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Una dulce coincidencia

Como si fuera arte de magia, mi segundo día de clases dio un gran giro; absolutamente todos, todos los estudiantes de esta escuela me evitaban y al solo verme lanzaban un hiriente murmuro.

Anna se sentía como una oveja negra alrededor de cientos de ovejas blancas, sentía la exclusión de manera que daban ganas de llorar. Tan solo alguien se le acercaba y estaba infundado de miedo o repugnancia.

—Qué estupidez— Susurró Anna para sí misma.

—Señorita, te esperaremos en la sala del director— Dijo la Maestra, tan indignada de tener a una chica tan problemática como Anna— ¿Alguien de tu familia vendrá?.

—Si Maestra, mi padre ha de estar en camino— Unas palabras educadas proviniendo de la boca de Anna— Siento las molestias que le ocasioné Maestra, debo pedir perdón por tener que encargarse de esto.

—No...— La Maestra cerró la boca al ver esa cordialidad de Anna— Entremos al salón, la clase va a continuar.

De una reverencia Anna entró al salón de clases y se sentó en su pupitre, sintiendo esas miradas de sus compañeros de clase, algo que la hizo suspirar.

¿Cómo fue que pasó todo esto?.

De ser Anna una chica nueva y linda, a ser ahora una chica rechazada y la primer objetivo de envidia y odio frente a cada estudiante.

Todo se produjo por el video de ayer, cuando Anna golpeó a la chica que estaba abusando de Mary. Desde eso, ese video fue publicado en redes sociales y al parecer, cada estudiante vió ese video, sin la excepción de los encargados de la escuela.

Un simple video generó que Anna sea ahora una chica abusiva y una mala influencia para cada persona en esta escuela.

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—Anna— Pronunció el nombre de la chica rubia el director de la escuela— ¿Qué tienes por decir?.

Anna con gran fuerza intentó ocultar esa irritación que tenía con tan solo ver al Director; ese anciano que con tantas arrugas y canas que de tan solo verlo con esos aires de saberlo todo le irritaba.

—Ya lo dije, estaban abusando de una amiga, así que solo intervine— Respondió Anna.

—En el video se puede ver claramente que tu eras la que estaba abusando de la joven— Suspiró el director al ver como Anna no quería contarle la verdad, una verdad que para él era diferente— Harald, tu eres su padre— Miró el Director al padre de Anna— ¿Por qué tu hija abusaría a unas chicas como ella?.

—Ya lo dijo— Harald sonrió, soltando una sola carcajada— Es mi hija, la conozco y sé que nunca haría algo como eso. Los equivocados son ustedes —Harald puso sus grandes manos en la mesa del director, imponiendo gran presencia ante el pequeño director— Su trabajo es velar por el bien de cada estudiante, no simplemente lanzar prejuicios ante una niña. Ya escucharon a mi hija y esa es la verdad, si no le creen entonces están haciendo mal su trabajo.

Harald era realmente grande; alto y corpulento, apenas Anna le llegaba a su pecho. Hasta la hacía sentir insignificante ante un hombre como él, siempre que lo veía era como si estuviera ante el mejor hombre del mundo.

Su apariencia es difícil explicarla ante los ojos de Anna, ya que lo consideraba uno de los hombres más guapos; su cabello negro y abundante, sus espesas cejas y ojos tan intimidantes como los de un león y su cuerpo, como el de un guerrero de la antigüedad, y eso era poco para describirlo, ya que con su ropa tan elegante lo hacían ver como alguien de gran prestigio, como si de un gerente de una gran empresa se tratase y efectivamente lo era.

—Pero señor...—Intentó argumentar el director, pero Harald simplemente continuó.

—Si no son capaces de hacer algo como eso entonces esta escuela no es el lugar para mi hija— Concluyó Harald.

—Señor, esta escuela es la mejor para su hija, es la mejor en todo el mundo, tenemos una gran cantidad de títulos— Dijo el director intimidado, intentando mostrar poder mediante el prestigio.

—¿Títulos? No me hagas reír— Harald frunció su ceño, con una relevante irritación— Puedes tener los títulos que quieras, puedes decirme lo poderoso que seas, pero si no tienes un poco de sentido común y mucho menos, un poco de humanidad, un poco de tan solo saber lo que es ser una persona, entonces no eres nada para mi. Eres tan solo un pordiosero que solo muestra poder para sentirse orgulloso y más grande frente a otros... Es más grande y poderoso alguien que tiene humanidad, que busca la respuesta correcta y no tan solo el que se basa en una primera impresión.

Harald agarró su maleta y se levantó de su silla, y con pasos pesados se dirigió junto a Anna a la salida de la oficina del director.

—Gracias por todo— Concluyó Harald, con una mano en el hombro de su hija y ambos hicieron una leve reverencia ante las personas que estaban y se retiraron.

Padre e hija caminaron por los concurridos pasillos, llenos de estudiantes, que los veían, sobre todo a Harald, que se llevaba las vistas de todos al instante.

