Cuarto encuentro
Entre risas grupales fuera de lo formal, me pregunté el cómo te verías postrado en una mesa.
Mientras reías alegre, con una inocencia feroz rondando por tus aires, te imagine mirándome deseoso.
Y es que mi mente ya se encuentra en el peor de sus estados delirantes y cínicos, pero no es mi culpa, sino de la humanidad por crear la vil etiqueta del sadomasoquismo al cual se me asemeja.
Si no fuera por eso, y por tu existencia, yo sería completamente normal.
De no ser porque quiero verte en cada segundo de mi vida, de no ser porque quiero hacerte chillar, gemir, maldecir, por pasar mis manos en tu piel.
De no ser por todo aquello sería completamente común que me pasee tranquilamente entre la sociedad y la vida misma.
Si no fuera porque tenías que cruzarte en mi camino y volverme jodidamente neurótica.
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