12
El tener negocios que atender nunca había sido tan tedioso. Dejar a su doncel cuando por fin tenía una ventisca de oportunidad no era lo que esperaba; sin embargo, había asuntos que no se podían posponer.
Había hablado con su familia para ponerse al día de lo que acontecía en sus vidas, bueno, casi con todos. Dom había estado un poco renuente a mantener contacto si era para hablar del innombrable, el pronombre que Gulf se había ganado.
Aunque hubo una ocasión en donde se había unido a la llamada, en donde despotrico contra su pobre doncel diciéndole que se había enterado, que había estado haciendo amenazas en contra de los medios y aunque me quisiera saber el idílico apodo que se había ganado el doncel con los medios, nadie quiso decirle nada o al menos quienes lo sabían.
En un tiempo libre que tuvo en su imprudente viaje, había recibido el informe de Gulf. Le había dejado dos equipos de seguridad: uno que estuviera con él y el otro que se mantuviera oculto. El cómo marido tenía la obligación de proporcionar seguridad a su doncel, así como también las comodidades que deseara y lujos.
Podía darle lujos, así que lo consideraba su responsabilidad y había descuidado un poco esa área, porque la verdad el matrimonio no era para nada fácil con Gulf y, ahora que estaba aligerándose un poco, tenía que salir de viaje.
Darle seguridad era primordial. Luego le dio acceso a todas sus cuentas porque Gulf era su jodido esposo y, si quería cualquier cosa, debía tomarla o comprarla con el dinero de sus cuentas. Estaba consciente de que trabajaba, sin embargo, él podía regalar, donar o incluso ahorrar ese dinero porque al final su obligación era darle todo.
Si antes hubiera tenido ese pensamiento de hombre de las cavernas, el mismo se hubiera golpeado por neandertal; sin embargo, ahora ciertamente no podía hacerlo. El enamorarse de Gulf no solo le causaba deseo físico, sino que también llenaba ese deseo emocional sin mencionar que deseaba darle ese consumo de seguridad, sustento y todo lo que deseara.
Estaba impaciente por regresar y, la verdad, el informe de los lugares que visitaba su doncel no ayudaba a sus ganas de mandar todo a la mierda e ir con Gulf.
Un burdel, un club para donceles y mujeres, los peores lugares del país, el museo de armas, la casa de un prostituto. El día que leyó eso en el informe, casi se le sale el alma de la impresión y, cuando iba a llamar a Gulf, recordó que los informes eran del segundo equipo de seguridad.
Lo que indicaba que no podía llamarlo y confrontarlo porque no sabía que tenía un segundo equipo de vigilancia y si le decía, seguramente se las arreglaría para escabullirse también. La verdad era que prefería tenerlo en la casa de un prostituto, contando con vigilancia a que estuviera en una iglesia sin protección.
Por lo cual se había tenido que tragar sus celos y desde entonces la mayoría de la comida le causaba indigestión. Incluso podía jurar que el agua le sabía amarga. Una noche había intentado tomar una de las mejores botellas de vino y el sabor fue como un maldito vinagre.
En medio de sus desmedidos celos porque sabía que eran desmedidos, había incluso pensado que Gulf tenía un amante y sabía que no tenía cómo justificarse; sin embargo, su mente era traicionera y no había podido estar en paz.
Al parecer, su cordura estaba jodida desde que estuvo en su petrolera, aunque no podía decir nada; sin embargo, su jefe de seguridad le había recomendado que mejor leyera el informe sobre la investigación de Gulf antes de dejarse guiar, por lo que decían los informes de los equipos de seguridad.
Me había aprendido a hacerle caso a su jefe de seguridad, quien no daba su opinión o consejo en estas situaciones, así que cuando lo hacía era mejor escucharlo y eso era exactamente lo que había hecho.
Tenía miedo, mucho miedo. Observo cómo la suave luz del exterior se filtraba por las ventanas y cómo las cortinas ondeaban suavemente ante la brisa que se colaba por el pequeño espacio que había dejado abierto para que el frescor de la noche se colara en la habitación.
