18.
A lunaticaSR por ser una de mis referentes en el mundo del fanfic.
Un sonido retumbante se escuchó desde alguna parte del castillo. James, disimulando el pánico, me tomó del brazo y me jaló hacia fuera de la torre de astronomía ya que yo no podía moverme del miedo que me causaba haber tenido una visión. Casi corrimos bajando por los pasillos deshabitados y algo oscuros conteniendo la respiración.
Se escucharon unos pasos, el ruido de pisadas se hacía cada vez más grande. Se acercaban, era un hecho, y alistamos varitas dispuestos a defendernos.
—A la cuenta de tres. Uno... dos... —intenté hacer señales con las manos para defendernos al mismo tiempo, después de todo, no había a dónde ir más que escondernos. Lo cuál en esta situación no parecía ser correcto.
James colocó una mano en mi hombro antes de que llegase al tres y me dijo algo con las palabras más sinceras que encontró.
—Diana, escapa, yo puedo —fruncí el ceño, y supe que por más que pareciera una locura este chico lo haría. Sin dudarlo, lo haría.
A veces creía que la valentía y naturaleza altruista de James Sirius combinadas en una sola podría llegar a ser peligrosa.
—No me iré, no te dejaré solo, Potter —pronuncié con firmeza.
—Diana —indicó con precisión —, si morimos los dos nadie se enterará de la profecía.
Maldije en mi interior, porqué tenía que ser tan complicado.
—No moriremos —susurré con una oleada de seguridad en el pecho. Cómo si supiera con claridad que ese no era nuestro día.
Enarcó una ceja, antes de que pudiera contestar las sombras detrás de una pared se hicieron más notables.
—¡Desma...—antes de que James lanzara el hechizo salieron dos personas muy conocidas por nosotros de entre la oscuridad.
Elaia y Fred II.
[...]
—¿Qué hacen aquí? —lanzamos los cuatro al mismo tiempo recuperando el aliento, se suponía que ambos estarían a la cena.
—Vine a buscarte, Diana, me di cuenta de que te hacías la enferma —contestó Elaia con obviedad, pasando una mano por una de sus trenzas —. No sabes mentir.
—No, yo no... —apuntó sus ojos verdes inquisitivos a mí, era un error tratar de engañarla. Elaia Zabini podía leerme como un libro abierto a su completa disposición —. Bien, no estoy enferma, pero tenía cosas que hacer.
—A todo esto, ¿por qué estaban juntos? Es decir, Fred y Elaia... es raro—James sugirió tratando de desviar el tema, Elaia palideció —. Y es más, me sorprende que no se hayan batido a un duelo, Canuto.
—Es posible que la gente madure y deje las rivalidades de lado como comprendes bien, Cornamenta. Por cierto, te estaba buscando desde hace horas. Comentaste que tu castigo sería en la torre de Astronomía, pero hablé con Minnie y dijo que no te había dado ninguno. No creí que fueras a escabullirte con Diana Gryffin, de otro modo no habría venido —lanzó Fred a James con reproche, casi me atraganto —. Además, no es cómo si pudiéramos haber sabido que íbamos a ser mal tercio, se llevaron el mapa de todos modos.
—Qué extraño. Se suponía que Frank se lo iba a llevar solo hasta las cuatro.
—Y así lo hizo pero tu hermano se lo llevó —contestó el moreno con indiferencia —. No tenía idea, creí que se lo prestaste a último momento.
James negó frenético.
—¿Albus hizo qué? ¿Cómo pudo llevarse el mapa sin mi permiso? Es un atropello, nos ha robado...
Rodé los ojos, Elaia contuvo una risa.
—O como dijiste cuando lo tomaste del escritorio de tu padre, "un préstamo".
Contestó Fred algo burlesco y colocando su brazo en el hombro de su mejor amigo.
—No es igual, iba a devolverlo —se defendió Potter —. Es más, explicaré las razones por las cuales los dos casos no son nada parecidos...
