El adiós es tan permanente como lo esperemos. Pues en el podríamos encontrar tanto al alivio, como el dolor y pareciera ser que siempre estamos tan preocupados por no despedirnos de ese alguien, que lo abrazamos con todas las fuerzas que nos son posibles sabiendo que en algún momento esa persona dejara de pertenecernos. Tal vez es que nunca nos ha pertenecido, tal vez es que el adiós duele de acuerdo con la manera que logramos amar, o será que solo cuando se le preste la mayor atención. Vivimos la vida esperando no despedirnos de lo que tenemos, de lo que somos, ni de quienes tenemos. Pero olvidamos que la vida tiene un cambio constante y que este no siempre depende de nosotros. 

Siempre me pareció increíble el poder del adiós, me impactaba como es que existen días en que las personas, sin más, deciden irse o en su defecto como despiertan un día y se das cuenta de que ya no te quieren más, que ya no le haces bien, que no son el uno para el otro, que el destino es diferente para cada uno de ustedes. Siempre me pregunté, ¿cómo es posible ser tan ingrato y dejarlo todo atrás, como si nada hubiera pasado, como si jamás hayas amado tanto, como si la nada ahora te pareciera normal? se suele decir que hay preguntas que no tienen respuestas definitivas, y algunas otras muchas que tampoco se deben de preguntar con tal antelación, pues a veces no tener la respuesta, podría tener más sentido que tenerla.

Y ahora, lo he comprobado.