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Capítulo 42 🎤

Si la actuación de la boda había sido buena, pero improvisada, la del hotel había sido perfecta. La química entre Lautaro y Ágatha volvió a notarse en cada nota, en cada melodía. La gente vibró y se agitó al compás de las músicas y de nuevo Pedro Salamanca quedó impresionado.

Matías intentó convencerlo de que podrían cerrar el trato con el tecladista oficial, pero Salamanca se negó y dijo que era con Lautaro o no firmaba. Matías se mordió el labio y el orgullo y quedó con él en hacer una reunión para que convinieran los términos del contrato. El disco se grabaría en España cuando acabase la gira de Ágatha.

Lautaro y Ágatha se encontraban junto con Lala en el interior de un salón esperando que Matías viniera por ellos, la muchacha estaba sentada en el regazo del chico y se recostaba por su cuerpo, refugiada en su abrazo.

—Estás muy cansada, deberías tomar algunas vitaminas o algo —dijo Lala preocupada—, se viene la gira, es ahora cuando debes tener más pilas que nunca...

—Sí, lo sé, no se preocupen —bostezó.

Matías ingresó al salón y los vio, negó con la cabeza y puso los ojos en blanco.

—Listo, el negocio está casi pactado, pero debes tocar tú —dijo a Lautaro—, el disco se grabará en España cuando acabe la gira.

—¿España? —inquirió Lautaro.

—¿Qué esperabas? —dijo Matías con despecho—. ¿No te has subido nunca a un avión? —añadió con desprecio.

—Matías, detente —dijo Ágatha poniéndose de pie.

El hombre negó y arrojó unos cheques sobre la mesa que le quedaba justo al lado.

—Aquí tienen lo de hoy —dijo y miró a los tres—, faltan solo dos semanas para la gira, así que tienes ese tiempo libre, como siempre —informó a Gaby—, descansa, porque te ves mal —añadió—. Los llamaré a una reunión cuando tenga los términos del contrato.

Matías salió y Lala se acercó a tomar los cheques y los repartió.

—Los dejo, chicos —dijo—. Manuel los espera con la llave del auto, tienen que ir por el ascensor de servicio que está a la salida, ya sabes... —añadió.

Gaby asintió y volvió a recostarse por Lautaro.

—No te veo bien, en serio, estás agotada... debes descansar —susurró Lautaro—. Te cuidaré estas semanas, te quedarás en casa, ¿sí?

—Bien... me agrada como suena eso —susurró ella y escondió la cabeza en el cuello del muchacho.

—¿Nos vamos?

—Sí... escribiré a Manuel —dijo buscando su teléfono.

En cuestión de minutos los dos iban camino al hotel que había reservado Lautaro en el auto de Gaby manejado por Lauty. Por el camino, Gaby se había sacado la peluca y la máscara. Al llegar, él pidió la llave e ingresaron al sitio.

—Tiene jacuzzi —dijo Gaby emocionada acercándose para preparar el agua.

—Te hará bien relajarte un rato.

Cuando el agua estuvo lista, ambos se desnudaron para incorporarse y se abrazaron allí mientras se hacían pequeñas caricias y disfrutaban de las burbujas y las sales aromáticas.

—Gaby, deberías dejar los exámenes que faltan para los recuperatorios más adelante, no te ves bien... —dijo él.

—No te preocupes, ha sido un día difícil, pero estaré bien muy pronto.

—Mmmm... Vamos a la cama, te haré unos masajes como te prometí —dijo él levantándose y buscando una toalla para envolver a su chica con cuidado. La secó con ternura y la depositó en la cama como si fuera una muñeca.

Ella se puso boca abajo y él buscó la crema humectante que estaba en el baño con el logo del hotel, volvió y esparció el líquido blanco por su espalda, la acarició con dulzura y un poco de fuerza mientras con sus dedos aflojaba los nudos de estrés que encontraba a su paso.

—Eres muy bueno... —murmuró ella—. Podría quedarme aquí toda la vida.

Lautaro sonrió y siguió masajeando sus hombros y su espalda. Un largo rato después comenzó a bajar sus manos hasta la cintura, y luego de quedarse allí por un buen rato, bajó hasta tomar con ambas manos el trasero de su chica y amasarlo.

—Vaya... mmm... —murmuró ella un poco adormecida por la relajación.

Lautaro separó un poco sus piernas y se colocó en medio para acariciar el muslo y bajar hasta los pies, que masajeó y luego besó con ternura, pero al volver a subir, su mano se dirigió al centro de su feminidad para descubrir su humedad y, sin tardarse mucho, introdujo un dedo.

