Capítulo 35 🎤
Gaby sintió una mano que la zarandeaba y abrió los ojos con pesadez, aún se sentía cansada y no comprendía por qué no la dejaban dormir.
—Despierta, dormilona. He acudido a tu llamado —dijo Lala zarandeándola de nuevo.
—Hmmm... ¿Viniste? —inquirió sentándose.
—No, solo soy una ilusión —respondió Lala—. Sí, tonta, aquí estoy. ¿Qué sucede?
Gaby se hizo a un lado y dejó que su amiga se recostara, la cortina estaba cerrada, por lo que la habitación estaba a oscuras.
—Hice el amor con Lautaro —susurró—, y fue... delicioso...
—¡Ohh! ¡Vaya! —añadió Lala mirándola con asombro—. Quiero detalles...
Gaby le contó todo mientras sentía que su corazón latía a mil y se le calentaba la sangre de nuevo por el simple hecho de recordar los eventos.
—Vaya, eso es... genial, Gabriela —respondió ella con una sonrisa y tomó la mano de su amiga—. Es la primera vez que disfrutas realmente, con Matías no vivías estas cosas y lo sabes... nunca hablaste así de él...
—Lo sé —dijo Gaby y se colocó una almohada en la cabeza—. Pero cuando llegué acá me encontré con Matías, que vino a decirme que quería regresar conmigo.
—¡¿Qué?! —exclamó ella y se incorporó para verla.
—Sí, lo que oyes. —Y procedió a contarle aquello.
—Está muy bien lo que le dijiste, estoy muy orgullosa de ti —admitió—. ¿Y se fue?
—Sí, se fue, pero yo me quedé mal... Es decir, él tiene esa capacidad de diluir mi alegría en minutos... yo estaba tan contenta, Lala... Y ahora me siento culpable, y ni siquiera sé por qué.
—Escucha, Gaby, atiéndeme muy bien. Matías es un manipulador emocional, por eso te sientes así. Tú le has dado un poder sobre ti, lo has hecho sin darte cuenta, quizás hasta por amor o confianza, no lo sé, pero le has dado la posibilidad de decidir algunas cosas sobre ti, y sin darte cuenta, él fue tomando ese rol y ejerciendo ese control.
—Eso suena feo... —dijo ella.
—Lo sé, pero es así. Mira, ¿tú crees que la violencia es solo lo que le hacía su novio a tu amiga Alicia? Pues no, no es así, hay otros tipos de abuso y violencia y se trata de algunos más peligrosos, porque son mucho más invisibles y a veces pasan desapercibidos o camuflados como amor. Matías tiene ese poder sobre ti, te fue sacando la confianza en ti misma con la excusa de que él te quiere y solo desea lo mejor para ti, y te ha ido imponiendo sus ideas y sus decisiones haciéndote creer que eso era lo mejor. Tú, con tu gran corazón y nobleza, le creíste de buena fe y por el amor que le tenías, que para mí no era amor en sí, sino una dependencia que se confundía.
—Oh... nunca lo había visto así...
—Sí, pero por suerte te diste cuenta a tiempo y cortaste esa relación, que era muy tóxica por aquel mismo motivo. Obvio, Matías se pondrá a hacer berrinches porque se da cuenta que tú recuperaste el poder, y tú te sientes mal porque su figura aún ejerce en ti ese temor a hacer lo incorrecto y a sentirte menos.
—¿Por qué no me dijiste todo esto antes? —inquirió.
—Te lo dije, directa e indirectamente, pero salir de esta clase de situaciones es difícil. Por eso estoy contenta y te apoyo en esta locura, porque sé que te ayudó a salir de aquello —afirmó.
—¿Y qué hago con él?
—Nada, deja pasar y mantente en tu posición, ahora no puedes hacer nada, la gira está demasiado cerca. Cuando acabe, yo te diría que busques otro productor, quizá Franco de nuevo —afirmó—. Con respecto a Lautaro, creo que te estás enamorando no solo de él, sino de quién eres tú cuando estás con él, de esa libertad que te permite el sentirte tú misma a su lado.
—Vaya, eres una genia. Tengo a la mejor amiga del mundo —afirmó y abrazó a su amiga—. ¿Cómo van las cosas con Valentino?
—Ya no nos vemos, hemos decidido tomar distancia... es mejor así...
—Lo siento, ojalá lo puedan solucionar —añadió ella al notar la tristeza en la voz de su amiga.
Lala y Gaby salieron a almorzar fuera y siguieron poniéndose al día de lo que vivían en esos días e hicieron algunas compras. Gaby le contó lo del concierto y las ansias que tenía Pili de ir a verla.
—¿Y cómo lo harás? Supongamos que seguimos con la historia de que yo les consigo el pase VIP. ¿Crees que, teniéndote en frente, por más peluca o máscara que tengas, Lautaro no se dará cuenta?
—Espero poder decírselo antes del inicio de la gira y llevarlos como mis invitados especiales.
—Sí, eso sería lo mejor... —admitió la muchacha—. Espero que él lo tome bien...
—Sí... eso espero...
Lala volvió a Reyes cerca de las cinco de la tarde, y mientras Gaby veía un dibujo animado de princesas con Farah, Alejandro y Andrea, fueron a comprar algo al supermercado. En eso, sonó el timbre y la muchacha salió a abrir.
—¿Lauty? —inquirió al verlo allí, de pie frente al umbral con lo que parecía ser un pequeño ramo de margaritas en la mano.
—Yo... Solo quería verte un rato —afirmó—. Pili se quedó con el abuelo y...
—Pasa, por favor —dijo ella y se hizo a un lado—, estoy de niñera —añadió y señaló a su sobrinita.
—Oh. ¿Molesto? —preguntó.
—Para nada —respondió ella con una sonrisa y luego se acercó para darle un corto beso en los labios.
—Son para ti —dijo dándole las flores.
—Gracias —sonrió ella y se sintió halagada—. Ven...
Caminaron hasta la sala y se sentaron en el sofá. Farah estaba tan concentrada que ni se percató de la llegada de Lautaro, por lo que tomaron un poco de distancia para poder conversar.
—¿Descansaste? —preguntó él.
—Sí... vino Lala y estuvimos juntas hasta hace un rato —respondió—, pero dormí algo... ¿Tú?
—Sí... dormí el resto de la mañana —añadió.
—Hoy vino a verme Matías —contó ella y Lautaro la observó con sorpresa.
—¿Tu ex?
Ella asintió.
—Me dijo que quería que volviéramos...
Dejó la frase en el aire de manera intencionada para ver la reacción del chico. Lautaro se mordió el labio y jugueteó nervioso con los dedos. Ella, complacida, lo tomó de la mano.
—No voy a regresar con él, Lauty —afirmó.
—¿No?
—No... pero me preguntó si me estaba acostando con alguien y... ni siquiera sé por qué te cuento esto, solo que... su mirada me dio escalofríos. Me dijo que era igual a todas y no creo que deje las cosas así, Matías no sabe perder...
—¿Qué puede hacer? —preguntó él consternado.
—Él es... algo así como mi jefe, Lauty —admitió, necesitaba que él lo supiera—. No puedo deshacerme del todo de él...
—¿No era que trabajabas como secretaria en un local de maquillajes o algo así? —inquirió—. Pensé que Lala era tu jefa...
—Bueno, sí, pero él es el dueño —mintió—. No creo que haga nada...
Lautaro la miró y por primera vez tuvo la impresión de que Gabriela ocultaba algo y esa sensación no le agradó.
—Si te acosa lo puedes denunciar, ¿no? O podrías buscar otro empleo...
—Sí... supongo... —respondió sin poder objetar aquello sin delatar más de sí misma.
Ambos se quedaron un buen rato en silencio hasta que Lautaro la tomó de la mano.
—No eres igual al resto —afirmó—, eres excepcional, única, y venía a decirte algo...
Gaby sonrió y lo miró a los ojos.
—¿Lo crees? No quiero que pienses que soy... una chica fácil o algo así.
—No lo pienso, para nada... lo que nos pasa es especial y diferente, lo entiendo porque a mí me sucede igual.
—¿Y qué querías decirme? —preguntó ella.
—Eso, he estado pensando toda la tarde en ti y en lo que estamos viviendo, mi razón me dice que debería tomar distancias y ponerle un paño frío a la situación, pero mi corazón me guía a ti una y otra vez, como esos dibujos animados donde el corazón le sale al personaje del cuerpo y lo lleva hacia una dirección. Tengo miedo, y sé que tú también lo tienes, pero quiero que seamos sinceros en todo momento, Gabriela, y yo he venido a decirte que corro el riesgo de enamorarme de ti, lo digo porque quiero que lo sepas.
Gaby se estremeció al oír aquello y sintió que sus piernas se convertían en gelatina y su corazón se aceleraba.
—Oh...
—Sé que hay personas que tienen acuerdos de que sus relaciones sean puramente físicas y todo eso, pero yo no sé si podré hacer esa clase de trato contigo. Quería que supieras que existe un riesgo y que...
Gabriela lo abrazó y lo calló con un beso. Se alejaron y él continuó hablando.
—Quería que supieras para que si no deseas que eso pase nos alejemos ahora, que todavía podemos...
—¿Estás seguro de que podemos? Yo no puedo sacarte de mi mente ni un segundo, Lauty, no quiero que nos alejemos...
Él sonrió.
—Yo tampoco, pero quería que lo supieras porque me gusta jugar limpio y saber dónde estoy parado. A estas alturas de mi vida y con mis responsabilidades, no puedo actuar de manera inmadura y caprichosa —afirmó—. Me conozco lo suficiente como para saber que tú... que tú podrías romperme el corazón.
—Nunca lo haría adrede —afirmó ella—, jamás... quiero que lo tengas claro.
—Muy bien, asumo entonces los riesgos de quedar destrozado —dijo él con un formalismo que a Gaby le causó ternura.
—Lauty, el amor no es así, no es un contrato —susurró—. Sé que no sé mucho del amor, me di cuenta de eso en este tiempo. Estaba confundida respecto a ello, pensé que lo que tenía con Matías era amor y no era más que una relación de dependencia emocional. No quiero eso otra vez, la próxima vez que me enamore quiero que sea de alguien que me ame y me respete, de alguien que me valore como yo a él... Por eso, sé que también corro ese riesgo contigo, porque nunca me he sentido tan libre al lado de alguien...
Él sonrió y le acarició la mejilla con dulzura, Gaby cerró los ojos y se dejó ir en aquella caricia.
—Espero no romperte el corazón nunca, sino ayudarte a ser tu mejor versión —dijo ella y lo miró a los ojos con una profundidad que hacía desaparecer al resto del mundo—, y espero lo mismo... Y aún si sucediera, si no funcionara, solo quiero que sepas dos cosas, por más doloroso que fuera, estaré siempre para Pili... y nunca me arrepentiría de lo que estamos viviendo, tú me haces sentir viva y especial.
—No sabes lo bien que me hacen tus palabras. Todos mis miedos revolotean en mi mente y se cruzan en mis pensamientos sin orden alguno... sé que Pili te adora, no quisiera que te perdiera. También prometo que pase lo que pase entre nosotros ella podrá seguir en contacto contigo, sé que le haces bien...
Gaby sonrió.
—¿Sellamos este trato con un beso? —inquirió.
—Sí, por favor —respondió él.
Se besaron entonces por un buen rato, pero de pronto sintieron que alguien los observaba y se separaron.
—¿Tía? ¿Tienes novio? —inquirió Farah que los miraba a ambos con curiosidad.
—Bueno... yo...
—Sí —respondió Lauty—, soy el novio de tu tía —comentó—. ¿Y sabes? Un día de estos puedo traer a Pili para jugar contigo.
—¿Quién es Pili? —inquirió la niña.
—Mi hija —respondió—. ¿Te gustaría conocerla?
—Sí... claro... eso sería divertido. ¿Cómo te llamas? —preguntó.
—Lautaro —respondió él.
—Muy bien, yo soy Farah —dijo ella pasándole la mano.
Lautaro se la tomó, pero en vez de estrecharla en un saludo se arrodillo ante ella y la besó en el dorso.
—Un gusto, princesa Farah —susurró.
La niña sonrió y dio brinquitos de emoción y luego regresó a su sitio para continuar con la película.
—Le dije que era tu novio solo porque es una niña, no entenderá nada más que eso... Espero no te molestes.
Gaby no respondió, lo único que pudo pensar es que estaba loca por él y que la palabra novio le había gustado, aunque sabía que aquello era precipitado.
Andrea y Alejandro ingresaron a la casa en ese momento, Gaby se puso de pie y Lautaro la siguió.
—¡Ale, Andy! Él es Lautaro —dijo y los presentó—. Ellos son mi hermano y mi cuñada.
—Un gusto —saludó Ale y le estrechó la mano.
Andrea lo observó y le guiñó un ojo a Gaby cuando los muchachos no la vieron.
—Un placer —añadió la muchacha—. ¿Te quedas a cenar? —preguntó.
—¿No es molestia?
—Claro que no, los amigos de Gaby son bienvenidos siempre —dijo ella.
Lautaro entonces asintió y ayudó a Ale a bajar las compras del super mientras Andrea iba junto a su hija.
—Está guapo —susurró hacia Gaby.
Durante la cena la conversación no fue ni muy profunda ni personal, pero Lautaro se sintió a gusto. Pronto, Farah comenzó a bostezar, por lo que Alejandro se despidió para hacerla dormir y Andrea se dispuso a limpiar los cubiertos y dejar todo listo para el día siguiente.
—¿Te ayudo? —inquirió Gaby.
—No, ustedes vayan a conversar, acabaré aquí y luego iré a descansar. Un gusto, Lautaro —dijo y se despidió.
Gaby entonces lo tomó de la mano y lo dirigió hasta su habitación.
—¿Tienes un poco de tiempo antes de irte? —inquirió.
Lautaro miró su reloj.
—En una hora debería regresar para acostar a Pili —dijo—, ¿qué planes tienes?
—Tú sabes cuáles son mis planes —murmuró ella con tono sensual y él no necesitó más para dejarse llevar.
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