Capítulo 14
Chantrea
Ezra ha dejado una corona en el lado de su cama entre las sabanas blancas de seda que ahora cubren su cama y mi cuerpo desnudo. Ha dejado también a su lado una carta y de repente siento un nudo en la garganta, bastante familiar.
Sé que con Ezra debí ir de frente, decirle la verdad, pero las circunstancias eran apremiantes.
Louis y Vienne me educaron para manipular y para la desgracia de todos, aprendí a la perfección, lo que, a su mala suerte, lo transforma en mi ventaja, pero también en un mar de problemas.
Amo a Ezra... pero si no lo hacia de ese modo, si no presionaba como presione, bueno, posiblemente él no me hubiera dado la corona.
Arrastro mi cuerpo entre el colchón y las sabanas para quedar sentada, rozo con mis dedos el contorno de la corona negra, lo brillante, lo hermosa que es. No es la que usa comúnmente él, de hecho, tiene un toque más femenino, es más pequeña, tiene el ancho de una tiara excepto por los cinco picos que la conforman, en cada pico, de forma ovalada tiene incrustadas rubies que brillan como el color de la sangre. No la tomo, aun así, me permito sentir su textura. Lo fría que es.
Tomo la carta en mis manos, desdoblo el papel para encontrarme con la hermosa caligrafía de Ezra y me comienzo a preguntar si de verdad he dormido tanto como para que no me haya despertado su partida.
Leo la carta y siento como el nudo que ya sentía, crece en mi garganta y como si de un peso grueso se tratara, se expande en mi pecho.
"Es una corona improvisada, pero he mandado a hacer una a tu medida, a la medida de la nueva reina del inframundo. Pero esta servirá de forma improvisada.
No quise despertarte y antes de que esa cabecita tuya comience a sobre pensar, salí con Bastián a encargarnos de ciertos asuntos, no tardaré, mi casa es tu casa, mi reina, has lo que gustes, desees y mandes.
Te amo, Trea."
Las palabras escritas de la carta se anudan sobre mi pecho. Y ese nerviosismo recorre desde los dedos de mi mano, mis brazos, mi garganta, mi estomago y de pronto es la falta de aire lo que me hace saltar de la cama.
Esto no tendría por qué ser tan difícil. Cuando lo planee no tuve este mal sabor de boca.
Camino con prisa a la ducha, dejo correr el agua fría, me quito sin cuidado la bata, no lo pienso cuando me zambullo bajo la regadera, el agua fría me roba una respiración despiadada, pero logra apagar el repiqueteo de mi piel, me hace sentir que soy capaz de respirar. Trago saliva. Y espero bajo el chorro de agua lo suficiente hasta que mi piel deja de sentir que el agua es fría, hasta que me apago y que yo misma dejo de sentir.
No lloro porque hace ya mucho tiempo que deje de hacerlo... sin embargo, con Ezra, bueno, con él comienzo a sentirme humana y en estos momentos, para luchar con el monstruo que tengo que luchar, lo que menos ocupo es humanidad.
El agua deja de correr en mi cuerpo al tiempo que una suavidad recorre mis brazos, mi cuerpo. Es ahí cuando regreso, cuando veo ese cabello rubio desenfadado y esos preciosos ojos que ahora no se ven tan preciosos si no preocupados.
—Tu piel esta muy roja, el agua comenzaba a quemarte —Max intenta reprender, pero la voz le sale muy seria.
Un suspiro sale de mi boca y el frio de repente me impacta.
—¿Tiene que ver con la corona? —pregunta con una voz más baja y cálida.
Tomo la toalla para sujetarla arriba de mi pecho mientras Max toma otra toalla con la que comienza a secar mi cabello.
—Sé que era el plan —comienzo jugando con mis pies y el agua que aún no se va—, el plan era obtener la corona... pero hay algo amargo en tenerla —acepto.
—¿Es por el jueguito sucio?
—No había modo de obtenerla si jugaba siguiendo las reglas y esperando que Ezra hiciera lo que quería. —y es la verdad.
Max suelta un resoplido que más bien suena a una carcajada sarcástica.
—¿De verdad era eso o simplemente te daba miedo aceptar que Ezra seria capaz de hacerlo si se lo pedias? —un suspiro sale de su boca—, ¿qué te da miedo, Chan?, ¿saber qué, aunque él haría todo por ti tu no harías lo mismo?
—Max —reprendo, aunque sé que una parte de eso que dice es verdad.
—Louis ha sido muy benevolente a no contarle el plan —menciona Max y la presión en el pecho que había desaparecido, regresa.
Ezra
La conversación fluye a través de la puerta abierta del baño.
"Louis ha sido muy benevolente al no contarle el plan"
¿Qué plan?
La ira fluye por mis venas y los miles de pensamientos me invaden con rapidez, pero es uno el que sobre sale: He sido la maldita marioneta de Chantrea, me ha estado usando a su antojo y yo le entregue mi corona, mi reino.
Mis manos se vuelven puño. Camino a paso lento, como una gacela, acechante. Observándolos, escuchándolos.
