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Capítulo 6

Andros entró al laboratorio con un capuchino grande sin grasa y un paquete envuelto en seda azul. Lo primero que vio fue a Juniper, con su bata de laboratorio blanco y pantuflas de algodón mirando directamente hacia la gran pantalla con una tableta en las manos.

—¿Alguien ordenó un café? — dijo Andros.

Juniper dejó su vista de la gran pantalla para verlo, una sonrisa rápidamente se formó en su rostro.

—Andros — ella dejó la tableta.

Él le entregó el vaso, Juniper le dio un beso rápido en los labios antes de tomar el néctar que era el café.

—¿Cómo así por aquí? — preguntó Juniper.

—El Jefe Vigilante Price quiere ver si ya están listos los insectos para la arena — contestó Andros — Y vengo a llevar a almorzar a mi novia. Algo me dice que lo único que has estado consumiendo todo el día ha sido cafés y medio sándwich de pavo.

—A tu hermana deberían coserle la boca — dijo Juniper negando la cabeza — Mira esto que ideamos para la arena.

Juniper mostró en la pantalla a varias especies de animales e insectos.

—Como todo el campo será venenoso, la saliva de estos Mutos igual — explicó Juniper mientras tomaba su café. Luego mostro unos pajaritos amarillos, tiernos a la vista — Estos Mutos tienen el pico y las garras fuertes, lo suficiente para infligir heridas mortales.

La información mostró el rango de toxicidad de los insectos.

—La mayor ingeniería genética modificada para ser mortal — sonrió Juniper admirando su trabajo, Andros sonrió ante la brillantez de su novia — Lo bello puede ser mortal.

—Buen trabajo — felicitó Andros — ¿Almorzamos? Hice reservación en el Estelar.

Juniper asintió con la cabeza y terminó su café, luego se quitó la bata blanca dejando ver ropa sencilla. Pantalones negro y una blusa blanca con un listón negro, se soltó el cabello dejando que sus ondas castañas cayeran por su espalda.

Andros observó como se quitó las pantuflas y se coloco tacones altos de color azul oscuro, sacó de su bolso un espejo y un lápiz labial opaco.

—¿Nos vamos? — preguntó recogiendo su bolso.

Los dos salieron del laboratorio y luego condujo hasta el restaurante donde había hecho la reservaba, le trajeron vino y la comida.

—Un regalo de mi madre — dijo Andros entregándole el paquete.

—¿De Madame Snow? — preguntó Juniper emocionada, como una niña contenta abriendo regalos de cumpleaños.

—Ahora que ya eres oficialmente mi novia, quiso hacerte un presente.

Juniper abrió el paquete revelando una bufanda blanca con flores de colores suaves colgando de las puntas.

—Que lindo — sonrió Juniper. — Parece hecho a mano.

—Es hecho a mano — contestó Andros con cierto orgullo.

—No sabia que Madame Snow tejía

—Es el pasatiempo favorito de mamá junto a cantar. — respondió él — Todo lo que tuvo Venus de bebé: mantas, botitas, gorros, abrigos fueron tejidos por mi madre.

Juniper dobló cuidadosamente la bufanda, aun no llegaba el invierno, así que aún no había necesidad de estar abrigados.

—Es sorprendente como tu madre ha mostrado fortaleza — dijo Juniper — He conocido a algunos Vencedores. La mayoría sufren de estrés postraumático o desarrollan adicciones. Mira a Beetee Latier el Vencedor del 3. Parece normal a simple vista, pero he trabajado en un par de ocasiones con él... — ella susurró — Una vez le vi las muñecas... el sujeto se autolesiona.

Andros supo de quién hablaba. Fueron en los Juegos de él donde murió el hijo de la señora Mags. Y sabía que la señora Mags había entrado en una depresión fatal desde esos juegos, siendo madre la única que la visitaba a menudo o la llamaba mínimo dos veces por semana cuando no se daban los juegos.

Claro madre también tenía sus pequeñas secuelas, esos ataques de ansiedad de los que siempre fue testigo. Y siempre el principal receptor de la ira era su padre cuando la suscitaban.

La madre lo llamaba serpiente, con la voz cargada de odio.

Y padre los había instruido a los cuatro a una edad en donde eran más conscientes para ayudar a medicar a madre.

Pero Andros nunca le diría eso a su novia, su madre era la Primera Dama de Panem, su imagen debía ser impecable.

—¿Debes volver al laboratorio? — preguntó Andros.

—Puedo darme un par de horas libres — dijo Juniper — ¿Por qué?

—Te han invitado a una cena familiar cuando acaben los juegos— sonrió Andros — Y pensé que podría acompañarte a buscar algo para la reunión.

Juniper sonrió y bebió un poco más de copa.

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Haymitch observó a Madame Snow enseñarle a tejer una red a Maysilee y Dara.

Dijo que una red siempre sería de ayuda, ya sea para cazar o atrapar a otros tributos. Ya que en la Cornucopia siempre había cuerdas de resistencia para esa tarea.

—¿Así está bien? — le mostró Maysilee la pequeña red que hizo.

—Está perfecta — le dijo con orgullo Madame Snow mirando la red con sus anteojos puestos — Lo suficiente para que un profesional se tuerca como una ardilla.

Maysilee río por las palabras de Madame Snow.

Haymitch había decidido usar una técnica, el quemeimportismo. Si ganaba genial, nadie sabría qué habilidades tiene. Era bueno con los cuchillos, las ardillas que su hermano atrapaba, era Haymitch quien le quitaba la piel, además de ser fuerte por cargar sacos de carbón a los camiones para ganarse algo de dinero para su madre y hermano.

Y ganaba peleas en la escuela. Así que tenía algo con que defenderse.

Luego de la sesión de entrenamiento, Madame Snow le dijo que no podía dejar pasar la oportunidad de entrenar.

Haymitch prefería ver a los profesionales, verlos entrenar y saber en que eran buenos para poder sus puntos débiles. Los cuales no tenían mucho.

—Me enredé — dijo Dara con sus manos atadas en la cuerda.

—Déjame ayudarte, cielo — Madame Snow se acercó a ella y la ayudó a desprenderse de ese lío en que se metió.

La mujer era demasiado amable, siempre dulce a pesar que sabía que estaba aquí como una especie de parca.

¿Siempre era así de amable con todos los tributos para que luego ella mueran?

Haymitch había visto los juegos, no sabia si era por su posición por la sociedad o que las personas del Capitolio querían estar bajo una luz ante la mirada de Lucy Gray Snow que los Doce , lo que sobrevivían a la masacre de la Cornucopia, tenían buenos recursos por los patrocinadores.

Aunque claro, en cuarenta años no había resultado en otro vencedor para el Distrito Doce.

—Madame Snow — dijo Kore acercándose a ella — La señora Flanagan pregunta si van a almorzar juntas.

—Oh sí querida — contestó Madame Snow — Has reservaciones en el restaurante de siempre.

—Ya lo hago

Mayfield regresó a su lugar, Haymitch vio como la Primera Dama caminó hasta la mesa del comedor donde había frutas variadas.

Todo pasó rápido, Madame Snow pareció tambalearse y se sujetó de ambas manos en el borde de la mesa.

—¡Madame Snow! — chilló Mayfield acercándose a la primera dama. Flavius, el escolta del Doce, pareció temeroso y dijo que iba a buscar a un médico o al hijo de la primera Dama que estaba en el edificio.

Madame Snow se apartó de la mesa, para sujetarse de los brazos de su asistente.

—Mi cabeza... duele — dijo con una mueca — ¿Maude? ¿Barb? ¿Tam?

Haymitch parpadeó, cree recordar el primer nombre de algún lugar del doce.

—Déjeme ayudarla — Maysilee se quiso acercar, pero un pacificador la apuntó con su arma.

Haymitch rápidamente se puso en frente de Maysilee que temblaba. Mayfield la sentó en una de las sillas, se acercó y sirvió un vaso de agua, para luego sacar de su bolsillo ese mismo frasco morado que vio en el tren.

Colocó cinco gotas en el agua para luego entregársela a Madame Snow.

—Madame Snow, bébase el agua — suplicó Mayfield. La anciana negó con la cabeza, Mayfield siguió suplicando pero Lucy Gray siguió negándose.

Haymitch observó. ¿Por qué rechazaba la medicina?

La puerta se abrió de golpe seguido de una voz masculina diciendo: —¡Madre!

Hombre alto de cabello rubio dorado y ojos azules, rápidamente se acercó a Madame Snow, hincando su rodilla derecha.

Mayfield le entregó el vaso de agua.

—Madre, por favor bebé — pidió el hombre. Debió ser uno de sus hijos, Draconis Snow no era, así que debía ser cualquiera de los dos del medio.

—No, no

—Madre — él sujetó la muñeca de Madame Snow para frotar el dorso de la mujer.

Con la mano temblorosa, Madame Snow cogió el vaso de agua y la bebió. El hijo Snow se puso de pie y miró a su madre por un par de minutos, donde Mayfield le entregó su bolso.

—Si alguno de ustedes dice algo sobre lo que pasó — dijo el hombre con un claro tono de advertencia — Aténganse a la consecuencias.

Luego ayudó a Madame Snow a levantarse de la silla.

—La llevaré a casa para descansar — comentó el sujeto a Mayfield — Tu ocúpate de los tributos.

—Si, señor Octavian — asintió con la cabeza Mayfield.

Con cuidado, Octavian Snow guio a Madame Snow hasta la salida, dejando a todos en silencio. 

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