26.
Dedicado a la talentosísima bookfanfic a quién admiro y quiero. Besos, Natt🦋
James:
Disfrutaba ver las puestas de sol desde mi habitación en casa de mis abuelos.
La hermosa vista del campo abierto, acompañada del sonido de los árboles sacudiéndose por el viento y la luz rojiza bañando mi rostro, tenía la capacidad de regresarme a mis mejores momentos de la infancia. Las bromas que nos enseñó tío George, la creación de los Merodeadores 2.0, nuestras pijamadas y las historias del abuelo Arthur eran de los más resaltantes recuerdos que tenía en aquel cuarto que compartía con Fred cada fin de semana o en cualquier evento importante en el que la familia decidía reunirse. No era el único que llamaba a "La Madriguera" segunda casa, mis hermanos, primos y hasta mis mejores amigos, lo hacían también.
Dejé escapar un sonoro suspiro. Una parte muy importante de mi vida estaba en ese lugar, era justo ver un último anochecer en esa misma habitación a la que le guardaba gran cariño y no volvería a pisar en tanto tiempo.
Habían tantas anécdotas inolvidables en aquellas cuatro paredes que me era difícil escoger cuál era mi favorito. En especial con Frank, Eleonora y Lorcan, quienes habían pisado la casa de mis abuelos más de una vez desde las vacaciones de quinto, dándonos el encuentro a Fred y a mí.
Pasábamos semanas juntos planificando, creando, charlando y oyendo —o discutiendo —música.
Recordaba que la primera vez de Eleonora escuchando a "One Direction" ocurrió durante una reunión al pie de mi cama como una broma de mi parte para Fred, quién estaba empeñado en mostrarle a la desinteresada rubia que Michael Jackson se merecía el título de rey del pop por una buena razón. Grande fue nuestra sorpresa cuando en el regreso a clases, ella traía mercancía de la banda, había oído todas sus canciones y llegó a aprenderse los datos de la vida de cada integrante. Cuando Lorcan le obsequió el primer disco, la torre Gryffindor nunca fue igual.
También estaba aquella vez en la que Frank recibió una carta de una admiradora secreta y estaba tan avergonzado al leernos el contenido que sus orejas se pusieron rojas. Si bien todos estábamos emocionados por él al ser un posible indicio de su primera relación romántica, parecía desinteresado en el tema. A sus palabras estaba preocupado por sus estudios como para salir con alguna chica en ese momento.
Así era Colagusano, tan correcto e inmiscuido en sus propios asuntos. Escribió su primera carta de rechazo ideal que "toda chica desearía obtener" decidido a no lastimar a nadie, en especial el de la chica que comparó su belleza con la de un veela. El recuerdo me hizo sonreír pues Lorcan le dió la idea, Fred corregía la ortografía, Eleonora verificaba que no se pasaran de la raya y yo...
Yo pensaba en lo afortunado que era de rodearme de esas personas.
Apoyé mis brazos en el balcón, se me escapó una sonrisa cuando flashes de las tantas veces en las que Lunático entraba por esa ventana usando su escoba de Quidditch para despertarnos a Fred y a mí de las maneras más creativas, atravesaron mi cabeza. Iba a extrañar lo que veía, pero como me gustaba pensar, "no es el lugar el que lleva tus recuerdos, sino tu corazón".
Si todo iba según lo planeado, mis amigos y yo partiríamos esa misma madrugada. Tenía que hablar con mis padres y Diana hace horas, pero no era un momento adecuado todavía.
Ignoré la extraña punzada en mi interior que me pedía retractarme de una decisión que se suponía era la correcta. De cualquier forma los cuatro juntos íbamos a hacerlo, ya estaba decidido.
Un sonido de motor de auto me sacó del trance en el que me había visto sumergido ya unos minutos, mi vista se deslizó hacia abajo. Teddy, mi hermano, charlaba con un grupo que reconocí como ex estudiantes de Hogwarts y un auto con más personas se dirigía a ellos seguido por otros más.
¿Por qué estaban aquí?
De repente un click sonó en mi cabeza. No tendría sentido que con la llegada de mi padre y tíos esta tarde se llamaran a todos esos jóvenes, a no ser que que estén desesperados por la falta de ayuda en esta guerra.
Tomé mi chaqueta de cuero y corrí escaleras abajo sin mirar atrás.
[...]
Cuando di un vistazo alrededor, desde la puerta exterior hasta la la última esquina de la sala, varios jóvenes mayores que yo y algunos estudiantes de mi edad —pero de distintas casas —ocupaban el ambiente. Evité las preguntas obvias y un destello de ilusión que creí haber perdido semanas atrás, me invadió. Traté de buscar caras conocidas de Gryffindor entre la gente por mí mismo, recorrí con prisa la planta baja entera hasta llegar al portón que daba al patio trasero.
Como si se tratase de un planeado reencuentro, allí mismo encontré a un grupo de personas que quería ver de nuevo aquella noche, aunque no de la manera que esperaba. Mi prima Lucy tenía los brazos en las caderas, algo nada común en ella pues era un gesto característico de las mujeres de mi familia cuando habían perdido la paciencia, y ella era el ser más pacífico de todos. A su derecha, Frank tomaba a Eleonora del brazo en el que llevaba la varita para evitar que esta lance algún hechizo.
No tenían los brazos abiertos para recibirme, parecían tan inmersos en un asunto más importante frente a ellos, algo que no podía ver hasta acercarme por completo.
Mi rostro se contrajo cuando vi a Jacqueline Murray, con la mirada confundida y a sus pies se encontraba un pañuelo cubierto de sangre.
—¿Qué pasó? —Eleonora me dió un vistazo rápido pero no desistió, acomodó sus gafas y sostuvo su varita aún más firme. Frank me pidió ayuda con la mirada.
—¡Jamie! —Jacqueline saludó con emoción aunque sin acercarse, se mantuvo bastante quieta en su posición que si no fuera tan orgullosa para admitirlo, habría confesado que le temía a Elle en ese momento. Deseaba saber porqué —. ¿Puedes decirle a tus amigos que se relajen? No quiero verme obligada a responder.
Rodé los ojos. Si bien había tenido una —aunque dudosa —relación abierta con ella, la forma en la que habló y esparció rumores de Diana por todo Hogwarts no la hacían una buena persona ni alguien que deseara tener cerca de nuevo. Sabía perfectamente que si hubieran llamado estudiantes por su capacidad de "ponerse en el lugar del otro", ella no estaría aquí, pero como era la mejor estudiante de Ravenclaw y excelente en defensa, teníamos que tolerarla.
—¿Ahora que hizo Murray? —indagué esperando saber cuál era el nuevo insulto que se había inventado esta vez.
No estaba preparado para lo que tenía que oír como contestación.
—Es Gryffin, cuando llegamos ella estaba sangrando por la nariz —señaló Frank arrugando las cejas —. Jacqueline estaba aquí, entonces... sabes nuestra teoría, supongo.
—¿Qué mierda le hiciste, Murray? —la furia me recorrió el cuerpo, tenía tanta que por mi mente pasó usar mi varita para
—No le hice nada, Jamie —gruñó ofendida —. Gryffin y yo a penas discutimos esta vez. Teníamos una charla, se enojó y empezó a... ya sabes.
—¿De la nada? Me pregunto porqué será que cada palabra de tu boca en mi cabeza suena a mentira —Eleonora se soltó del agarre de Colagusano y caminó frente a Jacqueline con indignación.
—Siempre has molestado a Diana, en Hogwarts era tu pasatiempo favorito —agregó Lucy dándole una mirada gélida.
—Pregúntenle a Gryffin, si quieren. No miento —Jacqueline agudizó la voz y se cruzó de brazos —. Dejó nuestra discusión a medias, fue tan extraño. Me asusté tanto que yo misma le tendí un pañuelo pero la muy desagradecida lo aventó después de usarlo. Se hace la víctima, salió huyendo hacía el piso de arriba en cuanto llegaron ustedes.
