Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

Aldora estaba lívida. Sus intensos ojos azulesestaban abiertos como platos y todo color había desaparecido de surostro.

Tyrenna mantuvo firme su posición, tratando demedir la reacción de Sevard. El edecán parecía más intrigado queconfundido, aunque era claro que no estaba contento por la manera enque tenía fruncido el ceño.

—¿Rechazas el honor de retratar a tu Jarl? —Laspalabras de Sevard fueron pausadas y frías, como si pronunciara unaamenaza.

—Lamento que sea así, pero la Verdad es quetengo compromisos que cumplir.

Aldora la fulminó con la mirada. Tyrenna habíavisto a su tía enojada más veces de las que podía contar, perojamás a ese nivel: era como si sus ojos estuvieran a punto de serexpulsados de sus órbitas.

—¿"Compromisos"? —silabeó Sevardcon acritud.

—Arslan Haraldsson, debe conocerlo, es uncomerciante muy reconocido en la ciudad. Se ofreció a patrocinarme,quiere que pinte una colección completa para él —repuso Tyrenna—.Aunque me encantaría trabajar para el Jarl, apenas tendría tiempopara comer y dormir con tanto trabajo.

—¿Te das cuenta de lo que dices, muchacha?Estás rechazando a un Jarl por un simple... mercader. —Eledecán bufó con honda indignación e hizo amago de levantarse.

—¡Sevard! —Aldora lo detuvo de los brazos—.Estoy segura de que hay un error. Tyrenna no está rechazando alJarl, ¡de ningún modo! ¡No sería capaz!

Tyrenna ignoró la mirada de rabia contenida quele dio Aldora.

—Entenderá que una artista como yo necesitaalgo de qué vivir. Un único retrato, por más que sea de un Jarl,no me ofrece estabilidad. —El corazón de Tyrenna estaba a punto deestallar—. Pero, quizás... si el Jarl me ofreciera algo másestable...

Sevard se detuvo y miró a Tyrenna directo a losojos, como si buscara penetrar en su cráneo. Su voz fue severa, casicolérica.

—Habla claro, muchacha.

Las palabras salieron de los labios de Tyrenna sinsiquiera pensar.

—Quiero el patrocinio del Jarl.

Era una locura, el colmo de lo ridículo. ¿UnJarl patrocinando a una artista de fama inexistente como ella?Imposible. Impensable. Inaceptable.

"Pero no tienen otra opción, ¿o sí?"

Sevard alzó ligeramente la barbilla y miró aTyrenna con dureza.

—Pensaba que ya contabas con el patrocinio deHaraldsson.

—Me lo propuso esta tarde, justo antes de veniraquí, pero aún no le di una respuesta —repuso ella velozmente.

Sevard la observó durante largo rato, una breveeternidad, con una expresión tan desdeñosa que Tyrenna temió lopeor.

—Si crees que el Jarl está a tu merced, teequivocas, muchacha —espetó. Por un instante, pareció realmentedispuesto a marcharse, pero se obligó a parar—. Eres atrevida,debo reconocerlo. Audaz como una loba hambrienta, verhallesa hasta lamédula. La criaste bien, Aldora. Demasiado bien, quizás.

Tyrenna apenas resistió el impulso deestremecerse. Sevard se ajustó el cinturón y la sobretúnica, ysoltó un resoplido antes de dirigirse nuevamente a ella.

—Pinta un retrato a la altura del Jarl ydiscutiremos la posibilidad de un patrocinio. Sin embargo, te loadvierto desde ahora: no intentes con él lo que acabas de hacerconmigo. Hay una fina línea entre la audacia y la irreverencia, y alJarl no le agradará que la cruces.

—No sucederá —respondió Tyrenna junto a unfugaz ensayo de reverencia. Estaba simplemente demasiado emocionadapara fingir sumisión.

—El retrato debe estar listo cuanto antes, asíque comenzarás a trabajar mañana mismo. El Jarl enviará uncarruaje a recogerte a primera hora. ¿Fui suficientemente claro?

—Lo fue.

—Bien. —Sevard caminó hacia la salida,acompañado de Aldora, pero se detuvo a unos pasos de la puerta ymiró por última vez a Tyrenna, sin esconder su disgusto—. Tieneel coraje y la ambición que se necesitan —le dijo a Aldora—. Sisu talento está a la par, le espera un futuro brillante. Siempre queno olvide su lugar.

—No lo hará —respondió Aldora en voz baja,aunque sumamente tensa.

La puerta se abrió y los abundantes sonidos delas calles de Elfjord se colaron al interior. Sevard salió y abordósu carruaje, y Aldora lo observó marchar hasta que se perdió en lamuchedumbre.

En cuanto la puerta se cerró, se desató unatormenta.

—¿QUÉ ESTABAS PENSANDO? —aulló Aldora,dejando escapar hasta la última onza de rabia y frustración quehabía estado conteniendo. Su larga cabellera rubia se sacudió porla intensidad de sus gritos y sus ojos azules penetraron el cráneode Tyrenna como gélidas lanzas—. ¿Tienes idea de lo que acabas dehacer?

—Acabo de conseguir el patrocinio del Jarl—espetó Tyrenna en su defensa.

—¡Le mentiste a su edecán! —Aldora dio unpar de iracundos pasos en su dirección—. ¿Acaso eres una niña ala que hay que recordarle que Havdall condena la falsedad?

—¿Cómo sabes que mentí? El señor Arslanrealmente...

Aldora se abalanzó contra Tyrenna y la tomó dela muñeca.

—Oh, no. Te conozco lo suficiente, niña. No memientas a mí también. No. Te. Atrevas.

