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Capítulo 5.

- ¿Sabes Amanda? – me acerqué a ayudarla con el batido – hace unos días con mi familia y amigos fuimos a desayunar a una cafetería donde vendían un pan de nuez igualito al tuyo.

Me miró de reojo y siguió con lo suyo.

- ¿Ah sí?

Asentí probando la mezcla que hizo para una tarta de coco y chocolate.

- Está buenísima.

- ¿Te puedo preguntar algo? – me preguntó con cautela. Asentí nuevamente - ¿Qué te pasó? Tyler me comentó que cuando estás despierta usas una silla de ruedas.

- No suelo hablar de eso – la miré y agaché la cabeza – Fue algo que me hizo muy mal, me dejó deshecha de acá (dije señalando la cabeza) y de acá también (señalé el corazón). Me duele recordar, volver a sentir lo mismo.

- Entiendo – dijo acercándose – pero a veces Leila querida, está bueno hablar, expresar lo que uno siente y no solo recordar, sino pensar en qué podemos hacer para sentirnos mejor. Quizás así, podamos lograr un cambio en nosotros.

- Quizás...

- Madre – dijo una chica.

- Ámbar, corazón – se alejó de mí y se dirigió a la muchacha – creo que no conoces a Leila.

- ¿Ella es de quien habla Tyler todos los días?

¿Por qué me tenía que sonrojar de esa manera cuando hablaban de mí? Ya parezco un tomate de lo roja que estoy.

- Es un placer – le dije sonriendo.

- El placer es mío, no solemos recibir visitas.

- Hija, ¿por qué no nos comentaste que volverías? ¿y tu hermano?

- Está bajando las maletas. ¡Al fin vacaciones!

Ambas sonreímos y nos dirigimos hacia afuera. Había una camioneta muy linda con todas las puertas abiertas.

A un lado estaba Tyler, vestía como siempre, sencillo. Me llamó la atención que me dejara sola con su madre, ahora entiendo que estaba esperando a sus hermanos.

Se los veía felices.

Sus hermanos eran parecidos a él, de tez blanca, cabello negro y ojos azules.

Ámbar era muy delgada, vestía con un conjunto deportivo de color rosa. No paraba de correr por todos lados en busca de Peter, el perro "guardián" de la casa, un pobre caniche que no ha hecho más que ladrar desde que lo conozco.

Zac, su gemelo era alto también pero no era tan delgado como su hermana. Era más bien como Tyler, se ve que entrenan mucho porque sus brazos y espalda, al parecer, están muy marcados.

- O le queda chica la remera – dije en voz alta.

- ¿Eh? – me distrajo Tyler.

Lo miré incrédula.

Cerrá la boca que te entrarán moscas Lei.

Sacudí la cabeza y le sonreí a los tres.

- Tu debes ser la famosa Leila – me dijo Zac estirando el brazo.

- Es un placer – le dije riendo.

Ámbar me propuso que la ayudara a desarmar la valija. Sin problemas le dije que sí.

En este rato que compartimos me comentó muchas cosas, demasiadas cosas.

Me dijo que ella y su hermano tienen veintidós años, estudia Psicología y Zac Medicina Infantil.

Viven en una residencia cercana a la Universidad junto con Tyler.

- Ahora entiendo por qué Tyler decide ir y venir todos los días. – me dijo sonriendo.

- ¿Suele aparecer más gente como yo?

- Hubo una época, pero hace años que no conocemos a alguien nuevo. Ya me preguntaba yo cuándo sería el día en que conociera a una amiga nueva.

Le sonreí y continuamos con su equipaje.

Al bajar nos encontramos con el resto de la familia. Menos con el señor Row, él estaba trabajando no sé dónde, y vendría únicamente para las fiestas.

Según Tyler no lo ven a menudo.

- ¿Te quedas a cenar Lei? – me preguntó Tyler mientras se acercaba.

- Me encantaría.

Nos sentamos juntos en la mesa, cenamos lasaña y debo admitir que es la más deliciosa que he probado en mi vida.

