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27: Señora Lucrecia

Alex

La llegada de mis padres y la madre de Mila, es la cosa más triste de la vida.

La hermosa rubia de ojos oscuros, no es ni la mitad de lo que era cuando la conocí a los cinco años. Mejora con el tiempo. Cabello rubio largo, piel blanca, ojos oscuros. Normalmente usa vestidos, faldas, y se nota elegante.

Pero ahora, entra a mi casa una mujer pálida, con los ojos hinchados, círculos oscuros alrededor de los ojos. Viste una sudadera color crema, unos vaqueros blancos y tenis. El pelo va recogido en un moño que deja muchas hebras sueltas. No parece ella, aunque no deja de ser hermosa.

Rápidamente se echa a llorar en los brazos de las chicas y a mi se me vuelve a partir el corazón.

-Lucrecia- mi voz es un susurro apenas audible.

Ella clava esa mirada, igual a la de su hija, y yo no puedo evitar que las lágrimas broten de mis ojos.

-Mierda, Alex- sus ojos hinchados hacen que el alma se me caiga a los pies-. Abrázame por favor.

La arraigo a mi pecho, donde ella llora desconsoladamente.

-Mi bebé, Alex- solloza-. Ella es mi bebé, y la adoro.

-Lo sé- beso su cabello-. Yo... no sabes cuán culpable me siento porque no la cuidé.

-No es tu culpa...

-Lo es, vale- suspiro-. Pasaron cosas que...

-Nada importa ahora- clava su mirada en mi y me pasa las manos por el cabello-. Lo que importa ahora...

-Es encontrar a mi nieta- una voz fuerte y masculina aparece-. Me importa una mierda los que sea que haya pasado entre el niño éste y mi muñequita morena. Voy a partirle los cojones al desgraciado que tenga a mi niña.

-Abuelo- las chicas se lanzan encima de él abrazándolo.

-Oh mis preciosas muñecas europeas- dice el rubio de ojos oscuros, que es idéntico a Lucrecia y a Mila.

-Papá- solloza Lucrecia cuando lo abraza-. Mi bebé...

-Tranquila, muñeca- le besa el cabello-. Encontramos a la muñequita o me dejo de llamar Raphael Schneider.

Y entonces entiendo. Es el abuelo de Mila.

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Narrador: Tercera persona

En las afueras de Jerez, hay un pequeño sitio, que pasa casi desapercibido. Pero si alguien se acerca bien, puede encontrar un rincón placentero.

El burdel "Deutscher Dream", es el mayor burdel que tiene Adolph Heine, un hombre de negocios turbios.

Dentro, hay todo tipo de espectáculos, mujeres de todas las nacionalidades. Es donde paran mafiosos, hombres adinerados, políticos, figuras públicas y que buscan placer, pagando por señoritas de diversos países.

En una de las habitaciones, una preciosa chica, está sentada en una cama, recostada a la pared, pies pegados a su pecho, abrazándose a sí misma.

Mientras mira fijamente a la nada, un hombre que ronda sesenta años, se levanta de la cama, y comienza a vestirse.

-Bésame ahora, pequeña delicia- el acento americano del hombre es repulsivo.

La chica no responde, sólo sigue mirando a la nada, mientras no es consciente se que su entrepierna comienza a sangrar, manchando las sábanas moradas de la cama en la que está.

-Pequeña- repite el hombre y ella sigue sin inmutarse-. Eres una pequeña zorra que sólo quiere el dinero, ¿eh, pequeña zorra?- la palabra hace que la chica reaccione, y lo mire.

-Eins, zwei- dice la pelinegra.

-¿Qué?- el hombre la toma de por el cuello y la pone frente a su cara-. ¿Qué dices pequeña zorra?

-Eins, zwei- repite la chica.

La puerta se abre, y entra una castaña de ojos verdes, que observa a la chica extrañada.

-Señor, su tiempo ha acabado- dice de malas formas-. Debo preparar a la señorita para la subasta de esta noche.

El hombre la suelta, y lanza un fajo de billetes, termina de vestirse y sale de la habitación dando un portazo.

-Por la mierda, Mila- dice Giovanna, la chica que trabaja en la casa de Alex.

-¿Gi-Gio?- tartamudea.

-¿Qué mierda haces aquí?- la chica suelta las cosas que traía y se sienta en la cama.

-Hombre... malo... padre- señala la puerta.

-Mila, ¿te han dado algo?

-Hombre... malo...- sigue repitiendo- me tocan... golpes...

La chica de ojos verdes siente algo húmedo y caliente y observa horrorizada la sábana.

-¡Mila, estás sangrando!

Rápidamente, quita las sábanas y se lleva una mano a la boca cuando la ve.

Tiene mordidas y chupetones en los senos. Las muñecas están marcadas, el cuello tiene aparentes marcas. La entrepierna le sangra, e instintivamente Mila se lleva la mano al vientre, mientras una lágrima le corre por el rostro.

