
Acercamiento
—¿Desean algo más?— Mencionó Helena, luego de las dos ya habían pedido.
Anna con tan solo ver el té y la tarta de chocolate que había pedido le pareció excesivo pedir algo más, así que miró a Mary, que estaba frente a ella, que también tenía un té y una tarta de queso.
—No, no, con esto es suficiente—Negó amablemente Anna con sus manos.
—Está bien— Helena dejó en la mesa el menú y una mesera se lo llevó, ella quería ordenar más cosas, pero no quería verse como una glotona frente a las demás.
Ahora el problema radicaba en que Helena y Mary no se conocían en absoluto, entablar una conversación entre extraños es realmente difícil, además de que Anna nunca había hablado con Helena, por lo que no sabía cómo tratar con ella.
—Cierto— Alzó la voz Anna, intentando comenzar un tema de conversación— ¿Estás en algún club, Helena?.
—Realmente no, me gustaría unirme a alguno— Dio un sorbo a su Té y miró a Mary— ¿Eres del club de Literatura?.
—Emmm...— Con la repentina pregunta Mary se atragantó con su tarta— Si...
—¿De verdad? Te vi un día que estaba visitando ese club— Helena le entregó una servilleta a la atragantada Mary— ¿Me recomendarías unirme a ese club?.
—Pues... no... no lo sé, deben gustarte los libros.
—No hay problema con eso, leo bastante— Luego Helena vió a Anna a su lado— Y a ti Anna ¿Te gustan los libros?.
—Digamos que si— Un leve rubor apareció en el pálido rostro de Anna— Solo que no suelo leer libros complicados.
—¿Cómo cuáles?— Helena dio una probada a su tarta de café y se maravilló por el sabor— Howard Phillips Lovecraft, Jorge R. Martin, Edgar Allan Poe. ¿Cómo esos?.
—Si, esos son complicados...
—He leído uno de cada autor...— Opinó Mary— Son increíbles, pocas veces se puede encontrar joyas entre tantos libros.
—Tienes buenos gustos Mary— Exclamó Helena— ¿Entonces cuáles te gustan a ti, Anna?.
—Pues...
Anna le dio un pinchazo con su tenedor a su tarta, pensando si decir una mentira o no, escucharles hablar de esos libros tan complicados la hicieron opacar bastante, pero decidió confiar en ellas.
—Solo leo... Novelas románticas...—Bajó la vista Anna, esperando que se le burlaran.
—Por eso eres tan linda— Sonrió Helena, mostrando una pequeña risita complaciente.
—También me gusta mucho ese género, pocos géneros te hacen latir tanto el corazón como esos— Declaró Mary.
—¡Totalmente!— Habló Anna, como si fuera a defender su amado género literario— Es como si te hicieran volver a amar...
Una larga charla y bastante sustanciosa se formó entre las tres chicas, tanto que duró una larga hora de tan solo hablando de libros, pero por formalidad ambas salieron de la cafetería luego de haber terminado su comida.
Al estar fuera Mary se tuvo que despedir, tenía una actividad en su club por lo que tenía que retirarse y como se habían prometido las tres acordaron salir un fin de semana a visitar una de las bibliotecas más grandes de la capital.
Anna y Helena comenzaron a caminar a la par, sin un rumbo fijo, solamente caminaban para buscar algo por hacer, después de todo era el primer momento a solas de las chicas, ambas lo querían, para hablar un poco y conocerse, como estaban anhelando.
Y mientras más lo esperas y llegas el momento, es más difícil que hacer, como si tanta preparación no fuera suficiente al tratar con personas, ya que cada persona es un mar de misterios y personalidades, por lo que preparar una conversación suele ser lo menor indicado.
—¿Quieres sentarte en este parque?— Propuso Anna, señalando el amplio parque donde los niños jugaban.
Helena con tan solo observar se fijó en que era un gran lugar, donde solo los niños reían y jugaban, las distracciones eran pocas y el ambiente agradable, ese helado frio que se acercaba con la noche comenzaba a emanar y un agradable lugar era reconfortante, como este.
—Me parece bien.
Caminaron y se detuvieron al frente de una banca de madera, sentándose a la misma vez, con sus ojos frente al jugueteo de los niños.
—¿Recuerdas ese día en el aeropuerto?— Comenzó Anna.
—Si... me dolió un poco ese choque.
—De veras que lo siento— Alargó su sonrisa Anna, acompañada con una pequeña risita— No esperé que fuera a pasarme eso en mi primer día en este país.
—No me desagradó— Dijo Helena, refiriéndose al beso, sonrojando a Anna— Es broma, fue la primera vez que me sucede eso.
—Y la mía ¿Qué debieron pensar los que estaban alrededor?.
—¿Qué somos raras o tal vez, que somos novias?— Bromeó Helena.
—Lo más seguro, además el que me empujó ni siquiera se disculpó, los británicos son bastante malhumorados— Hizo una mueca Anna— Bueno, no todos.
—Está bien que pienses eso, a veces también me desagradan y eso que soy una de ellas— Soltó una carcajada Helena.
—Es bueno que te lo tomes en broma, si de seguro alguien me llegara a escuchar ya sería un saco de boxeo.
—¿Qué dices?— Volvió a reír Helena— ¿De donde eres?.
—Ah, no de muy lejos, soy de Dinamarca.
—Entonces ¿Todos los Daneses tienen ese cabello así?.
—¿Cómo?— Preguntó Anna.
—Así de lindo como el tuyo, pareces un girasol.
—Ah, eso, no, puede ser común, aun así no es muy común, no se si me hago entender.
—Si, si, entonces ¿Me dejas tocarlo?— La pregunta que tanto esperaba hacer Helena— No lo malinterpretes, solo quiero saber si es diferente al mío.
—Puedes tocarlo— Alzó Anna un largo mechón de su cabello rubio— Si es así entonces déjame tocar el tuyo. Tienes un cabello bastante claro a comparación de otros.
Helena también alzó un largo mechón de su cabello y se lo entregó a Anna, Anna hizo lo mismo y ambas acariciaron sus cabellos, pero Helena lo disfrutaba, hasta estaba sonrojada.
Era la primera vez que tocaba un cabello tan hermoso, es como si en sus manos estuviera la más fina seda y tan suave que quisieras abrazarla de por vida y ella quería hacerlo, pero se contenía, quería olerlo, sentirlo en sus mejillas, peinarlo y recostar su cabeza en el.
Anna hizo lo que ella deseaba. Anna llevó el mechón de cabello de Helena a su rostro y lo acarició con sus pálidas mejillas, esa sensación de conformidad atraparon a Helena, que tan solo la veía, hipnotizada ante tal belleza y sonrojada al ver que era su cabello el que sentía esas mejillas de Anna, hasta sentía celos de su propio cabello.
—Es tan suave— Dijo Anna, con sus ojos cerrados y frotando el cabello de Helena en sus mejillas.
—Eres muy hermosa— Esas palabras se le escaparon de la boca de Helena.
Anna al escuchar las palabras de Helena abrió sus ojos y la miró, y tan solo mostró una tímida sonrisa, haciendo sonrojar a Helena por la estupidez que había cometido.
—También eres muy linda— Dijo Anna.
Helena ante tal halago puso sus manos en su rostro, tan avergonzada que quería morir, no quería ni siquiera mirar a Anna, palabras como esas eran como un arma filosa para el tímido corazón de Helena.
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