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Capítulo 10.

Sentía la luz del sol chocar contra mi rostro, los primeros rayos transmitían cierto calor aun siendo invierno.

Al abrir los ojos, noto que todavía me encuentro en la casa del árbol, acotada en la cama de Tyler, con tres mantas encima. A mi lado una flor blanca.

Estiro mi brazo derecho para alcanzarla y veo que tiene una nota atada a su tallo.

"Buenos días bella durmiente, cuando despiertes ve directo al río que está detrás".

Sonreí como una tonta, este chico me tiene muy mal. Cómo me gustaría vivir esta realidad en la mía, seguramente todo sería destino con Tyler a mi lado cada día.

Me calcé y me puse un abrigo que encontré sobre una silla. Aún seguía en pijama, lamentablemente.

Tomé la flor y las fotos que el chico de ojos color mar me regaló la noche anterior y me dirigí al exterior de la casa.

El frío chocó contra mi rostro, no era el mismo frío que había de noche, este frio era distinto, mezclado con el calor que emanaba el sol en la mañana.

Estuve un par de minutos caminando en busca del bendito río y lo encontré claro, pero estaba agotada.

"Estar sentada en una silla las veinticuatro horas del día me está dejando sin resistencia" Pensé.

- Buenos días – me sorprendió Tyler - ¿Qué te pasa?

- No estoy acostumbrada a caminar tanto – dije sosteniendo mis rodillas.

- ¿Hace cuánto estás en la silla? – tendió la mano para que la sostuviera.

- Unos ocho meses – comenté aceptándola.

Él solamente asintió y empujó de mí para llevarme a la orilla.

Me senté junto a él y observamos el paisaje.

Desde aquí podía distinguir unas enormes montañas, el resto del bosque y un paisaje tapado por una manta blanca.

El río estaba congelado y era un espejo que reflejaba la belleza del lugar.

- ¿Tienes hambre? – preguntó dándome un sándwich.

- Más de lo que imaginas – lo acepté y di un mordisco con ganas – ¡está buenísimo!

Al parecer, se había levantado mucho más temprano para preparar este desayuno. ¡Y es que si se había esmerado! Sándwiches, fruta cortada en cubos, jugos de naranja, café y té, carrot cake (¡sí que recordaba que es mi favorita!)

- Gracias por todo esto – comenté a ver cómo sacaba todo de la cesta.

Tyler sonrió y armo un lindo picnic a orillas del rio.

- Esta es la mejor hora del día en invierno, hay frio, pero el sol ayuda mucho a que no nos congelemos.

Me reí con él y comenzamos a degustar todas las cosas ricas que había traído.

- Y no me tienes que agradecer nada.

- ¡Claro que sí! Mira todo lo que haces por mí.

- Me gusta hacerlo, tu sonrisa provoca en mí todo esto, necesito verte sonreír a cada momento.

Continuamos la mañana hablando sobre nuestros gustos particulares. Ahí fue donde descubrí muchas cosas más sobre él: tuvo una novia de adolescente, pero la dejó cuando se enteró de que estaba con él solamente porque le gustaba Zac, le gusta Pink Floyd, las pinturas de Van Gogh, leer poesía, fotografías a personas cuando están distraídas (y lo hace muy bien); cuando era niño soñaba con ser astronauta y bombero; y tiene una cicatriz en su mano porque a los diez años quiso construir la casa del árbol él solo.

- No es justo – me señaló con su dedo índice – no me haz dicho mucho sobre tu vida.

- ¿Qué más quieres saber? – levanté los hombros.

- Todo de ti.

- Me llamo Leila Millan, tengo diez y ocho año...

- Si serás...

- Bueno, bueno – dije rascando mi cabeza – a ver... Me gusta pintar, en mi tiempo libre pinto cuadros para vender; estoy terminando el bachillerato y quiero estudiar Astronomía.

Tyler levantó las cejas incrédulo.

- Tengo dos amigos, los cuales están a mi lado desde niña. Solía tener más, pero después de lo que me pasó me dejaron a un lado y olvidaron todo lo que vivimos juntos – él me tomó de las manos – Tengo una gata – comenté ignorando lo anterior – se llama Reina, seguro le agradarías... Tuve una pareja, pero mejor no sacar ese tema a la luz – negué con la cabeza.