—Me estás despertando... —murmuró.

—Creo yo que estás bastante despierta —dijo él y la ayudó a voltearse para luego saborear su dedo—. ¿Te he dicho que eres deliciosa?

Gabriela se sonrojó y cubrió su rostro con la almohada.

Lautaro volvió a llenar de crema el torso de la muchacha y masajeó el cuello, los brazos, los pechos y el abdomen.

—Nunca había recibido esta clase de masaje —susurró ella con una risita divertida mientras él bajaba por sus muslos y sus piernas hasta llegar a sus pies y volver a subir.

A cada paso de su mano o sus labios la piel se le erizaba y sentía efervescencia en su interior.

—Podrás recibirlos las veces que lo desees, luego de cada concierto, cuando te sientas cansada o simplemente te apetezca —prometió.

Gabriela apartó la almohada de su rostro y sonrió.

—¿Estás lista para recibir la parte final? —inquirió él y su mirada oscura y lujuriosa le dio a ella la pauta de lo que vendría.

—Ajá... —respondió casi con la voz ahogada ante la expectación.

Lautaro tomó la almohada y la colocó bajo las nalgas de Gaby.

—¿Qué haces? —inquirió la muchacha.

—¿Alguna vez has tenido un squirt? —inquirió.

—No...

—¿Quieres probar? —preguntó él.

—¿Sabes conseguirlo? —quiso saber ella.

—No lo sé, pero me he estado instruyendo con tutoriales en internet... —admitió encogiéndose de hombros.

—¿Ah sí? ¿Y eso?

—Quiero darle a mi mujer el mayor placer —añadió—. ¿Lo hacemos?

—¿Qué debo hacer? —quiso saber ella.

—Solo relajarte mucho, no pensar, solo sentir... Déjate ir sin expectativas, veremos a dónde llegamos. Según leí, en algún punto sentirás como si tuvieras ganas de orinar, no te frenes, no va a pasar, es solo una sensación...

—¿Estás seguro? —inquirió avergonzada.

—Seguro —prometió él—. Cuando avance la sensación, tú aprieta los músculos como puedas y cuando sientas que estás por llegar, me avisas...

—¿Te aviso? —inquirió.

—Sí, me dices algo... ¿Lista? —preguntó con diversión.

—Bien... —dijo ella con una sonrisa y se acomodó para relajarse.

Lautaro introdujo dos dedos y buscó el punto G, una vez allí comenzó a masajear con movimiento rítmicos y delicados, al tiempo que con el pulgar alcanzaba el clítoris. No tardó mucho para que Gaby comenzara a emitir pequeños gemidos y para que su rostro le demostrara a Lautaro que iba encaminada. No se detuvo, y sintió el momento exacto en el que ella comenzó a apretar sus músculos.

—Eres hermosa y perfecta —susurró—, disfruta, mi amor...

De vez en cuando intercambiaba el pulgar por la lengua, y luego regresaba al pulgar. De pronto, la muchacha comenzó a gemir con mayor intensidad y Lautaro supo que estaba cerca.

—Avísame —recordó.

Y uno minutos después, ella le confirmó que estaba en el límite.

Lautaro sacó entonces de golpe los dedos de su interior y Gaby sintió el vacío que había dejado en ella llenarse con un flujo que fue expulsado con fuerza de su interior. Lautaro sonrió orgulloso y ella se dejó caer en éxtasis mientras sentía que todo el cuerpo le temblaba.

—Eres fantástica, lo has logrado a la primera —dijo con orgullo.

—Tú eres fantástico, tus dedos son mágicos no solo con el piano —susurró aún con el cuerpo estremeciéndose de placer.

Lautaro sonrió y se acercó para abrazarla luego de cubrirla con la sábana.

—Ahora a descansar, duerme, mi princesa —dijo besándola en la frente.

—Pero ¿y tú? No puedo dejarte así... —añadió y señaló el miembro erecto del muchacho.

—No te preocupes por mí, hoy solo importas tú... Descansa ahora y si mañana al despertar, tienes ganas, yo estaré siempre dispuesto para ti...

—Mi amor... ¿seguro?

—No hay nada mejor que verte disfrutar en mis manos —dijo él—, eso es suficiente para mí...

—Cuando despertemos te devolveré esto... ha sido... increíble —dijo y lo besó.

—Se me ocurre una idea... ¿qué te parece si mañana cuando despiertas te pones la peluca y la máscara? No sabes las ganas que tenía de Ágatha esta noche en el escenario.

—Creo que Ágatha estará más que feliz de despertarte temprano —susurró ella y se escondió en sus brazos para cerrar los ojos. 

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