—No es momento, James —hablé con nerviosismo —. Debemos irnos cuanto antes.
Oímos una nueva explosión, parecía venir del Gran Comedor. Me puso los pelos de punta escuchar gritos a lo lejos y el sonido de vidrios rotos cayendo. Elaia miró por la ventana y retrocedió por impulso llevándose una mano a la boca.
—¿Qué sucede? —preguntó Fred moviendo la cabeza.
Fijamos la vista a dónde Elaia había mirado antes, una marca en el cielo tal cuál vi en mi visión me heló la sangre.
—Creo que ya te lo imaginas.
Escuchamos otros grandes estruendos, y empezamos a correr hacia allí. Tomé la mano de James cómo por instinto, él estaba lo bastante distraído como para notar que nuestros amigos —ex némesis de Hogwarts —hicieron lo mismo.
Al llegar a la puerta del gran comedor todo parecía ir en cámara lenta. La palabra caos se quedaba corta ante el ataque que recibimos la noche de Halloween. Me di cuenta que mi visión fue real, alumnos corriendo de un lado a otro y luces estallando por los aires.
Pero, ¿por qué?
¿Estará conectado con la profecía?
No tuve tiempo de pensar mucho. Un hechizo de la nada rozó la oreja de Fred sacándole algo de sangre. Elaia y James levantaron sus varitas con rapidez.
—¡Nos están atacando! —grité.
[...]
—¡Expeliarmus! —James lanzó la varita de un hombre de batas negras a un lado.
Elaia se encargaba de otro a su derecha, corrí a apoyarla. No podíamos entrar ya que la puerta estaba cerrada y vigilada por unos cuantos mortífagos sanguinarios. Los casi inexistentes estudiantes que no habían asistido a la cena trataban con todas las energías posibles de liberar la entrada.
—¡Desmaius! —un muchacho de Hufflepuff salió disparado hacía una pared.
En ese momento Fred aprovechó la distracción de los mortífagos y disparó un hechizo que sacudió el castillo entero.
—¡Bombarda! —la puerta que alejaba a los estudiantes y maestros de adentro con nosotros fue volada a pedazos.
Niños de primer y segundo año corrían despavoridos por entre los escombros de la entrada. James tenía el rostro más serio que nunca y detuvo a un niño castaño de Ravenclaw, lo tomó de la túnica a duras penas pues este iba huyendo junto a dos niñas más.
—¿Qué sucedió? —preguntó con impaciencia.
—Yo no... —el estado en el que se encontraba era desgarrador.
—Esta bien, no somos malos. Estudiamos aquí también, cariño, somos Premios Anuales y podemos ayudar —traté de agacharme intentando consolarlo, negó retrocediendo.
—No confío en ustedes, muchos estudiantes se unieron a ella —se sentó en una columna y se aferró a sus rodillas sollozando.
—¿A quién? —Elaia preguntó conteniendo el aire.
—A la Augurie—tembló en su posición.
Delphini Riddle, mortífagos, sangre...
—Ella no te va a hacer daño, confía en nosotros, ¿sí? —James asintió motivándolo, el niño suspiró.
—Unas personas entraron por las ventanas, querían convocar a estudiantes leales y con ganas de cambiar el Mundo Mágico —respondió al borde de las lágrimas —. Dijeron que había comenzado, algo sobre una venganza y que el tiempo de la victoria estaba por llegar. Pero luego le lanzaron crucios a los profesores, y tomaron a algunos alumnos por la fuerza.
Contuve una mueca de preocupación.
—Debo entrar, mi hermana está adentro —anunciaba el moreno con angustia —. Me valen muy poco esos mortífagos de mierda, tampoco la tal Augurie. Roxanne es mi responsabilidad, debo protegerla. Además, Lorcan, Frank y Elle están ahí también junto al resto de primos.
Casi olvidaba a la hermana pequeña de Fred, Roxanne. Era una chica de estatura pequeña, cabello afro y nariz puntiaguda que poseía un carácter fuerte, toda una Gryffindor de quinto año. Según se sabía, poseía un gran corazón y un fuerte intelecto que casi la deja en la casa de las águilas.
—Iré contigo —James se ofreció —. Buscaremos a mis hermanos y a los chicos.
El moreno negó dejándolo desconcertado.
—Quédate aquí, James, es peligroso si lo hacemos ambos. Yo me encargaré de traerlos, defiende desde aquí y cúbreme las espaldas —se dirigió a Elaia antes de que Potter pudiera replicar —. Buscaré a Zacharie, no dejaré que te pongas en peligro.
—¿Y tú sí? —interrumpió casi rogando —. Es mi hermano, es un niño en medio del caos. Quiero ir.
—Elaia, lo haré, te lo juro —me apuntó con la cabeza —. Quédate con Diana, cubran a los niños, protéjanlos. Por favor.
—Eso haremos —la tomé de la mano y la llevé junto a unas niñas de Slytherin, ella disimulando su preocupación con frases positivas.
Fred salió disparado hasta perderlo de vista por el polvo.
—¡Canuto!—James gritó por sobre nuestros hombros en un fallido intento por detenerlo —. Diana, cúbreme las espaldas. Elaia, tú también.
—James, ¿qué vas a hacer? —levanté la voz.
—Voy a proteger a mi hermano.
Quedé estática observando cómo el chico del que estaba enamorada salía en busca de su mejor amigo. La puerta se cubrió de humos oscuros y no podíamos ver más desde fuera.
[...]
Habían dos cosas que me quedaron claras esa noche. Uno, que la lealtad que se tenían los Merodeadores 2.0 eran más que solo palabras dichas que no se iban a cumplir, todo lo contrario, eran el estado más puro de cariño fraternal. Y dos, que James tenía un amor tan grande para con sus amigos y daría la vida sin importar qué por cualquiera de ellos. Pero por Fred II, su hermano de otra madre, se enfrentaría a la mismísima muerte si fuera necesario, y era recíproco el sentimiento.
De todos modos, esa última parte era la que me atemorizaba más. Y el no saber qué estaba pasando adentro me hacía tener escenas espantosas en la cabeza, tenía un nudo en mi garganta por el presentimiento cruel de que algo terrible estaba por ocurrir. Debíamos entrar, no había otra manera.
—Hay aurores llegando, no puedes entrar como si fueras inmortal, Diana —Elaia se acababa de enterar sobre mi idea, no estaba contenta —. En serio, debes dejar de hacer planes que te puedan matar.
—¿Y si todo se pone mal, Elaia, no crees que debemos hacer algo? —la vi con el rostro desencajado, tenía sangre en el labio pero una sonrisa naciente.
—Y si esta noche termina mal, al menos nuestra voluntad durará para siempre —apuntó a un grupo de niños sentados en un salón alejado, algunos con heridas en brazos y rostro ya vendados —. Peleamos contra mortífagos, ayudamos a muchos, hicimos algo.
—Sé que sí, pero... —antes de que pudiera contestar, el humo de la puerta se disipó como si lo hubiéramos invocado, de ella salieron marchando gente de vestimentas negras al lado de varios estudiantes de sexto y séptimo. No eran tantos mortífagos cómo creímos desde un principio, pero se movían como si nada hubiera pasado. Se reunieron en fila, los vimos desde lejos aunque no lo hacía menos aterrador.
Sentí que el mundo se paralizó un instante cuando lo vi.
Para mi triste corazón, Dax estaba con ellos.
Me miró de reojo, creí haber visto un gesto de tristeza sin embargo parecía no querer perder el semblante serio. Era cómo si estuviera a punto de desmoronarse y lo consumiera para no dejarlo salir. Mantuvo la compostura ignorando nuestra presencia y volteó a ver a los chicos que se acababan de unir esta noche. Ninguna casa fue la excepción.
—Terminaron su misión, no nos van a atacar —susurró Elaia con aire esperanzador tocando mi hombro.
De entre las personas de vestimenta negra, una de ellas salió por sobre las demás. Una muchacha de cabello platinado con puntas azules y rostro sonriente salió a decir en voz alta una frase que dejó a Hogwarts en silencio.
—Mi nombre es Delphini Riddle, sí, uso el apellido que mi padre tanto odiaba en señal contraria a todas sus ideas. Después de ser encerrada en Azkaban de manera injusta por Harry Potter, me puse a pensar que el poder y privilegios que tienen los hijos de los "héroes" del mundo mágico por sobre los hijos de los "ex seguidores de mi padre" es injusto —caminó con elegancia frente a la fila de estudiantes y continuó —. No somos como nuestros padres, tenemos distinta mente y corazón, no determina nuestras elecciones. Yo propongo, mis hermanos, caminar conmigo para terminar con esta idea desde cero. Crearemos un nuevo mundo mágico con más igualdad, sin distinción de sangres y oportunidades. Basta de seguir siendo un plato de segunda mesa, cuando nuestra magia nos dice que compartimos el origen. Basta de debilidad, desarrollaremos nuestro máximo potencial.
—¡Que caiga el Ministerio! —oí gritar de entre ellos y me hice para atrás.
—¡Muerte a Harry Potter! —Elaia me tomó del brazo.
—Mis hermanos, calma, esto acaba de empezar. No es mi ambición esto de estar en una guerra, pero sí lo es crear un nuevo estado cuyo objetivo será borrar años de terror causado por quienes dicen defendernos. La semilla está colocada en el resto de estudiantes que están por decidir unirse o no, ahora nos queda trabajar duro por la causa. No hay profecía alguna que nos detenga, esto solo es una advertencia de lo que podemos hacer juntos —sentí un escalofrío recorrer mi nuca al escuchar los vítores —. Me duelen y dolerán los sacrificios, pero si es por el bien de todos estos servirán para seguir peleando. Y aunque sé que mañana muchos maldecirán mi nombre, no me detendré. ¡Viva la victoria!
—¡Viva la victoria! —los aplausos no se hicieron esperar, temblé en mi posición después de oír todo aquello.
Cuando continuaron su marcha hasta los jardines para allí desaparecer en el bosque prohibido, Elaia y yo corrimos para llegar con nuestros amigos.
Entramos al Gran comedor con desesperación, y aunque suspiramos de alivio al ver a nuestros amigos a salvo, sus expresiones decían todo lo contrario. James con su hermana Lily pero sin señal de Albus, a Lucy llorando aunque sin ni un rasguño, a Frank abrazando a Lorcan, a Eleonora de rodillas sosteniendo a Roxanne, las cosas se hicieron alarmantes para Elaia.
Tanto como notar que Zacharie estaba tirado a un lado, en los brazos de Louis y Fred, al lado de una pared derrumbada.
[...]
—¡Zacharie!—el grito desgarrador de mi amiga rompió el silencio que se había formado. Corrió hacia el niño e hizo a un lado al rubio que lo sostenía para reemplazarlo y cayó al suelo justo a su lado —¡Archie! Despierta, por favor.
Debía estar soñando, esto no era real, no podía serlo...
—Elaia, tranquilízate por favor, Miss Pomfrey está en camino —rogaba Fred detrás de ella. Louis tenía el rostro perturbado, y no era un secreto que tenía una cercanía con el niño desde que tenía seis. Lo quería, tanto como para hacerle la promesa a Elaia de que al terminar Hogwarts se iban a llevar al niño lejos.
—¡Ayuda! Se los ruego —Elaia empezó a llorar cada vez más fuerte.
Los profesores iban de un alumno a otro como podían, James se quedó inmóvil ante la escena, el tumulto que se hizo era mucho.
—Iré por Pomfrey —anunció James —¿Me acompañas, Diana?
—Yo debo estar aquí, no puedo dejarla sola —anuncié con un nudo en la garganta estaba sintiendo que todo lo que conocía se estaba rompiendo frente a mí. James asintió y salió disparado. Me quedé arrodillada al lado de Elaia cuyos llantos ahora eran gritos profundos, Fred la veía con los ojos cristalizados y Louis, más que impotente, sostenía la cabeza del niño.
—Zacharie, hermanito, estoy aquí. Ya viene la ayuda, todo va a estar bien. ¡Archie, no me dejes, por favor! —decía ella mientras lágrimas gruesas caían de su rostro —. No te puedes ir... no tú.
El niño tosió, a duras penas consiguió emitir sonidos. Había rastros de sangre en su cabeza mientras el pecho le subía y bajaba con dificultad
—Elaia, ¿me quieres? —sus ojos buscaban una respuesta mirando a la nada.
Me mordí el labio rogando que Miss Pomfrey y demás medimagos llegasen en este instante.
—Archie, te amo y lamento no haberlo demostrado más —susurraba ella con la voz quebrada —. No me puedes dejar pequeño, no tendría sentido seguir. Me quedaría sin razones.
—Si tendrías. Diana, Louis, Blaise II — tosió un poco de sangre —, y a tu hijo.
Mi cabeza giró con rapidez al oír lo último. Elaia se sorprendió mucho con esa respuesta, tanto que se quedó estática unos segundos, y Louis a su lado también. Fred agachó la cabeza.
—Archie, yo no te puedo perder —sacudía con suavidad al niño que parecía estar a punto de dormir. Zacharie respiraba entre pausas cada vez más lento.
—No quiero ser malo. No quiero ser como mis padres.
Rogó entre jadeos.
—No lo eres, Archie —Elaia lo acercó a ella con dulzura y le acarició el rostro —. Jamás, eres un niño bondadoso y gentil. Con una alegría enorme, eres valiente y astuto. Estoy muy feliz de poder llamarte hermano, siempre me has hecho feliz.
Ya no pude contener el llanto.
—Elaia, ¿soy un mortífago? —esos ojos cristalizados con los que preguntaba se quedarían grabados para siempre en mi memoria.
—No eres un mortífago, nunca —le besó la mejilla y se aferró al pequeño cuerpo. El niño cerró los ojos con tranquilidad dejando un último suspiró antes de marcharse. Juraría más adelante haber visto en su rostro una gran paz, una en medio de ese tormento.
Louis puso dos dedos en el cuello Zacharie en busca de pulso, negó con la cabeza con el rostro contraído. Los gritos de mi amiga se hicieron más fuertes, el dolor saliendo de su cuerpo. Zacharie era un niño de primer año, un inocente que no tuvo como defenderse, y ahora estaba muerto. Nunca había deseado tanto que una situación fuera una pesadilla.
Recordé las palabras de Delphini con ira acumulada.
"Sé que mañana muchos maldecirán mi nombre"
Y no se había equivocado, lo haríamos.
Oí llamadas a lo lejos. Eleonora, a la que no había observado bien pero tenía una cortada en la mejilla y Lucy el labio partido, se acercaron con pesar y lágrimas. El dolor que sentíamos no podría ser comparado con el de Elaia, que cesó sus gritos de golpe y pidió que nadie la tocara.
Estaba formando una coraza, su cerebro quería defenderla del dolor.
—Fue ella —dijo Lucy mientras se acercaba a Elaia aún en el suelo —. Fue Delphini Riddle la que ordenó a sus mortífagos llevarse a todos los hijos de ex mortífagos o descendientes de los mismos. Zacharie se rehusó.
—Ella pagará por esto —afirmó Eleonora —. Ella misma lo declaró, este es el inicio de la tercera guerra mágica.
Solo diré que no estoy llorando, tú estás llorando. Varitas al cielo por Zacharie Zabini. No debió morir.
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