8
Hace tan solo dos días Tillie y yo estábamos viviendo nuestro mejor momento, por fin había logrado tener a mi primer amor, la chica con la que he soñado por más de diez años. La única a la que he amado durante todo este tiempo y por la que sería capaz de dejar todo. Y ahora, es como si todo lo que vivimos en cinco días fuese solo un sueño. No entiendo que pasó ni por qué decidió alejarse, lo único que sé es que, haberla tenido y perderla, dolía más que nunca haberla tenido.
-¿Cale? -Jane pone una taza de café frente a mí, su mirada de compasión me hace sentir aún peor-, no puedes seguir así, estamos preocupados por ti.
-Estoy bien, solo necesito pensar -contestó bebiendo mi café humeante. Hago un gesto de dolor al sentir como quema mi garganta-. Voy a vestirme, necesito ir al restaurante.
Me levanto de mi silla y me alejo de mi hermana, ella y Dan ya saben lo que ocurrió y siendo sincero, no necesito oír más charlas motivadoras. Solo quiero entender que sucedió.
Aparco mi coche en la zona reservada para mí en el restaurante, antes de enfrentarme a mis empleados, tomo mi móvil y marco su número, otra vez. El buzón de voz suena al instante y después del pitido decido dejar un nuevo mensaje.
-"Tillie, cariño, por favor, contesta, necesitamos hablar. No sé qué hice, pero te suplico que me perdones. Te prometo que dedicaré mi vida a enmendar el daño que te hice, pero por favor, habla conmigo. Te echo de menos."
Cuelgo la llamada sin esperanzas, sé que no contestará. Sigo sin entender que sucedió. Si ella quería terminar la relación, al menos merezco saber por qué. Froto mi pecho, se siente vacío desde que no está. Al entrar al restaurante recibo la mirada lastimera de todos los empleados. Frunzo el ceño cansado de los murmullos a mis espaldas. Entro a la cocina dejándolos a todos atrás con miradas de preocupación. Cambio mi ropa por mi uniforme y empiezo a preparar el menú para la noche. El mousseberry Tillie ha salido del menú sin importarme que sea el postre insignia del Luxe Louge. En cambio, los platos más difíciles y con más dificultad de preparación serán los que inundarán la cocina esta semana. Enfocarme en el trabajo me ayudara a mantener mi mente ocupada y así evitaré pensar en Tillie. El tiempo pasa tan rápido que, cuando menos lo espero, estoy conduciendo hacia el centro comercial. Camino por el pasillo que me lleva al vestidor y escucho su voz y la de Grace enzarzadas en una conversación. Camino más rápido hasta darles alcance y cuando por fin la veo, mi corazón se cae de dolor. Tiene bolsas oscuras bajo sus ojos, y luce desaliñada.
-Tillie...
Pasa por mi lado esquivándome, la veo perderse por el pasillo como cuando estábamos en el instituto. Solo deseo que llegue la Navidad para no tener que volver a este trabajo. Esta vez me lleva más tiempo ponerme mi traje de Santa, cada movimiento se siente lento y cansado.
-Hola, Caleb -saluda Maddie, sentándose a mi lado-, lamenté oír que Tillie y tu rompisteis.
-Si, yo también lo siento. -digo con la voz cansada.
-Pero, si te soy sincera, no me extraña, Tillie tiene por costumbre jugar con los hombres. Puede que sea difícil para ti, pero es mejor que lo superes, no eres su única víctima ni serás la última.
-Tillie no es así -Le digo, poniéndome de pie, sintiéndome furioso por sus palabras-, Tillie no es una cualquiera. Te prohíbo que vuelvas a expresarte así de ella.
-Está bien, no diré más, pero que no quieras oírlo no hace que deje de ser verdad. Tillie es una zorra, todos lo dicen y lo saben, yo solo quería advertirte.
Descruza sus piernas y se levanta, dándome una mirada de pena y luego sale del vestidor, moviendo sus caderas, cada paso que da me resultaba exasperante. Termino de vestirme y salgo del vestidor para tomar mi posición en mi trono, esta vez, observo atento cada interacción de Tillie con sus compañeros. Soy consciente del intercambio de sonrisas, las charlas intimas, y como Arthur la sujeta con cariño. La ira crece dentro de mí, y me siento estúpido por haber caído en las garras de Tillie Brooks.
Salgo del centro comercial cuando las calles ya están vacías, la lluvia no ha cesado y es cada vez más helada, y anuncia la llegada de la primera nevada del año. Camino bajo la lluvia perdido en mis pensamientos, sé que Tillie no es lo que Maddie dijo, jamás lo seria. Es una buena chica, solo me dejé llevar por el dolor de no obtener una respuesta, de estar viviendo en esta incertidumbre durante dos días. Han sido más de diez años amándola en silencio, y cuando por fin la tengo, cuando por fin me permito ser feliz, todo se derrumba a nuestro alrededor.
-Hola.
