14- Contra La Osa
Pinhood soltó una flecha y ante sus ojos presenció cómo el oso cambió de forma a una chica para evitar que la saeta le impactara. De otra manera su enorme cuerpo no habría podido reaccionar tan rápido al ataque.
Pero apenas pasó volvió a transformarse en un Grizzly mostrando unas enormes garras, lista para atacar. Pinhood se volvió a la rubia que estaba detrás de él, paralizada del miedo. Tomó sus dos manos, arrodillándose en el piso, frente a ella.
—Por favor, princesa, sé que no siempre estás de acuerdo con lo que te pido, pero aquí sí hazme caso. No quiero que te hagan daño, busca dónde esconderte —suplicó entre murmullos—... Por favor.
Los labios de Snowzel temblaban. No podía decirle que no, el semblante del chico mostraba gran preocupación por lo que fuera a suscitarse.
Unas intensas ganas de echarse a llorar la invadieron, las lágrimas le escocían los ojos. Lo había tratado tan mal y ahí estaba dispuesto a entregar su vida por ella. La seguía considerando su princesa. La rubia asintió, quería agacharse y darle un beso en sus labios tallados, pero Lily jaló de su brazo apartándola del lugar.
—¡Hagánse los muertos, así no los va a atacar! —gritó la pelirroja detrás de la piedra donde se habían puesto ella y Snowzel para protegerse.
—Quizá funcionaría si no se tratara de un tótem —respondió Beast interceptando al animal para evitar que se fuera contra el Títere.
Pinhood al percatarse de que Snowzel estaba a salvo y la osa ocupada atacando al verde chico, sacó otra flecha más de su espalda, preparándose para herirla por sorpresa. Al soltar el azcona, los ojos chocolate del animal la alcanzaron a vislumbrar, haciendo que reaccionara con rapidez. Nuevamente volvió a su forma de chica y dio un habilidoso mortal hacia atrás, logrando que en arma impactara en el pecho de Beast.
Al aterrizar en pie, la castaña adoptó la enorme fachada de oso y se dirigió a Pinhood. Se había percatado de que tenía que deshacerse de su arco. El azabache poseía una excelente puntería y de no ser por sus reflejos terminaría por lastimarla.
—¡Pinhood! —gritó Snowzel cuando vio el cuerpo del chico atravesar los aires y aterrizar bruscamente contra el suelo.
La rubia estaba por abandonar su escondite cuando la pelirroja la detuvo de la mano.
—Tengo que ir, Lily —trató de explicar entre sollozos. Ya había convencido a una bestia de que los acompañara, tal vez debía hacer lo mismo con la osa.
—No, no puedes ir. Estará bien, es Pinhood. Él siempre se levanta.
Y efectivamente, a los segundos el chico de madera volvía a incorporarse. Sacudió la cabeza, aquella sensación de mareo ya no le era nueva. Sentía como si su alrededor entero se estuviera moviendo debajo de él. Tambaleó un poco y buscó a tientas su arco, preparándose para volver a atacar. Esta vez no pensaba fallar.
Sus azules orbes se abrieron con sorpresa. ¡No estaba su arma! La Grizzly lo tenía entre sus garras; lo sujetó y con él le dio un golpe a Beast en el cuello que lo hizo despedazarse en montones de astillas que saltaron en todas direcciones.
—¡Rompiste mi arco! —exclamó Pinhood, a quien se le empezaban a aguar los ojos, como un niño pequeño cuando ve que le han destruido su juguete favorito.
Sin siquiera pensarlo una segunda vez se lanzó contra la Grizzly, tomando el cuero de su espalda para apartarla. Aunando todas sus fuerzas, logró alzar el cuerpo del animal y la arrojó, lejos de donde estaba, logrando que tuviera un duro aterrizaje contra el piso. Pinhood jadeaba, mientras colocaba sus palmas sobre sus rodillas. El movimiento había requerido más energía de la que acostumbraba.
La osa no tardó en levantarse y aprovechando la distracción del títere corrió hacia él. Beast reaccionó más rápido, interceptó al Grizzly, quien se levantó en sus dos patas para tratar de imponer presencia. Mostró sus colmillos en un gruñido y abrió la boca, intentando morder la cabeza de la bestia.
El joven, adivinando el movimiento, sujetó su mandíbula con fuerza; con una mano la parte superior y con otra la inferior. El animal comenzó a agitar la cabeza, queriendo liberarse por la incomodidad que le provocaba. Pero Beast no se detuvo, seguía separando su mandíbula, como deseando arrancarle el hocico.
De pronto, dándose cuenta de su posición de ventaja, azotó al Grizzly contra un árbol reiteradas veces. Hasta que al quedar inconsciente el tótem recuperó su forma física humana. En lugar de un gran oso fue una chica la que cayó derribada. Snowzel y Lily salieron de su escondite al pensar que la pelea había llegado a su fin.
La castaña en el piso empezó a recuperar la conciencia. Escuchaba los murmullos de los intrusos como voces lejanas. Sus ojos poco a poco comenzaron a enfocar y se dio cuenta de que no muy lejos de donde había caído estaba su lanza, intacta.
Imperceptiblemente, para intentar no ser detenida, extendió una mano hacia ella y apenas la tuvo entre sus dedos se fue contra la bestia horrible que la había atacado, juntando de sus escasas energías para dar el golpe final.
La punta de la lanza se separó del mango apenas intentó dar a la verde piel de su objetivo. No le había causado ni un rasguño. La chica tótem abrió los ojos de la sorpresa y aún de cuclillas procuró regresar a su forma de Grizzly para continuar la pelea, siendo interrumpida por una roca que impactó contra su frente. Nuevamente se desplomó.
Lily y Snowzel se volvieron a los chicos detrás de ellas, uno había atacado a la joven. Ambos se señalaron mutuamente pasándose la culpa. Tanto como la pelirroja como la rubia fruncieron el ceño. La castaña no tardó tanto en volver a despertar y de un rápido movimiento sujetó la punta de la lanza al sentirse superada.
—¡Prefiero morir aquí mismo que permitir caer a manos de ustedes! —exclamó colocando la flecha en su cuello.
—Pues hazlo —pidió Beast mirándola con desafío y cruzándose de brazos.
—L-lo haré, no me da miedo —reiteró en un titubeo—. En serio lo haré...
—Nadie te detiene.
La osa se mordió el labio y volvió a atraer hacia sí el arma. Su mano empezaba a temblar.
—Basta —ordenó Lily quitándole la flecha a la chica, harta de presenciar esa escena.
—No permitiré que me lleven ante Fairy —exclamó la castaña levantándose de un salto—. Mejor es para mí unirme con mis ancestros que caer ante ella.
—Eh... No venimos a llevarte con Fairy —balbuceó Snowzel confundida viendo a sus compañeros—. No queremos lastimarte.
—¿Tengo que creer eso después de que me dieron una pedrada? —preguntó tocándose la frente, donde le había salido un chichón—. Y a todo esto, ¿por qué estaban escudriñando todo si no venían por mí?
—Queríamos conocer a la tribu Grizzly —explicó Snowzel con arrepentimiento—. Mis padres jamás me habían hablado de los tótems y me parece algo increíble. Tenía que verlos con mis propios ojos. ¡Son geniales!
La castaña se ruborizó y miró hacia otro lado.
—Sí, lo somos, pero no doy recorridos turísticos.
—En realidad solo estamos de paso. —Fue la voz de Beast la que interrumpió.
—¡Vamos a ir con Fairy! —explicó Snowzel provocando una mueca de desaprobación en el rostro de Pinhood.
—Dijeron que no están de parte de Fairy —dijo la chica frunciendo el ceño, con recobrado recelo, a tientas volvía a buscar la flecha para intentar defenderse.
—No lo estamos. Quiero buscar a Fairy porque por su culpa todos estos años he vivido encerrada en una torre y ya me cansé.
Los ojos achocolatados de la tótem miraron hacia la bestia y una sonrisa irónica se posicionó sobre sus labios.
—Déjame adivinar que Fairy es la razón por la que pareces una especie de tortuga mutante.
—Soy un sapo, no una tortuga —respondió Beast de mal modo—. Hay diferencias entre reptil y anfibio.
—¡Cómo si importara, es lo mismo! —Harta de hablar con él se giró a Snowzel para cuestionarle, con seriedad—: ¿Tú sabes lo peligroso que es ir a confrontar a la reina de las hadas?
—Sí, yo lo sé. Pero debo luchar por lo que deseo porque nadie lo hará por mí.
La castaña asintió mientras echaba un vistazo nuevamente a cada uno de los integrantes de ese extraño grupo.
—De acuerdo, sí. Estoy dentro —decidió al cabo de unos cuantos segundos—. Me uniré a su causa e iré a buscar a Fairy con ustedes. Gracias, de nada.
—Ja, ¿qué? —Beast frunció el ceño—. No, no aceptamos integrantes.
—No lo pregunté, no di opción. Y tú no eres la líder. Me dirijo a la líder.
La tótem tomó el brazo de Snowzel y le sonrió.
—Ah, bueno, no sé si sería la líder —replicó la rubia con una sonrisa, halagada—. Sí lo soy, ¿verdad?
Beast observó la escena, enfadado. Dio un vistazo a Pinhood y Lily. Ambos parecían no querer decir nada al respecto. Se dedicaban a escuchar con atención. Aunque el títere aún daba la impresión de estar molesto. No había superado lo sucedido y no estaba contento con la idea de Snowzel.
—No. Dado que soy yo quien los está guiando, soy yo quien decide y no, no aceptamos a nadie... —interrumpió Beast de pronto. Hizo un gesto de desdén a la castaña antes de agregar—: De tu raza.
—¿Disculpa? No seré discriminada por una cosa verde como tú. Ya me cansaste. —Sujetó la punta de su lanza y la apuntó hacia él—. Te voy a matar.
Eso hizo que Pinhood fuera hacia ellos y sacara de su porta flechas una saeta para amenazar con la punta a Beast.
—Sí, sí, yo te ayudo —se unió frunciendo el ceño.
Snowzel se interpuso entre ambos.
—Ya, por favor. Ustedes —dijo señalando a la osa y al títere mientras les arrebataba sus armas—, no van a matar a nadie y tú —agregó se volviéndose a Beast—, deja de intentar que te maten.
—No es mi culpa que todos aquí me tengan envidia —se defendió el verde chico con una sonrisa entre los labios.
—Sí, es justo lo que siento cuando te observo —interceptó Lily—. Envidia pura.
—Fue un chiste. Vamos, demuestra que tienes sentido del humor, rojita —le pidió Beast.
—¿Saben? —empezó a decir la osa dirigiéndose a los chicos, principalmente a Snowzel—. Llevó años esperando que alguien se levante contra Fairy. Nadie está feliz, pero tampoco hacen nada al respecto. Prefieren someterse por miedo. Yo no puedo hacer lo mismo. —Señaló su alrededor, sus casas destrozadas, y su voz se entrecortó por el esfuerzo que hacía por no soltarse a llorar—. Me ha quitado todo; Mi tribu, mi hogar, mi familia... No puedo permitirle seguir como si nada. Déjame unirme.
Snowzel miró aquellos ojos almendrados ahogados no solo en lágrimas, sino en profunda tristeza, anhelantes de justicia. Conmovida por esto, envolvió a la chica en sus brazos. Aunque se mostró confundida la tótem no hizo nada por soltarse.
—La gente no suele hacer esto —balbuceó sonrojada, desviando la mirada—. Suelen tener una actitud más de rechazo.
—Me parecía que eso era lo que necesitabas —explicó Snowzel al separarse—. ¡Eres bienvenida en nuestro grupo!
—¡¿Qué?! —preguntó Beast enfadado—. Pero...
—Por favor, no hará daño.
—Rompió mi arco —se apresuró a responder Pinhood. Su rostro parecía volverse más sombrío por el rencor que aún mantenía.
—Puedo fabricar otro, como Grizzly tengo conocimientos para crear armarmento —se ofreció la chica tótem tratando de darles una sonrisa. Si iban a convertirse en compañeros de viaje mejor mostrarse amigable.
—Pues si me das otro arco por mí eres bienvenida.
El títere se encogió de hombros, indiferente.
—De acuerdo, dale su juguete al muñeco y vámonos. Queda mucho que recorrer para llegar al reino de la primavera —dijo Beast con una cara de hastío.
—No, ¿por qué vamos a desviarnos hasta Floripín? —interrumpió la tótem—. Tardaremos meses en llegar a nuestro destino, lo mejor es seguir recto por el reino de las nieves.
Ambos empezaron una calurosa discusión de porqué su camino era mejor, pero Snowzel se había quedado pensando. ¿El reino de las nieves? ¿De dónde le sonaba eso? Como un recuerdo llegó a su mente aquella conversación que escuchó de sus padres mientras cenaban la última noche que pasaron juntos.
—La heredera del reino de las nieves ha desaparecido —murmuró.
La osa se detuvo en el acto, con su oído desarrollado había escuchado plenamente las palabras que salieron de sus labios. Como gesto involuntario dirigió la mirada a la vereda que los llevaba al reino colindante.
—Frost... —soltó impulsivamente, sintiendo cómo sus latidos se aceleraban del miedo. ¿Era cierto lo que decía la rubia? Se dirigió a los chicos—. Háganme caso, la mejor ruta a seguir es por el reino de nieve.
—Su gente es pedante y horrible, nos ahorraremos eso si los rodeamos —objetó Beast.
—Perderemos tiempo y será innecesario. Vamos por aquí. Si eres aventurero y guía lo sabes —respondió duramente la Grizzly.
El chico ya no tuvo que seguir con la discusión. Reconocía que el reino de las nieves era el camino más recto que podían tomar.
—Oye, creo que no nos hemos presentado —dijo Lily llegando con la castaña y la rubia—. Soy Lily y ella es Snowzel.
—Un gusto, yo soy Matoaka —respondió ella y una sonrisa se formó en sus labios—. Matoaka Bear.
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