¿Desde cuándo las cosas bonitas duraban para siempre?
—¿Estás segura de que estás bien? —Eyrina asomó su cabeza por la puerta.
No respondí e intenté redactar alguna carta para asegurarles a Axiel que al menos estaba en condiciones para seguir adelante.
Daba toquecitos con la pluma en la mesa y en mi barbilla, con tal de tener ideas.
—¿Kiara?
Estaba casi segura de que me había visto, y a la perfección, a lo que no respondí de nuevo.
Estimado Axiel:
No estoy bien, pero tampoco estoy mal. Después de todo me he dado cuenta de que no le importaba a la mayoría de personas, que nunca estarían cuando yo lo necesitara pero cuando ellos necesitaran ayuda, supuestamente esperan que tenga compasión.
En vez de ponerme sentimental, he pensado escribir esta carta con el fin de que dejes de preocuparte por mí y pienses en ti mismo.
Te pediría que te cuidaras tanto física como mentalmente pero dudo que me hagas caso aunque sea por tu bien.
No soy muy de dar consejos pero está vez va en serio, Axiel, no te quiero muerto, es más, no quiero muerto a nadie, pero por favor, no me dejes sola.
Un cordial saludo.
Kiara con A entre medio.
La mandé sin naturalmente esperar una respuesta inmediata.
No tenía nada que hacer aparte que mirar a todos lados, lugar con mis dedos, enredarme un mechón de pelo entre estos…
—Kiara… llevo todo el día intentando decirte que tienes que el rey quiere hablar sobre unos asuntos contigo, después de todo estás en su castillo…
—¿Sobre qué tema es?
—Te mentiría si dijera que tengo una idea acerca de todo esto.
≪•◦ ❈ ◦•≫
—No te vuelvas a acercar a mi hijo.
Hasta ahí las cosas se estaban poniendo tensas.
Me contuve para no decirle una palabra que podría resultarle ofensiva al rey de Zyphoria.
—Hacéis como si a mí me importase lo más mínimo. ¿De verdad creéis que me dolería o algo por el estilo?
—Eres solo una distracción para el futuro heredero, podrías apartarte de su camino, déjalo casarse y vivir la vida y estaremos en paz.
—O… él me deja en paz, vos le dejáis ser libre y vivir de verdad y no le vuelvo a dirigir la palabra.
Por un fugaz momento hasta casi pareció haberle dolido pero en menos de un segundo, sustituyó esa expresión por otra mucho más serena.
—Quedas advertida —me lanzó una mirada peligrosamente amenazadora.
—Quedas informado.
En menos de lo que canta un gallo, nos vimos los dos siguiendo nuestros respectivos caminos, sin despedirnos siquiera.
Después de todo, si yo creía que estaba en lo cierto, confiaba en ello plenamente. Y aquello no era una excepción.
A la hora de la cena, estuve mirando a todos sitios, nerviosa, menos a la sopa de verduras.
Aunque tenía hambre, me daban arcadas oler ese exquisito mejunje.
Arrojé la sopa en la maceta más cercana de forma disimulada, sintiendo una punzada de culpa, vacié el contenido en la tierra.
—¿Ya terminaste de comer? —preguntó Eyrina, a lo que yo asentí —. La cama está preparada, dulces sueños.
Sonreí y anduve inquieta hasta la cama. Las sábanas estaban perfectamente planchadas y desprendían un dulce aroma a vainilla y a canela.
Suspiré pesadamente y me tumbé boca arriba, posando la cabeza en la mullida almohada, hasta que se hubo hundido en parte.
Una oveja, dos ovejas, tres ovejas muertas..
Vale, esto no funcionaba.
—Eyrina…
—¿Sí? ¿Qué ocurre?
—¿Con quién se iba a casar el príncipe Adriel? —pregunté y la curiosidad me carcomía por dentro.
Hubo un minuto de silencio algo incómodo.
—Se te nota muy cansada… Duérmete, ¿sí?
Hubiera insistido en que respondiera a mí pregunta, pero los labios no me obedecían, parecía que el cerebro hubiera olvidado su función y estuviera tomando un té con mis labios, sentados cómodamente.
Cerré los ojos, veía todo oscuro. Obviamente.
Abrí los párpados, una sombra se movió ágilmente en la oscuridad.
Parpadeé varias veces para asegurarme de que no era simplemente una ilusión.
Unos ojos me miraban inquietantemente, una hilera de dientes se asomó por su rostro, adornando su cara con oscuridad y peligro.
Las débiles luces de la luna que se asomaban por la ventana de la que entraba una suave brisa alumbraron por un instante la faceta de la silueta intrusa.
No pude distinguir los rasgos de aquel ser, como si sorprendentemente no tuviera armonía facial.
Mi corazón latía desbocado contra mi pecho, como si amenazara con salir ese mismo instante. Respiraba con suma dificultad, algo tan fácil como inspirar oxígeno y expirar dióxido de carbono se había vuelto un reto algo complicado.
Procedí a cerrar la ventana antes de que pudiese morirme del susto.
—¿Por qué la cierras?
Ya sabía quién era y algo que también sabía con certeza era que no iba a darme la vuelta, a girar en redondo y ver el rostro de un hombre que era aparentemente inocente, cruel y despiadado realmente por disfrutar ver a su propio reino matarse a carne viva.
—Me dispongo a proceder al cierre de la ventana, ya que las condiciones termodinámicas del entorno han inducido un descenso considerable en la temperatura ambiental. Este fenómeno provoca en mí una sensación de disconfort térmico, manifestándose como una leve hipotermia que compromete mi bienestar. Al clausurar la ventana, persigo el objetivo de mitigar la transferencia de calor hacia el exterior, buscando así preservar un estado de homeostasis térmica que favorezca mi confort fisiológico y la estabilidad de mis funciones vitales.
—Podrías haber dicho “porque tengo frío” en vez de soltar toda esta palabrería.
Lo miré con mala cara, sabiendo que no podría ver la mueca que tenía en el rostro. A eso se le llamaba estrategia.
—Perdón porque hayáis entrado en mi habitación a estas horas de la noche sin excusa válida alguna, con la única pregunta de la razón por la cuál cerraba la ventana.
—Después de todo, mi castillo, mis reglas —bramó.
—No soy una esclava.
—Y yo tampoco soy alguien que cumplirá todos tus deseos.
N/a: ¡Se vienen cositas! ❤️✨
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