No nos estamos entendiendo.
Una sonrisa iluminó la cara de la muchacha y se puso en pie lentamente.
Parecía que la la idea de preparar las decoraciones sobre la boda le emocionaba aunque fuese mínimamente.
Una señora no muy mayor entró a los aposentos que lucía un vestido sencillo acabado en una amplia falda de un color rosa pálido. Las volandas que formaban este estaban adornadas con una cascada de pequeñas maripositas moradas, que le daba un aspecto de ser un joyero volcado.
El corpiño, del mismo color que la falda, era de una tela tan suave como la seda que se pegaba levemente a su cuerpo. Las cortas mangas se adhería a sus pálidos brazos, los cuales se flexionaban elegantemente.
Unas pocas arrugas recorrían algunas zonas concretas de su ovalado rostro, lo que la hacían parecer un pelín más simpática.
Después de dedicarme una de las más dulces sonrisas, se giró hacia la ojiazul.
-Michelle, cariño, ¿Podrías acompañar a Amy a arreglar a la novia para su boda, que es dentro de nada?
Si era a las diez de la mañana, faltaba un muy buen rato para esa hora.
Michelle asintió con un movimiento de cabeza sin dudarlo, se dio media vuelta y desapareció tras la puerta, dejándome a solas con la anciana.
Debía admitir que de alguna manera su presencia me agradaba pero también me incomodaba escasamente.
-Es un honor, querida, tenerte por aquí. Supongo que has venido por la ceremonia, pero ¿no es demasiado pronto? -cuestionó.
Tampoco era demasiado tarde para espetarle en la cara a Adriel lo mucho que me caía mal por ser un "noble malcriado".
Las mejillas se me incendiaron por la vergüenza y humillación y me limité a bajar la cabeza para que no notara el claramente visible rubor.
Una de las cosas que más detestaba eran las preguntas obvias, de esas que llegan hasta a incomodarte.
-¿Quieres tomar un té para matar el tiempo? -preguntó y acto seguido esbozó una sonrisa muy forzada. Quizás demasiado amplia, incluso las comisuras temblaban por el largo periodo en el que estuvieron alzadas.
-Se lo agradezco mucho, pero acabo de comer.
-Eres una de las poquísimas campesinas que se contienen por el impulso de engullir todos los alimentos.
Le lanzé una mirada amenazadora y mis labios se apretaron hasta formar una delgada línea.
Aquel comentario más que halagada, me parecía ofensivo, como si únicamente se tratara de otra aristócrata presumida.
Las oscuras ondulaciones que caían en su hombros se tiñieron de un tono más negruzco a causa de la creciente frustración que sentía.
Me juraría a mí misma nunca mostrar la molestia que sufría en ese concreto momento, aunque sea sumamente grande.
Me obligué destensar los hombros, descansar los brazos y por último, regalarle una sonrisa amable.
Primer paso. Hecho.
-Oh, cariño, no tenemos tiempo que perder -vociferó mientras daba dos palmadas al airet-, hay mucho que hacer.
Me ordenó que me dirigiera a una habitación que supuestamente se encontraba al final del pasillo, girando a la derecha, tres puertas más adelante y allí estará.
Me perdí incontables veces a pesar de que el recorrido aparentemente era sencillo.
Cuando por fin encontré una puerta a la que se quería referir, la estuve observando un rato.
Anteriormente la vieja me había entregado una bonita llave de oro con el logotipo del reino Zyphoria grabado, era tan brillante que hasta podía ver mi reflejo en ella. Al tacto era gélida, como si estuviera hecha de hielo, pero adquiría un aura sofocante.
Después de varios intentos fallidos, conseguí encajarla en su lugar correspondiente, según las instrucciones que dieron, tenía que girarla a la dirección de las manillas de reloj.
Seguramente sería igual de alucinante que las demás instalaciones.
Al inclinar el portón hacía delante, estaba en lo cierto, no era alucinante, era espectacular, maravilloso, asombroso.
Parecía un sueño, una alucinación, aunque no era exactamente igual a la anterior habitación, habían muchos parecidos.
Uno de los principales similitudes era el tocador, un impoluto tocador con un mismo peine en el centro, un brillante espejo en el cual me reflejaba a mí como una pequeña chica... recién salida de una pelea.
Las colchas y almohadas mullidas aparentaban estar hechas de pedazos de nubes y la pintura de colores pasteles envolvían las lisas paredes eran como una pequeña parte de una dulce ensoñación.
El extenso balcón que se encontraba al fondo de la habitación dejaba visualizar unas visitas increíbles desde algún punto concreto del reino.
Lo que más me había llamado la atención fue una espaciosa estantería repleta de libros de todos los tamaños y colores que se encontraba en uno de los laterales de la estancia.
Al rozar la aterciopelada portada de uno de ellos pude sentir la suave textura bajo mis dedos.
Era un momento perfecto, deseaba poder parar el tiempo y ver aquel escenario que se formaba ante mis ojos para siempre, los tonos perfectamente combinados daban un aire mágico, como si fuera un espectáculo colorido.
-Sinceramente te creía más astuta -dijo una voz caracteríscamente familiar.
En un acto involuntario, le empotré "sin querer" el lindo libro de terciopelo rojo en una de las mejillas con un poco de fuerza más de la necesaria. Emitió una clase de grito ahogado de sorpresa.
El chico de ojos claros, más concretamente el hermano de Adriel, apartó la mirada durante un tiempo. Cuando volvió a mirarme a los ojos, claramente se podía apreciar una marca rectangular de color rojiza.
-No pretendía... -comencé a decir, pero la oración quedó a medias.
-No hay problema, simplemente asegúrate de que, la próxima vez, no me des tan fuerte -dijo.
La cara se me cayó a causa de la vergüenza y habría jurado que se le aparecía una sonrisa burlona. Exactamente igual que la de su hermano.
-Menos mal que estás aquí, sin duda no habrías sobrevivido a la guerra que se ocasionará dentro de muy poco tiempo, antes de lo que pensamos -afirmó como si no tuviera importancia.
-Oh no, te equivocas, yo vine para presenciar una boda.
-La boda se ha pospuesto hasta que se acabe la batalla.
Me sentía como si me hubieran tomado el pelo, como si me hubieran estafado, mentido tan rápido.
Genial. Ya tenía unos asuntos pendientes con el príncipe.
Ahora tenía que poner a salvo a mi familia, a Axiel y a mí, no seré la antigua Kiara, la chica cobarde, seré la joven que salvará a mi familia, que no estará agazapándose siempre.
Costara lo que costara, intentaré ser la heroína de esta historia, sin contar cuán tenga que sacrificar y sí, prometo que mis actos serán prudentes de ahora en adelante.
N/a: menos mal que he terminado este capítulo, ha sido un poco estresante. 💋
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