- Es ese tal Math – aseguró – el que te hizo esto en el brazo – dijo acariciando el moretón del brazo.

- Si – me sinceré – y me hizo mucho daño. No era quien yo pensaba y creía.

- ¿Él tuvo algo que ver con tu accidente?

- No fue un accidente – dije mirándolo a los ojos – y sí.

- ¿Algún día me contarás qué pasó?

- Algún día – le sonreí.

- Ahora sé mucho más de vos. ¿Puedo abrazarte?

Abrí mis brazos para recibir su cálido cuerpo contra el mío. Esta sensación era fantástica, su aroma abrazaba todo mi ser...

- Emm...

Se separó de mí y tomó mi rostro con sus manos frías. Me estremecí.

- ¿Qué pasa?

- ¿Puedo besarte?

- No tienes que preguntar eso – dije sonrojándome.

Nuestras bocas estaban a escasos centímetros, una de la otra... Rocé mi nariz contra la de él y sonreímos. Él unió nuestros labios y una ola de sentimientos inundaron mi cuerpo.

Sus labios eran adictivos, dulces, cálidos. Esos besos sí eran adictivos.

Mientras nos besábamos sentía que el mundo se paralizaba, ya no sentía frío, no sentía nada a mi alrededor. Éramos solo Tyler y yo.

De un momento a otro ese beso se tornó intenso, y de un empujón, él me sentó sobre su regazo, abrazando mi cuerpo con fuerza, intensificando la unión de nuestros labios.

Sus manos acariciaban mi espalda, las mías viajaban de su cuello a su cabello, acercándolo más a mí.

Hacia tiempo que no sentía esto, necesitaba más.

"Que esto nunca se acabe, por favor" – repetía en mi cabeza una y otra vez.

Pasaron los minutos y por falta de aire nos separamos, agitados.

Abrí mis ojos buscando esa mirada color mar... pero me encontré con Reina que estaba sentada en mi mesita de noche.

- ¡AAAAAGH! – grité tapando mi cara con la almohada.

Escuché que golpeaban la puerta con fuerza.

- LEILA – gritó mi hermano – LEILA.

- ¡¡¡¡ESTOY BIEN SIMÓN!!!

- ¿TE CAÍSTE? ¿QUÉ PASÓ?

- LA VIDA, ME PASA... LA VIDA DE MIERDA.

Tiré la almohada contra la pared y me levanté.

Me senté en la silla, fui hasta la puerta y abrí.

¿Cómo puede ser que en los mejores momentos me tenga que despertar?

Decidí ir a darme un baño, y luego ir hacia el comedor a desayunar con los abuelos. Los tengo que aprovechar y pasar el mayor del tiempo con ellos... Luego hasta mi cumpleaños no los volvería a ver.

Hoy hacía mucho frío, si tan solo fuera como las mañanas en el bosque.

- Hija – me abrazó mi abuela – lamento tanto lo de anoche, no sabía que...

- Tranquila – le sonreí – no tendría que haberme puesto así, y menos contigo. No sabías nada, no fue tu culpa. Soy yo la que se altera siempre al hablar de este tema.

Ella me abrazó con fuerza.

- No es para menos – intervino el abuelo – lo que te pasó no es nada agradable, tus padres nos contaron qué fue lo qué pasó... Ese hijo del diablo debería estar preso mi niña...

- La justicia siempre está del lado de los hijos del diablo – dije repitiendo su apodo... mi nuevo apodo favorito.

- Estábamos pensando – me dijo Simón – que podríamos ir a la feria navideña a comprar los regalos de navidad. Nosotros dos, salida de hermanos. ¿qué dices?

- ¿La verdad, verdadera?

Él asintió.

- ¡Me encantaría!

Y entonces salimos, nosotros dos solos, sin nadie que nos molestara. Hace tiempo no salía con mi hermano, mano a mano, como lo hacíamos antes de que todo cambiara.

Decidimos almorzar fuera de casa y luego recorrer la feria y algunas tiendas para hacer las compras de navidad.


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