Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1- Una Torre Solitaria


—¡Buenos días, corazón! —saludó la reina a su hija entrando a su alcoba.

Pero Snowzel no se encontraba ahí. En seguida la reina dejó la caja que llevaba en las manos y comenzó a buscar a su hija, desesperadamente. En la planta baja de la torre solo había una enorme ventana dando al exterior, las escaleras, junto con la puerta de salida, estaban escondidas de manera mágica para que los reyes fueran los únicos capaces de encontrarlas.

—¡Snowzel! ¡Snowzel! —la llamó la reina frenéticamente mientras se acercaba a la ventana, creyendo que tal vez su hija había saltado en un atrevido intento por escapar de ahí.

—Aquí estoy, mamá —dijo la joven desde arriba.

La reina levantó la mirada y se encontró con la rubia sentada en una enorme viga de madera que atravesaba el techo. Ella le sonrió antes de bajar saltando de manera ágil.

—Yo terminé temprano mis labores así que me puse a pintar un poco para pasar el rato —explicó Snowzel, poniendo a remojar sus pinceles. Su característica melena larga se arrastraba tras ella en cada paso que daba.

La reina asintió y admiró los hermosos murales pintados al óleo que se peleaban por tener un espacio en las paredes.

—Te estás quedando sin espacio, ¿verdad?

Snowzel soltó una risilla, que sonaba como suaves tintineos de hadas, antes de asentir.

—Un poco, sí.

—Tal vez deba traerte más lienzos.

—No es necesario. A mí me gusta mucho decorar los muros porque siento que le dan vida a este lugar. —La rubia caminó hacia uno de sus libreros y sacó de ahí varias pinturas más—. Pero hice tres cuadros más para ustedes, quizá puedas llevarlos al castillo. Sé que a papá le gustará verlos.

La reina se acercó a una pared donde Snowzel los había retratado a los tres como una familia sonriente, que estaba en un día de campo, con montones de mariposas revoloteando a su alrededor y flores nacientes adornando los verdes pastos.

—Esa siempre ha sido mi pintura favorita —señaló con una sonrisa de pesar al saber que nunca podría ser realidad.

Snowzel tampoco pudo evitar una sonrisa, solo que en su caso se trataba de un gesto más bien sugerente.

—También la mía. Refleja lo que siempre he deseado...

«Lo que veo a través de mi ventana», pensó. Tal vez si se atrevía a hablar con sus padres ellos accedían a dejarla salir de aquel apartado lugar. Pero, ¿cuáles eran las palabras correctas para pedir dejar la torre?

—Mamá..., no sé..., realmente desearía... —Su voz se apagó conforme pensaba mejor las cosas. Sabía que no era posible, nunca la dejarían ir fuera. Así que de inmediato se abalanzó sobre unos bombones que se exhibían en la mesa ratonera y se llenó la boca con ellos—. Comer más de estos deliciosos bombones. Son exquisitos. ¿Podrían mandar más?

La reina rio y siguió a su hija para quitarle el chocolate de las comisuras de sus rojos labios.

—Snowzel, ¿cuántas veces te he dicho que una princesa no habla mientras está comiendo?

—Cuando estoy contigo me siento más como una niña que como una princesa —admitió sonriendo descaradamente y metiéndose otro bombón a la boca.

—Ya tienes casi quince años, Snow, eres más una señorita. Ahora, ¿desayunaste? Necesitas alimentarte bien antes de comer dulces.

Snowzel desvió la mirada, roja por la vergüenza de haber sido atrapada.

—No importa, ya mismo te prepararé algo —dijo la reina pasando a la cocina y colocándose un delantal para evitar ensuciar su elegante vestido.

La rubia la siguió, feliz. Aunque ella siempre estaba acostumbrada a ocuparse de sus necesidades le gustaba que su mamá la consintiera cuando iba de visita. Y el que las dos cocinaran juntas era una de sus actividades favoritas. Era divertido estar con alguien para variar. Pasar los días en la torre siempre resultaba bastante solitario.

—¿Y entonces pudieron resolver el asunto con el duque? —preguntó Snowzel mientras ayudaba a picar unos vegetales para la sopa.

La reina sonrió.

—Sí, no sin antes darle un gran banquete en su honor. Aunque terminó siendo un caos; alguien se olvidó de encerrar a los cerdos e interrumpieron en el lugar. —Las dos rieron—. Los guardias corrían desesperados tras ellos y las mujeres gritaban tratando de mantener limpios sus vestidos. El salón de banquetes quedó hecho un desastre, todo lleno de barro.

—Me hubiera encantado estar ahí —expresó Snowzel con una sonrisa, antes de darse cuenta.

Su madre la miró con ternura. Ella también sufría por estar separada de su amada y única hija. Habría estado más que encantada de llevarla de vuelta a su hogar para que viviera como las demás princesas. Con todo lo que merecía.

—Snow, sabes que tu padre y yo te amamos y por eso hacemos esto, para cuidarte —murmuró con suavidad—. Es muy duro estar separados, pero..., es preferible a perderte.

