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Un amor antiguo

—Entren, entren. Esta es su casa, siéntanse a gusto— Annelise dejó pasar a las invitadas— Pueden esperar en la sala, haré la cena.

Mary y Helena agradecieron, mientras que Anna miraba por todas partes para saber donde estaba su Padre. Anna ya estaba lo suficientemente avergonzada con Helena luego de las indirectas que lanzó su Madre en el recorrido a casa.

—Si quieren puedo mostrarles mi habitación— Propuso Anna, intentando evitar a su padre— Así ordenamos donde vamos a dormir y les presto de una vez mis pijamas.

—No necesitas tomarte esas molestias— Dijo Mary volviendo a su común timidez— Con la ropa que tengo es suficiente para dormir.

—¿Qué dices Mary?— Sonrió Helena al instante— Pierdes la oportunidad de ponerte la ropa de una rubia, solo imagínate usándola.

—No empieces Helena. No es para tanto— Suspiró Anna, en el fondo alegre por recibir esas palabras de Helena— Si eso quieres Helena entonces a ti te tocará vestir la ropa de esa otra rubia llena de arrugas— Una indirecta a Annelise.

—Era broma Annita. No quiero molestar a tu madre— Se retracta Helena.

—Pues bien, subamos.

Las tres chicas subieron por las escaleras, caminando por el pasillo, un pasillo aburrido donde no había color ni matices excitantes, solo simples puertas que ocultaban el interior de habitaciones a excepción de la de Anna, la que tenía una puerta pintada de rosado, demostrando un sentimiento de exclusión en las simétricas puertas.

Anna empuja la puerta de su habitación y entra en ella, junto a las demás chicas. Ambas observaron la habitación de Anna, una gran sorpresa se llevaron, esa habitación colorida, con cortinas rojas y bordes dorados, una cama amplia y con techo; con una gran cobija llena de bordados rosados, y lo demás como cuadros de Anna por toda la pared, cuadros de niña, cuando bailaba al Ballet, cuando vestía su primer uniforme de escuela. Una habitación referente a la de una princesa.

—Me recuerda a la habitación de la muñeca Barbie— Dijo Mary.

—Que va— Anna se dirigió a su amplio closet y comenzó a buscar entre las decenas de percheros sus pijamas— Miren ¿Cuál quieren usar?

Helena y Mary se acercaron al closet, rebuscaron entre la ropa, no por escoger, si no por simple curiosidad al ver la ropa de Anna.

—Anna ¿No tienes ropa muy simple?— Preguntó Helena, al ver la ropa tan lúgubre que tenia Anna, a comparación de su habitación tan llamativa.

—Eso significa que por dentro no es tan bonita— Respondió Mary.

—Ya... eso que dicen que tu ropa representa tu personalidad.

—No digan eso— Dijo Anna— Solo no me gusta usar ropa llamativa.

—No tienes ni una falda— Observó Helena decepcionada.

—Claro que tengo; las de la escuela y los tutú del Ballet.

—Eso no cuenta... y yo que quería verte tus piernas...

Pasaron los minutos y todas habían escogido sus pijamas, y, ahora con ellas puestas bajaron hacia el comedor, donde les esperaba la cena.

Allí estaba Annelise y Harald, esperando a las chicas, aunque los padres de Anna planeaban formas de humillar a su querida hija.

—Hola señor, gracias por recibirnos— Saludó Mary al ver al padre de Anna.

—Gracias por recibirnos— También saludó Helena, sintiéndose incómoda ante el gigante padre de Anna.

—Oye, vete, las incómodas— Ordenó Anna sin piedad.

Harald la ignoró, tan solo puso las manos en la mesa, demostrando un aura de autoridad.

—Ignoren a mi hija, solo está feliz de traer a sus amigas a casa— Sonrió con malicia Harald, viendo a su hija, sin rendirse ante el duelo entre padre e hija.

Anna miró con seriedad a su padre, demostrando esa pequeña vergüenza en sus mejillas.

—Vuelve a hablar y no te hablaré por el resto de mi vida— Dijo Anna, sentándose en un extremo de la mesa, dejando que Helena y Mary se sentaran en los laterales de la mesa, viendo cara a cara a Annelise y Harald.

—Les queda bien esas pijamas— Comenzó a hablar Annelise al sentir la incomodidad de las invitadas— Como era de esperarse de las inglesas, tan lindas como siempre.

—Nos halagas— Dijo Helena— Puede que el encanto de su hija se haya pegado a nosotras con la ropa.

—¿Ah si?— Sonrió Annelise con intenciones de avergonzar aún más a su hija— Por cierto Helena ¿No dices que mi hija es muy linda a cada rato?

—¿Eh? No me había dado de cuenta— Fingió Helena sonrojada.

—No la molestes— Dijo Anna llevando una cucharada de sopa a su boca.

—Por cierto Anna...

Antes de que Harald pudiera hablar, Anna lo interrumpió con mirada asesina.

—Dije que no podías hablar.

—¿Crees que puedes hablarme de esa manera? Yo soy el que da las ordenes— Habló Harald, mostrándole lo que era la rabia a Anna— Así que abre esa boca. Las niñas malcriadas deben tomar una lección.

—No, no. Era broma papi, no me des de comer, ya estoy grande como para que hagas eso.

—Como si me importara— Harald tomó la cuchara y la llenó de sopa, dirigiéndola a la boca de Anna— Abre grande y no pongas excusas.

—Pero padre...

Anna se rindió y recibió con su boca la cuchara.

—Ammm ¿Puedo preguntarte algo, Padre de Anna?— Habló Mary.

—Si, por supuesto— Dijo Harald, sin dejar de darle de comer a su hija— Puedes llamarme Harald, te ahorras molestias.

—Ah, si, Harald ¿Eres acaso el dueño de una comercializadora?— Preguntó Mary— Te he visto en unas revistas.

—¿En serio? ¿Desde cuándo soy tan famoso?— Harald comenzó a reír— Desde que me casé mi fama disminuyó.

—¿Si? ¿Dices que como ahora estás casado ya no tienes fans persiguiéndote? Pues que mala suerte por ellas.

—Soy yo el afortunado por tener a una esposa como tú— Dijo Harald escuchar esa aterradora indirecta de su esposa.

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—Perdonen si he estado muy callada— Comentó Mary, abrigándose con la cobija.

Las chicas estaban en la habitación de Anna, sentadas sobre la alfombra con una larga cobija que abrigaba a Mary y Helena, mientras que Anna estaba de pie, con el control en la mano y buscando una película interesante para ver.

—No te preocupes— Dijo Anna— Mis padres son raros, además les caíste muy bien, parecían que te trataran como si yo tuviera una hermanita pequeña.

—Me alegra, no pensé que podría llegar a agradarles a tus padres, después de todo son como muy... geniales, es que nunca había conocido a personas así.

—Pienso lo mismo— Habló Helena— No imaginé que tu madre fuera a ser tan hermosa y en cierto sentido me parece bastante increíble.

—¿Si? Te gustó mi madre eh— Bufó Anna— Deberías decirle eso, le encantaría, se le sube a la cabeza cuando hablan de ella.

—¿Eso no es ser narcisista?— Preguntó Mary.

—Exacto, es narcisista, no la has visto cuando se ve en el espejo, solo espera a que la escuches— Anna seleccionó la película y mientras cargaba el video salió de la habitación y gritó— ¡Como tardas Annelise!

Anna regresó a la habitación y se sentó en el medio, entre Mary y Helena, abrigándose con la cobija, mientras escuchaban las fuertes pisadas de Annelise.

—Ya, ya, comiénzala— Suspiró Annelise con una bandeja entre sus manos, entregando una taza de chocolate caliente a cada chica.

Annelise agarró su taza y se sentó al lado de Mary, tan cerca que hizo sonrojar a Mary. Annelise solo sonrió y dio un sorbo a su chocolate.

—No... no sabia que te gustaban estas películas— Dijo Mary con poco espacio personal.

—¡Claro que me gustan! Puedo ser una treintañera, pero nunca perderé esos recuerdos cuando estaba en preparatoria.

La película había comenzado, trataba de unos estudiantes que buscaban el amor.

—¿Entonces estabas enamorada en ese entonces? Harald no cuenta— Dijo Helena, inclinando su cuerpo para poder ver a Annelise, ya que ambas estaban en extremos y con Anna y Mary como obstáculos.

—Me enamoré de Harald cuando salí de la Universidad, pero en ese entonces si estaba enamorada.

—Me habías dicho que nunca tuviste novio en la preparatoria— Añadió Anna.

—Si, pero no significa que nunca me haya enamorado.

—¿Nunca declaraste tu amor?— Preguntó Mary.

—Si, lo hice, solo que eso tiene una poco de historia— Annelise dio otro sorbo a su chocolate— Pero mejor veamos la película

—Ya comenzaste madre, termina con la historia.

—¿Eh? Pues... era complicado el amor en ese entonces, ya que los chicos comenzaron a desagradarme. Cada día recibía una declaración de amor de una chico diferente, así que eso me decepcionó de los chicos, solo iban por mí porque era bonita— Annelise miró a Anna— De seguro te debe pasar lo mismo querida, después de todo eres mi hija— Terminó con una sonrisa.

—Eso es verdad, pero no te desvíes del tema— Dijo Anna.

—Bueno... en ese entonces me había enamorado de una chica, estaba tan perdidamente enamorada que cada día me mantenía con ella, día y noche, no quería separarme de ella.

—¿Quién era?— Interroga Helena.

—Se llama Anastasia. La deben conocer bastante bien, después de todo estuvieron hoy en su obra de teatro ¿No?

—¡¿Te gustaba mi Profesora?!— Dijo Anna con una voz llena de asombro.

—Así es, Anastasia me gustaba.

—¿Qué sucedió entonces?— Preguntó con gran intriga Mary.

—Pues no mucho. Anastasia me rechazó mi declaración de amor y desde entonces me enojé tanto con ella que la evito.

—Que historia tan triste— Helena se llevó las manos a sus ojos.

—Pero la estúpida de mi hija estaba tan apegada a ella que nunca podía evitarla, y, luego de varios años, cuando pensé que me había librado de ella mi hija vuelve a invocarla— Gruñó Annelise— No te imaginas todas las llamadas que me ha hecho desde que volviste a verla.

—Ah... Lo siento Madre, no pensé que la odiabas...

—Pero está bien, después de todo Harald es el príncipe de mi alma.

—Qué bonita frase— Dijo Mary.

—Tu también eres bonita— Annelise acarició la cabeza de Mary— Pero no hablen de él, de seguro lo despertarán si hablamos de él y él tiene que trabajar— Annelise comenzó a reír— ¡Que trabaje duro por las mujeres de la casa!

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