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Noche Especial

Al principio, no le había había tomado tanta importancia al asunto de las amenazas, o mejor dicho, procuraba no darles importancia. Sin embargo, al ver que estás continuaron, decidí hacer algo.

No le conté nada a Simba al respecto, pues no quería preocuparlo; yo era una mujer fuerte, y sabía enfrentar mis propias batallas. Sin embargo, por ser el rey, se enteró sin que yo se lo dijera. Hice una denuncia con los guardias; inspeccionaron mi habitación, buscando pruebas o señales del que me había amenazado.

Mi pareja... ¿pareja? Mmm... no suena tan mal... En fin, Simba, habló con un guardia real, para que hiciera guardia de vez en cuando frente a mi habitación. Esa idea no me gustó en lo absoluto. Me negué, y le pedí que respetara mi decisión, y a duras penas, llegamos a un acuerdo: el guardia, solo estaría durante las noches. No me sentía del todo complacida, pero era preferible eso a tener a alguien resguardándome durante todo el día.

Más días pasaron, y con ellos, las pruebas para elegir a la nueva general continuaron.
Ahora, entrenaba con Simba de vez en cuando; aunque él no lo admitiera, yo era más fuerte que él, lo había sido desde siempre.

Mi posición en la tabla no era muy alta, pero sin embargo, estaba cerca de las primeras diez. Con un poco más de práctica, tendría oportunidad.

Ese día, decidí despejar mi mente, apartarme un momento de todo lo demás y mis preocupaciones, y simplemente no centrarme en nada, no preocuparme por nada; hace tanto tiempo que no hacía algo parecido.

Tomé mi libreta de dibujos y mi lápiz, me dirigí al jardín, y me senté en un banco.

Respiré hondo, para que el aire fresco invadiera mis pulmones.

Cerré mis ojos por un momento, y me concentré en oír el sonido de la naturaleza. Logré oír una que otra ave revolotear. Escuché el sonido de la fuente a la distancia. Y, sé que no es posible, pero al sentir los ligeros rayos de la luz del sol, de alguna manera, oí su melodía.

Fijé mi vista en la libreta, me concentré, en el paisaje que tenía al frente, y comencé a dibujarlo.

Trazaba línea tras línea sin parar, procurando incluir sombras al dibujo aún sin culminar.

Mientras estaba concertada en mi dibujo, una voz femenina me hizo levantar mi vista.

—¿Puedo sentarme? —preguntó Sarabi, mientras extendía su brazo junto a mí.

Sonreí amablemente, y asentí.

En silencio, se sentó junto a mí.

Era un poco extraño; la mujer que crió, era la madre del hombre que quería.

—Has estado excelente estos días en las pruebas —comentó, con su clásica y sincera voz maternal.

—Gracias. He estado practicando, aunque aún creo que tengo cosas que mejorar.

Ella rió por lo bajo.

—Nala, una de las cosas que más te caracteriza es que no te rindes tan fácil —acarició mi mejilla, con todo el cariño de una madre—. Me alegra poder ver en la hermosa y fuerte mujer en la que te has convertido.

—Eso te lo agradezco a ti; me enseñaste todo lo que sé.

—Sarafina de seguro estaría orgullosa de ti.

Sonreí con tristeza. Oír el nombre de mi progenitora, siempre provocaba eso.

Al notar esto, acarició mi mano, y cambió de tema.

—Simba me contó todo sobre ustedes dos.

No me inmuté, ya me había mencionado que le había dicho; después de todo, era su madre. De igual forma, le dijo a Rafiki, quien era su consejero; a Zazú, su mayordomo; y cómo olvidar a los ocurrentes Timón y Pumba. Eso no me molestó. Eran las personas a las que más les tenía confianza.
En mi caso, solo les mencioné mi relación con Simba a Shani, Kula y Tama.

—Oh, sí; me lo mencionó —respondí, con una leve sonrisa.
—¿Sabes? Esto lo tiene muy... feliz. Incluso lo oí tararear mientras se duchaba. Pero, no le digas que te dije eso —susurró lo último.

No pude evitar soltar una risita.

—¿Ah, sí? Vaya, entonces la cosa está grave —bromeé, a lo que ella rió.

—En verdad me alegra que estés con él. Se les ve a ambos muy felices —añadió.

El resto de la tarde transcurrió de manera tranquila. Hace tiempo que no conversaba con Sarabi, y el hacerlo, me agradó.

Al llegar la noche, subí a mi habitación, y me dediqué a estudiar el tema que me preocupaba.

Ya había tenido suficientemente relajación; era hora de pensar un momento.

Tomé otra de mis libretas, y busqué la página en la cual había anotado las amenazas que había recibido.

《Te haré daño a ti para hacerle daño a él》 Fue la primera.
《Aléjate de él si no quieres salir lastimada》 Fue la segunda.
《Eres idiota si crees que ya me fuy》 Fue la tercera. La más reciente, que había recibido hace un par de días.

Traté de armar todo. Aunque a la vez todo apuntaba ser de la misma persona, a la vez parecía no serlo.

Era extraño. La primera, decía que me lastimarían a mí, para lastimarlo a él; ¿pero quién era ese él?
La segunda, también se refería a ese él, solo que esta era contradictoria a la anterior, era más como una advertencia que una amenaza, ya que decía que me apartara de él para no salir herida.

Simba...

¡Claro! ¿Cómo fue que no lo pensé antes? La primera amenaza la recibí después de haber cenado con él; y la segunda, la recibí cuando iba a salir con él.

Pero, la tercera amenaza, era como un recordatorio de que el que enviaba los mensajes, aún seguía cerca, observándome.

Pasé mis manos por mi rostro.
Todo esto era una completa locura. Y, no encajaba por completo.

¿Quién sería el que se encontraba detrás de todo esto? ¿Y por qué lo hacía?

Dejé la libreta en la mesita de noche, y me dejé caer en la cama.

Me cubrí mi rostro con ambas manos.

El asunto ya era preocupante.

Oí unos golpecitos en la puerta, y de inmediato, supuse quien era.

—Pasé —dije, aún acostada en mi cama.

Simba entró a la habitación en silencio, y al verme, me sonrió con dulzura.

—¿Cansada?

—¡Ay! No te imaginas cuanto.

Río entre dientes.

Me incorporé, lo invité a sentarse junto a mí, y así lo hizo.
—¿Sucedió algo malo? —preguntó, un poco preocupado.
Negué con la cabeza.

—No, todo está bien —mentí. Sí, él ya sabía lo de las amenazas, pero no iba a mencionarle la posible sospecha que tenía. No quería alterarlo, o preocuparlo; siempre se tomaba todo muy a pecho.

—¿Segura? —insistió.

—Segura —afirmé.

—Recuerda que si pasa algo, puedes decirme.

—Lo sé, Simba —sonreí ligeramente.

Nos quedamos en silencio un momento. Nos tumbamos en la cama, fijando nuestra vista hacia el techo.

—Esta tarde hablé con Sarabi —dije, para luego mirarle.

El me miró.

—Oh... ¿Y de que hablaron?

—Fue más de una cosa, de hecho.

Rió entre dientes.

—Me alegra que ambas se lleven tan bien. Mi madre te tiene un gran aprecio.

—Yo también le tengo un gran aprecio —respondí.

Simba se aclaró la garganta, y meditó un momento, como si estuviera pensando en si decirme algo o no.

Mientras, solo le miraba con expresión divertida, los gestos que hacía al tratar de hablar me parecían graciosos.

Finalmente tomó aire y suspiró.

—¿Nala?

—¿Sí?

—Te... te amo.

Abrí mis ojos de par en par. Era la primera vez en la que me decía aquella palabra, con tanta profundidad. Jamás me la había dicho; lo más que me decía, era un te quiero.
¿Qué se supone que debía decirle?

Aparté mi mirada hacia un lado.

Después de unos segundos, me acarició la mejilla, obligándome a mirarlo de nuevo.

—No tienes que decirlo si aún no lo sientes, Nala —murmuró, aún sin borrar su ligera sonrisa.

—Es que no es eso —meneé la cabeza—. Yo... también te amo, Simba. Estoy enamorada de ti. Pero... tengo miedo de que nos apresuremos.

Me miró con expresión comprensiva; creo que sabía a lo que me refería.

—Esperararemos el tiempo que sea necesario.

Sonreí. ¿Cómo no iba a enamorarme de él? Me trataba con tanto afecto y cariño... Amaba completamente a ese pelirrojo.

Aún acostados en la cama, nos acercamos más al cuerpo del otro, y al sentir nuestras respiraciones tan cerca, unimos nuestros labios en un tierno beso. Al principio, nuestros labios se movían con ternura y lentitud, como si ambos bailaran a la par; pero luego, estos se movieron más deprisa, volviendo el beso más intenso y apasionado.
Bajó sus manos a mi cintura, mientras que yo puse mis manos en su pecho. Nos seperábamos algunos segundos, para tomar más aire y seguir con el beso.

El calor comenzó a aumentar de repente, posiblemente por la forma en la que nos acariciabamos y por estar tan cerca. Era una sensación increíblemente agradable, y a la vez, tan tierna.

Por un impulso, comencé a quitarle el saco. Al notar esto, rompió el beso.

—Dijiste que no querías que nos apresuráramos —me recordó.

—Solo quiero hacerlo, siempre y cuando sea contigo.

Me miró con dulzura, y sin más, volvió a besarme.

Aún no sé porque decidí dar el siguiente paso tan pronto. A pesar de todo, aunque sentía temor por el futuro y las metas de cada uno, lo hicimos. 

Todo simplemente fue maravilloso. El calor que me transmitían sus besos, su cuerpo, abrazos y caricias... No lo olvidaría. Jamás olvidaría aquella noche.


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