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Capítulo 40

– Entonces León ¿Qué estudias?

– Eso ya lo sabes papá

– ¿León? – Resoplo

– Actualmente estoy en el Studio, en donde estudia su hija. Por ahora es eso.

– ¿A qué te refieres?

– Me interesan los negocios de mi padre. Me gustaría en algunos años aprender a manejar la compañía y todo lo que se relaciona, pero no creo dejar la música a un lado

– ¿Ni como un hobbie?

– No lo creo. La música me ha enseñado muchas cosas en estos años, me gusta y apasiona, si se me permite decirlo, no soy malo y me gustaría hacer algo con eso

– Ya veo – él sólo le da una mirada a León y se concentra en su comida. Angie es la que se encarga la mayor parte del tiempo en hacer la conversación, ya que ella si me habla.

Cuando terminamos el desayuno, Olga se encarga de llevarnos el postre a la sala en donde los cuatro nos sentamos.

– León, seré muy directo contigo – aquí viene – No me agrada el hecho de que mi hija tenga novio – él solo guarda silencio – Tampoco me agrada que mi hija me haya ocultado algo como eso. No te conozco, pero conozco a Violetta y puedo asegurar que ella fue la culpable. Dice que ya creció y es madura, pero su actitud me dijo todo lo contrario – Auch – Estoy molesto. Molesto por su conducta y porque no me haya tenido confianza y si, sé que en parte es mi culpa, yo hice que ella temiera a mi reacción ¿Pero te parece que eso es motivo suficiente para ocultármelo? En fin, no voy a discutir eso contigo. El punto es que por más molesto que este ella sigue siendo mi hija

– No lo has demostrado mucho estos días – murmuro.

– El que no te hable debería ser suficiente castigo para que aprendas la lección

– Vaya castigo – me da una mirada severa – lo siento.

– Me preocupa y aunque no esté feliz con la idea, entiendo que esto algún día iba a pasar y sólo quiero que seas honesto, un hombre de palabra que me diga las intenciones que tiene con mi hija.

– Quiero a su hija. Honestamente, lo hago – Volteo a verlo. No pensé que fuera a decirlo directamente. León sólo permanece concentrado en mi papá – Le juro que lo último que quiero es hacerla infeliz, tratarla mal o faltarle al respeto. Me interesa cuidarla y velar porque nada malo le pase. Y siendo sincero me asusta y preocupa que yo sea el culpable de dañarla o lastimarla de alguna forma, de darle un corazón roto. Yo tampoco quiero uno. Así que mientras este en mis manos, eso no pasara. No puedo decirle cuanto tiempo durara esto, no voy a mentirle. Sólo sé que esto durara lo que tenga que durar y me sentiría mucho mejor sabiendo que el padre de la chica que me gusta no está en contra de nuestra relación.

– Demasiado convincente – mi papá se pone de pie. Inmediatamente León lo imita, Angie y yo igual – Conozco a tú familia, a tu padre. Eres un buen chico León. No hagas que me arrepienta de confiarte a mi tesoro más preciado. Cuídala y cuídate tú porque entenderás que, si llegas a cometer un error, yo no dudaré en intervenir y sólo Dios sabe de lo que soy capaz de hacer por mi hija.

– Lo sé señor.

– Y no me digas señor, estoy suponiendo que te veré seguido por aquí y me harás sentir viejo. Dime Germán.

– Germán, entendido.

– Te tengo en la mira, muchacho – extiende su mano. León la estrecha. Papá se acerca a Angie – tengo una reunión en un rato, nos vemos después – se despide de ella. Cuando pasa por mi lado se detiene y entonces besa mi frente, después solo sigue su camino hacia su despacho. Eso no me lo esperaba.

– Bastante bien ¿no León? – pregunta Angie

– Bastante bien

– Germán puede aparentar ser duro, pero no lo es. Le cuesta manejar muchas cosas, sólo es eso

– ¿Crees que recuerde que hoy voy a quedarme en casa de Fran?

– Que no vengas a dormir no es algo que se le olvide fácilmente. Él lo sabe, puedes irte tranquilamente – asiento – en un par de horas debo salir también, voy a aprovechar que tu padre no está para salir con mis amigas ¿Quieres que te lleve a casa de Francesca?

– O podría llevarte yo, si quieres – León pasa su brazo por mis hombros

– ¿No es molestia?

– Para nada, no tengo nada para hoy así que no me importaría llevarte

– Listo, así pasan la tarde juntos hasta que tengas que ir con Fran. Yo le aviso a tu papá, ve por tus cosas

– Aquí te espero – Subo las escaleras tan rápido como me es posible gracias al vestido.

(...)

León abre la puerta de su departamento y me deja pasar primero. Ah... Como que me gusta mucho estar en este lugar. Los últimos días me la he pasado aquí y han sido días maravillosos. Después de que prepare mis cosas para la pijamada en casa de Fran, León y yo fuimos a comprar golosinas. Un buen plan para un sábado en la tarde.

Dejo mis cosas en uno de los sillones de su sala mientras que él va a la cocina a preparar las "municiones". Como se me ha hecho costumbre siempre que vengo, me quito los zapatos. Camino a lo largo de la sala hasta llegar al sillón que queda justo en frente del televisor. Entro a Netflix y busco el título de alguna película que llame mi atención. Al final me decido por "Bajo el mismo techo". Creo haberla visto hace algunos años pero sinceramente no recuerdo de que trata. León llega con una bandeja con una soda y una cerveza para él, papitas y algunos caramelos que deja sobre la mesa de centro. Me da una pequeña sonrisa que le devuelvo cuando se sienta a mi lado.

– ¿Una comedia romántica? – Dice mientras se quita los zapatos

– ¿Ya las has visto?

– No, pero he escuchado hablar de ella. Dicen que es buena y Hilary una vez me la recomendó – Nos ponemos cómodos y entonces la película comienza.

Al inicio disfrutamos de la película comiendo las golosinas. En algún momento yo tengo que ir al baño por culpa de la soda y entonces León decidió pausarla. Cuando regreso terminamos con las golosinas, León pasa uno de sus brazos sobre mis hombros llevándome a su pecho en donde me recargo y continuamos viendo la película que hasta ahora me va gustando mucho.

– León...

– Mmm – Me da un beso en el cabello en respuesta. Empezaron a salir los créditos de la película.

– Te amo... – Él solía ser el que lo decía primero, pero en ese momento sentí la necesidad de hacerle saber mi sentimiento. Eleva mi rostro tiernamente hasta tener mi boca a tan poca distancia de la suya y observa mis labios con detenimiento, como si tuviera ganas de probarlos.

– Yo también – corta con la distancia y besa mis labios delicadamente, apenas tocándolos. Y entonces la pregunta que rondaba mi cabeza en los últimos días llega de repente.

– ¿Estás seguro? Quiero decir ¿De verdad lo haces? – él me mira con el ceño fruncido.

– ¿Qué sucede?

– Tengo miedo

– ¿Miedo? ¿Miedo de que? – Hace que me siente derecha para poder vernos frente a frente

– Miedo de que nada de esto sea real, miedo de que yo este soñando, que en algún momento despierte y todo sea como antes y tú ya no estés a mi lado. Miedo de que te canses de mí y dejes de quererme – hago una pausa – Miedo de que sólo estés jugando conmigo y yo no signifique nada para ti. Que todo esto sea una farsa – Una mueca de disgusto comenzó a formarse en su rostro. Niega con la cabeza.

– Aún no entiendes lo que significas para mí – toma mi rostro con sus manos y me acerca de nuevo a él – Estoy perdida y completamente enamorado de ti... te necesito, te quiero, me encantas... Te amo. Y no creo que pueda cansarme de algo que hace latir tan fuerte mi corazón – besa mis labios apenas – Eres la dueña de mi corazón... puedes hacer lo que te dé la gana con él. Soy tuyo, maldita sea. ¿Crees que yo no tengo miedo? Lo tengo. Miedo a perderte, de hacer algo que te aleje, de que me traiciones y me des la espalda como muchos lo han hecho. Está bien tener miedos, eso quiere decir que esto de verdad es importante para los dos. Es lógico sentir miedo cuando algo se siente tan bien y no queremos perderlo.

<<Pero ¡Joder! – Recarga su frente de la mía – Te amo y no me importa que tardes en entenderlo, porque no voy a cansarme de decírtelo. Te amo, te amo, te amo – No pude más y acorté la distancia.

Su lengua se mezcló con la mía y el sabor de su boca era una mezcla paradisiaca de alcohol y su propio sabor. Es dulce y adictivo. Llevo mis manos a su nuca y el beso se vuelve más profundo. Lentamente me coloco sobre su regazo sentándome a horcajadas sin separar nuestros labios deseosos de más. Me saborea con calma, disfrutando. El aire empieza a ser escaso. León se dio cuenta así que descendió sus labios a mi mentón hasta mi cuello con lentitud tomándose el tiempo de besarme delicadamente. Eso fue demasiado para mí.

León me provocaba sensaciones maravillosas e inigualables. Lamia un poco mi piel, besaba y mordía.

– Como que te gusta mucho marcarme ¿No? – murmuro divertida y un tanto agitada.

– Lo siento, no lo puedo evitar – dio un beso en el centro de mi garganta – Me fascinas.

Trataré de no sentirme una vaca. No lo dije porque estuve más concentrada en cómo sus manos empezaron a acariciar mis muslos levantando mi vestido. Lo tomé por el mentón con dulzura y comencé a besarlo de la misma forma.

Necesitaba de él tanto como él de mí. No me detendría. Ya no.

Sus dedos trazaban círculos sobre mi piel y de tanto en tanto sus manos recorrían mis piernas hasta volver a mis muslos. Su saco comenzó a estorbarme. Lo deslice sobre sus hombros, pero él termino lanzándolo a algún lugar. Pase mis manos por su amplia espalda mientras él besaba uno de mis hombros. Mis manos descendieron por su espalda baja, jalé su camisa hasta que logré sacarla de su pantalón. Una de sus manos subió sobre el vestido hasta mi espalda acariciándome. Mis dedos se enredaron en las hebras castañas de su cabello y guiaron su boca a la mía.

Mordió mi labio inferior antes de succionarlo, la mano que antes se encontraba en mi muslo ascendió hasta mi trasero y le dio un apretón que ocasionó que un sonido, ya no tan extraño para mí ya que León los provocaba muy seguido, saliera de mí y se ahogara en su boca. Un gemido. Mordí suavemente su labio superior y luego me alejo para mordisquear su mandíbula hasta su oreja.

– Diablos – musita cuando me remuevo sobre él. Estoy ansiosa y el sentir algo debajo de mí presionando no ayuda. Su agarre en mí aumenta acercándome aún más a él.  Mis manos reconocidas por ser ansiosas bajan en busca de los botones de la camisa de León. Comienzo por desabotonarla hasta que logro tocar la piel de su pecho. Es tan suave y sus pectorales son tan firmes. Me encanta.

Rodeo su cuello con mis brazos cuando siento que empieza a ponerse de pie. Mis piernas rodean su cintura y con sus manos en mi trasero, camina a ciegas mientras su lengua invade mi boca. Entre tropezones y algunas risas, mi trasero choca con la barra de mármol de su cocina. Me sienta y se para entre mis piernas. Agitada suelto sus labios para seguir con mi tarea de quitar la camisa de León. Voy por los botones faltantes mientras él besa mi cuello. Una vez abierta su camisa toco todo lo que está a mi alcance. Paso mis manos por su abdomen y cuando toco la v marcada en su ingle, toma mis labios con los suyos de nuevo en un beso que comienza a ser húmedo. Acaricio su nuca con mis manos y él vuelve a cargarme.

No hace la cosa típica de dejar a la chica en la cama. Él me baja y deja sobre mis pies. 

Me mira, y juro que nunca había visto una mirada tan bonita.

– No tenemos que hacer esto si no quieres – Con su pulgar acaricia mi mejilla – Puedo esperar

– No quiero esperar. Quiero sentir esto contigo.

Lo besó. Porque me encanta hacerlo y porque empiezo a sentirme nerviosa. Pero no voy a dar marcha atrás. No quiero y ni puedo hacerlo.

Por fin quito su camisa. Mis manos recorren su espalda desnuda sintiendo cada uno de sus músculos tensos bajo mi piel. Sus manos recorren mi espalda y entonces siento como comienza a bajar el cierre de mi vestido, este se afloja y con su ayuda cae al suelo alrededor de mis pies. Ropa interior, no es la primera vez que me ve así. Me observa por unos pocos segundos hasta que me abraza mordiendo mi barbilla, dejando besos a lo largo de mi mejilla y mandíbula.

Sé lo que sigue y lo que tengo que hacer, bueno algo así, he leído muchos libros con escenas sexuales, pero nada se compara con estar presenciando el momento y mucho menos a ser una de los protagonistas. Por lo que, tomando valentía, vaya a saber de dónde, voy a por el botón de su pantalón. No es tan fácil como parece desabrocharlo, pero lo logro.

Bajo el cierre de este justo cuando León baja uno de los tirantes de mi sujetador con una delicadeza que me parece increíble y comienza a dar besos lentos a mi hombro desnudo. Lo siguiente que sé es que sus manos recorren mi espalda despacio dejando caricias en el proceso hasta que mi sujetador definitivamente se ha vuelto flojo.

Ok. Segunda vez sin sujetador. Tú puedes Violetta.

Es inevitable que los nervios aumenten con cada segundo que pasa.

Lentamente lo saca de mi cuerpo y este cae al suelo junto al vestido. Y juro que le agradezco a Dios que de nuevo no vea mi desnudez. En el momento de sacarlo fue pegando nuestros cuerpos hasta que nuestros pechos desnudos se juntaron y no logro observarme. Una prenda más y estoy completamente desnuda y como me gusta la justicia mi nueva misión es quitarle ese pantalón. Busco sus labios con los míos y rodeo su espalda con mis manos, las bajo hasta la cinturilla de su pantalón y comienzo a jalar hacia abajo, pero claro que por ser un pantalón ajustado tenía que haber problemas.

– ¡Baja, por favor! – rió sobre los labios de León. Él también lo hace y apiadándose de mí, se quita el pantalón. Cuido que al hacerlo no se separe mucho de mí. Ya saben, yo siendo penosa porque no quiero pechos al aire. Ahora si estamos parejos.

Vuelve a besarme. Sin verlo venir pasa un brazo por debajo de mis piernas y otro en mi espalda, así me carga. No deja de besarme cuando comienza a caminar. Y ahora sí. Siento la comodidad de su cama en mi espalda y mi cabeza sobre sus almohadas. Se coloca sobre mí cuidando no dejar caer todo su peso. Su tacto tierno pasea por mis piernas, por mis muslos, por mi cintura, que lentamente fue ascendiendo hasta presionar su palma en uno de mis pechos. Puedo sentir claramente su erección contra mi vientre. El conocido cosquilleo comienza a aparecer con más intensidad que las veces anteriores. Me aferro a su espalda cuando, no conforme, su otra mano desciende hasta acariciar una de las mejillas de mi trasero. Deja mi boca para darnos un poco de oxígeno. Mis labios palpitan y se sienten algo hinchados. Muerdo su hombro.

Me mira, y sé lo que significa esa mirada.

Comienza a dejar besos delicados por mi cuello, son como una caricia que pasan a mi clavícula. Y entonces todo él desciende dejando poco a poco al descubierto mis senos. Va dejando un camino de besos por el valle de mis pechos. Muevo mis manos hasta su cabello incapaz de saber que hacer. De pronto su aliento esta sobre mi pecho libre. Veo el techo. Muerdo mi labio involuntariamente cuando su lengua esta sobre mi pezón. Emito un fuerte jadeo cuando su mano aprieta mi otro seno. Mis pechos están siendo atendidos por primera vez en la vida y es tan extraño como placentero. Mis manos en su cabello se aprietan y temo haberle hecho daño, lo cual no parece ser el caso ya que el movimiento en su boca es constante. Aprieto los dedos de los pies y alzo una pierna. Prácticamente me retuerzo por las sensaciones. Sensaciones increíbles que me recorren de pies a cabeza.

¡Que jodidos me espera!

Después de algunos minutos o quizás segundos, le da la misma atención con su boca al otro seno. Lo libera con un pequeño sonido al cabo de un rato y sigue con sus besos más abajo. En mi abdomen, cintura, caderas sigue más abajo hasta mis muslos y piernas. Recorre mi cuerpo delicada y lentamente, deteniéndose en ciertas partes, arrancando jadeos y gemidos.

Nunca, en lo que llevamos juntos, lo había sentido tan osado.

Se pone de pie y al dejarme expuesta ante él, las ganas de cubrirme son demasiado fuertes. Sus pupilas se dilatan y contiene el aliento observándome de pies a cabeza mientras yo muerdo mi labio aferrada a las sábanas tímida, un tanto ansiosa.

– En serio eres preciosa, Violetta – Pudor. Sentí mucho pudor. Sin embargo, no me moví y dejé que me estudiara. Parecía anonadado, perplejo. Y me sentí tan bien con esa reacción. Yo sé que no debo avergonzarme, soy hermosa por el hecho de ser mujer, pero si lo ponemos en perspectiva, tengo buenas dimensiones. Mis pechos son del tamaño promedio para alguien de mi edad. Mientras él me mira, yo lo observo. Es hermoso y demasiado sexy. Soy consciente de que su bóxer no estaba así en la mañana u otros días y empiezo a hacerme a la idea de que lo que se encuentra debajo no es para nada inofensivo. Mis mejillas arden.

Lo atrapo observándome algo divertido. Me da una sonrisa y viéndolo a los ojos se agacha llevándose consigo una prenda que me era muy familiar en los últimos días. Y sin duda lo que mis ojos curiosos ven, no es para nada familiar.

– Eso se ve como que va a doler

¿Lo dije o lo pensé?

León ríe.

Mierda. Lo dije.

León se hinca en la cama, me dedica una sonrisa y empieza a besar mi muslo. Sube lamiendo y chupando por arriba de la cinturilla de mis bragas mientras sus dedos rozan el elástico. Llega con sus besos hasta mi estómago. Entonces comienza a deslizar mis bragas con sus manos muy lentamente viendo su trayecto hasta que quedan fuera de mi cuerpo. Instintivamente una de mis piernas se alza de nuevo. Él besa mi rodilla y con sus manos acaricia mi muslo. Sube hasta estar sobre mí de nuevo, cubriéndome. Sentirlo piel con piel, pegado a mí, con la temperatura a tope es uno de los momentos más impactantes de toda mi vida. Comienza a besarme como todas esas veces en las que ha sido demasiado tierno, con una delicadeza como tratando de no hacerme daño. Clava sus ojos en los míos. Su mirada es interrogante, sus pupilas están demasiado dilatadas y su castaño cabello demasiado desordenado.

– Si quieres que pare... pararé – jadeó. Sus brazos están a cada lado de mi cabeza y sus manos acarician mi cabello. Ni en sueños. Lo acerco de nuevo a mí y lo beso ansiosa, haciéndole ver que estoy completamente segura de lo que hago. León estira uno de sus brazos, escucho como abre un cajón de su mesita de noche, abre el paquete con los dientes y su mano se pierde entre nosotros. Una vez que el preservativo está puesto, sus labios vuelven a besarme.

Sin mucha demora siento como, sin preverlo, entra en mí de un solo movimiento y enseguida se detiene. Me recorre una extraña sensación. Jadeo al sentir la invasión. Dolor, hay dolor, pero también hay mucha incomodidad. Me aferro a él con todo mi cuerpo tenso emitiendo un quejido ahogado. Puedo sentir que mis uñas seguramente lastimaron su espalda.

– Tranquila, mi amor... tranquila – mis ojos se cierran fuertemente – Respira, ya pasa... lo juro – puedo reconocer la preocupación en su voz. Sin moverse más, besa mis labios de forma sutil, lamiendo mis comisuras con delicada sensualidad, acariciando mi rostro con dulzura. Intenta relajarme y lo está logrando a pesar de que soy consciente de su invasión. Sus caricias y besos no me permiten concentrarme en ello porque empiezan a ser más placenteras. Después de un tiempo en el que definitivamente ya me encuentro con la atención en otra cosa, reanuda sus embestidas muy lentamente. Entrelaza sus manos con las mías y las lleva por sobre mi cabeza. Recarga su frente de la mía y besa mi nariz antes de dar una embestida un poco más fuerte que las anteriores. Me mira todo el tiempo – Te amo, Violetta. – Sonrió.

A medida que pasa el tiempo y me deja acostumbrarme, el placer comienza a aparecer, cada vez más largo y más fuerte. Suelto una de sus manos deseosa de tocarlo y la llevo hacia su trasero desnudo el cual aprieto contra mí. Esa es la señal para que León no se contenga más. Su mano libre alza una de mis piernas y la enrolla alrededor de su cadera logrando un mejor ángulo de acceso a mí. Las verdaderas embestidas comienzan. Cada vez más rápidas y profundas. Y aunque sea mi primera vez, estoy disfrutándola mucho. Muchos gemidos salen de mí. Me dejo llevar, relajando mi cuerpo.

Muerdo su barbilla. Después de un rato mi cuerpo tiembla, mis ojos se ruedan y su nombre escapa de mis labios. Mis uñas se clavan en su trasero. Siento una revolución dentro de mí, fuegos artificiales y mucho más cuando me lleva al éxtasis, clímax o como quieran llamarle, después de todo, a un orgasmo. Y siento que nunca va a terminar, no mientras él se mueva con más rapidez y más profundo buscando su propia liberación. Lo siento tensarse y luego su cuerpo se estremece. Hay una sonrisa de niña boba en mi rostro cuando susurra mi nombre y se desploma sobre mí. Nuestras respiraciones son terribles. Acaricio sus cabellos mientras nos recuperamos.

Acabo de vivir uno de los momentos más mágicos de mi vida. No tengo palabras. León es mío. Yo soy suya.

¡Joder! Acabo de perder mi virginidad.

León deja un beso en mi pecho. Me cubre con la sábana y se va al baño. Yo sólo puedo mirar al techo asimilando lo que acaba de suceder. León vuelve del baño con una toalla en la mano. Sigue desnudo así que dirijo mi mirada a otro lado. Él ríe.

– Iba a preguntarte que si confías en mí, pero creo que ahora es algo idiota – ríe – Bueno ¿Me dejas hacer algo? No, no, eso tampoco queda – lo miro divertida – Bueno, de todos modos voy a hacerlo – Se mete a la cama y retira la sábana. Me pongo nerviosa cuando se acerca a mi entre pierna – Tranquila, sólo quiero limpiarte y cuidarte – besa mi pantorrilla. Esto es demasiado vergonzoso así que tapo mis ojos con mi brazo. Siento como pasa delicadamente la toalla húmeda por la zona – Listo – Escucho como la toalla cae al suelo. León se acomoda a mi lado y nos cubre de nuevo. Quita mi brazo de la cara mirándome con una sonrisa y luego me lleva hasta recostarme en su pecho. Besa mi frente y acaricia mi brazo distraídamente - ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño?

– No – me apresuro a decir. Lo abrazo – Me has hecho sentir muy bien – Lo miro y sonrió – Estoy muy feliz

– Creo que yo más – Sonriendo deja un beso sobre mis labios – Feliz aniversario, mi amor – Abro los ojos como platos y me incorporo rápidamente sin importarme que mi desnudez quede a la vista. El arquea una ceja y me ve divertido – Adelantado – Completa. Le doy un golpe en pecho.

– Me has asustado – él ríe – creí que lo había olvidado – Me abraza de nuevo

– Yo creo que si lo has olvidado... es mañana – silencio

– Y... Eso yo lo sabía

– Eres malísima fingiendo 

– No pensaste eso hace rato – Me ve mal. Suelto la carcajada.  Sin pensarlo me subo encima de él a horcajadas – Eres un tonto y te amo – Mis cabellos caen en su rostro el cual tomo para darte un beso tronado.

– ¿Me llamaste tonto? – Toma mis caderas

– También dije que te amo

– Esto no se queda así – Me toma desprevenida. Me avienta hacia el otro lado de la cama, sin brusquedad, y comienza a hacerme cosquillas.

Me encanta esto. A pesar de lo que sea siempre seguimos siendo nosotros.

Estoy segura de que la decisión que tome esta tarde fue la correcta y no me arrepiento. Fue perfecto cada momento que paso. Jamás lo olvidaré. Y sé que no pude haber escogido a alguien mejor para compartir uno de los momentos más importantes de mi vida. A León. A mí León.

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El número 40 es un bonito número ¿No creen?

Que tengan un excelente día ;)

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