Imaginaciones mías.
-No estoy entendiendo -articulé totalmente confundida, perpleja.
-Mira, en un pasado, mi padre tuvo un par de deudas con el emperador del reino de Nessyan, a pesar de que este le hubiera restado importancia -hizo una pausa-, seguía planeando una venganza.
»Mi padre había la guardia porque esos sucesos ocurrieron cuando Adriel tenía unos ocho años, es decir, hace doce años. Como ahora mi padre es bastante mayor y está enfermo, pronto el trono ascenderá a mi hermano.
»El inteligente rey de Nessyan prefirió atacar por la espalda porque pensó que por delante no podría -estuvo mirando un punto fijo del suelo con melancolía-. Yo suponía que esto pasaría, sus sonrisas forzadas y sabotajes lo delataban.
Ahora sí cuadraba todo, justo antes Adriel se había escabullido con nerviosismo, porque la guerra estaba empezando y quería ponerme a salvo.
-¿Y por qué no te coronan a ti como rey? -pregunté sin poder siquiera pensar la oración.
Soltó una suave risa que me hizo recordar a el príncipe, se parecían demasiado físicamente, casi aparentaban ser dos gotas de agua.
-Mi hermano es un año mayor que yo, aun así, él es más responsable, amable, respetuoso, en resumen, en un ejemplo a seguir.
Su voz estaba llena de tristeza y sus labios formaba una apenada sonrisa.
-¡Claro que no!, no digas eso, se nota que no conoces a tu hermano...
-¿Y tú desde cuándo me defiendes?
-Desde el momento en el que te estampé un libro en la cara.
Soltó una sonora carcajada cargada de vida seguida de una fuerte tos.
Cuando recuperó parte del aire necesario, movió los labios como si estuviese diciendo: «Estás loca» con una sonrisa presente en sus labios.
-¿Interrumpo algo? -cuestionó Adriel apoyado en el marco de la puerta.
«Sí» le quise responder pero conseguí retenerme.
Ninguno de los dos digo alguna palabra, que me parecía lo mejor.
-Xenian, vamos, que el tiempo se va y no vuelve.
El hermano "irresponsable" del príncipe me hizo una perfecta reverencia para después girar en redondo y salir por puerta.
En cambio, Adriel se quedó un rato más, me agarró la mano con delicadeza, como si fuera la cosa más frágil del mundo, posó un beso en mis nudillos.
Fue sincero, pero sin sentimientos que reflejen ternura, frío como un bloque de hielo; su expresión irritante hizo que estuviera al borde de hacer una mueca una mueca de asco.
Cuando me soltó la mano con la misma suavidad, me sequé con disimulo los dedos en el vestido casi hecho jirones.
-Espero volver a verte, pero no te garantizo que vuelva.
¿Quería que me arrodillara a sus pies y le suplicara que no se fuera?
Si era eso, menuda manera equivocada de pensar tenía.
En cuanto se hubo ido, me tumbé en la esponjosa cama boca arriba sin siquiera quitarme los tacones.
Eran excesivas las preguntas que rondaban por mi mente como si fueran un torbellino de cuestiones.
Al vagar la mirada por la amplia estancia durante un par de segundos, pude visualizar una caja que yacía encima del tocador que no se encontraba allí anteriormente.
Anduve intentando llegar hasta ella entre cerrando los ojos con desconfianza, como si de un momento a otro fuera a explotar.
La curiosidad me atormentaba con cada paso que daba. Ese era otro de mis defectos.
Cuando la pude ver con atención, estaba adornada con un bonito lazo color rosa. Hice una mueca.
Con delicadeza, la abrí, un dulce aroma desprendió de ella, mis ojos brillaron.
En ella se encontraba una carta y algo parecido a un vestido rojo, de tela fina y un abrigo de lana blanco.
Querida Kira:
Hoy tengo el honor de escribirte una carta para informarte que estoy bien, que no hace falta que te preocupes.
Un pajarito me silbó que te habías escabullido aprovechando que estaba dormido, (que no lo estaba), pero ese es otro tema.
También en el interior hay un vestido para que puedas cambiarte la horrorosa vestimenta que llevas. Aunque te darán vestidos en el palacio, este te permitirá correr, por si te lo preguntabas, los otros no.Estaré genial y quizás no pueda decir lo mismo de ti si tu manera de defensa es a base de bofetadas y malas caras.
En fin, cuídate y no hagas algo de lo que después te arrepientas.
Atte: Adriel.
No me percaté que estaba sonriendo hasta que la acabé de leer. La apresurada letra redonda lo describía a la perfección.
Al elevar el vestido a la altura de mi cabeza para que pueda verlo más detenidamente. La tela no era de esas caras, era una tela suave pero sencilla.
El largo abrigo que veía acompañado era tan bonito que me daba miedo utilizarlo por si lo manchaba o lo rompía.
No noté el sueño que tenía hasta que se me estuvieron cerrando los párpados, rogando que descansara algo.
Devolví la ropa y la carta a su sitio y me ordené dormir al menos una hora, no me resultó tan difícil por las excelentes condiciones en las que estuve.
Soñar que volvía a ver a mi familia, la sonrisa de Axiel, estar de nuevo en el bosque en el que jugábamos a ser hadas y seres místicos me causó una nostalgia, anhelo y necesidad a aferrarme a esa ilusión.
Era perfecto el dorado pelo de Eyrina como los rayos de sol y sus curiosos ojos azules que no dejaba de observar a cada rato, no sabría decir qué color era de forma exacta, si eran como el cielo o el mar en calma. Su melodiosa risa y su perfectísima sonrisa dentada era lo más bonito que encontraba en ella, sin contar como se ruborizaba cuando alguien le halagaba. La manera en la que se aferraba a sus sueños y seguía adelante con sus propias expectativas, a su manera.
Soñé que volvía a ser la niña inocente de siete años, la que disfrutaba al aire libre, a la que no juzgaban, a la que siempre le regalaban caramelitos de menta porque era una muy buena persona, la que siempre le decían piropos por la ser la niña perfecta. No la de ahora, no la que siempre tenían que malinterpretar sus sentimientos, no a la que destrozaban sus sueños convirtiéndolos en pequeños pedazos de su corazón afilados, no a la que odiaba llorar en público por miedo a qué le dijeran. Quería ser la chica que todos deseaban, la niña buena.
Pero todos esos anhelos se esfumaban como el vapor, rompiéndose uno por uno, de forma lenta, uno detrás de otro, afiladas cuchillas clavándose en mi corazón, aunque sangrante, obligada a esbozar una creíble sonrisa, detrás de la joven dolida y rota.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro