Capítulo 48
–Hola – dejo un beso en su mejilla.
–¿Por qué sonríes de esa manera?
–Estoy curiosa sobre algo
–¿Y ese algo es...?
–¿Juras contestar con la verdad y nada más que la verdad?
–Estás asustándome un poco. Sólo dilo.
–¿Te gusta Fran? –me mira sorprendido –¡Te cache! Si te gusta ¿verdad? –no dice nada –¡Habla! –estoy un poco emocionada. Sólo un poco, lo juro. –No voy a hacer nada sin tu permiso, lo prometo.
–Lo siento, es sólo que estoy un poco sorprendido por la pregunta. Te estás volviendo una chica directa –rasca su nuca – No, no me gusta –hace una mueca.
Es como si me hubiesen tirado un balde con agua fría sobre la cabeza. Lo miro. ¿Qué?
–¿Qué? ¿Estás bromeando? Debes estar bromeando.
–No bromeo. No me gusta Fran.
–Ya entiendo, ¿Vas a decirme que no te gusta, pero te encanta? ¿Es eso? –ríe incomodo
–Uh... no.
–Pero ¿Por qué no? –ahora estoy frustrada. ¡No puede ser!
–Oye, calma.
–Es que no entiendo. Ustedes se estaban llevando bien, Diego. Estaban pasando mucho tiempo juntos.
–¿Yo le gusto? – me pregunta.
Mierda.
No puedo sólo traicionar a Fran, porque eso sería malo ¿no? No puedo ventilar sus sentimientos y menos cuando sé que estos no son correspondidos. Esto es un gran desastre.
–No lo sé –bueno, no estoy mintiendo ni mandando a Fran al frente. Entrecierra sus ojos mirándome. Suspira.
–Escucha, no me gusta. No soy un patán, tú lo sabes. No pude simplemente olvidar lo que sentía por ti un día y al siguiente estar interesado en otra chica y menos si se trata de Franchesca. No voy a hacerle eso a ella, ni a cualquier otra. No es honesto. –Asiento
Entiendo su punto. Y estoy de acuerdo. Tiene sentido. De hecho, me doy una palmada mental por no haberlo pensado antes. Después de todo estoy hablando de Diego.
–Sé que hay algo pasando entre nosotros, no soy tonto y tampoco voy a ignorarlo. Puedes estar tranquila. No voy a mentirte con decirte que me gusta porque lo cierto es que no lo hace, al menos no por ahora.
–¿Por ahora?
–Sí, por ahora. Digamos que me atrae
–Eso es bueno
–Supongo–se encoge de hombros–Dejaré que las cosas pasen a su tiempo. Así que puedes estar tranquila, no le soy indiferente– suelto el aire –Exagerada –rio–Cuéntame cómo te está yendo con Soto.
–¿Fran te contó? ¿Hasta ese punto lo están llevando que ya chismosean? –bromeo. Él rueda sus ojos.
–Que tonta. No, él me lo dijo
–Espera ¿Qué? ¿Cómo es que... –me interrumpe
–Lo conocí hace unas semanas, incluso antes de que entrará al studio. Resulta que él trabaja en un bar al que fui, lo conocí cuando recién llego de México, tuvo que viajar una semana antes de entrar para arreglar cosas de papeleo. Y al parecer con unas copas encima puedes hacerte buenos amigos, bueno, algo así.
–No tenía idea. ¿Por qué no me lo habías dicho?
–No creí que el hecho de tener nuevos amigos fuera tan importante como para decírtelo–puedo notar su tono de burla.
–Entendí el punto, nunca la hubiera imaginado.
–¿Por qué?
–Es que son tan... distintos
–Me agrada, es un buen sujeto debajo de su fachada de brabucón y burlón. Tal vez por eso me agrada
–¡Tú le diste mi número y dirección!
–Sí ¿Te molesto? Él me dijo que iban a hacer un trabajo y que no tenía como contactarse contigo.
–Él supo que tú...
–¿Qué me gustabas? ¿Por qué crees que iba a un bar? –me quedo callada–sí, él lo supo y como que fue un gran dolor de culo diciéndome que tenía que dejarte ir. Charlas con él y unas cervezas fueron lo que me ayudaron a recapacitar, por así decirlo –ríe– y para poder ir a hablar contigo. ¿Ha sido malo contigo?
–No realmente... Es peculiar
–Lo es. Voy a pedirte disculpas en su nombre porque sé que él no te las dará, por si alguna vez te ha incomodado. Así es Soto, pero no tiene malas intenciones, sólo es así.
Estoy algo impactada por esta nueva información. Realmente Diego era la última persona en la que pensé que pudo haberle dado mis datos a Dylan. Quizás me sorprende más el hecho de esas dos personalidades tan diferentes llevándose tan bien.
(...)
León entra a la habitación sólo con su pantalón holgado colgando de sus caderas mostrando su v. Trato de no distraerme con la vista y me enfoco en la laptop frente a mí.
Estoy feliz de por fin estar pasando el borrador del guion teatral a digital. No lo hemos terminado, nos falta desarrollar el final, pero estar transcribiéndolo nos acerca un poco más al resultado final y a terminar este proyecto.
He aprendido que no debo quejarme, realmente es un buen trabajo, y no sé si vaya a ser el mejor para representarlo, pero al menos sé que no es malo. Dylan tampoco lo ha sido, a decir verdad. En este tiempo aprendimos cómo convivir, si bien es cierto que no nos llevamos de lo mejor y ni siquiera somos amigos, hemos creado una relación de compañerismo tolerable... Sí, eso.
Siento a León subir a la cama y después está a horcajadas encima de mi trasero. Estoy en su cama sólo con una camisa suya y mis bragas, recostada sobre mi estómago y un reguero de papeles en frente de mí. León deja un beso en mi mejilla.
–¿Cómo vas?
–Supongo que bien. Es cansado –bostezo
–Puedo notarlo –besa mi cabeza y su peso encima de mí desaparece. Lo siento movilizarse por la habitación. Vuelvo a mi tarea hasta que sus dedos están sobre la laptop. Veo como guarda el documento, la cierra y la pone en la mesita de noche junto con todos los papeles.
–¿Qué haces? –no me responde. Me quita su camisa y recuesta mi cabeza sobre las almohadas de tal forma que estoy boca abajo.
–Tú sólo disfruta y no preguntes–deja mis brazos a cada lado de mi costado. Pone música desde su celular y siento sus manos sobre mi espalda.
–¿Tienes aceite de bebé en las manos? –rio. Huele.
–Sí. Era de Emily –pasa sus manos por toda mi espalda llenándome del líquido. Sus manos van a mis hombros masajeándolos.
–¿Vas a darme un masaje?
–Así es –un pequeño ruido sale de mí en aceptación de lo que sus suaves manos hacen con mi cuerpo. Cierro los ojos disfrutando de la sensación.
Le dedica varios minutos a mi espalda y hombros. Pasa por mi cuello y nuca. Recorre mis brazos hasta mis manos, todo con lentitud y delicadeza. Llena sus manos varias veces de aceite para que pueda recorrer mi cuerpo con más facilidad.
Siento sus manos pasearse por mis piernas. Gracias al cielo me depile por la mañana, si no estaría pasando mucha vergüenza ahora mismo. Van desde mis muslos hasta la planta del pie y de no ser porque estoy en verdad relajada, estaría riéndome por las cosquillas. Acaricia las mejillas de mi trasero introduciendo sus manos debajo de mis bragas.
Cuando me pide que me dé la vuelta, creo que estoy suficientemente adormilada para que no me importe estar desnuda de la parte de arriba. Como sea, León ya me conoce bien. Deja una toalla debajo de mí para no llenar sus sábanas con el aceite. Chico listo.
Primero empieza por mis piernas. Hace lo mismo. De muslos hasta la punta de los dedos de los pies. Repite ese recorrido varias veces en ambas piernas. Luego sigue en mis manos, hasta mis hombros.
Sus manos acarician mi abdomen. Hace movimientos que van desde mi cintura y cadera regresando hasta el centro de mi abdomen. Pasa sus manos por el centro de mis pechos y luego los delinea, sin llegar a tocar mi pezón. Sus movimientos son constantes. Masajea mi clavícula, hombros y cuello hasta mi barbilla. Repite el proceso varias veces.
Cuando parece que está satisfecho, deja una toalla sobre mí y aprovecha para limpiarse las manos con ella. No abro mis ojos, pero siento como se sienta al lado de mí. Pasa sus manos por mi cabello, acariciándolo.
–¿Vas a dormirte? –pregunta en un susurro. Intento responderle, pero creo que no se me entiende. Lo escucho reír –Duerme princesa.
(...)
– ¡Eres tan terca! Eso ni si quiera tiene sentido.
– ¡Claro que sí! –Dylan suspira.
–Bien, entonces tiremos toda la historia a la mierda ¿Eso quieres?
– ¿Por qué tienes que ir a los extremos siempre? –frunce el ceño
–No lo hago
–Siempre lo haces
–Tú nunca me escuchas, Violetta.
–¿En qué jodido momento no te he escuchado? A diferencia de ti, siempre tomo en cuenta tus ideas, aunque me parezcan descabelladas
–Ahora resulta que las mías son las raras–suspiro
–Definitivamente tenemos que parar por hoy, así no puedo trabajar –veo cómo saca la cajetilla de cigarros de su bolsillo. Lleva uno a su boca y cuando va a encenderlo me mira atentamente. Bufa y lo guarda. Enarco mis cejas hacia él.
–No seré tan patán como para fumar frente a ti cuando sé que no te gusta el olor –se encoge de hombros. Empieza a recoger nuestras cosas del escritorio metiéndolas a nuestras mochilas. Lo miro sin entender. Cierra mi mochila y se la cuelga sobre el hombro–vamos por unos tacos.
Como es costumbre, no me da tiempo a reaccionar cuando está saliendo del salón dejándome sola. Saliendo de mi trance, comienzo a seguirlo. Llega a los lockers.
–¡Regrésame mi mochila! –la alza sobre su cabeza sonriendo divertido. No soy tan estúpida como para intentar alcanzarla. Claramente él es más alto que yo.
–No
–¿Puedes regresarme mi mochila? Por favor
–Dije que no
–¿Qué haces? –veo como abre su casillero y mete su mochila junto con la mía –¡Hey! ¡Estás robando mi mochila! –él sólo comienza a caminar saliendo del studio. Lo sigo al estacionamiento. –¡¿Qué crees que haces?! ¿Qué pasa contigo?
–Dije que iríamos por unos tacos y eso es lo que haremos.
–No puedes sólo tomar mis cosas así. Devuélvemelas.
–No–me mira–No les pasará nada. Mañana seguirán ahí, no seas dramática. Ahora vamos a cenar.
¿Quién se cree?
–¿Qué te hizo pensar que iré contigo? –me cruzo de brazos. Suspira.
–No lo hagas más difícil y sólo sube
–¡De ninguna manera subiré a esa cosa! –miro horrorizada su motocicleta. Rasca sus sienes.
–Joder, yo sólo quiero cenar
–¡Pues ve! Volvamos por mi mochila y después te vas tranquilo a comer eso
–Tacos
–Como sea
–¿No sabes lo que son los tacos? –me mira sorprendido.
–Sé lo que son. Una comida mexicana.
–Pero no los has probado–afirma–¿Cómo es que, siendo tu novio mexicano, no te ha llevado a probar tacos?
–No es la gran cosa –me encojo de hombros. Niega con su cabeza repetidamente.
–No sabes lo que dices. Lo siento.
–¿Por qué? No es para tanto, voy a probarlos algún día, sólo que...
Me sorprendo cuando él parece que va a abrazarme, pero en realidad comienza a cargarme.
–¿Qué haces? –forcejeo con él para intentar soltarme, pero él es más fuerte que yo y tal parece que está decidido con su labor.
A pesar de todo el movimiento que hago, creo que incluso mis uñas dejaron marcas en su piel, él logra dejarme ahorcajadas sobre la motocicleta.
–Ahora más que nunca, tengo que llevarte por esos tacos. No puedo creer que no los has probado –Deja el casco sobre mi cabeza –no sigas moviéndote, nos vas a hacer caer.
–¡Esto es un secuestro!
–Exagerada –abrocha el casco concentrado en el broche de este –Por cierto –me mira–ese sujetador que estás llevando, es bastante... interesante–lo miro atónita. Se encoge de hombros –Es tu culpa por cruzarte de brazos– logro darle un golpe en el brazo antes de que suba a la moto adelante de mí. Me mira sobre su hombro –Lo siento preciosa, por más que nos desagrade, tendrás que abrazarme si no quieres caer. –toma mis brazos y los pasa alrededor de su cintura. Voy a retirarlos, pero entonces prende la motocicleta y la equilibra. Por instinto lo aprieto con fuerza y ni siquiera hemos avanzado –Calma, no tan fuerte.
Es un martirio para mi corazón cuando la hace rugir y ni hablemos de cuando avanzamos. Me mantengo con los ojos cerrados. Él insiste en que no va muy rápido, pero maldita sea si no se siente rápido.
Cierro los ojos y un gemido sale de mí.
Esto es la gloria.
–No puede ser
–Te lo dije –creo que es la primera vez que lo veo sonreír realmente –haces unos sonidos muy bonitos con tu boca.
Lo ignoro sintiendo la poca grasa de la carne en mi lengua. Eso en conjunto con la salsa y tortilla es increíble.
–¿Qué te parece?
–¿Conoces el sabor del paraíso? Pues sabe a taco –me sonríe –Son muy ricos.
–Son los mejores que encontré en Buenos Aires. Saben a tacos auténticos mexicanos. Creo que el dueño es de allá –comienza a comerse los suyos. Comemos en silencio.
–Así que conoces a Diego
–Te lo dijo
–Sí. No me lo esperaba–se encoge de hombros.
–Tus razones tendrás
–¿Por qué no me dijiste qué él te había dado mis datos?
–¿Qué importancia tiene ahora?
–Me hubiese gustado saberlo para evitar hacerme películas sobre quién pudo haber sido –entrecierra sus ojos hacia mí, evaluándome –¿Qué?
–Sólo creo que piensas demasiado las cosas, cuando no debería ser así. Sólo actúa y ya.
–Veo que eso te ha funcionado muy bien.
–Al grano, sin rodeos. Di lo que sea que quieres decir –se deja caer en su silla
–Aparte de Diego, no conozco a nadie con quien convivas. Bueno, del studio.
–No soy hipócrita y no me gusta rodearme de ellos.
–Intenso
–Es la verdad ¿Para qué? Te das la vuelta y ya están criticándote o juzgándote
–¿Qué fue lo que te paso tan malo?
–No va a funcionar. No voy a decirte.
–Al menos lo intente
–Diego es un buen sujeto. Lo conocí siendo un estúpido –eso me hace reír
–¿Acaso en algún momento no lo ha sido?
–Un estúpido que iba por la vida siendo miserable y sufriendo detrás de tus faldas–siento que me sonrojo– ¡Vaya! Te has sonrojado.
–Sé que la paso mal por mi culpa. No me siento orgullosa de eso.
–Error. Por tu culpa no, por la de él. Algo más tonto que enamorarse es culparse de que otros se enamoren de ti. No lo hagas.
–Profundo
–Es sentido común –se inclina hacia mí, viéndome atentamente –No mandas sobre los sentimientos de los demás. Ni siquiera sobre los tuyos. Y en ocasiones por más que no quieras interesarte, ya lo has hecho y no hay marcha atrás. Es realmente jodido.
–Podrías sólo dejarte llevar–enarca una de sus cejas –Esa es tu filosofía ¿no?
–En ocasiones puede no ser lo mejor.
–Amigo, tú me confundes
–No soy tu amigo –frunce el ceño. Uh, incomodo– Como sea. Tal vez tengas razón, es mejor intentarlo que no hacer nada
–Y pensar en lo que hubiese pasado–su mirada me intimida un poco. Se hace un silencio algo incómodo. Saco mi celular mirando la hora. Dejo un billete sobre la mesa poniéndome de pie –Gracias por haberme traído, a la fuerza, pero... bueno gracias
–Ahora ¿Qué crees que estás haciendo? Toma eso, yo invito –me devuelve mi dinero.
–Gracias. Supongo que nos vemos mañana en el studio, tienes que devolverme mi mochila – voy a salir del local, pero él toma mi brazo.
–¿A dónde crees que vas?
–A conseguir un taxi –digo como si fuera lo más obvio. Él niega con su cabeza.
–No, no. Yo te traje, yo te llevo. Y no estoy preguntando –se gira a pedir la cuenta.
–A veces eres tan amable –digo sarcásticamente. Alcanzo a ver que me mira sobre su hombro.
Cuando por fin estaciona la motocicleta afuera de mi casa, bajo rápidamente.
–Dime una buena razón por la que tienes está cosa. No es para nada agradable.
–Me gusta la adrenalina
–Todos los motociclistas están locos y se quieren morir ¿o qué? –me saco el casco y se lo entrego. Paso mis dedos por mi cabello.
–Demasiado exagerada–hace una mueca, pero puedo ver un poco de su diversión ante la situación.
–Gracias por traerme. No vuelvo a subirme a eso, por cierto. La próxima vez yo pago el pasaje
–¿Próxima vez? –enarca sus cejas
–Sabes a lo que me refiero
–No, de hecho, no lo sé–entrecierro mis ojos
–Tú quieres ponerme incómoda
–Tal vez
–Bueno, gracias de todos modos. Nos vemos mañana –se queda en silencio y entiendo que no va a decirme nada. Como que las despedidas no son lo suyo. Camino hacia la puerta de casa. Volteo a verlo. Sigue sobre su moto –¿Acaso estabas viéndome el trasero?
El muy maldito no me contesta. Se pone su casco, prende la moto y se pierde de mi vista.
Que degenerado.
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