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II. Un soldado más.

El oficial había vuelto de nuevo al almacén donde la pequeña le esperaba, por supuesto no había probado un solo bocado de lo que el mismo había llamado alimento, probablemente ni las ratas que pasaban por el lugar constantemente lo hubiera hecho.

—Vamos, hay otros niños donde te voy a llevar, pero recuerda eres un niño no una niña... ¿Va?

—Sí.

—Eres un buen niño... Ahora que lo pienso no debes tener un nombre rudo... Qué tal Azte, en los antiguos se referían así al hierro, eso es muy fuerte y rudo, mejor no, el hierro se oxida con la intemperie, sabes... —Siguió hablando sin fijarse si su oyente le prestaba atención o no— Hace tiempo escuché de un viajero que cuando había ido a la tierra de las vacas sagradas, alguien encontró una piedrita brillante llamada heera, al principio no era muy brillante, pero si muy fuerte por eso la usaron para sostener un palacio que se estaba cayendo, con el tiempo la piedrita fue más y más brillante, así que su valor pasó de roca a piedra preciosa, hasta ahora no has tenido mucha suerte, pero seguro que vivirás y te convertirás en alguien muy fuerte y como muchos aquí son ignorantes, nadie sabrá el por qué de tu nombre... Heer, así que piedrita oscura, debes ser muy fuerte de ahora en adelante, cuando sea el momento apropiado, te prometo que te sacaré de todo esto.

Ningún niño debe vivir la guerra, son personitas dulces llenas de una imaginación inocente, y ahora había sido nombrado capitán del ejercito infantil, quizás no podía salvarlos a todos, pero al menos podría enseñarles lo básico de un ser humano, a usar el cerebro.

En un cuarto lleno de literas esperaban decenas de niños que oscilaban entre los cuatro a los diez años, suspiraba al pensar en la cantidad de vidas perdidas que había en ese lugar, aunque sobrevivieran a lo que tenían que pasar, su infancia había terminado.

Lo único bueno en todo eso, era que Heer parecía estar bien en el lugar, nadie sospechaba de ella, bueno que "él" tenía un secreto, de pronto uno de los niños mayores desesperado por su situación empezó a golpear a otro más pequeño, como si esto resolviera algo, pronto la mayoría de los chicos se vieron envueltos en el conflicto, pero la pequeña futura soldado se alejaba más de ellos asustadas.

Varios oficiales vinieron a calmarlos, pero no como cualquiera hubiera esperado que se tratara a los infantes, al contrario, se les empezó a tratar como aspirantes de guerra, primero fueron calmados con agua fría y luego todos fueron azotados como castigo a su comportamiento, ni los más pequeños se salvaron de ello.

El oficial Jhanu se tragó su cariño y ternura, después de todo de nada les iba a servir a los niños ahora, así que él mismo obedeció a su comandante, después de todo era nuevo en su labor como capitán, pero dejaría ver que sus niños eran el mayor ejemplo.

Unas semanas después los chicos se comportaban a la altura de un joven cadete, ahora marchaban disciplinadamente para sus lecciones de combate, poco a poco la pequeña soldado se iba quedando atrás, comía poco, dormía mal y los castigos le iban debilitando cada vez más, no duraría una semana más.

Cuando todos descansaban el ahora capitán se la llevó consigo a otro cuartel, con la excusa de que necesitaba un pequeño ayudante y que pronto se tendría que adaptar a ello, parecía ser un lugar diferente, todo se veía mejor e incluso el edificio daba el toque de ser más elegante.

—Es el edificio de las fuerzas mayores y las tropas de Elite, te mostraré lo que les pasa a las niñas que vienen de la nobleza— Su voz era firme, sin in toque de compasión en ella.

Bajaron a una especie de sótano que también funcionaba como mazmorras, había una serie de chicas adolescentes, apenas si llegaban a la decena, todas estaban sujetas por grandes y pesadas cadenas, se sentía el miedo de las chicas cuando alguien se acercaba al lugar, algunas hasta empezaban a llorar con solo sentir la presencia, el capitán había bajado junto con el pequeño, y unos cuantos soldados más.

—No sé por quién decidirme —Dijo el general de la tropa principal —¿Qué tal si dejamos que el futuro soldado elija?

—Por mí está bien, de paso aprende para que su majestad quiere que las mujeres bonitas vengan al ejercito —Aunque parecía una burla al género femenino, era más bien una advertencia al pequeño que le escuchaba atentamente mientras intentaba ocultar su miedo —Elige una de ellas.

—¿Solo una? — Preguntó uno de los soldados —No alcanzará para todos.

—Sí solo una, no querrán quedarse con todo en un solo día, además ya casi no quedan nobles— Contestó de nuevo el capitán.

El pequeño Heer levanto la mano y señaló una chica, apenas si tenía quince años, esta empezó a llorar y a suplicar, en medio de gritos solo podía rogar, pero era tarde, el general era por lo menos el doble de grande y en definitiva cinco veces más fuerte, la levantó de las cadenas y la llevó sobre su hombro hacía la sala siguiente.

El nuevo lugar era aún más profundo que el anterior, este estaba forzado en gravita y brea que lo sellaba todo, los sonidos de su interior no salían hacía el cuartel, además tenía un desagüe para limpiar la sangre, sí, ese era el cuarto de tortura. Al menos unos cincuenta hombres esperaban impacientes en el lugar, algunos ya estaban ebrios mientras esperaban la apertura del evento nocturno.

El general dejó caer a la chica al suelo provocándole mucho dolor, otros dos la levantaron y la llevaron a una mesa, le despojaron su ropa rasgándola con sus fuertes manos.

—Linda señorita, el honor será todo mío— Habló el general que la había traído y con la misma fuerza bruta con la que la había traído, la despojo de su inocencia, los gritos de dolor pidiendo misericordia solo le alentaban a seguirla ultrajando, al poco tiempo terminó, aunque para las dos chicas en el lugar parecía demasiado tiempo.

Para la pobre joven apenas había comenzado su suplicio, pues los demás hombres esperaban su turno para humillar de la misma manera o de peor forma a la chica, solo por el hecho de ser de familia noble.

Después de unos cuantos soldados torturando a la inocente chica, un asistente llamó por el capitán, era algo que había planeado desde el principio, sentía pena por las chicas, pero no podía hacer nada por ellas, al menos no sin que fuese los miembros femeninos de su familia se vieran afectadas como venganza, en ese punto ni la muerte era un buen lugar para algunos.

Cuando salieron del cuartel, la pequeña vomitó lo poco que tenía en el estómago, estaba aterrada por lo que había visto.

—Sí alguna vez alguien llega a saber quien eres, de donde vienes... Serás la siguiente en esa mesa, ni siquiera les importará que seas apenas una niña, por eso debes ser más fuerte que tus compañeros, y lo que no puedas usar con fuerza física lo tendrás que ganar con la cabeza, estrategia, puntos de debilidad o mejor déjate morir, pero ni tu cuerpo muerto se salvará de esos salvajes.

Te enseñaré, pero tienes que poner todo tu esfuerzo, aunque sientas que vas a caer de cansancio, recuerda siempre... Serás la próxima en esa mesa.

Más que las palabras, el mensaje había sido fuerte y claro, vivía como el más fuerte soldado o moría lejos de allí, ser descubierta era algo que no iba a permitir.

La mañana siguiente se obligo a comerse la asquerosa comida, entrenó como nunca, y cuando su estresado compañero la golpeó en busca de pelea, esta le devolvió el golpe, hizo la gran cosa ya que estaba muy débil, y quedó inconsciente cuando recibió una serie de golpes como respuesta, era la primera vez que se comportaba como un niño, ahora era uno.

Pronto habían pasado dos meses, el número de niños se había reducido a menos de sesenta, unos habían muerto de hambre, otros de enfermedades causadas por las malas condiciones en las que vivían y otros más por las peleas entre ellos.

Siempre había dos que estaban en cada pelea, sin importar si ganaban o perdían, esa tarde era la primera vez que actuaban como equipo pues se enfrentaban a los dos más grandes entre ellos, habían luchado tanto entre ellos desde esa vez que Levin le había noqueado después de esa tortuosa noche, que ahora ambos conocían sus movimientos, su manera de pelear, que lo usaron como beneficio y siendo los ahora más pequeños del grupo habían ganado contra ellos. Levin y Heer, ahora eran imparables, aunque no por una pequeña victoria entre ellos, no significaba que alguno de los dos se iba a rendir con el otro.

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