- ¿Te gusta eh? – escuché que Zac le decía a Tyler.

Los miré y enseguida cambiaron el gesto.

- Está muy buena la cena ¿no? – retomó Zac la conversación.

- La verdad es que sí, la mejor que he probado hasta ahora – le dije a Amanda dedicándole una sonrisa – Muchas gracias por invitarme.

- ¡Una estupenda cena de bienvenida! – expresó Ámbar parándose entre Tyler y yo. Nos abrazó.

La cena transcurrió de forma divertida, los gemelos nos contaron anécdotas de sus meses en la residencia, amores, fracasos y ahí me enteré que Zac tiene pareja, una chica de intercambio que está en la Universidad hace ya dos años.

- Le caerías muy bien – me dijo Zac – ya la conocerás.

Le sonreí y continuamos charlando.

- Leila – me llamó Ámbar – me dijo mamá que pintas ¿es cierto?

- Hago lo que puedo – conteste levantando los hombros.

- ¿Podrías un día pintarme unas flores? Me encantaría tener un cuadro en mi cuarto.

- Claro, pero ¿cómo se supone que lo voy a hacer acá? No puedo traerlo desde mi casa.

- De eso no te preocupes – nos reímos.

En ese momento Tyler se acercó a nosotras y me invitó a salir.

- Hay algo que quiero mostrarte – me dijo impaciente-

Salimos de la casa y nos dirigimos al patio del fondo, en este mes y medio que nos conocíamos nunca había venido para este lado de la casa.

En el medio del predio había un roble enorme, muy antiguo si no me equivoco. Sobre él había una casa del árbol, nunca había visto una de cerca, en la vida ¿real? Solo las conocía de las películas.

- Es enorme – le dije incrédula.

- Ven – me tomo de la mano – vamos a subir.

Y como dos niños chicos, entre tropiezos y risas nos subimos a la casa.

Era preciosa, tenía unas ventanas enormes a los costados, una cama y muchas fotos sobre una mesa.

- Aquí vengo cuando no quiero compartir con nadie – me dijo.

Y silencio.

- A veces duermo aquí, estudio, revelo fotos, miro alguna película. Es mí lugar... ¿vos tenés un lugar Lei?

- No. Realmente... no tengo un lugar. Podría decir que la sala de mi casa es mi lugar, pero... viéndolo como vos, no lo tengo.

Es que ahí no podría estar en paz, siempre estaría alguien de mi familia asechando para controlarme.

- Lo puedo compartir – me dijo sonriendo.

- Te lo agradezco.

Y silencio de nuevo.

Me detuve a mirarlo un par de segundo, me miraba atento.

Empecé a moverme dentro de la casa, inspeccionando cada espacio de la misma.

- Tienes muchas fotos – le dije tomando una – Son preciosas...

- Como tú.

- Tienes mucho talent... ¿cómo?

Y ahí, en ese momento pasó. Me besó, tan despacio. Unió nuestros labios y con cautela empezó a mover los suyos, de forma suave, sin prisa.

Abrí los ojos y lo ví, me separé agitada.

- Perdón – me dijo nervioso.

- ¿Qué? – dije casi en un susurro.

No sé qué pasó por mi cabeza, pero salí corriendo. Llorando, preguntándome por qué todo tenía que ser tan complicado.

- ¡Leila! – escuché que gritaba Tyler a lo lejos.

¿Por qué no podía disfrutar? Venía imaginando ese beso desde el día que lo vi bajo la lluvia.

Otra vez el recuerdo de aquella noche, el recuerdo que no me iba a dejar disfrutar nunca de un momento como este.

Otra vez él en mi cabeza.

Math.

- Leila despierta. ¡LEILA!

Sentí que me sacudían y abrí los ojos.

- ¿Simón?

- Al fin – se acostó a mi lado – Toma, bebe. ¿Estabas teniendo una pesadilla?

- Mejor ni te cuento.


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