Nueva Relación
P.O.V Simba
-Bien, Zazú, hay que tomar cartas en el asunto -anuncié, mientras caminaba por todo el despacho.
El mayordomo asintió solo una vez.
-Desde luego, majestad.
El trabajo de las últimas semanas, se había vuelto más pesado que el de otras ocasiones. Pero, todo estaba dando resultado; el reino aún seguía en su proceso de restauración.
Después de discutir un rato con Zazú los asuntos por resolver, decidí darle el resto del día.
Sí, aquél hombre podía ser muy entrometido; a pesar de todo, se tomaba su trabajo con seriedad, y lo más importante, era un buen amigo; un miembro más en la familia.
Estaba a punto de sentarme frente a mi escritorio, hasta que las puertas dobles se abrieron, haciendo que me volviera casi de inmediato.
Mi madre entró a la habitación con su gracia y elegancia de siempre, para luego llegar hasta mí, y sonreírme con cariño.
-Madre, ¿qué haces aquí? -pregunté, no era común en ella venir a verme durante las horas de trabajo.
Ella sonrió con dulzura.
-Solo quería hablar un asunto contigo.
Abrí mis ojos de par en par.
Al ver mi expresión, mi progenitora no pudo evitar reír.
-Tranquilo, hijo, no es algo malo.
Solté un suspiro de alivio.
-Te escucho.
-¿Cómo te fue con Nala la otra noche?
Me encogí de hombros.
Con que de eso quería hablar.
-Bien, supongo -respondí, indiferente.
-Mmm... ¿bien? -me miró con expresión divertida-. ¿Solo bien?
Aparté mi mirada hacia un lado, un poco avergonzado.
Ella soltó una risita.
-En verdad la quieres.
La miré, un poco confundido.
-¿Por qué lo dices?
-Simba, tú solo te delataste -meneó la cabeza-. La manera en la que tus ojos brillan cundo escuchas su nombre... En verdad te gusta -me brindó una sonrisa maternal.
Suspiré. Era cierto, no iba a negar que sentía algo por aquella chica de ojos claros.
Sin darme cuenta, sonreí levemente, como todo un ingenuo enamorado.
-Dime, ¿qué te gusta de ella? -preguntó, sin borrar su sonrisa.
Suspiré nuevamente. No me sentía listo para hablar sobre mis sentimientos. A pesar de todo, ya estaba harto de no hablar con alguien sobre como sentía.
-Madre, ella es...
-¿Hermosa?
-Más que eso; es preciosa, es increíble. Es muy lista, independiente, fuerte... -suspiré, al darme cuenta de que dije todo con rapidez-. Sí, en verdad le quiero.
Al decir todo eso en voz alta, mi corazón se aceleró, y sentí esa sensación que alguien puede sentir cuando se está a gusto en un lugar.
Mi madre puso su mano al lado de mi cara, un gesto que solía hacer cuando era cachorro. Después de unos segundos, la apartó.
-¿Piensas decirle lo que sientes?
Pasé una mano por mi cara.
-Nala solo me ve como un amigo, y está bien ¿sabes? Me siento feliz con tan solo tenerla cerca.
Se llevó una mano al pecho, conmovida por lo que había dicho.
-Bueno... Si tu quieres, puedo darte un par de consejos.
-¿En serio? -pregunté, con más entusiasmo del que pretendía.
Rió por lo bajo y asintió.
-Verás, Simba, las mujeres nos enamoramos mucho por palabras. Mi consejo, es que seas sincero con ella; de seguro se sentirá conmovida.
Mi expresión de emoción, poco a poco se borró. ¿Ser sincero con ella? De seguro me quedaría con las palabras en la boca antes de que pudiera decirle hola.
Mi contraria al notar esto, agregó:
-Sé que tal vez te parezca algo absurdo, pero es una buena manera de que te vea de otra forma -entrelazó sus dedos-. Y si quieres, puedes darle algún detalle; dale algo especial.
Medité por un momento. No perdía nada con intentarlo.
-Lo haré.
P.O.V Nala
No podía estar más peor. Resultó que mis pequeños rasguños en las manos a causa de los vidrios rotos, no eran rasguños, sino cortadas. Por suerte, no eran tan profundas, así que, no fue necesario cerrar las heridas con suturas. Rafiki, solo limpió y vendó mis manos, y me dijo que no hiciera trabajo pesado, para no infectarlas; lo que significaba, no entrenar por unos días. Necesitaba mis manos, sin ellas no podía practicar tiro con arco, cazar, practicar combates... ¿Cómo se suponía que participaría en las pruebas?
Gruñí y me cubrí con la manta.
Era fin de semana, aún era temprano para dormir, y aunque no me sentía del todo cansada, decidí meterme en la cama.
Tenía ganas de ir a ver a mis amigas, pero eso no se podía. Las tres habían ido al pueblo a visitar a sus familias, algo que yo no podía hacer. Kula fue a ver a su pareja Chumvi y su abuela; Tama a su prometido Malka; y Shani a su hermano.
A diferencia de ellas, yo no tenía a quien visitar, por lo que siempre me quedaba en el palacio.
Después de girar de un lado a otro con la intención de dormir y no conseguirlo, salí de la cama, me cubrí con mi bata de dormir, y salí al balcón.
La noche.
Estaba completamente hermosa. Las estrellas irradiaban como nunca antes, y la luna... no podía estar más preciosa.
Me senté en el suelo helado, mirando a través de las rejas del barandal mientras abrazaba mis piernas.
Cerré mis ojos, y me concentré en la brisa que movía con suavidad los árboles.
《-Y aunque yo parta, una parte de mi estará contigo》 Recordé las sabias palabras de mi progenitora.
No iba a negar que extrañaba aquella mujer.
Sin darme cuenta dejé escapar una lágrima. El resultado del dolor contenido por tanto tiempo. Sin embargo, no dejé escapar una más, no quería.
Mientras contemplaba aquél paisaje, oí un par de golpecitos en la puerta.
Hice una mueca, no esperaba a nadie.
Me levanté con pesadez, y me dirigí a la puerta. Al ver de quien se trataba, me llevé una sorpresa.
Simba estaba de pié justo frente a mí, mantenimiento sus manos tras su espalda, como si estuviera ocultando algo.
Le sonreí, y él también lo hizo.
-Simba, ¿qué haces aquí?
-Vine a hacerte una pequeña visita -respondió-. Pero si estás ocupada, vendré en otro momento.
-No; al contrario, es perfecto -contesté. Me aparté un poco de la puerta, y lo dejé pasar.
Después de estar adentro, y cerrar la puerta, lo miré con expresión divertida.
-¿Qué traes ahí? -pregunté, al darme cuenta de que aún mantenía sus manos ocultas tras su espalda.
Simba se aclaró la garganta.
-Por tener tan buen desempeño en sus entrenamientos y por ser una persona de gran importancia para el rey, usted se ha ganado esto -anunció, fingiendo un tono de voz refinado, para luego entregarme una caja mediana.
Solté una risita y la tomé.
-¿Qué es?
-Averígualo tú misma -me ánimo.
Sin previo aviso, abrí la caja, y sonreí al ver que era.
Era una docena completa de pastelillos. No eran cualquier postre, pues estos, solía comerlos con Simba después de un divertido día de juegos.
Aquél detalle me conmovió y me llenó de nostalgia.
-Oh, Simba... Gracias. Me alegraste la noche con esto.
-Me alegra oír eso.
-¿Y bien? ¿Qué esperas? Esto es mucho para mí sola -lo tomé con delicadeza del brazo, lo llevé hasta el balcón, me senté en el suelo, y lo invité a sentarse junto a mí.
Le ofrecí un pastelillo, y lo aceptó. Tomé uno, y decidí darle el primer mordisco.
Dulces. Desde pequeña, amaba todo lo que tenía azúcar como ingrediente.
-En verdad te agradezco, esto. Están deliciosos -comenté, con entusiasmo, para luego darle otro bocado al postre.
El rió entre dientes.
-Eso me confirma que sigues siendo la misma Nala amante de los dulces.
-¿Y a quién no le gustan? ¡Solo mira estás delicias!
Rió de nuevo, y me limpió con su pulgar un poco de crema que quedó en una de la comisuras de mis labios. Y sin darme cuenta, mis mejillas ardieron.
Me aclaré la garganta, con la intención de iniciar un tema de conversación.
-¿Sabes? Me extraña verte por aquí.
Antes de responder, le dio un mordisco a su postre.
-Estuve pensando mucho estos días. Y sí, es cierto que no hemos pasado mucho tiempo juntos últimamente -dijo, después de masticar y haber tragado.
-En eso tienes razón -tomé otro pastelillo, ya que el que tenía me lo había comido.
Esa sensación otra vez. Tenerlo cerca, verlo sonreír, oír su voz; me hacía sentir también.
-¿Qué te pasó? -preguntó un poco alarmado, refiriéndome a mis manos vendadas.
-Rompí mi espejo por accidente y caí sobre los vidrios rotos -mentí. No tenía pensado decirle lo que en verdad había ocurrido, si lo hacía, lo preocuparía.
Arqueó ambas cejas. Mi respuesta no fue muy creíble. Aunque por su expresión lograba notarse que no me había creído, asintió con la cabeza, y no hizo más preguntas.
-Lo peor es que no podré participar en las pruebas hasta que no me recuperé del todo -murmuré, un poco decepcionada.
-Según me comentó mi madre, habrá más de una prueba. Aún falta un poco, y cuando llegué el momento, de seguro ya te habrás recuperado -me animó.
Reí por lo bajo.
-Dime, Simba... ¿Qué es lo que más te ha gustado hasta ahora de reinar? -pregunté con cierta curiosidad.
Su rostro se iluminó de repente. Miró el paisaje a través de las rejas del barandal, e hizo una ceña con su cabeza hacia el pueblo.
-Aunque sé que mi deber es proteger y cuidar estás tierras, creo que una de las cosas que más me gusta de mi trabajo son las personas que habitan en ellas.
Sonreí.
No pude evitar mirar hacia el pueblo. Las calles estaban llenas de luz, y lograba oírse el murmullo del movimiento que en ellas había.
Simba era un gran rey; nunca tuve duda de eso.
-¿Te aterra eso de tener que buscar una esposa? -abrí mis ojos de par en par, al darme cuenta de lo que le había preguntado.
Él me miró con expresión divertida y negó con la cabeza.
-Por ahora, lo que más me aterra es que la mujer que quiero se alejé de mí -murmuró.
Me encogí de hombros, y sentí como si algo se hubiese removido en mi pecho.
¿De quién estaba hablando? ¿Se refería a mí? No... Tal vez ya había encontrado a alguien para él, y esa, no era yo.
-¿Cómo es ella? -pregunté, sin poder ocultar mi tristeza.
Se acercó un poco más a mí.
-Tiene unos ojos increíblemente auténticos. Su cabello, sus labios, todo su ser es hermoso. Es cariñosa, graciosa -rió por lo bajo-, auténtica, amable y honesta -la manera en la que dijo todo aquello, fue increíblemente conmovedor.
Mis ojos se cristalizaron.
No... Tiene derecho a ser feliz con alguien más.
-Ha de ser muy afortunada de tener a un hombre como tú.... -musité.
-Ella aún no lo sabe -se encogió de hombros.
-En verdad suena que es una chica increíble.
-Lo es, ¿y sabes que es lo más irónico? Que esa chica, es a la que le estoy hablando ahora.
Me quedé inmóvil, tratando de analizar lo que me había dicho.
Por primera vez, había dicho lo que en verdad sentía por mí.
Mi plan de rechazarlo, se había ido por la borda. No era capaz, no tenía el valor de decirle que fuéramos solo amigos, porque yo no quería eso...
Acerque mi rostro al suyo, y el hizo lo mismo, apoyando nuestra frente con la del otro. Nuestras respiraciones chocaban entre si, haciendo que esas emociones me inundaran de nuevo, pero esta vez, no me detuve a pensar en que pasaría.
Junté mis labios con los suyos, y con timidez, él correspondió. Podía sentir el calor que estos desprendían, y la sensación tan agradable que transmitían a todo mi cuerpo.
Puso sus manos en mi espalda, acariciandola con delicadeza y ternura. Coloqué mis manos vendadas a los lados de su cara, para atraerlo aún más a mí.
Mis emociones estaban a punto de desbordarse. Sin embargo, me sentía segura y a gusto con él.
Al separarnos, nos miramos a los ojos del otro, y mos sonreímos con ternura y timidez.
Finalmente, habíamos cruzado la línea invisible que nos separaba, y habíamos dado pasó algo mucho más que una amistad.
Nos quedamos un rato en silencio. Apoyé mi cabeza en su hombro, sin importarme o preocuparme por el futuro. Solo quería disfrutar su compañía, sus caricias, y el cariño que me brindaba.
-¿Estás molesta? -preguntó, acariciando mi cabello rubio.
Reí por lo bajo.
-No... en realidad, quisiera que este momento nunca terminara.
Él no respondió.
Sin embargo, por la forma en que su corazón latía, me di cuenta de que él también lo estaba disfrutando.
-¿Nala?
-¿Sí, Simba?
-Te quiero.
Una pequeña sonrisa se formó en mis labios. Aparté mi cabeza de su hombro, para así mirarlo directamente a los ojos.
-También te quiero.
Editado
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