CAPÍTULO 9
JOLVIÁN
Me acomodo en la cama para dormir. Las mejillas las tengo calientes, el corazón acelerado y las piernas me tiemblan horrores.
Le grité al papá de Daniel, le dije que es un viejo castroso.
Se lo merecía.
Le dije a Daniel que me estaba gustando vivir con él.
Y es la verdad.
No tiene nada de malo eso, ¿no? Que te caiga bien alguien, que te agrade hablar con ese alguien, que disfrutes de su compañía.
Malo no, inusual sí. Más por el simple hecho de que nuestra historia no tiene cosas buenas más que las actuales. Las del pasado, digamos que superan por mucho las de ahora y no creo que sea adecuado que te caiga bien el ser que has odiado toda tu adolescencia.
Ruedo en la cama. No puedo dormir, ahora está muy incómoda para mí y, por lo mismo, comienzo a sentir irritabilidad. Bufo y quiero pegarle a algo.
¿O estoy volviéndome loca?
Es el karma de la grosería que hice hoy.
No, es que ya me comienza a pesar estar embarazada, me duelen las piernas, la espalda. Me cae mal la gente y quiero llorar a cada rato.
Y para rematar, ahora tengo hambre. Esta sí no me la reprimo así que me levanto y bajo despacio las escaleras para llegar a la cocina. Sin embargo, no llego, porque llama mi atención ver un poco de luz en la mesita de la sala y después a Daniel sentado en un sofá.
—¿Daniel? —Lo veo dar un salto y desde mi posición veo que está limpiándose la cara—. ¿Estás bien?
—Sí, sí, solo estaba revisando las cajas.
Entiendo que en realidad no está bien, está llorando.
—¿Encontraste algo que te hizo mal? —Pregunto, sin poder parar mi boca porque la curiosidad es más grande. Camino hacia él y trato de ver desde su espalda lo que sea que esté viendo—. ¿Fotos tuyas con Alexa? ¿Algo que le regalaste? ¿Algo que te trajo recuerdos?
Bueno, lo mismo me pasó a mí con Francisco, solo digo.
Suelta una risita que me confunde. Así que, sin analizar las cosas, doy la vuelta por el sofá y veo que está en bóxer, con varios papeles a su alrededor y el suelo, pero no doy demasiada importancia, ya lo he visto así, ¿no? No parece incomodarlo, además, creo que no me quiero ir hasta saber qué encontró.
—Creo que eso no me dolió tanto en su momento como lo que en realidad pasa. —Se ríe pero en realidad no parece hallarle humor a esto—. Jolvián... en una de las cajas, estaba la carta que te escribí hace ocho años, Fernanda la encontró en mi antigua habitación en casa de mis padres y la metió en la caja.
Mueve los papeles en su mano, dándome a saber que son esos. Mis ojos se abren grandes y un miedo se apodera de mí.
—¿En serio?
Daniel asiente.
—Y bueno, acabo de leerla. —Se pasa de nuevo las manos por la cara para limpiarse—. ¿Crees que puedas hacerlo tú ahora? Necesito que la leas.
No, no puedo.
—Sí —digo en cambio—. ¿Me la llevo a mi habitación? Digo, para que te calmes y...
—En voz alta. —Me interrumpe, dándome las dos hojas e invitándome a sentarme junto a él—. Léela aquí, por favor.
—¿Estás seguro?
Ni siquiera yo estoy segura, no sé para qué le pregunto. Daniel asiente y yo, temblando, me siento a su lado y pongo a la vista de la lámpara de su teléfono las letras plasmadas. Se ven algo desgastadas, pero todo se lee perfectamente claro.
Querida Jolvián:
Sé que en este momento, debes odiarme con todo tu corazón, pero necesito decirte que esto solo fue cincuenta por ciento mi culpa.
Miro a Daniel, él solo mira hacia en frente, escuchándome leer en voz alta como me pidió.
Continúo:
Hace cuatro meses, me atreví a decirle a Janneth lo enamorado que estoy de ella, ¿sabes qué me dijo? Que no podíamos estar juntos ni ser novios, porque tú estabas enamorada de mí y que yo debía hacer todo lo posible porque tú te desencantaras de mí y así no te sentirías mal por verme con ella.
—Qué considerada. —Me burlo, pero aguanto las ganas de dejar de leer y molestarme por los recuerdos.
Al principio, le dije que, si tú me querías, debías entender lo que siento por ella y aceptarlo, pero me dijo que eso no estaba bien, porque aun así tú estarías con las esperanzas de vernos separados algún día. Entonces, me aconsejó tratarte mal para que tú no me quisieras.
Sé que estuvo mal, no voy a negarlo, mamá ya me regañó y hasta me dijo que te comprara chocolates. Sí, ya los compré pero quiero darte esta carta primero y después, cuando aceptes mis disculpas, los comeremos juntos, en el parque o en la cafetería, como tú lo desees, solo quisiera poder tener la oportunidad de hablarte bien y disculparme en persona.
Siento mojadas mis mejillas y deduzco que estoy llorando antes de continuar.
De verdad perdóname, Jolvián. Mira, la primera vez que te tiré tu comida, Janneth me empujó, tropecé con Omar y fue como una reacción en cadenas. Si lo hubieras visto, quizás no me hubieras empujado de vuelta y no te hubieras ido llorando.
Perdóname por llamarte la flor más fea de la región, Janneth dijo que era un juego de palabras, ahora entiendo que siempre fue un juego estúpido, una ofensa horrible.
Lo que te decía Hanna, ya la regañé, no volverá a decirte nada, lo ha prometido.
Omar. Bueno, esta es una historia larga, pero trataré de resumirla: Omar nunca quiso molestarte, no le gustabas pero dijo que no se sentía cómodo haciendo eso. De hecho, es el más cuerdo del grupo, pero Janneth le prometió presentarle una amiga si nos ayudaba a hacerte una broma. El día de la cita, Omar se arrepintió, ¿sabes? Yo estaba tan cegado por el plan de Janneth que, cuando te vi llegar con ese vestido rojo de lunares, solo se me soltó la boca y dije muchas cosas malas que luego se reprodujeron de vuelta en mi cabeza cuando Omar me dijo que nos habíamos pasado de lanza, y yo por fin lo entendí todo: te he hecho mucho daño.
Te veías bonita, ¿sabes? Seguro que el maquillaje te lo hizo Estrella, tus labios color cereza brillaban. Tus mejillas lucían con ese rubor. Además, creo que tu cabello ha crecido un poco, se te mira muy bonito.
Sé que con esto no justifico mi comportamiento, pero supongo que te hará sentir mejor saber que Janneth me la aplicó: me dijo que no le gustaba y se burló de mí, dijo que tenía novio y que iba a la preparatoria vecina. Que yo era un tonto y hasta hizo que Omar dejara de hablarme. Ahora estoy solo, Hanna me habla pero ahora está enojada conmigo. Aunque tengo a Camila, ella es mi mejor amiga y está en la preparatoria vecina y lo único que me dijo fue un gran "te lo dije", pero luego entendió que todo lo hice por Janneth y me dijo que solo debía disculparme contigo y aceptar mis errores.
Los acepto, soy un pendejo.
Pero, si eso no es suficiente para que te burles de mí y sepas lo arrepentido que estoy, te dejo golpearme, tira mi comida si quieres, insúltame todo lo que quieras, exponme públicamente, has que tus amigos me lastimen. Ya después de eso, si te interesa y me sigues queriendo, me gustaría tener la oportunidad de salir contigo.
—¿Me ibas a invitar a salir? —Miro a Daniel, sorprendida y sin parar de llorar—. ¿Sí sabes que te hubiera negado, no?
Sollozo como una niña y él solo me pide perdón.
—Lo sé, la segunda hoja lo dice, la escribí cuando supe que nunca volverías... Me siento tan arrepentido. —Se pasa las manos por el cabello—. Jolvián, de verdad...
Lo abrazo, interrumpiéndolo. No sé si es porque estoy sensible o porque de plano entiendo lo que pasó. Quizás, si yo hubiera vuelto a la prepa ese lunes y no le hubiera pedido a mis padres sacarme de ahí y mandarme a la preparatoria vecina a terminar mis últimas semanas, todo habría sido distinto.
Solo estoy segura de que nunca hubiera salido con él.
—Perdóname. —Vuelve a decirme y se separa de mí para verme a la cara—. Nunca quise...
—Acepto tus disculpas. —Tomo aire, intentando calmarme—. Las cosas hubieran sido diferentes, ¿sabes? No justifico todo lo que hiciste pero, a lo mejor no hubiera pasado tres años metida en terapia junto a cinco años haciendo dietas locas y yendo al gimnasio.
—¿Dietas locas? —Está muy interesado en lo que me pasó—. Dime que no usabas esas de no comer tres días y atacarte uno.
Me río, nerviosa.
—En realidad creo que esa dieta hubiera sido mejor a las que pasé, casi me muero eso sí, pero al menos mi nutriólogo me enseñó a comer bien, me regañó mucho, por cierto, pero superé el pasado.
Lo miro y siento que me pierdo en algún lugar que no conozco, es como si ya no estuviéramos en la casa ni tampoco estuviéramos tristes ni llorando. Él, como parece que también está experimentando lo mismo que yo, ya no emite ningún ruido mientas me mira fijamente.
—¿De verdad está superado? —Pregunta en un susurro. Su voz me resulta extraña y me provoca un ligero escalofrío en mi espalda, que es donde aún tiene ambos brazos.
—Sí —le respondo, ida—. Superado y enterrado, ya estoy mejor, mi cuerpo y alma están sanos. Así que estás perdonado.
—Me alegra tanto.
Quita uno de sus brazos de mi espalda y pronto tengo su mano en mi mejilla. Es la mano derecha, donde tiene su tigre de bengala tatuado. Miro al animal un segundo antes de volver a verlo a los ojos y dejar de pensar tanto cuando noto que se comienza a acercar a mi cara.
¿Va a besarme?
No tengo otra respuesta más que la de sentir cómo roza sus labios con los míos antes de abrirlos un poco y comenzar a devorarlos.
De verdad me está besando Daniel.
¿O será un sueño? A lo mejor me quedé dormida luego de ir a hacerme un sándwich. ¿O me hice un atún con mayonesa y lechuga? No, creo que no me hice nada.
ES PORQUE NO ES UN SUEÑO.
Me separo de Daniel solo para confirmar que en serio es a él a quien beso. Sin embargo, no le doy más vueltas al asunto y me abalanzo contra él para volver a sentir sus labios. Siento cómo un gemido sale de su boca y me lo trago completo. Eso me hace excitarme a tal grado de querer muchísimo más que un beso. Daniel parece saberlo aún sin escucharme hablar y acerca más mi cuerpo al suyo, tomándome de una nalga y de la cintura.
—Tus labios saben a fresa —digo cuando comienza a besar mi cuello. No quería decirlo en voz alta, pero creo que escuchó perfectamente.
—Me comí un par hace una media hora... Tú sabes a jugo de Granada y hueles a vainilla. Es una combinación tan buena. —Vuelve a mi boca mientras sigue tomándome de la nalga y hasta pasa la otra mano por toda mi espalda por debajo de mi blusa de pijama.
No analizo bien mis movimientos hasta que descubro que mi mano está posada en su bóxer y, en lugar de quitarla, aprieto ese lugar haciéndolo gemir de vuelta en mi boca. Nos aceleramos luego de eso y hasta Daniel me acomoda a horcajadas en su regazo haciéndome sentir su dureza entre mis piernas.
Esto se está descontrolando. Y no sólo eso, se está sintiendo tan bien.
Tan bien que me da miedo.
—¡Oh, Dios mío! —Me separo rápido e incluso me levanto de su regazo, con la respiración agitada—. Me... ¡Me besaste!
Daniel abre sus ojos grande. Creo que también acaba de darse cuenta. Su respiración y la mía están igual de alteradas. Creo que voy a morir.
—Fue un accidente —dice pero hasta él sabe que la respuesta es estúpida.
—Me agarraste una nalga.
Vaya, Jolvián, qué genia. ¡Por supuesto que lo hizo!
—Eso también fue un accidente —dice otra vez, pero ahora se ríe de su estupidez—. Además, no niegues que te gustó, Jolvián.
—Bueno, sí, pero...
—¡Hasta me agarraste el pene!
Tiene toda la maldita razón, caray.
—Bien, sí, pero... ¡ah, te odio! —No puedo decir otra cosa. Así que, aunque me esté muriendo de hambre, lo que más me está matando ahora es la vergüenza, por eso mejor me voy a mi habitación.
¿Ahora cómo voy a mirarlo a la cara?
Soyuna pendeja con las hormonas aceleradas. ¡Soy una pendeja con el corazónconfundido y acelerado!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro