Capítulo 12.
6:23 am., marcaba la hora en mi teléfono.
- Creo que quedó... - dije observando el resultado final - ¡Bienvenido a mi vida real, Ty!
Sonreí como una tonta mirando una y otra vez el retrato terminado, alejé el atril de mi cama y coloqué mi obra, ahora favorita, sobre él.
Guardé los pinceles y los óleos en mi maleta y me cambié para estar más cómoda. Por lo menos podré dormir un par de horas antes que la abuela se levante a preparar todo para la noche de Navidad.
Porque sí, hoy es 24 de diciembre.
8:34 am., y aún no podía pegar un ojo. ¡Y es que no es fácil teniendo ese rostro en mi habitación! No puedo dejar de mirarlo, imaginar cómo sería tenerlo así, en carne y hueso junto a mí. ¡Todo sería tan diferente!
- ¡Buenos días familia!
- ¡No me lo creo! – escucho como gritaba mi hermano en el pasillo de arriba.
- ¡Hoy es noche buena! ¡Todos arriba! – cantaba la abuela - ¡Arriba mi niña!
Negué con la cabeza y tapé mi rostro con la almohada que estaba a mi lado. ¡Qué sueño tenía!
Decidí levantarme para darme un baño, eso sin dudas me ayudaría. Porque ¿dormir? Eso sí que no podría hacerlo, por lo menos hasta la tarde.
Luego de bañarme y vestirme fui directo al salón, donde se encontraban Simón y papá. Se los veía de mal humor.
- Es solo por hoy – comenté acercándome a ellos.
- Verás que no – contestó Simón bufando – La abuela se pasa, ¿Qué otra persona se levanta tan temprano un día como hoy? ¿cómo se supone que llegaremos a la noche si no dormimos?
- Ah sí, eso ni me lo digas – le dije recordando mi noche de insomnio.
- Escuché música anoche – intervino papá alcanzándome una taza de chocolate caliente.
- Estuve pintando – le sonreí – y se me pasó el tiempo, no me di cuenta y eran las seis y media de la mañana.
- ¿Algún pedido nuevo?
- Ninguno, seguí un consejo de Simón – mi hermano me guiñó un ojo y le sonreí.
Mientras papá inundaba su cabeza en la Tablet buscando noticias nuevas, mi hermano salió corriendo hacia mi habitación. Pasaron unos minutos y apareció con una sonrisa en su rostro; observando fijamente su teléfono.
- Es increíble – dijo sentándose a mi lado y acercando su pantalla a mi rostro. Miró a papá – te dije que esa nueva técnica te iba a favorecer.
Asentí riendo.
- Los dejo solos un rato, tengo que contestar unos emails.
Cuando se levantó, Simón trajo a la sala el cuadro de Tyler. Lo colocó delante de nosotros y los observamos con detenimiento.
- Entonces... Este chico ¿te gusta?
- Se podría decir que sí – dije acomodándome en el sofá - ¡Auch!
Últimamente tenía muy poca fuerza en mis brazos.
- Tendrías que volver al gimnasio – me ayudó Simón a sentarme un poco más derecha.
- Tendría...
- Volviendo al tema – colocó su cabeza en mi hombro – Este Tyler, ¿es así en tus sueños?
- Es mucho más hermoso que en la pintura – reí al ver su mirada cómplice.
- ¿Todos los días sueñas con él y ese lugar?
- Si – le sonreí – hace un tiempo como te conté. Solo unos días no soñé con él, luego de mi escape perfecto.
- ¿Escape perfecto?
- Me besó y me fui corriendo como la Cenicienta-
- ¿Cómo que te besó?
- Es un sueño Simón, y sí... un beso. Debo de estar mal de la cabeza.
- ¿Qué sentiste cuando pasó?
- Miedo – confesé tapando mi rostro – Lo que vivo en mis sueños, lo que pasa ahí, es tan extraño. Soy tan feliz, parece mentira que pueda sentirme así luego de toda la mierda que hemos vivido.
Mi hermano me abrazó y llevó las tazas a la cocina.
- ¿Qué harás con la pintura?
- Todavía no lo sé – dije levantando los hombros – creo que lo dejaré colgado en mi cuarto.
Asintió y besó mi frente.
- Lo cuelgo entonces – Simón agarró el cuadro y lo llevó a mi cuarto – Tendrías que dormir un poco, tu cara no está muy agradable que digamos.
Nos reímos y me tiré en el sofá para descansar un poco. Conecté mi teléfono al parlante de la sala y Ed Sheeran sumergió a mi cuerpo en un profundo sueño.
- Leila, cariño. Despierta, vamos que debes prepararte.
- Unos minutos más, mamá – dije estirando los brazos, estirando mi cuerpo.
Mi madre solamente rio por lo bajo y me ayudó a sentarme. Estaban todos corriendo de un lado a otro, eran las cinco de la tarde.
- Todavía faltan un par de horas para la cena. ¡Papá! – lo llamé – Dile que me dejé dormir un par de horas más.
- Ni lo sueñes, vamos. A cambiarse, ¿te bañaste?
- Si mamá...
- Entonces va a ser rápido ¿qué te pondrás?
- No tengo ni la más pálida idea - me ayudó a sentarme en la silla y me fui directo a mi habitación.
19:50 pm., y yo sigo buscando qué ropa ponerme.
20:45 pm., seguimos en la bendita búsqueda.
- ¿Y hermana?
- Pasa... quizás me puedas ayudar.
- A ver qué tenemos por acá...
Pasamos media hora más buscando y buscando; y al final opté por un vestido tejido, largo hasta los pies de color gris; una campera de piel sintética blanca y unas converse blancas.
- ¡Qué horrible esto de piel!
- Mamá me pidió que me ponga esta camisa también.
- Menos mal que no se dedica al diseño de modas – ambos nos miramos y reímos fuertemente.
Golpearon la puerta y la abuela se asomó.
- ¡Están tan lindos mis muchachos! – gritó sacándonos una foto sin avisar – vamos, vamos... Ya serviré la cena.
- En seguida vamos abue...
- ¿Te harás algo en el cabello?
- ¿Tan mal está?
- Tan solo parece un nido de pájaros – dijo Simón riendo.
Lo golpee en el hombro y se fue corriendo.
- No le hagas caso – se acercó el abuelo – La vieja tenía el mismo cabello que tú, y en invierno se le veía tan hermoso. Parecía una fogata en el medio de la nieve blanca.
Le sonreí y me ayudó con la silla.
La cena transcurrió con tranquilidad. Mamá y la abuela habían cocinado tantas cosas ricas: carne de ternera con ensaladas varias, torre de panqueques salados, sándwiches con diferentes rellenos; y varios postres, no nos olvidemos de los postres...
11:55 pm., mamá quiere brindar.
- Quiero brindar por nosotros, porque a pesar de todo estamos más unidos que nunca...
- Brindo por la resiliencia de Leila – me miró papá - ¡Qué la justicia sea divina!
Asentí sonriendo.
- Brindo por esta fiesta, por estos meses donde todo ha cambiado para bien... por tu felicidad – intervino Simón.
- Brindemos por la Navidad en familia – la abuela tomó antes de terminar – lo siento, brindemos por esta fiesta que nos ha cambiado tanto.
- Brindo por mis nietos, que están más unidos que nunca – el abuelo me abrazó.
- Brindo por los sueños, por ustedes. Agradezco a cada uno por animarse a celebrar conmigo. Sé que no se esperaban esta decisión de mi parte, pero creía que nos uniría mucho más como familia. ¡Los amo tanto!
Todos nos abrazamos y comenzamos a escuchar las campanadas de la capilla que está frente a la plaza.
- ¡FELIZ NAVIDAD! – gritamos todos y chocamos nuestras copas.
- Vamos, salgamos a ver los fuegos artificiales...
Si bien en mi familia no estamos a favor de la pirotécnica, la verdad, verdadera, es que no podemos negar que las luces en el cielo nocturno se ven hermosas.
Estuvimos ahí un par de minutos hasta que el abuelo entró corriendo porque quería abrir ya los regalos. No podía esperar a mañana.
Y yo igual, hace días vengo viendo que hay varios regalos con mi nombre escrito en una tarjeta.
01:02 am., terminando de abrir los regalos.
- ¡Me encantó todo! – le dije a papá mientras nos acercábamos a mi habitación – gracias papá.
- Te adoro hija – me besó la frente y ayudó a sentarme en la cama.
Dejó todos los regalos sobre mi sofá y se detuvo frente al retrato de Tyler.
- Lo vi hoy mientras dormías – me miró con el ceño fruncido - ¿Quién es?
- Solo lo imaginé – respondí rápidamente – hacía tiempo quería retratar en blanco y negro; y Simón me incentivó a hacerlo.
- ¿Solo te lo imaginaste?
- Ajam, como el protagonista de un sueño.
- Pues parece muy real – me abrazó – Sabes que puedes confiar en mí siempre mi niña.
- Te amo, pá.
Él me dedicó una tierna sonrisa y se fue de cuarto dejándome a solas con mi querido Ty.
- Ojalá no fueras solamente el protagonista de mis sueños.
Me estiré y me recosté, estaba agotada... y sí, solamente había dormido cinco horas durante todo el día.
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