Sin darme cuenta la estaba besando, un accidente terminó en esto. Era imposible creerlo, sus ojos estaban a tan solo cinco centímetros de mi, esos ojos tan azules como el zafiro no dejaban de mirarme con tal sorpresa que me hacía sonrojar aún más.

Era indiscutible no sentir ese suave y cálido tacto de sus labios con los míos, nunca había sentido unos labios tan perfectos en los míos, lo que hacía no quererme despegar, pero era una desconocida.

Sin pasar el tan solo minuto me separé al instante, ocultando mis labios con mi mano, sin dejar de apoyar mi otra mano en su hombro. Estaba tan avergonzada que rápidamente me levanté, asegurándome de que mi falda estuviera en su lugar y acerqué mi mano a la chica que estaba en el suelo.

—¡De verdad que lo siento!—Me disculpé, cerrando mis ojos e inclinando mi torso un poco.

La chica igual de sonrojada no tardó en sostener mi mano, dándome una preciosa sonrisa. La ayudé a levantar y le observé con detalle, asegurándome de que no estuviera herida.

—Perdóname, estaba distraída— Repliqué— ¿No estás herida?.

—No, no. Solo me sorprendió—Dice la chica, peinándose su cabello y limpiándose el polvo de su ropa— Que inesperado fue esto— Soltó una pequeña risa.

Era realmente encantadora, tan hermosa como una flor y radiante como el sol. Con tan solo ver su uniforme era claro que era una estudiante y por su apariencia parecía tener mi edad.

—Si... de verdad que lo siento, no quise hacerlo—Miré para otro lado, para evitar esos hermosos ojos que tanto me incomodaban— No quise besarte...

—Está bien, no me importa—Dijo, levantando mi maleta que también había caído— Tienes un lindo cabello, es muy poco común ver a alguien tan rubia ¿Eres turista?.

—Emmm, si— Respondí asombrada ante tales ojos tan observadores—Vengo para mudarme.

En esos momentos me avergoncé al escuchar el fuerte grito de mi madre en medio de la multitud, con ese rostro tan malhumorado como es habitual en ella.

—¡Anna, eres muy lenta!— Exclama mi madre quien me esperaba en la salida del aeropuerto.

—Lo siento, tengo que irme— Dije.

—Si, espero que la pases bien en este país— Termina la chica, sin dejar de cambiar esa sonrisa tan linda.

—Gracias— Me despedí con mi mano, dándome la vuelta y sosteniendo mi maleta para comenzar a caminar.

Qué vergüenza.

Mi primer día aquí y pasan cosas tan vergonzosas.

Todo esto sucedió cuando un hombre se chocó conmigo y me tropecé con mi maleta, cayendo encima de esa chica. Inesperadamente ya estaba encima de ella, tanto fue mi peso que la hice caer de espaldas y tanto fue la coincidencia que la estaba besando.

Suspiré intentando calmarme para quitar ese molesto rubor de vergüenza en mi rostro, mi madre al verme de seguro me hará preguntas incómodas.

—Olvidé preguntarle su nombre—Susurré.

Miré hacia atrás, asegurándome de si todavía estaba y tan solo estaba caminando en mi dirección contraria, dejando lucir ese largo cabello castaño, tan claro que la hacia resaltar frente a las demás personas.

Espero que nos volvamos a encontrar...

—¿Tan emocionada estás? Ya besaste a una chica, cualquiera no hace esas cosas—Ríe mi madre— Cuidado y le pides matrimonio al primer chico que te parezca guapo.

Le di un suave golpe a su brazo, intentado calmar esa vergüenza que se había apoderado de mi rostro.