Anna tan solo suspiró y su padre le dio unas suaves palmadas en su cabeza y luego revolcó su mano en la pequeña cabeza de su hija, despeinando el cabello rubio de Anna.

—¡Papá!— Se quejó Anna.

—Deja esa cara de perdida mi Princesa— Anna alejó la mano de su padre— Tal vez puede que me haya excedido.

—No lo creo, si estaría mi mamá puede que hasta haya golpeado al viejito.

—Me lo imagino— Harald suelta unas escandalosas carcajadas.

—Gracias papá— Anna abraza a su padre.

Harald abraza la pequeña cabeza de su hija y acaricia su cabello, casi a punto de llorar porque era la primera vez después de mucho tiempo que su hija lo abrazaba.

—No llores papi, darás repelús— Dice Anna.

—¡No voy a llorar!— Harald lleva sus manos a sus ojos— Basta de esto, vámonos de una vez.

Él tomó la mano de su hija y caminó junto a ella.

Ambos pensaban en que camino seguir ahora que Harald había dicho tales cosas al director, era realmente inesperado haber entrado en una cosa y al día siguiente salirte de ello.

—¡Esperen!— Los llama el director, tan cansado de correr que al hablar se detuvo e intentó controlar su respiración— Esperen por favor...

Harald y Anna se detuvieron a pocos pasos de la salida de la escuela. El director y la Maestra de Anna habían corrido con tanta fuerza que sus viejos cuerpos parecía que les fuera a dejar de funcionar.

—Señor Harald y señorita Anna...— Dijo el director, incorporándose al instante, con un pañuelo en su cabeza, limpiando su sudor— Ruego que me perdonen, esa no fue la actitud ideal de un director de una escuela.

—Señorita Anna, déjanos investigar el caso. Estamos malinterpretando lo que sucedió y te he visto y eres una niña educada y amable, de seguro hiciste lo que hiciste por una buena razón...—Terminó la Maestra, suspirando ante el cansancio.

—Por favor, deja a tu hija en nuestras manos— Volvió a hablar el director— es nuestra responsabilidad que ella demuestre su potencial y simplemente la estamos alejando, alejando nuestra responsabilidad.

—Ya lo saben— Sonrió con orgullo Harald, sabiendo que esto iba a suceder— Yo no soy el que decide, mi hija es la que toma la decisión, así que no deben preguntarme sobre eso.

—Señorita Anna— Exclamó el director con diligencia— De verdad que solucionaremos esto, si alguien te molesta en la escuela o te tratan mal haremos todo lo posible para que quieras seguir aquí con nosotros.

—Gracias Director, pero no te preocupes, con tal de que sepan la verdad entonces por mí no hay problema. Solo que no quiero que piensen mal de mis padres por mi culpa— Anna volvió a tomar la mano de su padre y mostrarle una sonrisa— Me quedaré, siento que pasaran cosas divertidas.

El Director suspiró de alivio al escuchar la respuesta de Anna, la Maestra también se había quitado un peso de encima.

—Te esperamos mañana señorita Anna— Concluyó la Maestra con un gesto amplio.

—Espero una buena disculpa de esas chicas y de ustedes una vez que comprueben que mi hija ayudó a esa chica pequeña— Señaló Harald con su índice al director— Tengan buen día, no se esfuercen mucho, ya están de edad— Él soltó una carcajada.

###

—Helena ¿De verdad que quieres hablar con esa chica?— Una amiga de Helena miró de reojo a Anna— ¿Viste lo que le hizo a esas chicas?.

—Eso no me importa— Reprochó Helena— Ya te he dicho 100 veces que ella solo estaba protegiendo a esa chica y si no me crees Jessica, entonces puedes volver a ver el video completo.

—Si, si, aun así puede que me golpee de esa forma si la hago enojar— Tembló Jessica al solo imaginarla— Solo que no entiendo el porqué estás tan obsesionada con ella.

—Solo quiero conocerla, me pareció interesante.

—¿En que te interesa?.

—¿En lo linda que es?— Supone Helena sin dejar de ver a Anna— Tal vez sea más encantadora de lo que piensas, por eso no tienes novio Jessica, siempre dando conjeturas a partir de la primera impresión.

—Te recuerdo que tu tampoco tienes novio, mi amiga querida.

Jessica es una chica de estatura promedio, atlética y perteneciente al club de natación, además de que es la prima de Helena y por apariencia son realmente parecidas, a excepción de que Jessica tenía su cabello ondulado y con una cola de cabello como le gustaba, sin olvidar su color marrón de su cabello y ojos.

—Ve y háblale, es una mujer, ni que le fueras a hablar al chico que te gusta— Rió Jessica, retirándose del salón— Nos vemos mañana Helena.

Helena tan solo se despidió con su mano y la dejó caer con impotencia y tristeza, también apoyó su cabeza en su pupitre, lamentándose en lo difícil que es hablarle a una persona o es porque esa persona era Anna.

"¿Cómo es que esa chica no le importa que la miren de esa manera?" pensó Helena al ver a Anna, tan sola y excluida, como una pequeña flor en medio de un extenso campo de pasto.

Desde ayer Anna ha de sentirse bastante sola, sin hablar con nadie, sin juntarse con nadie, comiendo sola en los descansos y observando por si sola toda la amplia escuela, además de cómo soportaba esas miradas y burlas. Hasta yo lloraría si me pasara lo mismo.

—Ahjjjj— Helena se quejó en su pupitre, rascándose su cabeza como si le doliera de tanto pensar— Debo hacerlo maldición, si tan solo no nos hubiéramos besado ese dia... es como si ese beso me hubiera unido con ella...— Murmuró Helena, para después levantarse de su silla de golpe.

"A veces el poder de un beso puede ser más poderoso que el golpe de una bala" volvió a pensar Helena...

—Bien, lo haré hoy— Apretó sus puños y agarró con fuerza su mochila.

Para su impresión y ánimo... Anna ya se había ido del salón, desmotivando al instante a Helena.

Como si fuera una cazadora Helena salió del salón al instante, viendo en sus dos direcciones de por cual camino tomó Anna y como era normal la identificó al instante, era realmente complicado no notar ese cabello tan reluciente de la chica rubia.

La siguió con discreción.

Mientras la seguía Helena pudo apreciar aun más ese rechazo que se desprendía, esa aura de soledad que rodeaba a Anna te hacían querer abrazarla y por si fuera poco, Helena les devolvió una mirada intimidante a los que hablaban a espaldas de Anna.

Anna dobló a la esquina, para bajar por las escaleras.

Helena la siguió con rapidez hasta que...

Una ligera coincidencia.

Como la primera vez que se vieron y besaron.

Por la rapidez Helena arrolló a Anna.

Esta vez, las dos chocaron, solo que Helena era ahora la que estaba encima de Anna.

No se besaban...

Esta vez Helena abrazaba a Anna, con su cabeza en los pechos de la rubia, como cuando abrazas a tu madre, todo sucedió porque Anna al parecer olvidó algo en el salón de clases, pero después de esto volvió a olvidarlo.

Al reaccionar, Helena rápidamente se convirtió presa de ese vergonzoso rubor en el rostro. Apoyó sus manos en el suelo y levantó su torso, viendo de cerca el rostro de Anna, quien se sobaba su cabeza por el golpe.

No era tan diferente a la primera vez que se vieron, ambas se miraban fijamente, con esos ojos azules como el zafiro de Helena y esos ojos verdes como el jade de Anna y con esas hermosas expresiones de vergüenza.

"¡QUÉ SON ESTAS COINCIDENCIAS!" Helena gritó para sus adentros.

—Ahm... Em...No es... No es lo que parece...— Helena se compuso al instante— Lo... lo siento...

Anna simplemente no sabía que decir, no sabía cómo ocultar su sorpresa y vergüenza, solo tapaba su boca, recordando esa primera vez y mirando hacia otro lado, no podía mantenerle la mirada a aquellos ojos tan preciosos de Helena.

—¡Anna!— De repente Helena habló con fuerza y se avergonzó— ¿Que... ¿Qué estoy haciendo?... — Helena agitó su cabeza de una lado a otro, presa del pánico— De... Déjame ayudarte Anna.

Al final Helena acercó su mano hacia Anna, igual que la primera vez, solo que esta vez tenían roles distintos.

—Gra...Gracias...

Anna tomó la mano de Helena y ella le ayudó a levantarse, pero el simple hecho de pensar que Anna tocara la mano de Helena le avergonzaba, esperaba poder hablarle desde aquel primer día y Helena también quería lo mismo, ambas compartían ese mutuo sentimiento.

—Deberas que lo siento, estaba afanada— Hizo una reverencia Helena.

—Está bien... solo me sorprendió... que sucediera esto... otra vez— Anna intentó hablar a pesar de su pena— Por cierto... desde ese día...

—¿Ese día? si... Hace tres días...

Era imposible para ellas dos hablar normalmente, cada una estaba metida en su problema que hacía imposible la conversación. Aun así Helena tomó fuerzas, quería hablarle desde un principio y la oportunidad era perfecta.

—Anna... tal vez... ¿Quieres que te invite a un té?...

Anna abrió los ojos, era repentino algo como eso, pero recordó que los británicos suelen tomar bastante Té cada día.

—Estaría encantada— Anna sonrió.

Helena llena de felicidad quiso dar un salto de alegría, pero se mantuvo rígida para no provocarle una espantosa impresión a Anna.

—Aunque...— Se detuvo Anna, habiendo olvidado algo, pero no era lo que olvidó en el salón— ¿Puede acompañarnos una amiga?

—Bueno... no es que me importe— Dijo Helena, con cenizas en sus motivaciones de quedarse a solas con Anna.

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