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Capítulo 3.

Volví a aparecer en aquel bosque.

Vestía la misma ropa con la que me acosté. Estaba soñando de nuevo con este lugar.

A lo lejos se escuchaban relámpagos y una bandada de pájaros pasó por encima de mí. Habría tormenta. ¿Es normal soñar que estoy en un bosque y peor aún, que va a llover?

Me encuentro parada en el medio del mismo camino, sobre la misma roca, rodeada de una inmensidad de árboles. Había humedad, frío.

- De nuevo tu por acá – me dijo esa voz.

- Si hubiera preferido, estaría mejor en una playa paradisíaca – le conteste seria.

- ¿Por qué no te das la vuelta? ¿Sabes que es de mala educación darle la espalda a la gente cuando están hablando?

- Es simple, y te lo dije la otra vez. No puedo caminar – le remarque señalando mis piernas.

- No creo que no puedas.

- No estoy de humor para que me tomen el pelo...

Y en ese momento empezó a llover, caían baldes de agua por doquier.

Abrí mis brazos y recibí la lluvia, no sé por qué, pero estaba agradecida con sentir el agua cayendo sobre mi cuerpo.

- No se tú, pero yo no me quiero mojar – sentí la voz cada vez más cerca de mí.

Me paralicé aún más cuando vi que la voz se transformaba en un chico.

Era alto, de piel blanca, cabello negro y ojos azules. Ojos azules que me miraba confuso.

Estaba vestido con una sudadera gris y unos jeans negros.

Uno de sus brazos tenía un tatuaje bastante llamativo, las fases lunares.

- Tyler – dijo sacándome de mi inspección – me presentaría mejor, pero por si no te has dado cuenta está lloviendo.

Me quedé mirándolo, era hermoso. Creo que en mi pueblo no hay de estos Tylers.

- Tendrían que haber más así.

- ¿Cómo?

"Estúpida, estúpida" me dije a mi misma por lo bajo. Siempre pensando en voz alta cuando no lo necesitas.

- Me llamo Leila – le dije gritando, la lluvia caía con más fuerza.

- Bueno Leila. Muy linda la charla, pero creo que debemos dejar de estar bajo la lluvia.

Me estiró la mano y la miré.

Negué con la cabeza.

- No pued...

- Caminar, ya lo sé – me sonrió – pero como esto es un sueño...

Lo miré atónita.

- ¿Cómo sabes que es un sueño?

Su sonrisa se agradó aún más.

Se acercó a mí y me tomó de las dos manos.

Las observé con cautela.

- En los sueños podemos hacer lo que queramos.

Miré mis piernas, lo miré a él.

Y fue un impulso, una corazonada.

Sentí como mis dedos se movían y creo que mi boca no pudo estar más abierta por la sorpresa.

Levanté mi rodilla y di un paso hacia él.

- No puede ser – dije llevándome las manos hacia la boca.

- Todo puede ser Leila.

Y como si me hubiera tomado todas las Monster del planeta comencé a correr. De aquí para allá, rápido y lento.

Corrí hacia diferentes árboles, salté, me trepé a una roca que había cerca nuestro.

Lo miré.

Esbozó una sonrisa y aplaudió.

- Los sueños son mágicos ¿no lo crees?

Le sonreí. No sabía que decir.

- Hace meses no puedo sentirme así – dije en voz baja - ¿por qué no puede ser así en la realidad?

Ví como agachaba la cabeza y trazada círculos con sus pies en la tierra mojada.

- Ojalá pudiera tener este sueño todos los días.

Y volvió a sonreír.

- Oye – me dijo casi gritando – te invito un chocolate caliente y me cuentas qué te pasó. Me gustaría saberlo.

- No me gusta hablar de esto – le dije negando con la cabeza – prefiero guardarme muy dentro esto y no recordarlo más.

- Entiendo, pero... ¿podrás aceptar mi invitación?

- Claro.

Y fue así como corrimos hacia una casa bastante bonita.

Era como una cabaña, de madera. Tenía muchos ventanales, muy espaciosa.

Cuando entramos el calor abrazó mi cuerpo, y el olor a pan casero se impregnó en mi nariz.

- Mamá está cocinando, le encanta hacerlo y más los días de lluvia.

- ¿Tu mamá?

- Porque estés en un sueño no quiere decir que el chico de tus sueños no tenga familia.

Y sin pensarlo pasó, me ruboricé como lo hace mi hermano cada vez que hablan de Anna.

Negué con la cabeza riendo y acepté una toalla que me alcanzó.

"Leila... Leila" Empecé a escuchar a lo lejos.

- Creo que te están llamando – me dijo Tyler sonriendo – nos vemos pronto Leila.

- ¿Cómo?

Y fue en ese momento cuando escuché el sonido de un relámpago, tan fuerte que salté del susto.

Y otra vez.

Me desperté.

- Al fin despiertas Bella Durmiente – me dijo mi madre sentándose a mi lado – Tu hermano me conto que te sentiste mal en el instituto.

- Emm... sí, me solía mucho la espalda – hice una mueca de dolor - ¿dormí mucho?

- No hija, solo unas horas. Linda siesta pegaste.

- Hermosa siesta – le dije sonriendo.

Cuando salió de mi cuarto fui directo a la silla. La mire con odio. ¿Cómo puede ser que en maldito sueño no te necesite?

Fui directo al salón.

- El cuadro está terminado – le dije a papá mientras me acercaba – Así que cuando quieras podés llevarlo.

- Lo vi Lei, te quedó hermoso.

- Si.

- ¿Te pasa algo? – me preguntó con curiosidad.

Me acaricié las piernas y recordé el sueño.

- ¿Crees que los sueños pueden llegar a cumplirse?

- Si ponemos todo de nosotros, ¡claro que si mi princesa!

- He soñado que caminaba, que corría en un bosque – le dije susurrándole.

- ¿Y por qué me hablas así de bajo?

- Porque ya sabes como se pone mamá cuando hablo de esto – le dije señalando mis piernas.

El se río por lo bajo y me abrazo con fuerza.

- Ese sueño se va a cumplir – me dijo y me besó la frente.

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