CAPÍTULO 14
DANIEL
La llegada de turistas durante los últimos días de las fiestas, hizo que algunas de mis creaciones se vendieran como pan caliente y en mi inventario quedaron algunos muebles que, después de pensarlo un rato, traje los necesarios a casa para intercambiarlos por los viejos, incluso algunos que irán exclusivamente en la habitación del bebé. Jolvián estuvo contenta y por supuesto eso me puso a mí feliz. Hasta hicimos algunos cambios y por supuesto que todas sus cosas al fin están en nuestra habitación.
A veces ir rápido no tiene nada de malo. Con esa filosofía, pasamos la semana entera hasta que ya es sábado otra vez.
Compruebo mi vestimenta y, sintiéndome listo con un pantalón negro, una camisa a cuadros roja con negro y mis zapatos cafés, me muevo hacia el espejo para peinarme. Paso todo mi cabello para atrás pero dejo algunos mechones para no verme tan lamido.
Listo.
Jolvián sale del baño con la toalla enredada en su cuerpo, lo que me confunde porque siempre lleva su ropa. Más me saco de onda porque viene haciendo pucheros.
—Creo que no puedo hacerlo. —Se sienta en la cama y toma aire. Está nerviosa—. Será un desastre. ¡Y la ropa ya dejó de quedarme!
Sus nervios son porque su familia llegará en cuestión de un par de minutos. Hace media hora dijeron que acababan de llegar a Magdalena.
—Te puedes poner una de mis camisas y esas medias negras que tienes —sugiero, yendo yo mismo a sacarlas del armario—. En la tarde puedes invitar a tus hermanas a comprar ropa, te daré dinero.
—No.
Me devuelvo a donde está para entregarle la ropa y la miro, serio. Ella toma la ropa e intenta no verme a la cara.
—¿Por qué no? Necesitas esas cosas.
—Pero no debes pagarlas tú, no es tu obligación.
Ruedo los ojos. Es la tercera vez que lo dice en esta semana. La primera vez me dijo que yo no debía cubrir sus gastos porque no era mi deber. Con la habitación del bebé sé que no me lo dice porque sabe que lo hago por él, pero para mí es lo mismo.
—No debo, pero quiero hacerlo, nadie me está obligando a nada. —Le repito yo también por tercera vez—. Pero bueno, terca, si te hace sentir mejor, usa el dinero que ganas con Camila. Te pagó hoy, ¿no?
Asiente, pero no parece convencida.
—Ese dinero es para la cita médica.
Vuelvo a rodar los ojos, ¿cuándo dejará que le dé algo más que una elegante habitación infantil?
Estoy por decirle algo, pero entonces se escuchan los golpes en la puerta. Noto cómo se pone roja en segundos.
—Tranquila. —La tomo de los hombros y le beso la frente—. Iré a recibirlos, tú termina de cambiarte y bajas cuando te sientas lista.
—¿Puedes decirles tú? —pregunta al tiempo en el que me levanto—. Siento que me voy a vomitar antes de hablar.
Se ríe, pero su cara no refleja diversión, está abrumada. Asiento y vuelvo a poner mis labios en su frente.
—Veré qué sale, mi chula.
Su cara vuelve a cambiar y me sonríe. Me di cuenta que "mi chula" son como las palabras mágicas para que ella se calme, y me agrada decírselas por supuesto.
Bajo las escaleras rápido, decidido, pero, cuando llego a la sala, los nervios se apoderan de mí unos segundos.
En serio voy a conocer a su familia.
Dos nuevos toques, seguida de la voz de Sandra, según recuerdo haberla escuchando una vez. Ella estuvo en último año de preparatoria cuando Jolvián y yo cursábamos el primer año.
—Ya llegamos. —Sigue hablando igual.
—Voy. —En realidad no me muevo. Sin embargo sé que debo hacerlo. Tomo una gran bocanada de aire y abro la puerta.
La gran sonrisa de la señora Flores es lo primero que veo y la comparto rápidamente. De ahí, paso mi mirada por el rostro igual de feliz de las hermanas de Jolvián y al final miro al señor Flores, este se ve serio.
—Hola. —Aclaro mi garganta—. Soy Daniel, pasen por favor. Bienvenidos.
Me hago a un lado para que pasen y lo hacen. El último es el señor Flores, él analiza mi vestimenta y después asiente. No entiendo, pero bueno.
—¿Y An? —Estrella es la que habla—. ¿Dónde está?
—Arriba. —Juro que quiero hablar bien pero nada quiere salir completo de mi boca. Sueno a que me estoy ahogando—. Viene en un rato.
Nunca me había puesto tan nervioso.
—¿Le mal comieron la lengua los ratones, muchacho? —Pregunta la mamá, cálida y sonriente. Creo que le agrado y de verdad eso espero.
—Discúlpenme, solo estoy nervioso. —Suelto sin pensar—. Hay algo importante que tienen que saber antes de ver a Jolvián.
Los Flores se miran entre sí, preocupados.
—Verán, ella...
—Hola. —Jolvián me interrumpe desde las escaleras. Viene bajando con uno de mis suéteres negros y grandes puesto, así no se le nota mucho el vientre por lo que asumo que era su idea.
Termina de bajar y se acerca a nosotros. Sus padres no dejan de mirarla de pies a cabeza, confundidos. Sus hermanas más bien buscan la respuesta en mi cara. Los nervios siguen a tope.
—Entonces... todo está bien. —La mamá de Jolvián se acerca a su hija, lento, y suspira de lo que a mí me parece alivio—. No tienes que esconder tu barriga, An, ya sabíamos del embarazo.
Lo dice frente a ella y después la abraza, diciéndole también cuánto la había extrañado. Noto cómo Jolvián jadea y me ve un segundo. Incluso yo estoy sorprendido.
—¿Cómo lo supieron? —pregunta Jolvián.
—Encontramos la prueba casera en tu departamento. —Sandra se une al abrazo—. Fue cuando Estrella y yo fuimos a buscarte, cuando ya no estabas ahí ni te comunicabas.
—Sí —habla Estrella ahora, también acercándose—. Entendimos un poco que por eso estabas demasiado mal por todo lo que pasó. Solo queríamos que te sintieras bien para decirlo, por eso no te acosamos con el tema por teléfono. Nos preocupamos mucho cuando huiste.
—Casi llamo a la policía. —Es turno del señor Flores, pero solo pone su mano en la espalda de Jolvián cuando está a su lado—. Pero le atendiste el teléfono a tu hermana y nos confirmaste que estabas bien. Nos pediste tiempo, hija, y te lo dimos porque te amamos y queríamos que sanaras a tu modo, como antes.
Jolvián se pone a llorar.
Siento que estoy en una conversación que no me corresponde así que decido irme a la cocina luego de disculparme. Creo que deben hablar largo y tendido del tema y, por el momento, no estoy incluido. Siento un nudo extraño en el estómago, pero trato de aplacarlo tomando un poco de agua.
Lo entiendo y lo respeto. Ahorita me incluyen. Soy paciente, así que sólo esperaré a que digan mi nombre para incluirme en la conversación para hablar de mi relación con Jolvián y es todo.
—Daniel. —Me sobresalto oír la voz de Sandra, está a mi espalda. Me sonríe—. ¿Me puedes dar agua? No tomé en todo el camino, y, ya sabes, cuatro horas de viaje.
Saco otro vaso y le sirvo para luego dárselo. Me siento tan extraño mientras espero a que vuelva a irse con su familia. No se va. Más bien se queda y me analiza.
—No me voy a disculpar por ser indiscreta. —Advierte, riendo—. Pero es obvio así que confírmame: tú y ella tienen algo, ¿no? Tus nervios lo dicen todo de una.
Pone el vaso en el lavatrastes.
—Sí... hace apenas una semana que somos novios.
Sandra sonríe más.
—Muy bien, me encanta analizar a la gente a fondo y atinar. —Se nota muy orgullosa por saberlo—. Me alegro muchísimo por ella, merece alguien que la quiera, y, se nota que tú haces eso, quererla.
—Claro que sí. —Le aseguro y le prometo en mi cabeza que seré digno de merecerla yo a ella.
Está por irse pero entonces recuerdo que quiero comprarle algo de ropa a Jolvián y, como me lo negó, creo que sería buena idea pedírselo a alguien de su familia.
—¿Me puedes hacer un favor?
Sandra se gira y me ve de vuelta. Saco el dinero del bolsillo trasero de mis pantalones y se lo entrego.
—¿Podrían llevarla comprar ropa y fingir que se la compran ustedes?
Sandra se ríe bajo, luego aclara su garganta.
—¿Tienes ese problema con ella?
Junto mis cejas.
—¿Cuál?
Procura que nadie venga y después me ve otra vez.
—Que no acepta que le quieres ayudar de algún modo, no sé si me entiendas. —Asiento porque en serio es eso. Yo intento darle todo, pero ella no quiere que yo suelte mi cartera para eso, aun cuando lo hago con el mayor gusto de todos. Sandra continúa—. Cuando dejó la universidad, fue por eso; la despidieron de su trabajo y no quiso aceptar nuestra ayuda. Desde que fue a terapia... ¿Te contó sobre eso?
Asiento, tragando saliva fuerte. Ella sonríe complacida.
—Bueno, después de eso, se hizo muy independiente en ese aspecto, nunca acepta que le ayuden.
—¿Hay alguna forma de que acepte algo sin problema? Cuando aceptó que yo pagara la comida, dijo que me lo pagaría. Ahora que tiene trabajo me resulta sorprendente que no me haya recordado eso. Sólo... no lo sé, de verdad quiero darle todo.
Confieso el final, un poco frustrado.
Sandra asiente y luego tiene la intención de alejarse cuando me lo dice.
—Solo explícale por qué quieres hacerlo. Si le das una buena razón, aceptará.
Me quedo quieto un momento. ¿Una razón? En realidad no se me ocurre nada que la convenza, ya le he dicho que yo lo hago porque quiero apoyarla en todo, porque quiero a su hijo como mío y porque quiero. Ya no sé qué más decir.
Mi teléfono interrumpe mis pensamientos. Es un mensaje de un número desconocido, me pregunta que si no estoy en servicio y que está afuera del local porque le urge un pedido. Aunque hoy planteé este como un día libre, creo que será mejor ir, así dejo de torturarme con mis pensamientos y de paso gano algo de dinero.
Salgo de la cocina y me paro a lado de Jolvián que ya está sentada en uno de los sofás a un lado de su mamá. Todos se me quedan viendo, pero procuro actuar normal con lo siguiente.
—Voy a ir al taller —aviso a Jolvián pero sé que todos me prestan atención. Ignoro y sigo hablando—. Volveré en una media hora, más o menos.
—Oh, está bien. —Me sonríe y yo, contra todo pronóstico, me despido de ella con un beso en la mejilla y de su familia con un simple "nos vemos en un rato" más una disculpa. Mi corazón está acelerado para cuando entro al auto y arranco para ir.
Me cagué de miedo, caray. Siento como si acabase de activar una bomba.
Espabilándome, llego a mi taller pero me sorprendo de ver, no solo la puerta abierta cuando me bajo rápido y asustado, sino ver quién es la persona que la ha abierto. Mi pánico se relaja solo una milésima.
—Lo siento —dice, viendo algunas de las creaciones a medias que tengo al fondo—. Eric me dio una copia de la llave, espero que no te moleste.
Ni siquiera caigo en cuenta al instante, tengo que repasar lo que está pasando.
—¿Papá?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro