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Un Nuevo Día

La luz del sol me despertó casi de inmediato.
A penas era de mañana y ya podía sentirse el calor abrasador de la Sabana africana.

Me giré y cubrí mi rostro con la manta, con la intención de que la luz resplandeciente y calurosa del sol no me diera de lleno a la cara.
Al darme cuenta de que no daba resultado, suspiré y me senté en la orilla de la cama.
Froté mis párpados delicadamente con mis dedos, para luego darme unas pequeñas y suaves palmaditas en el rostro; todo con la intención de espantar el sueño que aún me invadía.

Entonces, me percaté de algo importante:

El sol.

El entrenamiento.

Voy tarde...

Me pusé de pié y comencé a arreglarme como si de el fin del mundo se tratara.
Lavé mi cara y mi cuerpo; recogí mi cabello en una coleta; me vestí con mi armadura y tomé mi lanza, para luego salir de mi habitación, disparada como una flecha.

Como parte de el mejor pelotón de guerreras y cazadoras de Pridelans, debo entrenar constantemente, prepararme para lo que puede venir.
Mi deber y el de mis compañeras, es servirle al rey, a nuestro reino, y todos a los que habitan en el. No es una lavor sencilla, y mucho menos algo que tenga que tomarse a la ligera; es un honor, una responsabilidad, un deber, algo que hacemos para proteger a los que amamos.

No sé si soy la mejor en lo que hago, pero ser cazadora, es lo que apasiona y me saca una sonrisa de vez en cuando. Desde cachorra, soñé con convertirme en una, anhelaba la llegada del momento en el que podía probar de lo que era capaz.

Al llegar al campo de entrenamiento, solté un suspiro de victoria. Limpié con la palma de mi mano el sudor de mi frente, aquél líquido que había derramado al correr hasta llegar a mi destino.

Me acerque al grupo de cazadoras que se encontraban organizadas una junto a la otra, para luego posicionarme disimuladamente junto a Shani, una de mis mejores amigas.
Me miró con expresión divertida, mientras sacudía su ahora corta melena.

-Lindo corte -le comenté. Su cabello nunca había sido tan largo, pero este corte bajo las orejas era imposible de ignorar.

Ella me guiñó un ojo y respondió:

-Gracias. Pensé que sería lindo un pequeño cambio.

Shani era la más joven de todo el grupo, por lo que tal vez la más ingenua e inocente. Su belleza era imposible de ignorar, tanto, que incluso varios guardias reales le habían puesto el ojo; los hombres nunca habían sido un problema para ella. Su espíritu, alegría, ternura y coquetería, la hacían ser de inmediato el centro de atención en una habitación. Tal vez ella era todo lo contrario a mí.

La conocí hace algunos años; ella y su hermano habían perdido a su padre, quien había sido asesinado por uno de los secuaces de Scar.

Scar...

¿Cómo olvidar la tortura y los días oscuros por los que nos hizo pasar? Aquellos días nos marcaron de por vida a todos y a todas. Todos habíamos sufrido en aquellos días llenos de oscuridad, tristeza y dolor. Sin embargo, todo llegó a su fin. Simba había vuelto a reclamar su trono, exigió el puesto que era suyo por derecho y nos dio a todos la esperanza de que todo sería mejor, así como lo fue antes de que el rey Mufasa muriera.

Sacudí mi cabeza, pues por alguna razón sentí un pequeño dolor en ella.

-¿Sabes? Por un momento creí que había llegado tarde -le dije a Shani, para luego soltar una pequeña risita.

Ella se acercó un poco más a mí.

-Eh..., Nala, Sarabi llegó como hace medía hora -contestó, entre dientes.

Me eché un poco hacia atrás, sorprendida por las palabras de mi amiga.

-¿Qué? ¿Y a dónde se...?

-Tuvo que atender un asunto con Zazú -me interrumpió -. Ya debe estar por volver.

-Oh mejor dicho, ya ha regresado -la voz de Sarabi hizo que ambas dirigiéramos nuestra vista hacia al frente; me quedé helada, ¿cuánto tiempo llevaba ahí?

De inmediato, todas las presentes dieron dos golpes al suelo con sus lanzas e hicieron una pequeña reverencia, una señal de respeto a la general y reina madre. Seguí a las demás en su saludo y reverencia, pero a diferencia de las demás, yo no levanté mi cabeza al terminar, me quedé así como muestra de disculpa por haber llegado tarde al entrenamiento.

Mi madre y Sarabi fueron amigas muy cercanas, ambas cazadoras, y una la dama de compañía de la otra. Cuando mi progenitora falleció, no había nadie que se encargara de mí, pero Sarabi, siempre estuvo ahí; me crió, aunque nadie se lo pidió; me dio un techo bajo el que vivir; incluso, me enseñó todo lo que sé, como cazar, técnicas de combates y peleas, a defenderme; me dio cariño aunque yo no se lo exigí. Se encargó de mí, y me ayudó a convertirme en la fuerte y valiente mujer que soy hoy en día, y por eso le estoy agradecida.

Sarabi se acercó más a mí, y me puso una mano sobre mi hombro, indicando que podía alzar la cabeza, y así lo hice.

-Lamento mi indisciplina y mi irresponsabilidad, alteza, le aseguro que no volverá a ocurrir -aseguré. Aunque fue una especie de madre para mí, cuando estábamos en público me dirigía a ella con formalidad, pero, le trataba de manera informal en privado.

-Acepto las disculpas. Pero, entenderás que no puedo pasar esto por alto.

Oh no, no, no, no, no.

-A causa de tu impuntualidad, tendrás que dar diez vueltas a trote por todo el terreno.

¡Ahg! ¡Lo sabía!

Era entendible, si no me daba un "castigo" las demás crearían que ella tenía favoritismo por mí.

Sin cuestionar su orden, golpeé mi lanza contra el suelo tres veces como forma de haber acatado, para luego comenzar a trotar al rededor de todo el campo de entrenamiento.

Trotar.

Lo detesto.

Bueno, no del todo, pero no es de mis cosas favoritas en el mundo, y menos con el calor constante que se presenta por aquí.

Mientras trotaba sin detenerme por un segundo, las demás comenzaban a entrenar en sectores distintos, como los de puntería o los de prueba de fuerza.
Nuestro entrenamiento era similar al de los guardias reales, solo que el de ellos era un poco más desorganizado y espontáneo.
La verdad, nunca he convivido mucho con los hombres, pero me he dado cuenta que las mujeres somos más listas que ellos. Tenía amigos de sexo opuesto al mío, esos que conocí cuando era una cachorra, esos que apreciaba como si fueran parte de mi familia; aunque, había uno de esos amigos que me atraía en cierta forma...

Esa sonrisa.

Sus ojos.

Nunca olvidaré el día en que me encontré con él de nuevo...

Al sentir mi cara estrellarse contra el piso, solté un pequeño quejido de dolor. Me senté sobre la tierra, y me di cuenta de que había tropezado con una roca.

Vaya, esto me pasa por ser distraída, pensé.

Me levanté un poco adolorida, y me sacudí la tierra de mis manos, de mi retaguardia y para finalizar de mi rostro.
Al parecer no me había hecho daño alguno.

Estaba a punto de seguir trotanto, hasta que las carcajadas de la persona que menos quería ver me hicieron parar en seco.

-Entonces... ¿Tarde otra vez, Nalita? ¿Te quedaste dormida? Oh..., imagino que tu noche estuvo interesante -dijo Alika, mientras se acercaba a mí.

Era una de las cazadoras más eficientes, y una de las personas que menos me agradaba.

-Si así fuera, no sería de tu incumbencia -respondí, para luego continuar con la penitencia que me habían dado.

Sus intentos de enojarme no me afectaban en lo absoluto, pero no podía negar que a veces sus comentarios podían ser un poco irritantes.

Después de unas cuantas horas de arduo entrenamiento, nos dirigimos todas al comedor, con la intención de almorzar algo. Solíamos comer con los guardias reales, solo si se presentaban, ya que estos, a veces comían fuera del palacio, solo por gusto y placer.

El comedor común era un salón más en el palacio, no era muy distinto a los demás sectores de aquél lugar. Lo compartíamos con los miembros de la servidumbre y los guardias, y todos cosumíamos nuestros respectivos alimentos sentados frente a una mesa muy larga; una mesa para los de la servidumbre, otra para los guardias y otra para nosotras.
Mientras, los miembros de la realeza tenían su propio comedor, uno en el que nadie podía entrar a menos que se le fuera invitado por un miembro de la familia real. Había entrado a él unas cuantas ocasiones de pequeña; no era muy distinto al nuestro.

El palacio sin dudas era muy grande, por lo que se podía perderse en el si no lo conocías bien. Tenía techos altos; cuartos y salones amplios; un hermoso jardín cor árboles y flores de distintos tamaños; un cuarto de música, y muchas más habitaciones.

Me dirigí a la mesa en la cual se encontraban todos los platillos del día, para luego servirme un buen trozo de carne, puré de papas rociado con una especie de jarabe naranja y un poco de ensalada. Mi estómago gruñía, y entonces recordé que salí tan apurada en la mañana, que no tuve la oportunidad de desayunar algo.
Los horarios eran algo muy importante que debían cumplirse al pié de la letra, incluso las horas de la comida; si llegabas tarde a desayunar, almorzar o cenar, perdías tu alimento de esa comida.

Tomé asiento frente a mi respectiva mesa, pusé mi plato en esta, y procedí a dar el primer bocado.
Una vez más, los cocineros se habían lucido; estaba completamente delicioso.
Continúe comiendo con tranquilidad y sin apuro, o eso era lo que creí. Unas risitas y murmullos, hicieron que quitara la vista de mi plato.

-¿Qué tal está la comida? -preguntó Kula, mirándome con expresión divertida junto a Shani y Tama.

-Creo que es una de las mejores cosas que han servido -respondí, fingiendo un tono refinado.

Tama meneó la cabeza y rió.

-Estás tan sumergida en la comida que no te percataste de cuando llegamos.

-Lo siento, es que no desayuné nada esta mañana -contesté.

A diferencia de Shani, conocía a Tama y a Kula de toda la vida; ambas iban camino a la panadería, mientras que yo me había perdido en aquél mercado. Nos encontramos por pura casualidad, y me ayudaron a buscar a mi madre; desde entonces, hemos estado juntas, y nuestra amistad pasó a ser algo más fuerte que eso; las quería como si fuesen mis hermanas.

Las cuatro continuamos almorzando, cruzando palabra de vez en cuando, un pequeño comentario o una ligera risa, eran las cosas que se precenciaban en el pequeño pero sincero círculo de amigas.

Ninguna era igual a la otra, cada una tenía su "toque"

Al terminar de comer, cada una se fue por su lado, pues tenían cosas más urgentes que atender.
Vagué un rato por los pasillos del palacio, buscando algo que pudiera hacer. Aunque los días se pasaban de forma rápida, me aburría de vez en cuando.

Mientras daba vueltas por todo el lugar, me detuve frente a un ventanal, y logré ver la hermosa vista de los jardines.

Suspiré, y sin poder evitarlo, mis ojos se critalizaron, pues aquellos jardines que en una ocasión fueron grises, me hicieron recordar algo perturbador.

Sacudí la cabeza un par de veces. Ya los días de oscuridad habían terminado, ahora, el sol salía de nuevo.
Mi mente dejó de inmediato a un lado esos horribles recuerdos, haciéndome volver al presente.

Editado

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¡Holiss, queridos lectores!
Primero que nada, quiero agradecerles por darle una oportunidad a mi historia; en verdad lo aprecio ^^
Si está siendo de su agrado, apóyenme con un voto; eso me motiva y me ayudaría muchísimo <3

Quiero aclarar, que los primeros diez caps de esta historia, han sido editados, por la sencilla razón de que la releí hace poco, y algunos detalles no me convencieron del todo. No se alarmen, pues no he cambiado algo significante, solo corregido y editado algunos detalles.

¡Eso es todo! Cuídense y manténganse en sus casitas ♡

Honey

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