Sin embargo, todo ello se vio opacado cuando de entre las cortinas se podía ver la sombra de una persona que, a su parecer, esta era muy alta, como si la escena no fuera lo suficientemente terrorífica. Notó cómo rápidamente garras se extendían de las cortinas y cuando intentó gritar, el horror lo llenó.
No pudo emitir ningún maldito sonido, aunque sintiera que se estuviera desgarrando su garganta para poder hacerlo. Las garras desaparecieron rápidamente, sin embargo, si en él estaba elegir, hubiera preferido que se quedara con él.
Su frente la tenía húmeda por el sudor que tenía en ella, pero ese fue el menor de sus problemas. Sintió una presencia a los pies de su cama y cuando su mirada se dirigió hasta ahí, notó la misma forma humana que seguía siendo una sombra.
Nuevamente, el grito se ahogó en su garganta al no poder expresarlo y si creía que no podría tener más miedo, se equivocó terriblemente. Una mano se estiró y sintió cómo lo tomó del tobillo y lo atrajo hacia abajo unos centímetros.
Sintió la caricia en su pantorrilla y cerró los ojos suplicando que todo terminara y principalmente deseando que no fuera real, pero no tuvo éxito cuando sintió esa mano en su muslo interno y quiso que cualquiera llegara a auxiliarlo.
Cuando las caricias se acercaron, demasiado intentó patearlo y apartarlo, sin embargo, para su horror no odia moverse, era un estado tan vulnerable en el cual no quería encontrarse, pero no podía hacer nada.
Su cuerpo no le respondía, ni siquiera su voz podía externalizar, y muy en el fondo de su conciencia sabía lo que significaba, pero no estaba para detenerse a pensar o buscar la raíz del problema porque solo quería escapar.
No estaba bien lo que le sucedía, sabiendo que la casa estaba llena de seguridad y se les colaba alguien que, por cómo sentía sus manos en su cuerpo, era claro lo que quería y él no lo deseaba.
Cuando el horror se volvió lo único que podía sentir, se rindió a que lo que sea que estaba ahí, podía hacer lo que quisiera con él y no podía pedir auxilio o intentar defenderse.
El miedo era tan atroz que se colaba entre su piel como hielo y podía decir que sus huesos podrían quebrarse por la frialdad que exudaban. Cuando dejó de sentir el toque, dirigió sus ojos hacia abajo y fue cuando en verdad pensó que moriría.
En los pies de la cama estaba una figura negra que tenía brillantes ojos y por manos tenía garras que se veían afiladas y listas para desmembrarlo, aunque eso no fue lo que lo llenó de horros, sino ver cómo lo que sea que fuera inicio a flotar y se colocó justo sobre él.
Su piel se erizó si es que podía decir eso, aun cuando no pudiera mover su cuerpo. Su corazón inició a latir con tal fuerza, que oía sus latidos fuertes y acelerados. Su garganta se cerró para emitir algún ruido y su estómago se revolvió de miedo.
Iba a morir.
Era inevitable y eso lo inició a sentir cuando, a pesar de estar flotando sobre él lo que sea que le estaba infundiendo temor, levantó su mano llena de afiladas garras e intentó clavárselas.
Antes de que estuviera clavado en las garras de ese ser, sintió cómo algo o alguien lo tomó de su pie, arrastrándolo por la cama y salvándolo de una segura muerte.
Y entonces por fin pudo gritar y rápidamente se sentó en su cama, notando que estaba en una posición normal. Tocó su frente y no tenía ni una gota de sudor.
Soltó una risa histérica y pronto las lágrimas bajaron por sus mejias. Había sucedido nuevamente. ¿Su vida se resumiría solo en ello? El miedo, el terror, el pánico, las pesadillas.
Pataleó las sabanas lo más lejos posible y salió de su habitación rápidamente hasta encontrar la licorería de Mew, algo que realmente no fue difícil.
Eran cerca de las dos de la madrugada y eso no le importaba, porque lo único que deseaba era una botella de alcohol para ahogar su patética existencia.
No sabía que había sido lo primero que había tomado, pero le quemó la garganta y se sintió bien. Fue como dejar su miedo y angustias en segundo lugar, porque el dolor obtenía el primer lugar.
No se detuvo. No podía hacerlo, no cuando el dolor que provocaba el licor quemándose garganta lograba enviarlo a una vorágine de la cual no quería salir. Era atractiva, dolorosa y muy efectiva para ahogarse.
Cuando su garganta se acostumbró al dolor del licor deslizándose en ella, entendió que no era suficiente, necesitaba más. Su cuerpo se había adaptado o quizás el alcohol que consumió lo había vuelto menos susceptible al dolor.
No importaba cuál era la respuesta correcta, porque lo que quería no lo estaba consiguiendo y eso le causaba conflicto. Con sus pasos descoordinados y en su mente, teniendo cuidado de no despertar a nadie, inicio a caminar con una botella en sus manos.
Salió hacia el jardín y el frío de la madrugada lo estremeció, pero se sentía bien. El frío era una sensación que le gustaba porque era algún tipo de sufrimiento que lo distraía, aunque de alguna manera también le desagradaba, porque se sentía conocido como si en algún punto estuvo tan frío y eso quería buscar salida, pero no podía.
Siempre adjunto esos sentimientos extraños a ese trágico suceso en su vida, pero ahora estando intoxicado era como si una puerta se abriera ante él. No podía retribuir todo a su falta de memoria, porque aunque no quería, ella estaba ahí, escondida entre sus muy malos recuerdos.
En su mente nublada y llena de alcohol recordaba leves destellos de felicidad y se negó a creer que también olvidó algo tan importante como ello. Su vida se había arruinado desde esa ocasión y ahora solo se sentía como un empaque vacío que constantemente buscaba algo con lo cual rellenar lo que le habían arrebatado.
Sacudió la cabeza intentando dejar ir sus delirios de borracho y siguió caminando por el precioso jardín. No le diría a nadie, pero le gustaba mucho. Era casi mágico a su parecer y eso era mucho decir de alguien que era un escritor.
Paseó observando todo a su alrededor con una hermosa sonrisa. Tomaba de la botella y daba vueltas descalzo por el césped. Por cómo su cuerpo se balanceaba, se daba la ilusión de estar bailando una perezosa danza, aunque solo era la descoordinación de alguien intoxicado.
Se detuvo cuando observó un rosal blanco.
Eran preciosas rosas blancas y resplandecientes que parecían iluminar la oscuridad en la cual se encontraban; eran muy atrayentes por lo cual no se negó. Cuando intentó tomar una de ellas, había sido descuidado y se había espinado.
La sangre había salido con pequeñas gotas que habían caído en una pequeña rosa que apenas estaba brotando saliendo a la vida. Se sintió mal por haber manchado la rosa, aunque la comparó con él.
Manchado, sucio e irreparable.
No sabía de dónde le surgió tal furia, pero la sentía cruda, que podía sentir cómo su sangre corría caliente por todo su interior. Su alcance más cercano fueron las rosas blancas, las cuales, sin importarle dañarse, las tomó intentando arrancarlas.
Las espinas se clavaron en sus manos y rasguñaron sus brazos. Las gotas de sangre iniciaron a salir fuertes y continuas, pero eso no lo detuvo. Era como si tuviera que terminar lo que había iniciado o sacar su furia con los pobres rosales.
Porque no se detuvo solo con las rosas blancas continuamente, con todas las que estuvieran cerca, y cuando por fin ya no tuvo ninguna que arrancar, se sentó en el césped recuperando su botella olvidada.
Las manos le ardían, aunque era lo de menos. Cuando tomó la botella y la llevó a sus labios, fue solo cuestión de tiempo para que el licor dentro de ella se terminara.
Cuando el licor se le terminó y no pudo encontrar más a su alrededor, se dejó caer en el césped y observó la noche bajo la que estaba.
Podía ver unas cuantas estrellas bajo el manto de la madrugada y, por su estado de ebriedad, podía incluso sentir que tocaba las parpadeantes luces. Dejó salir una risita tan dulce que para quien la hubiera escuchado hubiera soñado preciosa.
