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Capítulo 5 Incertidumbre


La nieve se hizo presente y el frío intenso recorría toda la Ciudad Sombría y se mezclaba con la angustia profunda de sus habitantes.

Los pequeños copos caían sobre la capa negra de uno de los rebeldes, los sacudió con delicadeza y se sacó la máscara dorada. Era un joven pelirrojo de ojos cafés, con una gran cicatriz en la mejilla derecha. Sacudió la cabeza y suspiró mientras el aire se convertía en vapor.

Otro joven de cabello platinado, más grande y con cicatrices en las manos, tiró de su capa y lo miró con enojo.

—Eres un estúpido ¿Por qué no fuiste firme y pediste la paga correspondiente?

—Porque no me la iban a dar, imbécil, ya sabes cómo es. Además nos equivocamos. Ya no sé qué haremos.

—Mantenerla dormida.

—¿Y si la matamos? —preguntó el pelirrojo con tono bajo, sabiendo que esa era una opción equivocada.

El otro hechicero le dio una bofetada, alzó su mano y envió un remolino, arrojando al pelirrojo sobre la nieve que comenzaba a juntarse.

—Serás estúpido, hermano Sabes bien el valor de Maëlis Debosh, puede darnos información sobre el supremo y podemos chantajearla. Necesitamos llegar hasta su hijo —sacó un cigarrillo, se acercó a donde el pelirrojo seguía tirado y le extendió la mano.

—Es verdad, perdón. ¿Y si hablamos con Daimon? —preguntó con cautela tomando su mano.

Arrojó lo que quedaba del cigarrillo, volvió a suspirar y lo levantó de un tirón.

—Daimon nos tendrá que pagar una fortuna para obtenerla. Nosotros estamos con Victor Valenti, somos Arcanos, no Áureos. Ya vámonos.

—Está bien —respondió desanimado y refregándose la mejilla que estaba de un rojo parecido a su cabello.

Alexei introdujo las manos en la fuente de los elementales y se preparó para ser invadido por una sensación placentera, que invitaba a hundirse en ella, aunque fuera imposible. Su mente viajó a dónde debía ir, a donde las imágenes del futuro estarían aguardando ser vistas.

El Supremo tenía un miedo inmenso atravesado en el pecho y no sabía cómo describirlo y eso afectaba a su magia. Había provocado lluvia y hasta indicios de un tsunami al estar cerca del mar. Había noches que sólo podía dormirse en la ducha, mientras el agua lo empapaba y otras en donde Aidan debía lavar su rostro repetidas veces para calmarlo o sino podría inundar la habitación.

Ahora que se dejaba llevar por las imágenes, todo comenzó a ir deprisa. Un hechicero vestido con túnica y bordes dorados, ocultando su rostro. Un símbolo de un pájaro azulejo bordado en la túnica. Una esfera de colores, un poder inmenso que irradiaba de esta. Muchos hechiceros vestidos con la misma túnica, arrodillándose ante el líder. Un dolor inmenso y sed de venganza flotando.

Alexei se tambaleó y los brazos de Aidan lo sostuvieron. Lo llevó a sentarse en una de las tantas sillas de la habitación dorada. Sillas plateadas que sólo se usaban en las reuniones del aquelarre, rodeando una gran mesa de cristal redonda.

—¿Estás bien? —preguntó sentándolo y tomando su mano.

—No. Esto es demasiado. La oscuridad retorna, pero no aquí, sino muy lejos, en la Ciudad Sombría. El hechicero que tanto esperamos, quizás nos destruya —relató con tono cansado, intentando levantarse.

—Quédate sentado. Tengo miedo por ti, amor. Entiendo lo del hechicero primordial, pero ¿Qué hay de ti? —se sentó a su lado y sus ojos comenzaron a ponerse vidriosos.

Aidan llevaba largo tiempo una angustia que no podía expresar y estaba cansado de ocultarlo.

—Eres el único que se preocupa por mí —acarició su cabello y sonrió—. Gracias, amor. Pero esto es serio. Siento que debemos proteger a Dimitri y además, los Arcanos acechan, cada vez hay más violencia en la frontera.

—¿Quieres que haga algo al respecto?

—Quiero que envíes un mensaje para que refuercen las fronteras y en cuanto a Dimitri, voy a tener que sacarlo de aquí.

—¿Qué? Es peligroso.

—Peligroso es que se quede aquí, lo enviaré a la fortaleza, en donde están los hechiceros protectores. Tengo un presentimiento horrible y no es seguro que esté en esta ciudad.

—Está bien, como quieras —respondió molesto.

—Aidan...

—Es muy joven y...

—Lo quieres.

—Sabes que sí, es mi sobrino y quiero protegerlo. Además apenas está manipulando el elemental aire. Con nosotros estará a salvo.

Alexei negó y se incorporó.

—Yo sé lo que te digo —palmeó su espalda y comenzó a alejarse.

—Está bien —bufó molesto.



Dimitri pasaba la mano por el vidrio de la ventana de su habitación y miraba todo lo que sucedía desde allí. Veía a los hechiceros ir y venir en los comercios de abajo y también a otros discutir. Había hechiceros con capas azules que se dedicaban a hacer disturbios, entorpecían el paso y hasta atacaban a otros.

El joven hechicero estaba cansado, se acomodó mejor en su cama, ladeó la cabeza y la apoyó en su mano derecha. Estaba recluido desde el día anterior y lo detestaba. Su tío Aidan le había dicho que había disturbios afuera y que no debía salir, pero no le había explicado con certeza qué tenía que ver él.

Dimitri detestaba que no le dieran explicaciones, él quería salir y averiguar qué había sucedido con su madre, si había más noticias y conocer todo. Necesitaba salir de esa ciudad, incluso deseaba ir a la Ciudad Sombría.

—Sé que estás enojado —dijo la voz firme de su tío Alexei.

Se sorprendió al escucharlo, no se había dado cuenta que había ingresado. Se sentó en la cama con torpeza, arrojando una almohada y lo miró molesto.

—No soy un niño, tío. Quiero explicaciones de este encierro.

—No eres un niño, pero aún eres muy joven e inexperto. Lo que está sucediendo es peligroso. Los rebeldes Arcanos están ingresando a la ciudad, exigen cosas que yo no puedo darles.

—Ellos se llevaron a mamá ¿No? Debería hablar con ellos.

Alexei negó con la cabeza, se acercó a la cama y levantó el almohadón.

—No. Las cosas son más complejas que hablar y preguntar, sobrino. Esos rebeldes me odian, porque creen que yo los exilié, siendo que la reina lo hizo.

Dimitri se encogió de hombros.

—Deberías explicárselo entonces. Ahora me vas a decir que hablan otro idioma.

—Ojalá fuera sencillo. Escúchame bien y esto que te sirva para el futuro. Cuando se está cegado por el rencor, las palabras son insuficientes y se prefiere las acciones. Ellos no escucharán. Además, te quieren a ti.

—Yo no tengo nada especial. Soy un desastre con el manejo de los elementales. ¿Para qué me quieren?

Alexei tomó su mano y antes de contestar lo miró con profundidad. Muy dentro sentía que su sobrino desconocía el poder que llevaba y que incluso él mismo también. Pero había demasiadas incógnitas y protegerlo ante todo, era lo importante ahora.

—Yo no diría eso. No sé porqué te desvalorizas así. A veces son necesarios otros métodos para aprender —acarició su cabeza y sonrió—. Vas a ser un gran hechicero, de eso no tengo dudas y me gustaría que creas más en ti y recuerda que cuando se llevaron a tu madre, también quisieron llevarte a ti. Por algo es. Así que mejor prevenir que lamentar.

—Está bien, tío. Como digas, es sólo que quisiera estar allí abajo, averiguando sobre mi madre en vez de estar aquí encerrado.

—Muy pronto dejarás de estarlo, ten paciencia. Ahora, descansa.

Dimitri se quedó pensando y se dio cuenta que ni siquiera en ese momento, se había atrevido a hablarle sobre el mal presentimiento que tenía. 

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