

—¿Es una amenaza? —me adelanto poniéndome en medio de su batalla de miradas, dándole la espalda a Trea y viendo directamente a su madre.

La mirada de sorna de mi madre choca con la mía, no hace el intento de levantarse. Simplemente me observa.

—¿Y qué si lo es? —su voz es empalagosa, parece más una burla que una pregunta—, ¿Vas a acabar con mi vida si ella te lo ordena?

—Creo que eso es lo que nadie a entendido aquí —gruñe Trea—, Ezra no es mi marioneta ni nunca lo será —asegura.

Uno de los lados de mi sonrisa tironea hacia arriba.

Seré su marioneta si así lo decide. Pero dejaré que lo asimile más tarde.

No quiero decir que soy un débil títere, quiere decir que, si ella quiere guerra, se la daré, si ella quiere un enemigo lo seré, si ella quiere un amante cariñoso, carajo, lo seré. Lo que ella necesite, lo seré, porque por Trea quemaría el maldito mundo.

—Pero, si, acabaría con tu vida —comento tan tranquilo como si no hubiera cuerpos y caos por aquí. Tomo asiento a su lado—, no porque Trea me lo pida, sino porque nadie puede venir aquí e intentar tocar siquiera a la mujer que amo.

—¿Estas tan desesperado por ella? —la voz de mi madre pierde el control.

—Enamorado y obsesionado, quedan mejor —sonrío con todo y dientes—, así que haznos un favor, madre y deja de intentar insultarla... porque como lo he dicho antes, a mi me gusta matar y ya, pero ella —volteo a ver a Trea y veo ese brillo de orgullo en sus ojos—, a ella le gusta jugar y disfruta el dolor prolongado.

—Entonces demuéstrame que tanto te gusta jugar, Chantrea —es la voz de Gremorian la que llega a mis oídos.

Volteo para verla, viene vestida con una armadura sencilla de cuero negro con pantalones a juego, su rostro pálido está manchado por la sangre al igual que sus manos y sus ojos están fuera de sí.

Chantrea

Gremorian desprende esa aura de peligro que me debería dar una clara advertencia sobre el estado en el que se encuentra.

Sé porque esta en ese estado. Esta furiosa por Leibda. Lo note de inmediato. Gremorian tiene una relación demasiado especial con Leibda, no es una relación romántica, esta raya más en lo fraternal. Y si contamos con la infortunada historia de abandono y acoso a la que se enfrentó Gremorian, es demasiado normal que haya desarrollado ese lazo con Leibda.

Y fui yo quien desestabilizo ese lazo. Esto si no fue a propósito, aunque no voy a negar que tener su apoyo me ha hecho las cosas más sencillas, es algo que no planeé. Pero entiendo su dolor.

—Si hubieras llegado unos minutos antes, quizás te hubieras podido despedir de tu padre —murmuro cruzando los brazos sobre mis costillas, ignorando el dolor punzante.

—Gremorian —Ezra se levanta del lado de su madre, intenta dar unos pasos hacia nosotros, pero Gremorian gruñe.

—No, Ezra, deje que la maldita serpiente juegue sus malditas batallas solas —advierte soltando una onda de su poder.

Es fuerte, desestabiliza la tierra y remueve las rocas.

Es la segunda vez que me llaman serpiente y me empiezo a sentir realmente ofendida.

Me pongo de pie ignorando como el aliento se me corta y el dolor amenaza con hacerme caer.

—No soy ninguna serpiente, simplemente llámame Chantrea —pido moviendo las manos para sacudir mi falda. Suelto un suspiro—, aunque primero quiero escuchar, ¿qué te trajo hasta aquí?

Un gruñido es lo que obtengo como respuesta, ella arrecia su paso hasta llegar a mí, toma con un puño mi camisa, su rostro esta demasiado cerca del mío, huelo la sangre en ella, veo la furia plasmada en esos ojos.

—¿Es por tu papi? —ella no se mueve, sigue apretándome.

—¡Suéltala, Gremorian! —gruñe Ezra llegando hasta nosotras.

Agarra a su hermana por detrás arrastrándola lejos de mí, sosteniéndola con fuerza en un abrazo.

—Es por Leibda —siseo y sonrío.

Otro gruñido sale de la boca de Gremorian e intenta zafarse del fuerte agarre de Ezra. Sonrío con dientes.

Mi padre ya se ha puesto de pie. Sigo ignorando la debilidad y dolor que siento.

—Así que si es por el buen Leibda —suelto con sorna mientras ladeo la cabeza.

Gremorian lucha contra el fuerte agarre de Ezra.

—¡Tú, maldita serpiente!, ¡Crees que tienes a todos en tu maldita mano!, ¡Te crees malditamente invencible! —escupe roja de rabia—, déjame decirte que no lo eres, eres una maldita serpiente a la que hay que cortarle la cabeza.

—Entonces córtamela —reto.

—Gremorian —advierte Ezra con esa voz gruesa mientras continúa presionando los brazos de ella.

—¡Maldita sea, Ezra!, ¡¿Qué tan jodido tienes que estar para no darte cuenta de que es una mierda, que es una maldita embustera, que está intentando controlarte y usarte?!, ¡Reacciona, maldita sea, que un bonito par de piernas y una maldita vagina la tiene cualquiera! —grita, gruñe, forcejea. Hace de todo.

—Estoy muy jodido, sí —Ezra sonríe, la voltea con una facilidad increíble, aprieta más los brazos de Gremorian, pero ahora la ve de frente—, ella me jodió y yo la jodí, al final del día somos el resultado de las mierdas que nos hicimos, ¿no es así, Trea?

Suelto una risita. Es por ese tipo de cosas que no puedo dejar de elegirlo. Porque él es mío tanto como yo soy de él.

—Así que Gremorian, si quieres cortarle la maldita cabeza, primero tienes que intentarlo conmigo porque ni en mil años dejare que la toques —la amenaza por las claras, soltando su agarre sobre ella.

Ezra tiene que entender que no soy la princesa en apuros, que puedo luchar mis propias batallas.

Volteo para ver a mi padre cuando siento que su aliento se corta, creo que todos volteamos al tiempo que veo como una maldita flecha se estrella en su hombro, muy cerca de su corazón. No pienso cuando corro hacia él. Cuando mi corazón retumba contra mis costillas doloridas y el caos en mi cabeza se mezcla con el dolor.

Estiro mi mano hacia él cuando el dolor punzante me invade en el estómago, soy yo quien suelta una exhalación dolorosa, mis piernas me fallan y caigo de rodillas, bajo la mirada a mi vientre para observar la flecha que me acaba de atravesar.

¡Maldita sea!

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