Por fin regresaba a casa, liderar con tantos problemas no era algo que le desagradara hasta ahora. Claro, esto solo venía del hecho de que tales problemas lo alejaron de Gulf en un momento crucial.
Aún no eran una pareja como tal, pero estaban en el camino de serlo y esta vez sentía que habían avanzado significativamente. Habían tenido su momento y estaba más que encantado por ello, así que cuando tuvo que irse y dejar a su doncel, era claro que no estaba nada feliz.
Intento arreglar todo para estar más rápido en casa y la verdad era que no había tenido éxito porque resolvía un asunto y parecía que descubrían dos más. Fue una tarea exhaustiva.
Así que agradeció por fin poder llegar a su casa; sin embargo, lo que lo recibió no fue lo que esperaba, realmente no.
Su precioso jardín que había creado para su Gulf ahora estaba destruido, al menos la parte que consideraba más linda. Las preciosas rosas que había ordenado sembrar estaban todas arruinadas.
Desde que las había visto desde lejos, había fruncido el ceño ante tal osadía, porque esos rosales eran intocables y aun así alguien los había dañado, por lo cual tendría que asegurarse de que dicha persona fuera despedida.
En deliberar cómo encontrar al culpable, se dirigió hacia las rosas que ahora estaban tristes bajo los primeros rayos del sol de la mañana. La vista de lejos era mala, pero no se comparaba con la vista a tan solo unos pasos de la masacre floral.
Las pobres rosas habían sido casi arrancadas de raíz. Había algunas que, si habían sido arrancadas desde su origen, otras estaban rotas por la mitad, pétalos por todo el césped y lo que más daba preocupación era la sangre.
Había sangre en muchas de las rosas, lo que causó que me frunciera el ceño porque quien se atrevió a realizar tal desastre había sido herido, algo que le causó cierta satisfacción hasta que notó la botella vacía en el césped.
Dicha botella estaba cubierta con sangre seca y cuando la tomó para observar la etiqueta, pudo decir que el corazón le dejó de latir por segundos porque reconocía que la botella era una de sus botellas.
Está en particular, estaba en su licorería puesta como exhibición porque era un licor muy difícil de conseguir sin mencionar el precio que tenía y que él quería utilizar para brindar en ocasiones especiales.
Dejó que la botella se deslizara de sus manos y prácticamente corrió hacia la casa. Sabía que ningún empleado se atrevería a ingresar en la licorería menos a tomar nada de ahí porque estaban convencidos del elevado valor que tenían algunos de sus licores.
Quien sí se atrevía era Gulf y eso lo preocupó en exceso porque si sus suposiciones eran correctas, eso quería decir que la sangre en la botella y en todas las rosas probablemente sea de su esposo.
Solo pensar que estuvo era lastimado le causó malestar. Su preciosa joya no debería lastimarse con nada.
Al ingresar a su casa, busqué por todos lados a Gulf, primero en su habitación, luego en la biblioteca o en habitaciones en las cuales el doncel solía estar. Había estado casi desesperado al no encontrarlo hasta que pasó cerca del salón para recepciones y escuchó un siseo luego de un lloriqueo.
Sin pensarlo, abrió rápidamente la puerta que conectaba ese lugar a la casa principal y casi escupe su corazón cuando notó lo que estaba frente a sus ojos.
Gulf y su esposo estaban en medio del lugar, sentado en el piso perfectamente pulido, con los brazos extendidos y dos empleadas limpiando los cortes y extrayendo lo que sabía serán espinas.
Se acercó rápidamente y claro que lo que observó no le gustó en lo más mínimo, porque no solo eran los rasguños y algunos cortes lo que delataban a Gulf, sino también el fuerte olor al alcohol, sin mencionar que sus pies estaban llenos de tierra y quien sabe qué más suciedad.
—Tú y yo tenemos mucho que discutir.
Esas fueron las únicas palabras que dijo antes de decirles a las empleadas que se fueran y él retomara la tarea que habían estado realizando.
Creado: 06/03/2024
Publicado: 25/04/2024
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