—Lo sé. Es un peligro salir de la torre... —reconoció Snowzel agachando la cabeza con docilidad—. La Reina de las Hadas podría encontrarme. Mamá, ¿qué tiene contra mí?, ¿por qué me odia?

Los labios de la reina temblaron. Trataba de evadir esa pregunta porque incluso para ella era una estupidez. Le llenaba de vergüenza explicar eso a su hija.

–Es por... Por tu belleza —admitió causando desconcierto en el rostro de su hija. Puso sus brillantes ojos azules en blanco antes de seguir explicando—: Fairy es orgullosa. No se toma a bien cuando alguien llega a destacar más que ella. Eso en cualquier ámbito.

Snowzel frunció el entrecejo. ¿Cómo alguien podía odiarla por eso? No era nada importante, ella ni siquiera tenía la culpa.

—¿Crees que..., crees que algún día yo pueda salir de aquí?

—Es lo que esperamos, pero por el momento no, Snow.

—Y ¿ustedes han tratado de razonar con ella? —cuestionó ella de vuelta en un intento desesperado. Se negaba a creer que nadie había hecho nada al respecto por algo así.

—¿Perdón? —preguntó la monarca mirando a su hija, consternada.

—Odiarme por eso es algo irrazonable. ¿Alguien se lo ha tratado de decir?

—Snowzel, nadie puede enfrentarse a la reina...

—¿Por qué no?

—Es una bruja desalmada. —Tomó la mano de su hija con cariño—. A mí también me mata vivir separada de ti, querida, y a tu padre igual, pero debes entender que es muy peligrosa la ira de la reina. Ha hecho cosas horribles en los demás reinos, al punto de llevarlos a la extinción por no acceder a sus mandatos. Nosotros hemos tenido que movernos con cuidado con tal de no sufrir el mismo destino. Tenemos que recordar que tras nosotros hay todo un pueblo y es primordial pensar que toda acción repercutira en él. ¿Entiendes que por el momento debes quedarte aquí para mantenerte a salvo y mantener la paz?

Snowzel agachó la cabeza, con sumisión, y asintió. No le quedaba más que acoplarse.

—Después de comer, te traigo una sorpresa —anunció su madre tratando de cambiar la plática hacia un ambiente más agradable y que pudiera manejar de mejor manera.

La rubia volvió a alzar la vista y sonrió, dando con ese gesto fin al pequeño resentimiento que la invadió al creer que sus padres no habían hecho nada por detener a Fairy y evitar que la encerraran de por vida en aquel lugar apartado.

Luego de una deliciosa comida con sopa de verduras, guiso de pollo y postre de pastel de manzana, el favorito de Snowzel, la reina y la princesa pasaron a la sala donde la monarca le entregó una enorme caja. La chica se sentó en el suelo, frente al mullido sofá donde su madre reposaba. Ella enseguida recogió la larga y sedosa cabellera rubia de su hija para empezar a cepillarla.

—Gracias, mamá, por el regalo —dijo Snowzel, colocando la caja entre sus piernas cruzadas para abrirla.

Sus grandes ojos como zafiros se iluminaron con emoción al ver el contenido.

En la caja había varios libros que ella recibió con una amplia sonrisa. Le encantaba leer para pasar el tiempo y ya había terminado los últimos que sus padres le habían llevado. También había múltiples frascos de pinturas de la mejor calidad del reino, varios vestidos y zapatos, además de innumerables accesorios para poder complementarlos.

—¡Increíble! —Se levantó del piso para ir hacia su mamá, sin importarle los tirones que recibió en el cabello por tan espontáneo gesto, dado que la reina todavía no terminaba de cepillarla, y le enredó los dos brazos al cuello con cariño—. Gracias, mamá. Gracias, gracias, gracias. Me han encantado. Están hermosos los regalos.

La reina sonrió, devolviendo el abrazo.

—Qué bueno que te gustaran, mi amor. —Miró su reloj de mano y al percibir la hora hizo una mueca de decepción—. Por desgracia ya tengo que irme. Y no podré venir mañana así que vendré hasta el día siguiente.

—¿Por qué no te quedas a dormir, mamá, y te vas mañana temprano, antes de que salga el sol? —preguntó Snowzel con desesperación, tomándola de la mano para evitar que la dejara.

No quería volver a estar sola. Las noches siempre le resultaban más duras.

—No puedo, mañana llega el embajador del reino de las Nieves y debemos prepararlo todo. Ha sufrido una gran desgracia su pueblo y necesitan de nosotros —admitió la reina con pesar—. Tu padre y yo debemos estar presentes, cariño.

Snowzel asintió y la soltó. La reina se acercó a ella para plantar un dulce beso en su blanca frente.

—Te quiero mucho, mi nena hermosa.

—Yo también te quiero, mamá.

—Cuídate, ¿sí? Cuando menos te des cuenta estaré de regreso —aseguró la reina sujetando el regordete rostro de su hija entre sus delicadas manos—. Y la próxima vez tu papá también quiere venir a verte.

La rubia sonrió con esa esperanza de poder estar con sus dos padres al mismo tiempo y actuar como si fueran una familia amorosa. Le encantaban esos momentos.

—Los estaré esperando ansiosa. Manda montones de besos por mí.

Snowzel se dejó caer en el asiento que había en su ventana mientras observaba a su madre caminar por el bosque hasta perderse entre el follaje. Su torre volvía a estar en completo silencio, solo a lo lejos se podía distinguir las esplendidas luces de los reinos vecinos. Subió las piernas y las abrazó contra su cuerpo. Era doloroso estar apartada de la sociedad y de todos los que amaba.

Uno de sus pasatiempos favoritos era imaginarse su vida si estuviera en el castillo con sus padres. Cómo sería vivir todas experiencias que su madre le contaba sobre banquetes, fiestas, bailes, hasta las juntas con los consejeros le resultaban atractivas. Cómo sería poder tener siempre una razón para vestirse de gala y lucir sus mejores vestidos mientras paseaba con sus amigas de la alta sociedad por los jardínes o tomaban té en una elegante terraza.

Ahí sola, su aspecto era algo que no le importaba. Y ni hablar de tener amigos, solo contaba con sus padres. Mas siempre hacía falta el contacto con gente de su edad, quienes pudieran entender cómo se sentía o pasaran por las mismas situaciones que ella. Alguien con quién discutir de ropa y accesorios o compartir chismes.

Pero sobre todo, lo que Snowzel más ansiaba era saber cómo sería vivir el amor en carne propia. Tener su propio "felices para siempre" al lado de su príncipe azul, que derrotaría dragones, pasaría zarzas espinosas, escalaría torres con tal de estar juntos y tenerla en sus brazos.

Una de sus lecturas favoritas eran las novelas románticas que dejaban volar su imaginación, pero realmente nunca había experimentado la atracción, ni siquiera había visto un chico de verdad en su vida. Quería sentir esa sensación de locura y atontamiento, que tan placentera se describía en los libros.

Las estrellas ya hacían su aparición cuando Snowzel se levantó del asiento. Había refrescado y necesitaba cubrirse. Estaba por subir a su cuarto cuando tropezó con la caja de regalo que sus padres le habían dado.

Se puso de cuclillas para poder recoger las cosas, cuando notó algo inusual. Había caído una caja más pequeña que ella no había visto antes. La tomó para observarla. Era como un pequeño sarcófago de madera con su nombre tallado en una hermosa caligrafía dorada.

La abrió y su contenido la dejó perpleja. Dentro había un títere de madera a cuerdas, de no más de cincuenta centímetros. Lo sacó con sumo cuidado y lo sostuvo entre sus manos. Llevaba un chaleco rojo con la capucha puesta en la cabeza, unos pantalones azules y unas botas de agujetas hasta la mitad de la pantorrilla. Sus ojos de vidrio eran azul eléctrico y poseía una sonrisa que, aunque pintada, te hacía sonreírle de vuelta. Su cabello negro azabache reflejaba tonalidades azuladas, en la espalda llevaba unas flechas y en la mano derecha un arco. Parecía estar hecho con mucho esmero.

Snowzel pasó sus manos por el títere, examinándolo. Aunque le parecía estupendo no entendía porqué sus padres se lo habían regalado. Hacía mucho que había dejado de jugar con muñecas, sin contar las fiestas de té que organizaba de vez en cuando. Dentro de la caja venía una nota.

Princesa Snowzel:

Acepte el regalo de mi parte. He fabricado este muñeco con el propósito de hacerle compañía en esa torre y proteger a su princesa. Para él lo primordial siempre será servirle y cuidarla para que nunca más vuelva a sentirse sola.

Recuerde, los sueños siempre se vuelven realidad.

Snowzel releyó la nota. ¿Cómo ese títere podría hacerle compañía?, ¿o siquiera protegerla?, ¿de qué? Pero había algo en él diferente a los demás muñecos que había llegado a tener. Pronto encontró una etiqueta saliente de sus pantalones.

Pinhood.

Ese debía ser su nombre al estar hecho con pino tallado y traer una capucha cubriendo su cabeza. Snowzel le sonrió.

—Bueno, Pinhood, bienvenido a mi torre. Ahora estás atrapado aquí también —contó acomodándolo en su regazo—. No es tan malo, pero tampoco es muy divertido. ¿Te digo un secreto? Me encantaría poder salir y disfrutar del mundo... ¿Alguna vez has ido a un baile? —Guardó silencio un momento, imaginando en su mente que él contestaba—. Yo tampoco... ¿Qué dices, que baile contigo?... No podría, somos de diferentes categorías. Soy una princesa y tú, un cazador. ¿Qué pensaría la gente?...

Una parte de ella se sentía ridícula por actuar tan infantilmente, pero en su mayoría lo disfrutaba mientras daba vueltas por todo el lugar como si estuviera en un vals, sosteniendo entre sus manos a su pareja y tarareando una suave melodía.

Había encontrado a su nuevo compañero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro