🥀PRIMERA PARTE🥀
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—Mi amor ¿Te duele? ¿Quieres parar?— La voz de Tomioka siempre es suave y gentil durante el sexo.
La sensación de esos labios tibios sobre su frente, a la vez que unas manos fuertes lo tomaban de la parte posterior de sus muslos para abrirlo aún más, hacía dar vueltas a la cabeza de Obanai, quien no podía hacer otra cosa que no sea responder con gemidos vagos y palabras cortas.
Los ojos de Tomioka eran tan azules y penetrantes, siendo gentiles y complacientes cada vez que quiere brindar el placer que su pareja necesita. Iguro no sabe qué más hacer, una de sus manos aprieta la almohada con la que se cubre vergonzosamente de la mirada ajena y la otra tapa su boca, la cual no ha dejado de soltar gemidos y sonidos húmedos que no hacían otra cosa que no sea avergonzarlo.
Escucha el sonido de un cierre abriéndose y ni siquiera debe asomar su cabeza para saber que Tomioka se está preparando para por fin penetrarlo, después de tantos besos y dedos resbalosos llegó el momento que anhelaba.
Tiene la ligera curiosidad de poder alzarse y ver cómo el pene de su pareja parece desaparecer en su interior cada vez que tienen sexo, sin embargo, se cohibio y prefiere seguir mirando a otra parte. Su pecho se infla cuando siente la cabeza del miembro rozar contra su entrada, la cual parecía contraerse en anticipación, deseando poder recibir con mucho gusto la invasión.
Escucha la respiración pesada de Tomioka cuando juega un poco, tanteando libremente alrededor de su agujero y manchando con el pre-semen toda la intimidad de Obanai. Dura unos segundos así hasta que escucha el gemido insatisfecho de Iguro, Giyū alza la mirada queriendo visualizar el rostro de su pareja y lo hace, viendo como tiene las cejas arqueadas y su boquita arrugada, mientras que sus rojizas mejillas parecieran haberse inflamado un poco.
De veras lo quería dentro.
Tomioka quiso por un segundo hacerlo rogar, quería escuchar de la propia garganta de su novio lo mucho que desea ser empotrado. Lastima que no se atrevió a pedirlo y simplemente se rió de la tierna expresión de su Obanai.
—Oh, mi amor.— Dice suavemente volviendo a acercarse al rostro de Iguro, está vez besando sus labios.— Ya voy a entrar, no te aceleres.
El sonido avergonzado de Obanai por esas palabras lo hace sonreír aún más, y después cumple los deseos de su pareja. Se aleja y sujeta las piernas de Iguro, las separa todo lo que la flexibilidad de Iguro pudiera permitir y entra; lento, seguro y amorosamente en la cavidad de su novio, sintiendo las pieles húmedas y tibias de Iguro abrirse para él, abrazando con perfección su pene sacándole un gemido bajo por el placer que le recorrió en la espalda.
Obanai jadea y cierra los párpados, sintiéndose cada vez más lleno por el tamaño de su novio, abre la boca y deja escapar leves gemidos asfixiados por no saber muy bien cómo recuperar el aliento que se le escapa, aún así es capaz de implementar una ligera sonrisa boba en sus labios, le gustaba esta sensación; sentirse lleno y complacido mientras podía complacer a su pareja, todo esto le encantaba. Sobretodo por las pequeñas motivaciones que Tomioka le brindaba.
—Lo estás haciendo muy bien, corazón.— Dice cuando, con lentitud, por fin logra ingresar por completo en Obanai, se queda un segundo quieto y después se dirige al menor. Observa como su expresión llorosa y placentera vuelve con una sonrisa.— ¿Te duele algo?— Obanai niega, deja de sostener la almohada y la tira a un lado, mueve sus brazos para abrazar a Tomioka del cuello, también sus piernas se aferran exitosamente en las caderas del mayor.— Yo sé, amor, yo sé, tranquilo.
—Te amo, Giyū.— Dice Iguro en voz baja, cerca del oído del nombrado después de haber expulsado un poco de aire.— Te amo mucho, enserio.— Se hunde en el cuello de su pareja y esconde sus ojos llenos de lágrimas allí.
Es una mala costumbre, no tiene idea del porqué, pero siempre tenía esa necesidad de llorar durante o después del sexo, era vergonzoso, no le gustaba ser tan ridículamente sensible. Le parecía desagradable y molesto, pero no podía parar. No cuando Giyū siempre está siendo tan amable con él.
—Obanai...— Susurra Tomioka al escucharlo soltar un sollozo, el hombre se aleja un poco queriendo secar las lágrimas de su pareja.— Yo también te amo mucho, demasiado.— Besa una mejilla de Obanai y después se va a la otra.— Eres un hombre magnífico, es imposible no amarte.
El rostro de Iguro es llenado de besos, besos suaves y alentadores que logran hacerlo sonreír y después llorar más pausado pero abundante, suspirando satisfecho cuando las caderas de Tomioka comienzan a moverse.
Para más comodidad Tomioka se aleja de Iguro, suelta el abrazo flojo pero amoroso que lo sostiene de los hombros y prosigue a tener un panorama mejor, donde puede ver perfectamente como la boca de Obanai es cubierta por una de sus manos para evitar soltar gemidos fuertes y observa los ojos de Iguro cerrándose en ocasiones para evitar voltearlos y que queden en blanco. Obanai intenta conservar la discreción, pero simplemente es tonto actuar así cuando están solos.
Tomioka sujeta ambas manos de Obanai, las pone a un costado de su cabeza y entrelaza los dedos de ambos, afincando contra el colchón. Siente como su calor va aumentando por sólo tomar la mano de Obanai. Ahora puede ver mejor y sonríe, la boca de Iguro temblando y mordiéndose para evitar supuestas vergüenzas, Giyū considera que no hay nada de que avergonzarse.
Conociendo a la perfección cada pequeña parte del cuerpo de Iguro, Giyū hace un movimiento fuerte y sus embestidas se dirigen al punto abultado en el interior del menor, penetrando en ese lugar con cuidado de lastimar y sobre estimular, por haber hecho eso fue recompensado con una vista hermosa y unos gemidos gloriosos.
—¡Ahhh! Ah... Sigue a-así, por... Por favor, ugh ¡Ah!— Escuchar como Obanai perdía la compostura era su verdadera ganancia cada vez que hacían el amor.— ¡Giyū, Giyū...! ¡Más, más!
Le gusta verlo sonrojarse, verlo pedir por él y amarlo, eso era lo mejor de todo para Tomioka. Tenerlo debajo de él para amarlo y complacerlo, pagarle de alguna manera todo lo que Obanai había hecho por él. Le gustaba ver aquellas lágrimas en el rostro del menor porque sabía que eran de felicidad, de simplemente no saber cómo gestionar las emociones y terminar desmoronándose.
Aquellas lágrimas le recuerdan y calman, al menos un poco, aquel secreto sucio que escondió en sus entrañas, una perversión que nunca podría comentarle a Obanai y ese era...
A Giyū le excitaba mucho verlo llorar.
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—Tomioka, ¿Estás aquí?— Pregunta un hombre de baja estatura, pero no obtiene respuesta.
Obanai llegó a la oficina temprano ese día, queriendo conseguirse con la presencia de su jefe, quien también era su novio, para pasar el rato antes de que todos los demás empleados llegarán a cumplir su horario laboral. Sin embargo, para su no sorpresa, Tomioka no estaba y no parece que quiera llegar pronto, debidamente se le volvieron a pegar las sábanas y no quiera levantarse a cumplir sus responsabilidades.
El joven suspira, siente que su jefe es un perezoso y después se dirige al escritorio del hombre, se sienta en la silla de oficina y la arrastra con las ruedas acercándose a la mesa, observa con detenimiento como todo sobre la superficie se encuentra perfectamente organizado y limpio, todo gracias a su propia persona.
Iguro siempre se encarga de cuidar la imagen de su novio, acomodar los papeles que no quiera tocar y arreglar los desastres que el mayor pueda dejar antes de irse a casa. No causaba molestia, después de todo, no solo Tomioka era su novio y disfrutaba de ayudarlo, sino que, es su jefe y él trabaja como su asistente, lo quiera o no tendría que ayudarlo para cumplir su trabajo.
Se recuesta en la silla dejando que su peso lo mueva en el mueble para atrás, mira el alrededor y no siente la presencia de nadie cerca, con temor detiene sus ojos en el reloj colgado pensando que fue un tonto por llegar tan ridículamente temprano, ni siquiera le avisó a nadie para que lo acompañará. Obanai pensó que de alguna manera Giyū sabría que él estaría allí, sin siquiera recibir una pista. A veces Iguro piensa que su novio le puede leer los deseos, cuando lógicamente no es así.
Sin pensar en alguna cosa más vuelve a mirar el escritorio, como todo estaba hecho de una madera visiblemente costosa, de un color marrón oscuro con un pulido brillante, se distrajo por el reflejo de la luz sobre la superficie por largos ratos hasta que decidió curiosear un poco.
Vuelve a arrastrar la silla hasta el escritorio pero está vez revisa los cajones de su jefe, primero el que sobresalía ligeramente y pareciera no haber sido cerrado a propósito, aunque Iguro lo pensó por un momento y supuso que simplemente fue Tomioka quien lo olvidó cerrar. Vió unos papeles del negocio y la agenda de su jefe, que no se preocupó en revisar porque su trabajo era recordarle a Tomioka qué es lo que debe hacer en todo momento del día. Conocía ese cuaderno a la perfección como si lo hubiera escrito él.
Siguió revisando el contenido del cajón consiguiendo un par de fotos de Tomioka en la secundaria y universidad, podría decirse que no ha cambiado nada desde entonces. Deja las fotografías de lado, ignorando el sentimiento de nostalgia porque Obanai no lo conoció en aquellos tiempos, y así sigue con su trabajo de seguir curioseando los papeles ajenos.
Papeles de trabajadores, currículums, informes, cheques de pago...
No había nada divertido que ver.
Debidamente Tomioka no sea una persona muy interesante, no tiene secretos de oficina más allá de su relación.
—Oh, qué perdida de tiempo.— Susurra el joven arrugando sus labios mientras acomoda los papeles.
Pone los papeles unos sobre otros de la misma manera en la que estaban antes para volverlos a colocar en su lugar, como si no hubiese revisado nada, pero se detiene en el momento que le da un segundo vistazo al fondo del cajón. Deja de hacer lo que está haciendo, suelta la pila de papeles en el escritorio y sus ojos bicolores se abren de una manera poco vista.
Eso no debe ser lo que él cree.
Se acerca rápidamente abriendo de sobremanera el pobre cajón, el cual se sale de su posición y se cae al suelo haciendo un estruendo en el piso, pero poco le importó por la ausencia de personal en la empresa. Se baja de la silla y se arrodilla en el suelo viendo como en una esquina había una revista difícil de ver, pero que al mismo tiempo lo invitaba a acercarse y tomarla.
Con cuidado y temor de estar haciendo algo debidamente indebido toma la revista entre sus manos, viendo la portada y observando las enormes palabras JUEGOS-BDSM en una esquina. Sus ojos no se sorprenden por el nombre pero sí con lo gráfico de la imagen lúcida en la portada. Había una mujer castaña arrodillada con los ojos vendados por una tela negra, sus labios abiertos mientras sacaba obscenamente la lengua y el resto de su cuerpo se encontraba desnudo, lo único que la "cubría" eran unas cuerdas rústicas que fueron amarradas por su torso, alrededor de sus senos haciendo que estos se vean hinchados y apretados, pasando por sus brazos para que estos se encuentren atados detrás de su espalda. Pero lo que más le sorprendió fue una especie de látigo rozar el costado de su rostro, tocando diminutivamente la piel.
Obanai hizo una exhalación y dejó caer la revista cuando vió como en la piel de la mujer habían pequeñas tiras rosas, como si con aquel látigo la hubieran golpeado repetitivamente.
La revista estaba en el suelo, el cajón deshecho en un lado y los papeles estando desordenadamente sobre el escritorio de Tomioka, debía limpiar su desastre y hacer como si hubiese visto nada, pero no podía. Era absurdo que él pensara en hacer alguna cosa que no sea preguntarse porqué una revista BDSM estaba en el escritorio de su novio. No tenía sentido alguno.
Llevo su mano al rostro para tapar su boca, se quedó así unos segundos mientras su cuerpo luchaba contra la necesidad de tomar esa revista y revisar hasta el último detalle. Si Giyū tiene algo como eso tan secretamente escondido en una de las esquinas de su cajón es porque no quiere que nadie, sobretodo él, lo descubra.
Sus manos temblaron pero mando todo al carajo cuando la tomó y la abrió en una página a lazar, había otra mujer azabache en el suelo como si fuera un animal, incluso de su trasero podía sobresalir una cola peluda proveniente de algún disfraz, vió la imagen completa y tenía un collar de perro sujeto a una cadena que conducía a la mano de un hombre vestido de negro con el rostro cubierto en una capucha.
Temblando sus manos pasaron a la próxima página, con una fotografía no tan distinta a la anterior en términos de rareza, un una mujer rubia acostada boca abajo en una cama, con su trasero al aire mientras era llenado por lo que parecían ser juguetes sexuales de gran tamaño, estaba de igual manera amarrada de sus brazos en una posición que distinguió como incómoda, con una pelota roja metida en la boca.
Otra vez, en la piel de la mujer se veían marcadas las rojas siluetas de una mano.
Obanai no quiso ver más, dejó la revista a un lado y se puso a pensar porqué Giyū tenía una revista fetichista en sus cosas. Bajo su perspectiva no tenía sentido alguno, Tomioka no era un hombre al que le gustara esa clase de cosas. Era tranquilo, reservado con la intimidad y muy amable en el proceso. Siempre había sido un caballero.
Era tan tierno y especial que si se esfuerza lo suficiente aún podía sentir a su corazón acelerarse de ternura por recordar alguna pequeña cosa que Tomioka decía mientras hacían el amor, porque Obanai pensaba eso. La intimidad de ambos era amorosa, tierna, paciente, Tomioka nunca se iba a los extremos e Iguro no era el más deseoso del sexo. Jamás le llamó la atención tener una vida sexual notablemente activa o sorprendente en cada oportunidad.
Obanai se describía en ese aspecto como alguien aburrido.
Aburrido.
Tal vez por eso Tomioka jamás le comentó nada sobre esto, piensa que es aburrido.
No puede ser eso cierto.
Obanai piensa, intenta buscar un momento donde Giyū se haya visto insatisfecho con su intimidad, pero no recuerda nada. Siempre está mucho más ocupado en calmar su propio corazón alocado que en Tomioka, puesto que el mayor siempre estaba complaciendolo, con palabras, con 'juegos previos' o con los cuidados que recibe al terminar el encuentro.
De pronto, se sintió tan estúpido por no ser capaz de percatarse que Tomioka todo este tiempo se había sentido insatisfecho con la vida sexual que compartían.
El asistente no quiere pensar en esa posibilidad, no soportaría la idea de estar aburriendo lentamente a Tomioka, quiere complacerlo y hacerlo feliz a como diera lugar, no le interesa más nada.
Vuelve a tomar la revista, la observa una última vez y sigue leyendo su contenido sin descanso. Memorizando posiciones, leyendo pequeños consejos que están regados por allí o por allá, pero sobre todas las cosas, busca los nombres de los "juguetes" o, aparatos de tortura, que son recurrentes en cada página hasta que en las hojas finales puede verse una lista de los artefactos, todos con un precio a lado y el sitio de una página web, dejando explícitos que puede comprar todo eso por línea.
Lo piensa un segundo, considerando que tal vez deba hablarlo antes con Tomioka, pero después piensa que sería inútil. Giyū le dirá que no está interesado en estás cosas y lo dejara apartado de este mundo aterrador con tal de protegerlo, o porque piensa que seguramente será muy llorón y quejica para adentrarse en el BDSM. Y, a decir verdad, sí lo era, en este momento siente miedo de que usen esos juguetes en él. Le disgusta y lo siente impropio, de todas formas no se escucha así mismo.
Y así como desordenó con mucha rapidez toda la oficina, fue capaz de dejarla reluciente y todo en su sitio con la misma velocidad, teniendo la pequeña excepción de meter la revista en su bolso, oculta entre sus cosas para así no llamar la atención de ojos curiosos.
Se sentía ansioso, incapaz de concentrarse en ese día y con muchas dudas en su cabeza, analizó mejor su situación y concordó que no quiere verle la cara a Tomioka hoy, no se sentía dispuesto así que se levantó, dió un vistazo al escritorio confirmando que todo se encontrara como en un inicio, para después tomar su bolso e irse de la oficina. Caminando con rapidez para irse y mentir sobre alguna emergencia estúpida que se le presentó.
Pero su cuerpo se congela al ver como Tomioka salía del ascensor siendo acompañado por Uzui, otro de sus superiores. Sujetó con fuerza y receloso el bolso en sus manos, esperando que Tomioka y Uzui terminen de hablar al frente del ascensor para que se percaten de su presencia y le den espacio, cosa que sucede. No sin antes alzar la ceja y mirarlo con interrogación.
—¡Iguro! Qué bueno tenerte por aquí tan temprano.— Exclama el albino con una sonrisa.— Me alegra saber que haya un empleado que sí sea responsable en el trabajo y cumpla con el horario laboral.— Dice Tengen fingiendo envidia, pues no era la primera vez que espera que sus asistentes lleguen antes de la hora pautada en el contrato.— Quiero que le órdenes a cafetería unas tazas de té y galletas, Tomioka y yo estaremos en la sala de juntas y-.
—¡Ups, lo siento!— Dice interrumpiendo y fingiendo interés en lo que él hombre de cabello blanco tenga que decir, sinceramente le da igual. Uzui no es su jefe directo, entonces no debe porque estarle ordenando nada.— Se me presentó un inconveniente, tendrá que esperar a Kamado o Kochō, Licenciado.— Se excusa rápidamente, pasando de lado de los hombres más altos.
Toca el botón del ascensor pero luego es tocado en el hombro por la mano firme de su jefe, eso le provocó una incertidumbre y lo hizo voltear enseguida.
—¿Qué inconveniente?— Pregunta Tomioka, visiblemente preocupado, sus ojos azules cerrados levemente y su cuerpo encorvado para estar un poco a su altura.
—Es un problema personal, después lo explico, Tomioka.— Dice quitando sutilmente la mano de su hombro, después mira a Uzui quien había arrugado el rostro en decepción por la negativa de Iguro a su orden.— Lo lamento otra vez, Licenciado.—Se disculpa para seguir su cordialidad y después escucha el sonido del ascensor abriéndose.— Mañana nos vemos.
Y dejando a Tomioka con las palabras y dudas en las boca Obanai entra al ascensor y pulsa el botón de la planta baja. Observa como Giyū arruga sus cejas con duda pero simula no darle importancia, sonriendo inocente cuando las puertas mecánicas se cierra.
Ahora estaba solo en el ascensor, junto a las camaras de seguridad, durante unos segundos donde pensó, ideó y analizó su propia situación entendiendo qué es lo que debe hacer en el mismo instante en el que entre en su apartamento.
Estaba decidido, le daría la satisfacción a Tomioka de poder usar su cuerpo como le plazca, eso lo haría feliz y Obanai había prometido hacerlo feliz a toda costa.
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Un par de días pasaron a raíz de eso, Obanai no se sentía mejor respecto a su descubrimiento.
Con la vergüenza al límite y la sangre fluyendo rápidamente por todo su cuerpo, sintiendo el latir apresurado de su corazón chocar fuerte contra su pecho y, sus manos temblando sobre sus piernas, observaba con ojos tímidos todos aquellos artefactos sexuales que se encontraban esparcidos sobre las sábanas del futón.
Había comprado los juguetes que había visto en la revista, al menos los más repetidos, y después hizo una pequeña investigación en su propia laptop para informarse mejor de la situación, comprando en linea algunas cosas que no había visto en la revista pero que eran muy normales y "cotidianas", en el sexo BDSM entre hombres, o eso fue lo que había leído en la primera página que ingresó.
Mordió su labio inferior con miedo al sentir sus entrañas revolverse, no se sentía cómodo con la idea de introducir aquellos instrumentos de plástico en su trasero. Y es que, no sabía muy bien cuál era la razón de la mayoría de ellos, simplemente compro los artefactos pero no se preocupó en investigar cuales eran su uso adecuado.
¿Un anillo de pene? Podía darse una idea para qué, pero la forma era tan extraña que se perdió un poco en intentar adivinar por si mismo. ¿Bolas anales? La forma era curiosa y el nombre le avisaba su uso, aún así, eran muchas bolas como para que pudieran entrar. ¿Un vibrador de control? Era pequeño y normal, parecía un frijol grande, visiblemente mejor que en resto.
Sin embargo, viendo los artefactos ya mencionados, junto a las mordazas, cuerdas y esposas de cuero, habían otros que le intimidaban aún más que un simple dildo de tamaño desproporcionado. Las fustas. No quiso comprar muchas, solo uno de cuerina negra que se veía suave, no tan doloroso como se veían los otros que había encontrado. En el tacto era suave y le costaba pensar que eso le ardería la piel, se dice que eso no le dolerá, es una buena forma de engañarse.
Como era de esperarse, su mente ansiosa vuelve a preguntar por Tomioka, en lo que a él le gustará cuando sea el momento de compartir la intimidad. ¿Disfrutara en demasía la sensación de dominar? O su gusto por estás prácticas es meramente el placer causado por ver el rostro de su amante llorando y rogando de dolor, de ser ese el caso, ¿hasta qué tanto soportara el dolor solo para complacer a Tomioka? La respuesta lógica es que no tiene que soportar nada, Obanai debe querer someterse a estás cosas por voluntad propia, pero no quiere pensar en eso por ahora, ya había gastado en comprar esos juguetes y no quiere echar ese dinero a la basura por un simple miedo absurdo.
Giyū es un hombre amable, él le dará su respiro si lo llegara a necesitar... ¿verdad?
Fue a buscar el bolso que usa para hacer deporte y lo tira al futón, después se siente sobre las sábanas y comienza a meter todos los artefactos en su interior. Se sienten extraños al tacto, aún más bizarro al pensar en qué los usará después, de todas formas esos pensamientos se pierden en el momento en que escucha su celular sonar a un lado del futón.
Reconoce el nombre de Tomioka en la pantalla y arruga sus cejas con temor cuando no sabe si debe contestar o no. Toma el móvil y se queda un segundo en blanco cuando ve como la llamada se detiene y queda en bandeja, unas letras le avisan en negritas 1 llamada perdida de Giyū. No sabe si debe llamarlo de vuelta pero no es necesario porque Tomioka le vuelve a marcar y con algo de indecisión desliza el dedo, contesta y lleva el teléfono a su oreja.
—¿A-Aló?— Dice Obanai jugando con los cordones de su suéter, una manera de intentar aliviar su propia tensión.
—Cariño, ¿cómo estás?— La voz de Tomioka se escucha calmada, en el fondo suena armoniosa a los oídos de Iguro.
—Oh, yo... Yo estoy bien, sí, sí, muy bien.— Muchas palabras, habló muy rápido y con vacilaciones, es obvio que no está siendo sincero y ambos lo saben.— Un poco cansado, ya sabes... Es tarde.— Observa su reloj encima de su mesita y los números rondan alrededor de las 11PM.— ¿Y tú cómo-...?
—¿Dónde estás?— Interrumpe su novio, casi puede visualizar el entrecejo arrugarse por lo molesto de su voz, aunque lo haya intentado ocultar.— ¿Estás solo?
—Eh, sí, estoy solo, en mi departamento jugando con Kaburamaru.— Explica viendo como su serpiente se encuentra enrrollada y dormida en su propia jaula de cristal, se ve demasiado tranquila.— Tomioka, ¿Tú como estás?— Pregunta queriendo cambiar el rumbo de la conversación.
Seguramente el mayor lo esté llamado por su comportamiento en esos últimos días, Obanai había intentado que el contacto entre ambos disminuyera para seguir pensando en sus propias cosas, algo que fue percatado por varios en la oficina al sorprenderse por como Obanai no pareciera querer compartir el mismo espacio cuadrado que su jefe.
—Molesto.— Confiesa, pero después se rectifica.— No... No molesto. Solo interesado en saber de tí, amor. No hemos hablado bien, mucho menos compartido tiempo juntos, ¿Qué sucedió? ¿Hice algo?
—No, Tomioka. Tú estás bie-.
—Obanai, mi amor.— Vuelve a interrumpir con voz enojada, esta vez ni siquiera se había molestado en ocultarlo.— Sabes que puedes llamarme por mi nombre.
—Eso lo sé...— Se siente extraño hablarle sin su distintivo respeto, las únicas veces que dice su nombre es en el sexo.— Es costumbre, como nos vemos más en la oficina y tenemos que fingir...
—Ahora no estamos en la oficina.— La respiración de Obanai se detuvo un segundo.— Compláceme, por favor. Sabes que me gusta como dices mi nombre.
Obanai se muerde el labio inferior y hace un sonido afirmativo con la garganta esperando que sea escuchado al otro lado de la línea.
—¿Puedes decir mi nombre, corazón?— Pregunta.
A Iguro le toma un par de segundos poder moldear su cerebro para cumplir aquel favor.
—G-Giyū.— Es suave pero aún así Iguro sonríe, le gustaba reafirmar su relación con cosas pequeñas.— Giyū.— Ahora es más fuerte, decidido.
—Oh, buen chico.— El apodo hace que Obanai se descoloque, sus labios se abren y mira al móvil extrañado por la expresión.— ¿Podrías decirme por qué me haz evitado estos días, Obanai?
Obanai se alarma un momento, su voz es vacilante por unos segundos donde se escucha su indecisión para responder. Seguramente temiendo dejar salir su mentira.
—Yo... Yo escuché a las de limpieza murmurar que nosotros tenemos algo...— Miente y se encoge en su sitio.— No quiero que nos descubran y por eso decidí alejarme en el trabajo, no quiero generarte problemas.
—¿Estás seguro que es por eso, corazón?
Obanai siente su corazón latir, presiente que algo no está del todo bien por los usos excesivos de los apodos.
—Uh... Sí, eh, estoy seguro. Lo prometo.
—Mi amor, sabes que está muy mal que hagas promesas al aire, ¿no?— Dice.— Pero claro, tu alejamiento se debe a un chisme y no porque estabas de curioso con mis cosas.
Obanai tiembla desde su posición, suda las palmas de sus manos y con mucha rapidez aclara la situación.
—¡No revisé nada! Solo q-quería limpiar un poco y ví... ví eso.— Explicó llevando su vista al futón otra vez, observando la portada de esa estúpida revisa.— Lo siento.— Fue un poco estúpido pensar que Tomioka jamás se enteraría, no debió intentar verle la cara de tonto a su novio.
—No te disculpes, tesoro. Eso no me molesta.— Su voz se vuelve otra vez suave, armoniosa y encantadora para los oídos de Obanai, quien se hace una especie de bolita en el futón y se arropa con las sábanas.— Ahora yo soy el curioso por tus cositas.
—¿C-Cositas?
—¿Qué piensas sobre eso?— La conversación parece que va para largo, Obanai puede escuchar como Tomioka parece tomar asiento.— ¿Qué sentiste la primera vez que lo viste? ¿te asustó?
La sonrisa de Giyū casi podía escucharse en sus palabras, Obanai se mordió los labios queriendo poder inventar algo. Cuando lo vió fue sorprendente y difícil de creer, después fue aterrador y un poco triste, doliendo en el corazón que Tomioka haya pensado que es aburrido en la cama.
Pero no puede decir eso, no cuando la sonrisa de su novio puede sentirse desde su lado del teléfono.
—Sí, sí me asusté.— Confesó jugando con los bordes de la sábana, sus manos temblando sutilmente.—Pero...
—¿Te gustó, no es así?— La voz de Tomioka interrumpe el silencio indeseado que Obanai había hecho, y este último es incapaz de contradecirlo. Giyū lo escucha decir un sonido de afirmación y se siente más contento.— No te imaginas la dicha que me causa saber eso, mi amor.
—Eso...— Busca una palabra cualquiera que sea capaz de describir lo que quiere decir, pero los nervios hacen que le cueste hablar.—... es nuevo, nunca imaginé que alguna cosa así podría hacerse con la persona que amas.— Y era cierto, la idea de golpear o denigrar a tu pareja es por mucho, muy extraña, sobretodo la parte receptiva que disfruta de ser tratado de esa manera.— Es un poco aterrador.
—Obanai, te prometo que no hay nada de temer, ¿de acuerdo?— Pregunta, pero Iguro no alcanza a decir una respuesta porque Giyū sigue hablando.— Todo es para el disfrute de ambos y, cuando hagamos esas cosas, te aseguro que vas a sentirte como nunca.— Confiesa e Iguro palidece por las palabras.
Obanai da un pequeño salto y casi suelta el teléfono, sintiéndose un poco tonto por su reacción puesto que había comprado todo para hacerlo en primer lugar, sin embargo, ahora siente una pequeña presión extra. Tomioka le dijo explícitamente que quiere hacerlo con él.
—Y-yo... Me gustaría... bueno, hacer eso contigo.— Responde suave.— Confío en tí, Giyū.
—¿Confías en mí? Tan tierno que eres, Obanai.— Ríe dulcemente, disfrutando de la respiración de Obanai al otro lado de la línea.— Vamos a ver... ¿qué te gustaría que te hiciera?
Obanai se sonroja violentamente y se tensa en su sitio.
—U-Uh... No sé, eh... Que me amarres y-y...— No sabía qué decir. Observó la revista otra vez pero no le gustaría ser azotado, ¿Será que eso se hace muy fuerte? Teme que así sea. De todas formas su mente es rápida y puede inventarse una salida.— Quiero que me hagas lo que quieras, Giyū, y-yo quiero sentirme tuyo.
Iguro siente su pecho latir con aceleración por sus palabras, sintiéndose algo sucio porque no es del todo mentira. En verdad le gusta la idea de pertenecer a Tomioka, que haga lo que quiera con él, sin embargo, la idea es aún más disfrutable si Obanai también puede sentirse con esa seguridad de pertenencia sobre el mayor.
Escucha la risa gruesa de Tomioka y eso hace latir a su corazón de felicidad.
—Giyū. ¿Qué te gustaría hacerme? o ¿quieres que haga algo?— Pregunta apretando los dedos de sus pies, deseando tener una pequeña idea para prepararse adecuadamente.
—¿Qué quiero hacerte? Mi amor, soy capaz de escribir un libro entero narrando mis fantasias contigo.— Obanai se ríe sutilmente, y después se siente tonto, preguntar lo obvio es una tontería.— Pero sí hay un par de cosas que quiero que hagas.
—Dime, por favor.— Iguro se muerde el labio con impaciencia, gustandole la idea de complacer a Tomioka.
—Quiero que me hagas una mamada.— Admite casi aguantando la risa detrás de la línea, sintiéndose nervioso, Obanai se alarma por su falta de vergüenza a la hora de exclamar sus deseos.— Adoro como me chupas la polla. Estoy ansioso de poder sentir lo caliente de tu boca, Obanai.
El nombrado suelta un jadeo por la sorpresa. No esperó que le dijera algo así, no con esas palabras, como si a Tomioka no le importara confesar sus deseos más oscuros. Iguro mordió su labio intentando detener el pequeño regaño que saldría de sus labios. Recuerdos pasados de él cumpliendo exactamente ese deseo de Giyū lo hacen sentir ansioso por saborear el gusto de su novio.
Se avergüenza, sintiéndose muy sucio por las ansias que sentía para cumplir ese deseo.
—No sabia que te gustara tanto.
—Me encanta.— Suspira.— Todo lo que tú tengas para ofrecerme me enamora más, corazón.— Reafirma y comparte una risa agradable con Obanai.— Pero hay otra cosa que me gustaría que hicieras.
—Dime, haré cualquier cosa por tí, Giyū.
—Yo sé que harías cualquier cosa por mí, Obanai.— Su voz deja de tener ese tono melodioso, vuelve a sonar con tintes enfadados y mucho más serios.— Es por eso que quiero que seas honesto conmigo y me digas cuando sea suficiente, ¿entiendes?
Obanai se afloja y confundido hace un gesto.
—Cuando tengamos sexo y hagamos esas actividades, quisiera que me digas como te sientes, qué es lo que te gusta y lo que soportas.— Iguro hace un sonido, pareciendo entender pero no aceptar del todo sus palabras.— Por favor, amor, no quiero lastimarte.
—Pero Giyū, no importa, ¿e-eso es sentir dolor y ya, no?— La voz tiembla, incapaz de entender el temor de su novio.
—Obanai, no. No es: "sentir dolor y ya". Es delicado.— Su voz parece estar regañando, advirtiendo con preocupación.— A ambos nos debe de gustar, debe haber mucha comunicación. Por favor, no quiero que te aguantes algo que no te gusta por miedo o vergüenza, mi amor.
Iguro asiente al mismo tiempo que da un sonido de obediencia, no estando para nada de acuerdo con las palabras de Tomioka. Lo que menos quiere es sentirse egoísta porque, si a Tomioka le gusta hacer algo que a él le disgusta y lo comunica, eso quiere decir que no está dispuesto a dar lo mejor de si para su novio. No podía comportarse así después de que Giyū haya sufrido con el sexo anterior, seguramente odió el sexo vainilla y cursi que compartían y aun así, fue capaz de aguantarlo. Por él. Obanai no puede devolverle el favor con llorar por nimiedades.
—Obanai, por favor, háblame. ¿Lo prometes?— Pregunta Giyū con insistencia, esperando que su novio lo entienda.
—No e-entiendo... ¿cómo sé que el dolor no está bien, Giyū?— Expresa su duda con suavidad, mordiendo su labio.— En esas prácticas hay negaciones y maltratos, si me niego a algo, ¿tú cómo lo sabrás? ¿h-hay límites?
Tomioka no contesta enseguida, se escucha como traga lo que parece ser una bebida y después suspira, pero es un suspiro lleno de un pequeño alivio.
—Mi amor, no te preocupes.— Tomioka le habla con ternura.— Yo te explicaré, ¿bien?— Obanai se escucha dando una pequeña afirmación.— En esa clase de prácticas hay palabras de seguridad y reglas. Y, para llegar a ellas, los involucrados deben entenderse muy bien.
—¿Palabras de seguridad?— Pregunta Iguro, mirando un segundo a los juguetes. Había leído de eso al investigar, pero fue incapaz de conseguir una información entendible.
—Sí, esas palabras son clave para la intimidad. Gracias a ellas es que podemos saber si nuestra pareja quiere seguir, tomarse un descanso o parar por completo la actividad.— La sonrisa de Giyū crece cuando escucha a Obanai al otro lado de la línea, sonando como si hubiese entendido.— Las palabras deben ser cortas y concisas, cuando las personas son primerizas usan los colores del semáforo.
—E-entiendo, ¿y s-si una de las personas no puede hablar?— Con la revista en las manos, Obanai pregunta, mirando la fotografía de una mujer con la boca amordazada pero recibiendo aparentes golpes.— ¿Y-y es verdad que los sumisos son tratados como animales por sus amos? S-si hacemos eso ¿me v-vas a insultar? A mí no me gustaría eso y-.
—Obanai, mi amor, tranquilo.— Pide al interrumpir, queriendo estar a lado de Iguro para sostener con suavidad su rostro.— Como dije, todo eso se habla antes, ¿te gustaría hacerlo ahora?
—Sí, por favor.
Y durante esa noche, Obanai escuchó atentamente a su novio.
•~•
Salió del cuarto de baño y se recostó en la puerta un segundo, Obanai se sentía tan inseguro en este momento. Miraba sus pies a la vez que se recostaba a la puerta a sus espaldas, jugo un poco con sus manos mientras mordía con miedo su labio inferior, dió un giro de cabeza a una de las esquinas de la habitación para ver su bolso, dónde se supone traía sus cosas para dormir pero en realidad trajo los dichosos juguetes.
Estaba en la casa de Tomioka, después de haber salido del trabajo el mayor le dijo a Iguro si podía quedarse hoy con él, con gusto aceptó para ir poniendo en marcha su plan, el cual llevaba días detenido. Desde aquella llamada Giyū no mencionó nada más, todo estaba sucediendo normal, en realidad, demasiado normal, a veces Iguro creía que nunca había encontrado la revista BDSM de Giyū, jamás existió, fue un sueño extraño que lo atormentó tontamente por días. Pero después giraba su cabeza y veía la maleta con los instrumentos, después la maldita revista a un lado mientras espera ser tirada al tacho de basura por haber llegado y destruir la paz que tenía Obanai en su relación.
Iguro siempre pensó que su vida sexual era agradable, sana, bonita. Abrazar a Giyū, avergonzarse de sus palabras y sentir sus emociones envolventes era demasiado para su corazón, a veces disfrutaba el llorar estando con él porque eso sólo significaría que está feliz, contento y complacido de poder disfrutar de la intimidad con él.
Pero ahora, probablemente lo harían, y sería tan brusco y exigente que tal vez va a llorar por el trato y el dolor, ya no sería felicidad por compartir un momento preciado con la persona que ama. No quiere que Tomioka le diga cosas feas, no sería disfrutable. Aún con la explicación recibida por parte de Giyū sobre esas relaciones, aún seguía confundido, sintiéndose muy tonto como para preguntarle más después de varias explicaciones. Es por eso que quiso buscar más y llegó a pensar que Tomioka le mentía, mostrándole un mundo color de rosa alejado de la realidad. Los apodos o denigraciones en las que se someten los "sumisos" hacia sus amos eran inhumanos, y luego estabas las películas pseudo eróticas que tomaban ideas BDSM, ¿de veras las personas enloquecían? Obanai estaba asustado. Buscó tanto en la red que terminó llegando al lado por oscuro y asqueroso del sitio.
A él le gustaba hacer el amor con Giyū, lo que están a punto de hacer ¿como debería llamarlo? Solo espera que no sea tan desagradable como se lo imagina.
Se queda minutos mirando sus pies mientras se recuesta en la puerta, no sabe qué otra opción le queda por hacer en el tiempo restante en que Tomioka está en la cocina, tal vez lavando los platos sucios de la cena. Se muerde el labio inferior dándole otro vistazo al bolso, respirando agitado y con una idea vergonzosa en la cabeza. Quiere hacerle ver a Giyū que quiere complacerlo, que le gusta esto tanto como a él. Y por eso, con bastante timidez, camina hasta el bolso y después con pasos pequeños va a la cama ordenada, decidido prepara las cosas para su novio.
Desordena los juguetes sobre las sábanas, ve los dildos, las mordazas, las esposas, la maldita fusta y todo le da la sensación asfixiante de que tal vez no fue una buena idea comprar absolutamente todo lo que usaban en ese tipo de prácticas, podría ser que se excedió y que es un poco precipitado, sobre todo si se toma en cuenta que a penas y se quiere adentrar a esta clase de cosas.
Tal vez... Tal vez Obanai debería guardar un par de cosas en el bolso de vuelta, no se siente del todo preparado para usar todo en su cuerpo. Tomó las bolas anales con intención de devolverlas en su sitio.
—Corazón, ¿Te gustaría ver esa película de...?— Giyū había abierto la puerta, quedando con las preguntas en la boca cuando vió como en la cama Obanai estaba con todos aquellos artefactos.— De... De no sé...— De inmediato pareciera que su mente se puso en blanco, su expresión sorprendida reemplazo su estoicismo.
Iguro se pone en alerta, da un salto y se da vuelta para mirar a Giyū asustado, bastante avergonzado de que se abriera la puerta de la nada, sin siquiera preocuparse en tocar, un poco descortés, (aunque sea su casa, su cuarto, y ya ha entrado de esa manera infinidades de veces en el pasado).
—¡G-Giyū!— Exclama apretando lo que tiene en la mano, soltandolo de inmediato al acordarse que son las bolas anales.
El juguete cae al colchón para rodar al suelo, haciendo un pequeño ruido que hizo hacer parpadear a Giyū, sacarlo un poco de su sorpresa inicial para actuar en consecuencia de la situación.
Pero lo que sucede, es que Tomioka no tenía una idea clara de como actuar en esta situación tan... inesperada.
—Oba, ¿de dónde sacaste eso?— La mano de Giyū se fue a su rostro, apretando su cara mientras evitaba mostrar como su piel clara se tornaba de un fuerte color rosado.
Iguro abrió su boca queriendo decir algo, pero su garganta no era capaz de expulsar ninguna sílaba. Tuvo que tragar saliva un par de veces para prepararse y mentalizarse que hoy es el día.
—Di-Dijimos que queríamos hacer estás cosas, pe-pensé que esto nos ayudaría...—El cuerpo de Iguro se encorvo y espero que Tomioka reaccionara.
Obanai se encontraba un poco asustado de que el mayor piense mal o le disgusten la mayoría de cosas que había comprado. Sin embargo, tras su pequeña explicación la cara de Tomioka cambió, parecía una especie de niño pequeño llegado a un parque de diversiones, o tal vez el rostro de un niño recibiendo un regalo de Navidad. Sus ojos brillaron cuando se acercó y tomó asiento a lado de Iguro en la cama, recogió del suelo las bolas anales que Obanai había dejado caer con anterioridad y después, Giyū la puso a lado de las demás cosas mientras se mordía el labio visualizando todo lo que su chico había comprado para él.
Los ojos de Iguro se abrieron un poco cuando lo primero que Tomioka tomó de la cama fue la fusta de cuero, apreciandola en su mano y después dió unos golpes rápidos al aire, emitiendo sonidos finos. Obanai no pudo hacer otra cosa que no sea tragar duro y apretar los labios, definitivamente a su novio le gustaba la idea de azotarlo.
De pronto, Tomioka parece despertar de su trance, dónde visualizaba varias fantasias perfectamente posibles en este momento, y luego se percata mejor del tamaño de los dildos y juguetes, mirando de manera morbosa a Obanai.
—Corazón, ¿estás seguro?— Se ríe divertido mientras tomaba un vibrador de silicona de la cama y se lo mostraba a Iguro, quien se sonrojó ante el comentario.— Todos son grandes, ¿podrás manejarlo?— Pregunta riéndose por lo bajo, imaginandose que Obanai no supo dimensionar los tamaños de los juguetes.
Iguro arrugó el rostro mirando a un lado, haciendo una mueca con los labios pero no dice nada. Alza los hombros con desgano y se queda pensando en su propia incapacidad de leer tamaños.
—Y-Yo... Quise que todo sea lo más parecido a la revista posible, quiero que tú seas feliz esta noche.— Miente y sabe que lo hizo bien cuando el rostro de Giyū se enciende, el mayor le regala una sonrisa con los ojos brillando en un amor genuino. Obanai le sonrió torpemente.
—¿En serio, Obanai?— Pregunta tirando el juguete a un lado de la cama para tomar las manos de su novio.— ¿Hiciste eso por mí?— Su voz está feliz, parecía bastante complacido.
Iguro simplemente asintió con bastante vergüenza y aprieta las manos del mayor cuando recibe un beso en la frente, para Obanai esta clase de tratos lo eran todo para su intimidad.
—¿Qué habré hecho para merecer a un hombre tan fantástico como tú, Obanai?— Pregunta encantado, acariciando con su nariz el cabello del menor mientras lo olía tiernamente.— Siempre logras sorprenderme con alguna maravilla. Te amo mucho, muchísimo, ¿lo sabes, verdad?
Iguro se ríe y se deja acariciar con felicidad, se acerca al cuerpo del mayor queriendo recibir aún más de esos cariños tan deseados.
—Yo también te amo mucho, Giyū.— Se anima a darle un abrazo del cuello, atrayendolo y sonriendo inocentemente a esos ojos azules que cada día lo tienen más enamorado.— Y yo sé muy bien que tú me amas.
Ve como Tomioka aún no quita su sonrisa, en su lugar la agranda por las palabras, y después se acerca a su rostro en busca de un beso que Obanai no duda ni un segundo en responder con mucho placer.
—Siempre te lo voy a decir, siempre.— Dice sobre la boca contraria, teniendo un problema leve en regular su respiración.— Te amo, te amo, te amo...
Obanai sonríe, apretándose más contra Tomioka mientras su cuerpo reaccionaba a los deliciosos estímulos que Giyū le estaba regalando con sus manos, acariciando por encima de la pijama, jugando con los bordes de la camisa para meter los dedos por debajo y rozar la suave piel. La boca de Tomioka se fundía aún más sobre la de Iguro, besando con amor, emoción y, por supuesto, un fuerte deseo que se encendía como fuegos artificiales en el pecho, extendiendose por su cuerpo hasta atacar el cerebro, dónde sintió aquella necesidad de querer hacer cumplir sus fantasías.
Obanai estaba con él, dispuesto a prestarle su cuerpo para poder complacerlo, Tomioka no pudo sentirse más afortunado ni aunque pudiera. Su querido novio compartía la misma perversión que él y la emoción era tanta que incluso compró lo necesario. Giyū tomó de las caderas a Iguro y lo sentó en sus piernas, la sensación de tener el cuerpo de Obanai sobre sus piernas también fue satisfactoria.
Iguro era pequeño y liviano, frágil y flexible en sus brazos, le encantaba la sensación de tratarlo con delicadeza o de lo contrario se rompería.
Quisiera romperlo, hacerlo pedazos y luego reconstruirlo con todo el amor que pueda ofrecerle.
Siente como Iguro lo aleja con cuidado de los hombros, casi pidiendo por favor para un respiro y poder tomar aire, Tomioka lo concede, dándose cuenta que se sentía igual. Ahora ambos estaban jadeantes y, sin lugar a dudas, deseosos de más.
—G-Giyū...— La voz de Obanai gime en lo bajo, acercando sus manos a las mejillas de Tomioka para hacer que el hombre lo vea a los ojos. Cuando Iguro puede reflejarse en los tibios ojos azules de Giyū de inmediato se sonroja por lo que dirá, pero puede calmar su ansiedad al pensar en la felicidad que el contrario tendrá.— A-Amor... me gustaría chupartela, quiero cumplir con lo que pediste en la llamada.
Ahora es el turno de Giyū para sonrojarse, rechazando un segundo él contacto visual con el menor por la vergüenza que esas palabras le generan. Jamás pensó que Iguro lo preguntaría tan explícito, él siempre es de usar eufemismos.
"Quisiera hacer el amor..."
"¿Podría besarte allí?
"Acaríciame, por favor..."
Tomioka sabe el significado de todas las palabras lindas que pueda decir Obanai, aun cuando no eran tan difíciles de entender se sentía orgulloso. Dándole ternura el cuidado y vergüenza que podría tener su pareja para el sexo.
Tomioka siente como su miembro comienza a despertarse, palpitando por la petición de Iguro.
—Ay, Obanai.— Se ríe nerviosamente.— Si eso quieres, con gusto.—Dice Giyū besándolo un poco más, queriendo entrar en la boca de Obanai para verificar que esté como le gusta; suave, húmeda y caliente. Perfectamente lista para recibirlo.— ¿Como te sentirías más cómo-...?
—No.— Interrumpe Iguro acercándose más a Tomioka, como si fuera posible, siente su calor aumentar en todo su cuerpo dando la sensación de estar muriendo de fiebre.— Quiero hacerlo tal y como tú me lo órdenes.— Dice con seguridad, aunque en el fondo estaba a punto de estallar y hacer que la tierra se lo tragara.— Q-quiero comenzar con las actividades.
Giyū no puede con tanta provocación, Obanai estaba dispuesto, sirviéndose en bandeja de plata para sus perversiones. Nunca podría negarse a él, no contaba con la dureza necesaria para rechazar una oferta como esa. Le dió un pequeño vistazo a los accesorios en la cama, viendo como había una que le robó la atención desde el primer momento en que la vió.
Una sonrisa maliciosa se extendió en los labios finos labios de Tomioka.
—Desnúdate.
Aquella voz congeló a Iguro y de manera mecánica se bajó de las piernas contrarias para cumplir los deseos de su novio.
¿Por qué tenía la extraña sensación de que le iba a doler...?
•~•
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