29: To The Rescue
Narrador: Tercera Persona
La noche parecía prometer en el salón dorado de el burdel de Adolph. Había sido una semana provechosa, porque la belleza exótica de la chica que tenía encerrada, había creado un revuelo total, que los dejaba a todos locos.
Sentado en el sillón de su despacho, con una copa de vino en la mano, Adolph Heine sonreía satisfecho por cómo marchaba todo.
La subasta empezaría en media hora, donde se matarían por tener a la preciosa alemana de pelo negro y ojos oscuros que traía a los hombres locos, porque no ponía resistencia, era sumisa, no hablaba y se dejaba hacer de todo.
-Oh, princesa- decía lentamente mientras miraba la foto de Mila en la pared-. Tan hermosa y sin personalidad, vas a ser mi esclava y fuente de ganancias.
Engañarse a sí mismo no servía de nada. No quería entablar una relación con ella, no quería ser su padre, pero recurrió a secuestrarla porque necesitaba carne fresca, y atrapar a la adolescente solitaria era como quitarle el dulce a un niño.
Adolph Heine, pasó meses estudiando los movimientos de Mila. Entradas, salidas, horarios, compañía.
Sabía que ella y su sobrina, Pamela, no se llevaban nada bien, pero que el novio de la rubia tenía una extraña obsesión enfermiza con la alemana de pelo negro, después de descubrirlo con el teléfono lleno de fotos de ella, y maldiciendo por la relación y convivencia que tenía con un tal Alex.
Entonces, ahí fue como Adolph planeó una estrategia retorcida de muchos pasos, que tendría como fin que la hija de Lucrecia cayera en sus garras: esperaría el tiempo suficiente para que el tal Alex se enamorada perdidamente hasta que fuera débil ante ella, manipularía a Nando para que se metiera en medio y ella terminara sola en su casa y ahí la raptaría,
Heine, no es un novato, es un experto en psicología y psiquiatría y sabe como meterse en la mente de las personas y manejarlos a su antojo, y eso hizo con Lucrecia...
Desesperarla, llevarla al borde de un colapso, hacerla gritarle, insultarle... Todo era algo más allá de una reacción, era parte de la siniestra estrategia de ese hombre para obtener un fin...
Pero un fallo que el no calculó, se está moviendo nervioso en un auto hacia ahí. Su fallo se llama Alex Santos, y por ese fallo, vienen errores.
Errores, querido Heine, errores.
Dejar entrar a alguien de fuera de ese mundo.
<<Giovanna>>
Pensar que nadie llegaría a la casa de Mila.
<<Las europeas>>
Pensar que no hay ninguna figura paterna en su vida.
<<Raphael Schneider>>
Tu error más grande:
Pensar que alguien como ella estaría sola.
Y no está sola, nunca lo estuvo, ni lo estará.
Porque hay una madre sin dormir velando porque vuelva, amigas esperando por verla, y un chico que la ve como si hubiera descubierto su mundo.
Porque es tan afortunada, que tiene una abuela que está esperando para abrazarla, arroparla y darle un beso, que quiere hacerle historias como cuando era niña.
Porque tiene un abuelo que está conduciendo como un loco para llegar, llevarse a su muñeca y volarle los sesos al malnacido que la ha secuestrado.
Y porque también tiene a una chica ayudándola a no desfallecer.
-Mierda, Mila- chilla Giovanna-. Sólo trata de mantenerte en pie.
Mila no parecía a ella. Estaba delgada, pálida, la mirada perdida, no tenía ese brillo que siempre solía tener.
-Quiero... Alex...
No paraba de decir el nombre del chico, y era algo que partía el corazón de Giovanna, porque a leguas se veía que estaba enamorada de él.
La cantidad de heroína la ponía a alucinar, porque poco a poco, se fue convirtiendo en una adicta a las sustancias.
Su sistema se debilitaba, y la falta de comida, los abusos sexuales, los golpes, ya iban haciendo estragos en la que una vez fue pura luz y felicidad.
En ese momento, vestidos de traje, armados y dispuestos, Alex y Raphael entran por la pequeña puerta que da al elegante prostíbulo de el progenitor de Mila.
La entrada tiene cortinas de color rojo vino, de satén y seda. Cuadros de los cuerpos de mujeres están en medio de las cortinas que quedan como telones de teatro. Mujeres en lencería muy sensual y con mucha piel expuesta.
-Me da asco estas cosas- siseó el rubio alemán.
-Y a mi- asiente Alex-. Tengo una madre, una novia, y amigas que en este tiempo se han convertido en mis hermanas. No concibo jamás que sean expuestas así, como un trozo de carne.
Un carraspeo interrumpe, y aparece la americana de pelo castaño y ojos grises, Giovanna Johnson.
-Pensé que no llegarías- dice abrazando a Alex-. Ella está mal, Alex. Podría llorar al verla.
-Voy a matarlo, lo juro- dice el abuelo de Mila estremeciendo a Giovanna-. Soy Raphael Schneider, abuelo de la muñeca morena.
-Giovanna Johnson- le estrecha la mano-. Por alguna razón incomprensible, me llamaron para maquillar a mujeres aquí, y no podía creer cuando vi a Mila.
>>Ella va mal. Ese cabrón le ha inyectado droga, sabrá dios por cuánto tiempo.
Eso hace que ambos hombres se tensen. La simple idea de una adicción, tan joven, puede estremecer a cualquiera.
-Pasen al salón dorado- dice Giovanna-, ahí den mucho dinero por Mila, porque hay una subasta, yo después los ayudo a sacarla.
Eran las ocho de la noche, cuando en el salón dorado, la voz de Whitney Houston salía por los altavoces. Quince mujeres salieron al escenario, y Alex se puso alerta.
Su pecho se contrajo, y los ojos se le humedecieron. Es como si parte de su corazón se aliviara por verla, sólo por verla.
A leguas se nota que no es la misma. Está delgada, pálida, y tiene la mirada pérdida. El maquillaje ha hecho un trabajo excelente para ocultar las ojeras, pero Alex lo nota. Nota cada detalle, el sufrimiento, la tristeza, lo mal que ella lo pasa.
Es como si uno sufriera por lo que sufre el otro. Tienen una conexión cósmica, que sólo ellos comprenden. Porque se aman, como se amaron muchos, y lo demuestran en cada latido de sus desesperados corazones.
-Me parte el corazón, Raphael- dice con los ojos clavados en ella-. Pero no puedo negar que en ese estado deplorable, Mila es absolutamente hermosa.
Un hombre de traje sale, y se pavonea sobre el escenario.
Traje elegante, cabello negro y ojos verdes, ése es Adolph Heine.
-Buenas noches, caballeros- dice en un micrófono, con su evidentemente marcado acento alemán-. Para esta noche, en la que estáis citados aquí, comenzaremos con la subasta de estas quince mujeres, preciosas todas ellas.
>>No lo retrasaré más, porque hay muchos ansiosos por aquí.
>>La primera: rubia, italiana, delgada- la hermosa chica se para a su lado, luce un vestido verde muy corto.
La puja comienza, y valores exorbitantes son lanzados hacia esa mujer.
Así transcurre con cada una. Sabrá Dios cuales son las historias de esas mujeres de otros países, que han caído en las garras de un malnacido como Adolph.
Cada una de ellas pasa, más hermosa que la anterior, pero la que importa es la que tiene un vestido de satén, rojo, largo, pero ceñido a todas sus curvas.
-Y dejamos lo mejor para el final, señores, Mila, la sensual y sumisa alemana.
<<Sumisa>>
A Alex se le revolvió el estómago, porque eso le daba una idea de lo que Mila había pasado.
Una parte de él deseaba que de un momento a otro, despertara, y que todo hubiera sido un mal y jodido sueño, pero era muy real.
La angustia que ha sentido todos esos días, el ardor en el pecho y la sensación de vacío.
La puja comienza, y estos no son valores sumamente altos, cantidades de dinero que podrían comprar un hotel entero.
Pero lo mejor es que a Alex, no le faltaba el dinero. Él se levantó y con voz decidida dijo:
-Doy 150 000 000.
El salón se quedó en silencio y la sonrisa de Adolph se ensanchó. Levantó su copa, y sólo pudo decir:
-Tenemos un ganador.
A partir de ahí, todo fue una bomba de tiempo. Giovanna era la encargada de sacar a Mila sin que nadie se diera cuenta. Le tapó los ojos con un antifaz rojo, y le pidió calma. La chica sólo iba tarareando alguna canción.
Sin que nadie se de cuenta, sale al vestíbulo de la entrada empujando a Mila, que está a punto de desmayarse, abre la puerta y ahí se encuentra con una sonrisa siniestra, Adolph Heine.
-Oh, bella Giovanna, ¿a dónde se supone que vas con mi hija?
-Yo... creo...- ella no encuentra las palabras para hablar.
-No soy un imbécil aparecido, niñata de mierda- abofetea a Giovanna dejándola en el piso, mientras Mila permanece estática, con los ojos vendados, presa del miedo-. ¿Crees que no se que el imbécil del abuelo, y el cornudo del novio están aquí? Por favor, si he estudiado a cada uno de ustedes, Giovanna Johnson- la patea y ella se acaricia el lugar-, así que si no quieres que tu hija pare aquí, será mejor que te pierdas. ¿Qué pequeño es el mundo, verdad?
-¿Decías algo, Adolph?- dos cañones de pistola se clavan en la nuca del mismo, con la voz gruesa de Raphael-. Tranquilo, un sólo movimiento que no me guste, y te vuelo los sesos.
-Oh, querido Raphael- dice-, qué placer conocerte al fin, querido suegro.
-Sigue soñando, Heine. Tú no eres nada mío, porque las escorias y bastardos jamás tendrán lugar en mi familia. Tú sólo eres el pedazo de mierda que se aprovechó de una niña de quince años, la sedujo y después tiró un par de billetes para que se sacara un embarazo que no se hizo por la inmaculada concepción.
-Me ofendes, Raphael. Yo amé a tu preciosa Lucrecia. Ella es un amor de persona, y siempre quise acercarme a mi hija, pero ella no me dejó.
>>Fueron años, tratando de lograr conocerla, pero tu hija no me dejó más opción que actuar, así que quiero recuperar el tiempo perdido y darle magníficos recuerdos.
-¿Magníficos?- Giovanna entrecierra los ojos, levantándose-. ¿Consideras recuerdos magníficos el que haya sido violada por un montón de hombres, el que haya sido golpeada por muchos, y que le hayas inyectado droga? Que sea una adicta a la heroína, ¿también es un magnífico recuerdo? Eres algo despreciable, Adolph Heine, y te juro que cada día me siento más orgullosa de que mi hija no lleve tu asqueroso apellido, y que sea igual a mi.
>>Tú eres un jodido error, que me ha traído lo más hermoso de mI vida y por tu jodida mi familia está en Estados Unidos, y no me hablan, porque soy otra que se dejó engatusar por una mierda como tú.
De un momento a otro, Alex golpea la nuca de Heine, y este cae sobre sus rodillas. Giovanna sale por la puerta y Alex toma a Mila.
Salen del pequeño callejón, hasta donde está la camioneta. Raphael se monta en el puesto del conductor, Giovanna en el del copiloto, mientras Alex se va en la parte de atrás abrazando a Mila.
Quita el antifaz de los ojos, y toma la cara de ella entre sus manos, besándola desesperado.
-Joder, por primera vez en días siento que puedo respirar.
-Alex...- la voz de ella sale ronca.
-Te amo, alemana- es lo que él dice besándola en los labios.
Avances del próximo capítulo:
Pudieron darle a toda velocidad, pero hay personas que se mueven mucho más rápido.
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-Si no es mía, no va a ser de nadie- es lo que grita Adolph adelantándose...
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El teléfono en casa de Mila suena, y Lucrecia corre desesperada a cogerlo.
-¿Sí?- dice desesperada-. Soy Lucrecia Schneider.
Al parecer, no era nada alentador lo que le dijeron, porque el teléfono se le cayó de las manos, y ella se desplomó en el suelo.
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-Nadie nunca pensó que pasaría algo como esto, Alexandra- dice Reina-. Tu hijo puede salir de esta.
-Su familia ha salido intacta al lado de como ha salido mi hijo- responde Alexandra Bianchini, con los ojos hinchados de tanto llorar.
-Mi familia está igual o peor que la tuya- la señora de porte elegante alza la barbilla-. Mi esposo está siendo operado de urgencia y mi nieta...- la voz se le quiebra-. Mi nieta tiene quebradas el alma y las esperanzas, y eso es suficiente para que mi familia se destruya.
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Ahora sí, mis galletas pervertidas, aquí el capítulo que esperaban.
Mucho tiempo sin actualizar, es que parecen siglos desde que entré por aquí.
Bueno ya saben que Mila tiene una hermanita, la hija de Giovanna, que conoceremos próximamente...
Desaten su furia contra mi, y mis adelantos del próximo capítulo
¿Qué pasará?
Lo sabremos después de comerciales.
Besitos con Nutella,
Nelh C.
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