—Si tú la lastimaste, yo...
—Pregúntale también al chico que subió corriendo tras ella. Ese tal "luna" o como le digan —rebatió enfurecida —. No la golpeé, ni hechicé.
—¿Lorcan la siguió? —lancé algo sorprendido, ignorando su explicación. No tenía conocimiento de la cercanía de Diana y Lorcan.
—Dijo que ella le salvó la vida antes y era el indicado para hacerlo. Sabes cómo puede ser de dramático —Frank contestó de inmediato y eso tuvo más sentido —. Si lo pensamos mejor, habría armado un alboroto si ella no estuviera bien o si en verdad Murray la hubiera lastimado.
Ella bajó la varita y Lucy recuperó su rostro habitual aunque todavía preocupado.
—¿Lo ven? —el chillido ofendido que Jacqueline nos lanzó, llamó la atención de algunos ex estudiantes —. Todos ustedes se pueden ir al carajo. Acusándome sin pruebas, qué justo. No volveré a acercarme a ustedes, ni siquiera a ti, Potter. Son escoria.
Se fue de allí lanzando maldiciones con las manos en el aire. Una parte de mí sintió alivio de que dejara de llamarme "Jamie".
—De todos modos, nadie sangra de la nada —dije retomando la conversación —, siempre debe haber una razón.
—Tal vez tiene falta de vitaminas, ¿saben si se alimenta bien? —Colagusano sugirió y todas las miradas cayeron sobre mí esperando una respuesta.
Y ahí estaba el problema.
Las últimas semanas había puesto todas mis energías e interés en el plan, no estuve pendiente de su estadía en la casa y la culpa me invadió en ese momento. Lo de sus padres aún la tenía mal, lo de Zacharie y Elaia hundida en la tristeza.
¿Y si estaba enferma? ¿Cómo pude ser tan desconsiderado para no notar nada?
—No lo sé —admití con vergüenza. Ignoré la mueca de asombro que se le escapó a Lucy.
—Está bien, no te martirices Cornamenta —Elle colocó una mano en mi hombro. Trataba de ser amable aunque por dentro deseara decir algo más, así era ella, se ahorraba los sermones cuando veía a las personas sentirse miserables —. Ve a buscarla, no es tarde.
Apuntó el piso de arriba y levantó una ceja. Dudé unos segundos.
—No nos hagas empujarte, amigo —Frank dió una sonrisa ladeada acercándose a mi lado.
—O hechizarte, James —Lucy sacó su varita de su chaleco de lana multicolor y la agitó entre sus dedos con esmero.
No tuve que agradecer, ellos lo sabían. Subí las escaleras tan rápido que sentí que volaba.
[...]
Al llegar a la puerta de su habitación, la figura de Lorcan saliendo de allí con el rostro desencajado me detuvo en segundos. Estaba cabizbajo, la postura que adquiría cada que había hecho algo mal.
—Lunático... —saludé, aunque en voz baja, captando la atención de sus ojos grises —¿Cómo está ella?
El muchacho castaño no sonrió, y eso detuvo mi mundo por completo.
—Lo siento, James, de verdad no era mi intención —en esa disculpa había suplica. pero no entendía a qué se refería.
Mil escenarios trágicos pararon por mi cabeza, cada uno peor que el anterior. Mantuve la calma tratando de contener todo el aire posible.
—¿Qué ha ocurrido? —espeté ansioso, mi garganta empezó a apretarse y mis manos a sudar.
—Prométeme que no te enojarás, Cornamenta —pidió entre pausas.
—Sin rodeos, Scamander...
Mi voz sonó más dura de lo que quería, Lorcan se llevó las manos a la nuca resoplando con la vista al techo.
—Creí que ya le habías dicho sobre nuestra misión, James. No tenía idea de que no y...
Mierda.
—¿Ella lo sabe? —asintió despacio.
—De verdad, lo lamento...
Antes de que pudiera añadir algo más, me apresuré a entrar a la habitación dando un portazo. Ni siquiera estaba enojado con él, era mi culpa por no avisar y no sabía que hacer al respecto.
[...]
Las luces en el interior se encontraban apagadas. Excepto tal vez por el casi imperceptible resplandor de una lámpara vieja, era lo bastante oscuro como para perder de vista mis pies. Caminé entre las sombras tratando de no tropezar cuando el ruido me detuvo.
Llanto.
Mi corazón dió un vuelco.
—Diana —la pelirroja sentada sobre la cama, levantó la cabeza y encendió las luces por completo como si me estuviera esperando. Pude observar directo a sus ojos azules hinchados y sus mejillas enrojecidas. A su alrededor, papeles cubiertos de sangre se encontraban regados sobre las sábanas. La escena era desastrosa y otra carga de culpa me golpeó.
Fueron largos segundos de silencio los que duró analizándome. No quería decir nada más hasta que ella misma lo decidiera.
—Te vas en unas horas —apretó los labios ante la afirmación, una lágrima deslizándose por su mejilla —, y no pudiste decírmelo antes.
—Iba a hacerlo, lo prometo, no encontraba el momento para hacerlo —me acerqué tratando de tomar su mano. Me miró con escepticismo y se alejó con brusquedad.
—¿El momento adecuado para decirme porqué te alejaste de mí sin explicación todo este tiempo? —empujó su almohada a un lado y se puso de pie, continuó explicándose con la voz entrecortada —. Fueron semanas, James, me ignoraste por completo. Creí... que dejaste de quererme, y ahora que te irás no sé qué creer.
—Te pido perdón por mi falta de atención, mi intención jamás sería lastimarte. No cuando pensé en ti todo el tiempo desde que tomé la decisión de unirme a esa misión. Quiero ser útil para proteger a los que me importan y ten por seguro que estás incluida —aseguré acercándome a su rostro —. No puedo quedarme a oír malas noticias todo el tiempo por la radio, la guerra comenzando fuera ha cambiado mi manera de pensar.
—¿Pero porqué irte cuándo puedes ayudar aquí? Tus padres y tíos están organizando una nueva Orden del Fenix, Fred y yo lo oímos —se secó las lágrimas y aclaró su garganta, tratando de disuadirme —. Serías igual de valioso aquí que allá.
Dejé escapar una sonrisa triste.
—Es diferente, Diana, evitarán exponerme al peligro porque me verán como su hijo y no como un combatiente —tragué saliva y continué —. Esto suena loco, lo sé...
—Es una idea suicida, no lo entiendo, ¿tus padres "protectores" te apoyan en esto? —arrugó el entrecejo, sus ojos brillando bajo la luz del foco.
—Mis padres no lo saben aún —confesé tratando de mantenerme sereno —. Tampoco había hablado con ellos, tal vez no tenga su apoyo en esto, pero no me echaré atrás.
—No me da un buen presentimiento —se llevó las manos a la cara con desesperación, el dolor que sentía en mi pecho amenazaba con salir—. Te puede suceder algo y yo no...
—No soy tan ignorante como para creer que estas serán vacaciones, Diana, y si algo me pasa no quiero dejarte cargar conmigo. Esa es la única razón por la que no te pido ser mi novia ahora mismo, no soportaría el hecho de evitarte enamorarte de alguien más.
—James, no me estás dejando "libre" solo por no ponerle el titulo de novios a lo que tenemos. Eres el único que quiero —levantó el mentón hasta quedar cara a cara, sus ojos humedecidos buscando los míos —. No habrá alguien más porque no quiero a nadie más que a ti. Tardé años para notarlo, pero de algún modo llegamos hasta aquí. Sé que no necesitas mi permiso, pero por favor no te vayas.
Cerré los ojos ante el contacto de su mano acariciando mi mejilla, fotografiando el momento en mi cabeza. Quería gritar, no quería dejarla, pero eso era por ella.
Todo por ella.
—Lo siento, no puedo —fui el primero en alejarse, no tuve valor para mirar atrás al dejar el lugar.
Cuando llegué a mi habitación, sentado en el suelo junto a mi cama, las lágrimas cayeron por sí solas.
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