Tyrenna se liberó de un tirón, se levantó y sealejó lo más que pudo de Aldora.

—¿Y qué si mentí? ¡Sevard ni siquiera habríaconsiderado el patrocinio si la conversación iba de otro modo!

Aldora soltó una agria carcajada al mismo tiempoque se cruzaba de brazos.

—¿Y qué crees que ocurrirá con ese inciertopatrocinio tuyo cuando el Jarl se entere de esto?

—No lo hará.

Tyrenna enfrentó la iracunda mirada de su tíadesde el otro extremo del salón. Sabía lo mucho que Aldora esperabaverla triunfar como artista. Había mentido, sí, ¿pero no era esala oportunidad que ambas habían estado esperando?

Aldora expulsó aire con fuerza por la nariz. Suvoz pasó de la ira desmedida a un extraño y grave tono de seriedad.

—Ninguna mentira se sostiene por siempre,Tyrenna. Tarde o temprano, la Verdad sale a la luz. Tú, más quenadie, deberías saberlo.

Tyrenna se negó a desviar la mirada, incluso sisentía cómo sus ojos empezaban a humedecerse al recordar penasantiguas que, a pesar de los años, todavía la herían.

Sin embargo, no se entregó a las lágrimas. No selo permitió. Las obligó a volver al oscuro lugar de donde habíansurgido, donde no las volvería a ver. Lo había hecho antes.

—¿Qué debería hacer, entonces? ¿Renunciar aesta oportunidad?

Aldora la miró de reojo con irritación, pero nole contestó, no de inmediato. Se llevó una mano a los labios engesto de reflexión. Darle la espalda a una oportunidad así seríauna necedad, incluso a los inflexibles ojos de Aldora.

—No, ya no puedes echarte para atrás. Irás ala casa del Jarl, obedecerás todo lo que te diga. Pintarás eseretrato como jamás has pintado otro y conseguirás ese patrocinio,sin que una sola mentira más salga de tus labios. —Aldora alzóuna ceja y fulminó a Tyrenna con la mirada—. Y bajo ningúnconcepto dejarás que tu mentira de hoy salga a la luz. No creo quetenga que decirte lo que puede pasarnos si se nos acusa de traicióna la Verdad.

Memorias inundaron la mente de Tyrenna: gritos,llantos, el dolor de los huesos rotos y un dolor distinto, ajeno alcuerpo, pero mil veces más agonizante. Tales memorias hicieron quese estremeciera y que empezara a frotarse el brazo izquierdo sindarse cuenta.

El silencio se apoderó del salón y, en laquietud que siguió a la tormenta, los rugidos del estómago deTyrenna se oyeron claramente.

—Estás hambrienta —observó Aldora. Sinesperar una réplica, se acercó a la mesa y le sirvió un plato. Eraun guiso a base de carne que se dejaba cocer durante días enteros,el preferido de Tyrenna desde que era niña.

Tyrenna se sentó a la mesa a regañadientes.Aldora dejó que comiera sin decir nada. Con cada bocado, elresentimiento y la tensión se desvanecieron poco a poco. "Soloquiere lo mejor para mí", se recordó Tyrenna.

Aldora era como una segunda madre para ella y lamejor artista que conocía, superada solo por su padre. La habíarecibido muy joven como una de sus estudiantes, ofreciéndole laoportunidad de aprender codo a codo con las hijas de las familiasnobles de la región.

De cierto modo, Aldora había ocupado el lugar queLodrin hubiera tenido en la vida de Tyrenna. Se lo debía todo. Susocasionales roces y enfrentamientos no cambiaban eso.

—¿Mejor? —le preguntó Aldora cuando acabóde comer.

—Mejor —respondió ella.

Tyrenna hizo amago de levantarse de la mesa peroAldora alzó un dedo.

—No creas que lo dejaré pasar tan fácil, noolvides que faltaste a la Verdad en mi casa. Recoge la mesa y lavalos trastos.

Tyrenna puso los ojos en blanco. A diferencia deotros hogares, no contaban con sirvientes ni esclavos que se hicierancargo de las labores domésticas. Aldora decía siempre que sería undesperdicio: el costo de mantener servidumbre solo para ellas dossuperaba con creces cualquier beneficio, incluso si se trataba deesclavos.

—Haz todas las muecas que quieras, pero más tevale que todo esté impecable cuando vuelva —recalcó Aldora.

—¿"Cuando vuelvas"? —recalcóTyrenna.

—Eso dije. Mientras te encargas de la limpieza,tengo otros asuntos que atender.

—¿Y qué clase de asuntos son esos?

—La clase que no te incumbe, niña.

Los pálidos ojos de Tyrenna se hicieron finasrendijas.

Por lo general, su tía era muy abierta con susplanes. Y ahora que pensaba en ello, Aldora no podía haber previstola visita de Sevard. ¿Por qué, entonces, la había encontradovistiendo un atuendo tan elaborado?

Aldora dio un fugaz vistazo a la imagen que ledevolvía el espejo del recibidor. Arregló su cabello rubio dorado yse aseguró de que su vestido luciera perfecto.

—Impecable, ¿me oíste? —reiteró antes desalir. Tyrenna pensó en tratar de averiguar más, pero ya habíaforzado demasiado la paciencia de Aldora por un día.

Una vez a solas, Tyrenna se permitió pensar largoy tendido en el retrato del Jarl y su posible patrocinio. No pudoevitar sentir cosquilleos en el estómago. "Un paso máscerca de la gloria —pensó—. Un paso más cerca de superartu legado, padre."

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro