Capitulo único
En la tranquila y majestuosa sala del campeón, el eco de las pisadas de Aura resonaba suavemente mientras se dirigía hacia las escaleras. Las paredes estaban adornadas con trofeos y medallas que reflejaban la gloria y el esfuerzo de los campeones pasados, pero Aura solo tenía ojos para uno: Bruno.
Aura se sentó en las escaleras, jugando nerviosamente con un mechón de su cabello mientras esperaba a su novio. El silencio de la sala la envolvía, mezclándose con la suave luz que entraba por las ventanas altas, creando un ambiente de reverencia y respeto. Tras unos momentos que se sintieron eternos, escuchó unos pasos acercándose. Era Bruno, su silueta alta y firme se destacaba contra la luz y la mirada de determinación en su rostro se suavizó al ver a Aura.
Bruno se sentó junto a ella, y el simple acto de su cercanía llenó a Aura de una cálida seguridad. Sin decir una palabra, ella apoyó su cabeza en el hombro de su novio, sintiendo la textura de su chaqueta bajo su mejilla. Durante un momento, el mundo se redujo a ellos dos y la tranquilidad de la sala.
—¿Tengo que llamarte Bruno o campeón? —preguntó Aura en un susurro, casi temerosa de romper la magia del momento.
Bruno sonrió, una sonrisa que Aura podía sentir más que ver, y colocó una mano sobre la de ella, entrelazando sus dedos.
—Tú siempre me puedes llamar por mi nombre —respondió Bruno con voz suave pero firme—. Para ti, siempre seré Bruno.
Aura sonrió, cerrando los ojos mientras se acurrucaba más cerca. En ese instante, entre las sombras y la luz de la sala del campeón, todo estaba bien en su mundo. Bruno no era solo el campeón de la liga, era su campeón, y eso era lo único que importaba.
El atardecer pintaba el cielo de la Ruta 103 con tonos dorados y rosados, creando una atmósfera mágica. Aura y Bruno caminaban juntos, sus pasos sincronizados con el suave murmullo del arroyo cercano. El camino de tierra bajo sus pies crujía levemente, y el aire fresco traía consigo el aroma de los pinos y las flores silvestres.
—¿Recuerdas cuando todo esto comenzó? —preguntó Aura, rompiendo el silencio con una sonrisa nostálgica mientras miraba a su alrededor—. Aquí mismo, en esta ruta.
Bruno asintió, sus ojos brillando con la misma mezcla de recuerdos y emociones. Se detuvieron junto a un gran árbol que se alzaba orgulloso a un lado del camino. Bruno se giró hacia Aura, tomando sus manos en las suyas.
—Cómo olvidar ese día —respondió con una sonrisa cálida—. Estabas tan decidida a empezar tu viaje. Me impresionaste desde el primer momento.
Aura rió suavemente, sus ojos llenos de cariño al recordar su primer encuentro. Habían tropezado el uno con el otro mientras ambos buscaban un Pokémon en el bosque cercano. Aquel día, sin saberlo, sus destinos se habían entrelazado para siempre.
—Y tú estabas tan concentrado en encontrar a ese Pokémon raro —dijo Aura, mirándolo con ternura—. No esperaba encontrar a alguien tan apasionado y determinado.
Bruno la atrajo más cerca, envolviéndola en un abrazo. El calor de su cuerpo y la firmeza de sus brazos le dieron a Aura una sensación de seguridad y amor profundo.
—Desde entonces, hemos recorrido un largo camino juntos —susurró Bruno, su voz baja y cargada de emoción—. Cada desafío, cada victoria, todo ha sido mejor contigo a mi lado.
Aura levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Bruno. En ese momento, todo lo que habían vivido juntos, cada risa y cada lágrima, se reflejaba en sus miradas.
—Te amo, Bruno —dijo Aura suavemente, sus palabras llenas de sinceridad.
—Y yo a ti, Aura —respondió Bruno, inclinándose para besarla con delicadeza.
El beso fue tierno y lleno de promesas. Mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, bañando la Ruta 103 en una luz dorada, Aura y Bruno permanecieron en su abrazo, recordando el inicio de su viaje y soñando con todo lo que aún les esperaba juntos.
En la tranquila y acogedora Villa Raíz, Aura y Bruno caminaban de la mano por las calles empedradas. El sol brillaba cálidamente y una suave brisa movía las hojas de los árboles, creando una melodía natural que acompañaba sus pasos. Era un día especial, pues ambos habían regresado para compartir sus logros con sus seres queridos.
Al acercarse a la casa de Bruno, vieron a Norman y Caroline, los padres de Bruno, esperándolos en el jardín. La sonrisa de Caroline se ensanchó al verlos, y Norman no pudo evitar soltar una risa de orgullo.
—¡Bruno! —exclamó Caroline, corriendo hacia él y envolviéndolo en un abrazo—. ¡Felicidades, campeón!
Norman se unió al abrazo, dando una palmada en la espalda de su hijo. —Estamos tan orgullosos de ti, hijo. Sabíamos que lo lograrías.
A pocos pasos de distancia, el Profesor Abedul, padre de Aura, se acercaba con una sonrisa amplia y los brazos abiertos.
—Aura, hija mía —dijo mientras la abrazaba con ternura—, has hecho un trabajo maravilloso como coordinadora. Eres la mejor hija que un padre podría desear.
Aura sonrió, sintiendo el calor y el apoyo de su familia. Se volvió hacia Bruno, aún entre los brazos de sus padres. Caroline, observando la conexión entre los dos, no pudo evitar intervenir.
—Y estoy tan feliz por vuestra relación —dijo Caroline, su tono lleno de alegría—. Hacen una pareja hermosa.
Norman y el Profesor Abedul se miraron sorprendidos, alzando las cejas.
—¿Relación? —preguntó Norman, un poco desconcertado—. ¿Desde cuándo están juntos?
El Profesor Abedul, igualmente sorprendido, miró a su hija en busca de una respuesta. —¿Es cierto, Aura?
Caroline, sonriendo con la sabiduría de una madre, asintió. —Una madre siempre sabe todo sobre sus hijos.
Bruno, tomando la mano de Aura, se aclaró la garganta y miró a sus padres y al Profesor Abedul con una mezcla de nerviosismo y determinación.
—Sí, estamos juntos desde hace un tiempo —dijo Bruno, apretando la mano de Aura con suavidad—. Nos apoyamos mutuamente en nuestros viajes y desafíos, y nos hemos dado cuenta de que somos más fuertes juntos.
Aura asintió, sus ojos brillando con sinceridad. —Nos complementamos y nos entendemos. Nos hace felices estar juntos.
Norman y el Profesor Abedul intercambiaron una mirada, y luego sonrieron, entendiendo y aceptando la relación de sus hijos. Norman se adelantó y puso una mano en el hombro de Bruno.
—Bueno, si ustedes son felices, entonces nosotros también lo somos —dijo Norman, mirando a su hijo con orgullo.
El Profesor Abedul abrazó nuevamente a su hija, y luego miró a Bruno con una sonrisa aprobadora. —Cuidarás bien de mi hija, ¿verdad?
Bruno asintió con firmeza. —Siempre, profesor. Siempre cuidaré de ella.
Caroline, con una sonrisa radiante, los reunió a todos en un gran abrazo colectivo. —Esto merece una celebración. Vamos a casa, prepararé algo especial para todos.
Mientras caminaban juntos hacia la casa de Bruno, el sol seguía brillando, y el amor y la alegría de la reunión llenaban el aire. Aura y Bruno, rodeados de sus familias, sabían que, con el apoyo de sus seres queridos, su futuro juntos sería brillante y lleno de promesas.
Después de una comida deliciosa y llena de risas en la casa de Bruno, el Profesor Abedul se despidió apresuradamente, mencionando una importante conferencia a la que debía asistir. El resto de la familia se acomodó en la sala, disfrutando de la compañía mutua y de la calidez del hogar.
Cuando llegó el momento de limpiar, Caroline y Bruno se ofrecieron para lavar los platos. Mientras ambos se dirigían a la cocina, Aura y Norman se quedaron en la sala, sentados cómodamente en el sofá. Norman, observando la interacción entre su hijo y Aura, sintió curiosidad.
—Aura —dijo Norman, rompiendo el silencio con una voz amable—, ¿Puedo preguntarte algo?
Aura, sorprendida pero dispuesta, asintió. —Claro, señor Norman. ¿Qué quiere saber?
Norman sonrió, mirándola con ternura paternal. —¿Qué es lo que más te gusta de Bruno?
Aura se quedó pensativa por un momento, mirando hacia la cocina donde Bruno y Caroline trabajaban juntos. Sus ojos se suavizaron y una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—Hay muchas cosas que me gustan de Bruno —comenzó Aura, eligiendo sus palabras con cuidado—. Pero creo que lo que más me gusta es su determinación y su corazón bondadoso. Siempre está dispuesto a ayudar a los demás, no importa lo difícil que sea la situación. Y su pasión por lo que hace... me inspira todos los días a ser mejor y a esforzarme más en lo que amo.
Norman asintió, apreciando la sinceridad en las palabras de Aura. —Eso suena como Bruno. Siempre ha sido un chico determinado y con un gran corazón. Me alegra saber que ves esas cualidades en él.
Aura continuó, sus ojos brillando con afecto. —También me gusta cómo me apoya en todo momento. No importa si estoy enfrentando un concurso difícil o si simplemente estoy teniendo un mal día, Bruno siempre está ahí para animarme y hacerme sentir que todo estará bien.
Norman sonrió, viendo la genuina felicidad en los ojos de Aura. —Me alegra mucho escuchar eso, Aura. Es bueno saber que mi hijo tiene a alguien tan especial a su lado.
En ese momento, Bruno y Caroline regresaron de la cocina, habiendo terminado de lavar los platos. Bruno se sentó al lado de Aura, tomando su mano con una sonrisa. Caroline se unió a Norman en el sofá, observando la escena con una expresión satisfecha.
—¿De qué hablaban? —preguntó Bruno, curioso pero tranquilo.
Norman intercambió una mirada cómplice con Caroline antes de responder. —Solo le preguntaba a Aura qué es lo que más le gusta de ti, hijo.
Bruno se sonrojó ligeramente, mirando a Aura con curiosidad y ternura. —¿Y qué dijiste?
Aura apretó suavemente la mano de Bruno y lo miró a los ojos. —Dije que me gusta todo de ti, Bruno. Especialmente tu corazón bondadoso y tu determinación.
Bruno sonrió ampliamente, sintiéndose afortunado de tener a Aura en su vida. Caroline y Norman, observando la conexión entre los dos, compartieron una mirada de aprobación y felicidad.
—Bueno, parece que esta relación tiene bases muy sólidas —dijo Caroline con una sonrisa cálida.
Norman asintió, y con una voz suave agregó. —Y eso es lo más importante.
Con una sensación de felicidad y unidad, la familia continuó disfrutando de su tiempo juntos, sabiendo que el amor y el apoyo mutuo los ayudarían a superar cualquier desafío que la vida les presentara.
Mientras la tarde se desvanecía y el crepúsculo comenzaba a pintar el cielo con tonos suaves de púrpura y rosa, Caroline observaba a su hijo Bruno y a Aura con una sonrisa traviesa. La calidez y la felicidad en la casa eran palpables, y la conversación fluía naturalmente entre risas y anécdotas.
Después de un rato, Caroline no pudo resistirse a hacer una pregunta que había estado rondando en su mente. Se inclinó ligeramente hacia adelante, mirando a los jóvenes con una expresión curiosa.
—Bruno, Aura —comenzó con tono ligero—, me estaba preguntando... ¿Cuántos nietos piensan darnos a mí, a Norman y al Profesor Abedul?
La pregunta cayó como una bomba de alegría y sorpresa en la sala. Bruno y Aura se sonrojaron profundamente, sus miradas encontrándose en un cruce de sorpresa y timidez. Aura soltó una risita nerviosa, mientras Bruno se rascaba la nuca, claramente incómodo pero también divertido.
Norman, observando la escena, no pudo evitar reírse por lo bajo, su risa contagiando de buen humor a todos en la sala.
—Mamá —dijo Bruno, tratando de mantener la compostura—, es un poco pronto para pensar en eso, ¿no crees?
Aura asintió rápidamente, su cara aún ruborizada. —Sí, Señora Caroline. Estamos disfrutando el momento y viendo hacia el futuro, pero todavía no hemos pensado en esas cosas.
Caroline sonrió, sus ojos llenos de amor y diversión. —Bueno, solo quería saber. Una madre siempre sueña con tener nietos algún día. Pero no se preocupen, sé que todo llega a su debido tiempo.
Norman, aun sonriendo, se acercó y puso una mano en el hombro de su esposa. —Caroline, deja que los jóvenes disfruten su tiempo juntos. Todo vendrá a su tiempo, como dijiste.
Bruno y Aura intercambiaron una mirada cómplice, sintiéndose aliviados pero también llenos de amor por sus familias. Bruno tomó la mano de Aura y la apretó suavemente, transmitiéndole su apoyo y comprensión.
—Sí, papá —dijo Bruno, mirando a sus padres con una sonrisa—. Estamos muy felices ahora y sabemos que, con el tiempo, todo se acomodará como debe ser.
Aura asintió, su expresión relajándose mientras se apoyaba ligeramente en Bruno. —Exactamente. Estamos construyendo nuestro futuro paso a paso, y estamos muy agradecidos por tener a nuestras familias apoyándonos.
Caroline y Norman sonrieron, satisfechos con las respuestas de los jóvenes. La conversación volvió a temas más ligeros y cotidianos, pero el ambiente en la sala se mantuvo cálido y lleno de amor.
Mientras la noche caía y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo, Aura y Bruno sabían que, con el apoyo de sus familias, su futuro juntos estaría lleno de momentos felices y emocionantes, sin importar cuántos pasos más dieran en su camino compartido.
El sol de la mañana iluminaba el camino a Pueblo Petalia mientras Aura y Bruno caminaban tomados de la mano, disfrutando del paisaje sereno y la brisa fresca. El viaje desde Villa Raíz había sido relajante, y ambos estaban emocionados por visitar a sus amigos y recordar viejos tiempos.
Al llegar a Pueblo Petalia, los acogedores edificios y la tranquila atmósfera del lugar les dieron una sensación de hogar. Mientras avanzaban por las calles, notaron a alguien conocido acercándose. Era Blasco, con una gran sonrisa en el rostro y una energía contagiosa.
—¡Aura, Bruno! —exclamó Blasco, levantando la mano para saludarlos.
Aura y Bruno respondieron con una sonrisa, acercándose para encontrarse con su amigo. Blasco se veía más seguro de sí mismo y lleno de entusiasmo, una imagen que reflejaba su crecimiento desde la última vez que lo habían visto.
—¡Blasco! —dijo Bruno, estrechando la mano de su amigo—. Es bueno verte. ¿Cómo has estado?
Blasco asintió con entusiasmo. —¡He estado genial! Entrenando mucho y mejorando cada día. Y felicitaciones, Bruno. Escuché que te coronaste campeón. ¡Es increíble!
Bruno sonrió modestamente. —Gracias, Blasco. Ha sido un camino largo, pero valió la pena.
Blasco miró a Bruno con determinación, sus ojos brillando con un fuego competitivo. —Un día, Bruno, voy a superarte. Estoy trabajando muy duro para ser el mejor entrenador y sé que puedo lograrlo.
Bruno apretó el hombro de Blasco, reconociendo su esfuerzo y determinación. —Estoy seguro de que lo harás, Blasco. Eres un gran entrenador y estoy ansioso por ver hasta dónde puedes llegar. Competir contigo será un honor.
Aura, sonriendo, añadió. —Y nosotros estaremos aquí para apoyarte, Blasco. Sabemos que tienes todo lo necesario para lograrlo.
Blasco asintió, agradecido por el apoyo de sus amigos. —Gracias, chicos. Significa mucho para mí. Pero por ahora, ¿Qué les parece si vamos a tomar algo y ponemos al día?
Los tres amigos caminaron juntos hacia una pequeña cafetería en el centro del pueblo, disfrutando de la compañía y compartiendo historias de sus recientes aventuras. Mientras hablaban, el sol continuaba brillando, iluminando no solo el camino por el que habían venido, sino también el futuro brillante que les esperaba a cada uno de ellos.
La conversación fue animada, llena de risas y promesas de futuras batallas y encuentros. Aura, Bruno y Blasco sabían que, sin importar los desafíos que vinieran, siempre tendrían el apoyo y la amistad de los demás para enfrentar cualquier cosa que el mundo Pokémon les presentara.
El grupo decidió que la próxima parada en su aventura sería el Monte Cenizo, conocido por sus impresionantes vistas y los desafíos que presentaba a los entrenadores y viajeros. Aura, Bruno y Blasco comenzaron su ascenso temprano en la mañana, cuando el aire era fresco y el sol aún no había alcanzado su punto más alto.
El camino era empinado y lleno de obstáculos. Aura y Bruno, acostumbrados a terrenos difíciles, avanzaban con confianza, pero pronto notaron que Blasco comenzaba a tener dificultades. Su respiración se hacía pesada y su paso, más lento.
—Blasco, ¿estás bien? —preguntó Aura, deteniéndose y girándose para mirarlo con preocupación.
Blasco, apoyándose en un árbol cercano, asintió lentamente. —Sí, solo... necesito un momento. Mi asma... está actuando.
Bruno se acercó y puso una mano en el hombro de Blasco. —Tómate tu tiempo. No tenemos prisa. ¿Trajiste tu inhalador?
Blasco asintió, sacando el inhalador de su bolsillo y usándolo. Después de unos momentos, su respiración se volvió más regular. —Gracias, chicos. Estoy bien ahora. Sigamos.
Con un ritmo más pausado, continuaron su ascenso, apoyándose mutuamente y asegurándose de que Blasco estuviera cómodo. Al llegar a la cima, fueron recompensados con una vista espectacular del paisaje circundante, el cielo despejado y el aire fresco y revitalizante.
Mientras admiraban la vista, escucharon voces cercanas. Aura, curiosa, se acercó sigilosamente a un grupo de rocas, indicando a los demás que la siguieran. Se encontraron con una escena inesperada: Aquiles, el líder del Equipo Aqua, y Magno, el líder del Equipo Magma, estaban hablando. La tensión en el aire era palpable.
—Aquiles, lo siento mucho por todo lo que hice y lo que hicimos como equipo —dijo Magno, con un tono de sincero arrepentimiento—. Arruiné muchas cosas, incluida nuestra amistad. Estaba tan cegado por mis ambiciones que perdimos de vista lo que realmente importaba.
Aquiles, con los brazos cruzados, lo miró seriamente antes de responder. —Magno, nuestros caminos nos llevaron a cometer muchos errores. Pero si realmente te arrepientes, podemos trabajar para arreglarlo. Nuestra amistad... fue importante para mí también.
Bruno, Aura y Blasco se quedaron en silencio, observando el intercambio. Era un momento de redención y reconciliación, una oportunidad para que dos antiguos enemigos encontraran un terreno común.
—Quiero reparar lo que rompí —continuó Magno—. No solo por nosotros, sino por todos los que afectamos con nuestras acciones.
Aquiles asintió lentamente, extendiendo la mano. —Está bien, Magno. Empecemos de nuevo. Tenemos mucho trabajo por delante, pero lo haremos juntos.
Magno estrechó la mano de Aquiles, sellando un nuevo pacto de amistad y cooperación.
Aura, Bruno y Blasco se miraron entre sí, inspirados por la escena. Sabían que las segundas oportunidades y la capacidad de cambiar eran posibles para todos. Decidiendo no interrumpir el momento, el grupo se alejó en silencio, dejando que Aquiles y Magno comenzaran su nueva alianza en paz.
Mientras el grupo descendía del Monte Cenizo, el ambiente era más relajado y alegre. La conversación fluía fácilmente, y las risas resonaban a través del camino rocoso. Blasco, sintiéndose más cómodo después de superar sus dificultades, decidió compartir algo con sus amigos.
—Bueno, chicos —comenzó Blasco, con una sonrisa tímida—, hay algo que quería contarles. Estoy... bueno, más o menos saliendo con una chica.
Aura y Bruno se detuvieron, sorprendidos y emocionados por la noticia. Bruno, con una sonrisa traviesa, pasó su brazo alrededor del cuello de Blasco.
—¿En serio, Blasco? ¡Eso es genial! —dijo Bruno, apretándolo ligeramente—. Pero ahora tienes una nueva responsabilidad. Necesitarás mucha paciencia, como yo la tengo con Aura.
Aura, que caminaba justo delante de ellos, se detuvo y se volvió, arqueando una ceja con una sonrisa curiosa.
—¿Paciencia, dices? —preguntó, mirando a Bruno con una mezcla de diversión y sospecha—. ¿A qué te refieres exactamente?
Bruno se puso nervioso, soltando a Blasco y empezando a balbucear mientras intentaba encontrar las palabras correctas.
—Yo... bueno, ya sabes, Aura... lo que quiero decir es... —comenzó, su cara enrojeciendo visiblemente—. Solo que, a veces... necesito ser paciente... porque... um...
Blasco y Aura intercambiaron una mirada divertida, disfrutando del momento mientras Bruno luchaba por explicarse.
—Oh, Bruno —dijo Aura, dando un paso hacia él y tomando su mano—. Sabes que no necesitas justificarte. Solo estoy curiosa por escuchar qué es lo que te hace ser tan paciente conmigo.
Bruno, sintiéndose atrapado, pero también aliviado por la sonrisa de Aura, trató de recomponerse.
—Bueno, Aura —dijo, finalmente encontrando sus palabras—. Eres increíblemente apasionada y determinada, y a veces te entusiasmas tanto con las cosas que me recuerda que necesito estar tranquilo y apoyarte en todo momento. Pero eso es algo que adoro de ti. Solo quería decirle a Blasco que estar en una relación significa apoyar y ser paciente el uno con el otro.
Aura sonrió, sus ojos llenos de afecto. —Eres un encanto, Bruno. Gracias por tu paciencia y apoyo.
Blasco observó la interacción con una sonrisa cálida. —Gracias, Bruno. Eso es un buen consejo. Estoy aprendiendo mucho de ustedes dos.
El grupo continuó su descenso, la atmósfera aún más ligera y llena de camaradería. Mientras se dirigían hacia el próximo destino, sabían que las aventuras y desafíos que enfrentarían no solo fortalecerían sus habilidades como entrenadores, sino también sus lazos de amistad y amor.
Después de un largo día de aventuras y conversaciones significativas, Aura y Bruno finalmente encontraron un momento para estar a solas. El sol se estaba poniendo, bañando el cielo en tonos cálidos de naranja y rosa, mientras se sentaban en una colina con una vista panorámica del paisaje.
Aura se acurrucó junto a Bruno, apoyando su cabeza en su hombro. Sentían la suave brisa y el aroma fresco de la naturaleza a su alrededor, creando una atmósfera perfecta para un momento íntimo.
—Hoy fue un día lleno de sorpresas, ¿no crees? —dijo Aura suavemente, mirando el horizonte.
Bruno asintió, envolviendo su brazo alrededor de ella. —Sí, lo fue. Pero también fue un recordatorio de cuán afortunado soy de tenerte a mi lado.
Aura levantó la cabeza para mirarlo, sus ojos brillando con afecto. —Eres un chico increíble, Bruno. Me haces sentir amada y apoyada todos los días.
Bruno sonrió y acarició suavemente la mejilla de Aura. —Y tú eres mi inspiración, Aura. Tu pasión y tu fuerza me motivan a ser mejor en todo lo que hago.
Los dos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la compañía del otro. Luego, Bruno se inclinó y besó a Aura suavemente en los labios. Fue un beso lleno de amor y promesas no dichas, un gesto que reafirmaba su conexión y compromiso.
—Sabes, cuando Blasco mencionó su relación hoy, me hizo pensar en lo afortunado que soy —dijo Bruno después del beso—. No solo por ser el campeón, sino por tenerte a ti, alguien que me entiende y me apoya incondicionalmente.
Aura sonrió y tomó la mano de Bruno, entrelazando sus dedos. —Estamos juntos en esto, Bruno. En todas las victorias y desafíos. Y estoy emocionada por lo que el futuro nos depara.
Bruno la miró con ternura, sus ojos reflejando el amor que sentía por ella. —Yo también, Aura. Con cada paso que damos, sé que estamos construyendo algo hermoso juntos.
El sol finalmente se ocultó, dejando un cielo estrellado sobre ellos. Aura y Bruno se quedaron allí, abrazados, compartiendo un momento de paz y amor que fortalecía aún más su vínculo. Sabían que, sin importar los desafíos que vinieran, siempre se tendrían el uno al otro, y eso era lo que realmente importaba.
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