—Háblenme del plan —interrumpo a ambos.
Veo el salto que da Trea ante mi voz. Voltea despacio hacia la puerta donde espero. Recargo mi hombro en el marco de la puerta, cruzo mis brazos sobre mi pecho y espero a que confiesen.
Pero es el maldito idiota de Max el que sonríe. Y comienzo a creer que esto ha sido planeado por él. Le gusta el caos después de todo.
—Ezra —murmura ella con sus ojos bastante abiertos.
—No hagas preguntas que no quieres saber —tararea aquel idiota.
Jugueteo con mis dedos sobre mis brazos, tomo un poco de aire del ambiente, me embriago con la fragancia natural de Chantrea, busco el control. No arreglaré esto con él aquí y con asuntos más importantes que arreglar. Me incorporo y ninguno de los dos reacciona, camino a paso rápido hacia ella. Tomo su mano para jalarla fuera de la sala.
—Lárgate si no quieres tener tus malditos sesos fuera —amenazo.
Escucho risas de su parte, aun así, lo escucho moverse, y lo veo rebasar nuestra caminata, saliendo de la habitación.
—Vístete —le ordeno a Chantrea señalando la ropa que he dejado sobre la cama—, dos minutos. —camino hasta la puerta dispuesto a dejarla. Pero lo que acabo de escuchar no me suelta. Mi mano espera sobre la manija, viendo el cristal de la puerta—, Nuestro primer encuentro, Chantrea, ¿era parte del plan?
—Sí.
—¿La corona era la meta?
—No.
La frustración llena mi cuerpo y sé que tengo que salir de ahí.
—Louis actuó muy bien. Todos actuaron jodidamente bien. —una risa seca y cargada de amargura me llena.
Ella suelta un suspiro.
—Escucha, Ezra, hay muchas cosas.
—Vístete ya —ordeno dejando la habitación.
Chantrea
Bastián conduce mis pasos dentro de una abadía. La verdad es que esperaba todo, menos tener que vestir como ellas. Bueno, no exactamente como ellas porque en teoría soy una novicia. Llevo un habito blanco en su totalidad, cubre todo mi cuerpo. En mi cabello, la cofia lo recoge ocultando sus ondas tras el velo blanco. La cruz de la cadena que cuelga en mi pecho se mueve cuando me muevo. El único color que llevo encima es el cinto marrón que rodea mi cintura.
Bastián abre la enorme puerta de lo que parece es un pequeño centro ceremonial. Hay seis bancas, tres de cada lado y al fondo una cruz enorme y negra cuelga cerca de la mesa ceremonial, embestida de un mantel dorado con cruces y algunas palabras.
—Rece hermana, y espere a su señoría —dice Bastián entrando en el papel.
Y yo asiento. Comienzo por caminar por el medio de las bancas hasta llegar a la primera hilera de la izquierda, me deslizo por encima del colchón en el piso, bajo las rodillas a descansar en aquel colchón para quedar de rodillas. Es ahí cuando la puerta se cierra tras de mí. Escucho el cerrojo hacer un "clock" digno de una puerta vieja y ruidosa.
Observo la cruz negra y grande en el centro. No entiendo del todo las representaciones religiosas de ese hombre colgado en la cruz con el sufrimiento plasmado en el rostro. ¿Por qué?, ¿qué necesidad?
El chirrido de una puerta cercana al altar hace su aparición. Se abre dejándolo pasar a él con una cota negra y el alzacuellos blanco. Viene acompañado de otra joven monja y pensamientos asesinos se filtran por mis entrañas cuando ella se sonroja cuando lo ve. Los observo desde donde estoy hincada.
—Puedes retirarte, hermana —le comenta Ezra.
Él le extiende su mano y ella besa el anillo dorado que esta en su dedo anular de la mano derecha. Sigue besando con devoción y tengo que contenerme de no ir a quitársela de encima. Al final es Ezra quien le quita la mano y ella termina marchándose con más que su boca mojada. Puedo asegurar.
Ezra cierra la puerta y deja correr la aldaba interna. Trago saliva cuando voltea. La seriedad y frialdad en sus ojos me toma por sorpresa. Eso es algo que no había visto en él.
—Hermana —llama con la voz gruesa—, ven acá —señala el reclinatorio en que esta al centro.
Es una construcción de madera bastante simple; una parte superior de madera en su totalidad sin acolchado donde se supone van los brazos y una pieza acolchada del mismo tono que la madera donde se deben apoyar las rodillas.
Suspiro.
—Podemos hablar sin este tipo de juegos —me coloco de pie.
Una sonrisa que no llega a sus orejas se dibuja en su rostro, pero no es una sonrisa normal, es una sonrisa llena de oscuridad, de demonios que están desatados.
—¿Me obligaras a usar la fuerza? —pregunta cuando no me muevo.
—Solo haz las preguntas que tengas que hacer, Ezra —replico ante su inminente oscuridad que amenaza con tragarme.
—No, Chantrea, ahora estas en mi juego. —esa macabra sonrisa se apodera de él—, ultima vez que lo solicito con amabilidad. Híncate.
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