Cruce y mirada
El repiqueteo de los segundos alentaban el apuro de llegar donde mi nombre se pronuncia y mi presencia se requiere.
Quise llegar antes, justo o después, nada tenía importancia cuando mi objetivo era mirar aquellos ojos tan despistados y filosos que atraviesan por donde pasan, pero que por razones desconocidas, a mí me envuelven como un dulce manjar para un hambriento en noches de fiestas.
Tu figura se movía autoritaria, demandante y atrayente, mientras a lo lejos te ibas llevando (arrastrando) mi mirada contigo.
Pocos segundos, convertidos en una eternidad, fue lo que sentí sólo al mirarte y, a pesar de que mis ojos insatisfechos no recibieron una mínima atención tuya, lograste acelerar mi pulso, sacudir mis suelos y desconcertar mi mente solo por pasearte, como Dios del Olimpo, de forma inalcanzable al lado de mi desdichada, sedienta y fanática presencia.
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