-¿Qué quieres, Maddie? -Abro la puerta de mi coche intentando entrar, pero mi maldita necesidad de ser un caballero me impide dejarla bajo la lluvia.
-Solo quería preguntarte como estabas. Y saber si puedo hacer algo por ti. -Parece sincera y arrepentida y tengo que ceder.
-Estoy bien. ¿quieres que te lleve?
-No tienes por qué hacerlo, mi autobús está a punto de llegar.
-Insisto, no me sentiría bien dejándote bajo la lluvia. -Rodeo el coche para abrirle la puerta. Regreso a mi lado y enciendo la calefacción, y tengo un déjà vu de la primera noche con Tillie, después de nuestro reencuentro.
-Gracias.
Asiento y salimos del aparcamiento. Tillie estaba de pie, al lado de su amiga, observando toda mi interacción con Maddie, cierro los ojos sintiéndome idiota por haberme dejado llevar por mi amabilidad, ahora sí que la iba a perder. Golpeo el volante, asustando a Maddie.
-Lo siento. -murmuro ante el sobresalto de mi acompañante.
-¿Estas bien?
Mascullo un escueto "si" y sigo avanzando. Nos quedamos en silencio por unos minutos y luego esa aparente calma fue interrumpida por la voz de Maddie.
-Lamento lo que sucedió entre Tillie y tú.
No respondo, ella no entiende, nunca entenderá. Sigo observando la carretera, tratando de olvidar el rostro de tristeza de Tillie.
-Se que no me crees, pero, no me sentiría bien conmigo misma si no te decía la verdad. Tillie no es una buena persona. Va de un novio a otro y los desecha cuando ya no le sirven. Le gusta engañarlos y...
-¡Cállate! -grito, desesperado, no se siente bien gritar a una mujer, pero no voy a permitir que manche el nombre de Tillie, en el fondo de mi mente sé que todo es mentira, algo más está sucediendo y voy a averiguar que es-. Tillie no es nada de lo que dices, la conozco muy bien, la conozco desde hace más de una década y se la clase de persona que es. Así que, cállate y no vuelvas a decir nada de ella, ni bueno ni malo, porque no la conoces, no sabes quién es.
Los minutos siguientes solo fueron interrumpidos para recibir las indicaciones para llegar a su casa.
-Caleb, lo siento yo...
-Está bien.
Baja de mi coche y una vez la veo entrar a su casa regreso a la mía. Cuando abro la puerta el olor al perfume de Tillie me recibe, huele a jazmín, a primavera, a ese perfecto día cuando no hace frio, pero tampoco hace calor, supongo que por eso siempre ilumina cada habitación a la que entra, ella es el sol, calidez y luz. Me he obligado a mantener todo tal cual lo dejó la última noche que estuvo aquí conmigo, cuando probé sus labios por primera vez.
Dan llega a mi casa con la cena, se que tendremos una charla, le dejo pasar no muy conforme con su visita. Después de cenar, dejamos los recipientes vacíos a un lado, mi amigo me mira y entrelaza sus dedos, sin dejar de mirarme.
—Creo que es momento de ir a Chicago. —digo, adelantándome a su diatriba
—Pero si acabas de mudarte. —dice casi gritando, sobresaltado por mi inesperada confesión.
—Si, pero ya no tengo nada que hacer aquí y lo sabes.
—No, no lo sé, nos tienes a nosotros, al restaurante y a Tillie.
Una carcajada sin emociones resuena en mi garganta. Paso una mano por mi cabello sintiéndome frustrado y algo desesperado.
—No tengo a Tillie y mi trabajo aquí ya está terminado. El plan era viajar en febrero para iniciar el montaje del nuevo restaurante, ¿qué más da si adelanto el viaje dos meses?
—No puedes irte, lo siento, pero no me parece correcto, inténtalo de nuevo, tienes que hablar con ella.
—No quiere tener nada que ver conmigo y no voy a obligarla. Si esto es lo que ella quiere, entonces me voy a alejar.
—¿Cuándo te vas?
—En dos días, después de ver a mis sobrinos abrir sus regalos partiré a Detroit.
—Esto está mal, es una jodida estupidez. Has estado suspirando por ella por diez años y cuando por fin la tienes, ¿renuncias ante el primer obstáculo? Pensaba que no te rendirías fácilmente, pero está claro que no tienes los huevos para luchar por ella. Eres un puto cobarde. Quédate revolcándote en tu miseria y sintiendo lastima por ti mismo. Paso de ti.
Dan sale de mi casa dando un portazo. Sus últimas palabras me lastiman. Nunca había visto a mi amigo tan enojado, supongo que, con el tiempo, tendrá que superarlo. Ha llegado el momento de marcharme, nada me detiene en este lugar, debo seguir adelante con mis planes. No haber desempacado mis cosas fue una gran idea, esto de procrastinar ha resultado efectivo.
Al final, el canto de sirena solo fue una cacofonía creada por mi mente y mi estúpido corazón.
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