-Das baby- dice-. Ich wolle mein baby. Ich liebe dich, baby.

Las lágrimas se apoderan del precioso rostro de la chica, mientras Giovanna le acaricia el pelo, dándose cuenta de que Mila ha perdido su hijo.

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Alex

La policía hace las preguntas correspondientes a cada uno, y todo es un mar de llanto por parte de Lucrecia, Reina, la abuela de Mila y mi madre.

Es un hecho que a Mila la secuestraron, y nos enteramos, que desde septiembre, habían hombres siguiendo los pasos de Mila. Las cámaras de seguridad, captaron los momentos en los cuales un hombre vestido de negro, con un pasamontañas se metió en la casa, cinco minutos después de que ella llegaba del médico. No logramos ver cuando la sacan, porque en ese momento un camión enorme se para y tapa la imagen.

-Mierda- grita Raphael-. La seguridad de este barrio es una basura- dirige su mirada a Lucrecia que está profundamente dormida en episodio sofá.

-Le di un calmante- dice la dulce voz de la abuela Reina-. Ustedes deberían ir a la escuela, pequeñas.

-No podemos- niega con la cabeza Alin.

-Es verdad- secunda Natt-. Es una mierda, pero no podemos estar en la escuela como si nada pasara.

-Mila faltó por mí a la escuela una vez- Danny baja la mirada-. Yo puedo faltar por ella.

La señora asiente, y un sonido estridente llama la atención de todos. El señor Schneider acaba de lanzar el teléfono, que se hace añicos contra la pared.

-¿Saben lo que me ha dicho la policía?- grita-. ¡Que el mierda del ex de Mila se ha ido de viaje, y que nos retiran la ayuda y cierran el caso porque todo apunta a que se escapó con él!

-¡Eso es imposible!- chilla Natt-. Mila es incapaz de irse con ese imbécil.

-Ella tiene razón, señor Schneider- la voz de Pamela irrumpe, y me asombro que al quitarse los lentes de sol, tiene el ojo morado.

-¡Mierda, Pamela!- Alin se lleva la mano a la boca-. ¿Quién mierda te ha hecho esto?

-Mi querido ex- suspira-. Se enteró de que yo les dije de lo que había hecho con Mila, y como que no le gustó- sé señala el ojo.

-Es un mierda- chilla el abuelo-. Preciosa, te prometo que cuando todo con mi nieta se solucione, ése imbécil va a recibir la furia de Schneider.

-No, no, no, no, no- dice Lucrecia. Está teniendo una pesadilla-. No, Adolph, no.

-Cariño- dice Reina.

-¡Adolph!- se despierta abruptamente y asustada.

-Tranquila, todo estará bien.

-No, no lo está-  solloza-. Debí denunciarlo, no debí dejar que se quedara afuera, y ahora él tiene a mi bebé. Es Adolph, Adolph Heine.

-¿Qué mierda tiene que ver mi tío en esto?- Pamela frunce el ceño.

-¿Tu tío?- Lucrecia la mora extrañada-. ¿Eres sobrina de ese bastardo?- se altera y se va encima de Pamela-. ¿Dónde está? ¿Dónde está mi hija? ¡Contesta, maldita!

-Yo... no- Pamela está aterrorizada pero en ese momento el teléfono suena, y un atisbo de esperanza aparece en la mirada de Lucrecia que sale como una loca a coger el teléfono.

-Mila...- el brillo en su mirada se apaga, y automáticamente, la angustia y la rabia hacen presencia en su rostro-. Tú, bastardo infeliz...

-Suelta a mi hija, pedazo de mierda...- grita frenética al teléfono-. Si te atreviste a hacerle algo, no vivirás para contarlo...

Camina por toda lasaña con el teléfono en la oreja, se pasa la mano por el cabello, y las lágrimas le corren por el rostro.

-No, no, no- chilla Lucrecia-. Te lo juro, Adolp. No tienes ningún puto derecho, ella no es nada tuyo. Tú sólo fuiste el imbécil que cuando la engendró, dio dinero para el aborto. Ahora quieres ser padre, pero nunca, nunca lo serás. Ella jamás te amará... sólo serás el bastardo que le hizo daño y...- la cara de Lucrecia está roja de la furia.

La llamada se corta, y Lucrecia lanza el teléfono.

Vuelca la mesa de cristal, lanza floreros, figuras, fotos...

-Contrólate, joder- dice la señora Schneider, tratando Dr calmarla.

Raphael corre y la toma, ella se resiste pero él es más fuerte, y la inmoviliza, abrazándola.

-Él tiene a mi bebé- solloza-. La tiene, y le va a hacer daño.

-¿Quién, Lucrecia?- pregunto, tratando de procesar.

-Su-su... El padre de Mila.

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Me hiere y me lastima.

Joder.....

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