33. Cumpleaños sola
Esa primera noche chateé con Luka por tres horas. Cosas superficiales, luego me pidió mi teléfono para que podamos hablar. Me puse un poco nerviosa, pero accedí. Cuando sonó mi teléfono esperé un poco para contestar, no quería parecer ansiosa o desesperada.
—¿Hola?
—Hola Grecia. Tienes una voz muy agradable. Lo imaginaba.
—Gracias.
—Te confieso que no te conocía, recién tu video me saltó en mi inicio y buscando un poco descubrí que ya eras bastante conocida de antes.
—Bueno, sí, llevo tiempo en esto. Y claro no soy tan conocida como tú. Pero cerré todo el año pasado, por motivos personales, recién regresé hace poco.
—¿Hiciste colaboraciones antes?
—Sí, las hacía todo el tiempo con Daniel Cohen, y también las hice con Sophie.
—¿Sophie Cohen? Wow, esas son ligas mayores.
—Sí, bueno... es que su hermano y yo somos muy amigos desde hace años —. No podía creer lo nerviosa que estaba. Quería sonar interesante, pero al mismo tiempo no lucir creída.
—Yo estoy de viaje ahora, regresaré en unas semanas. ¿Te parece si acordamos algo para entonces?
—Sí, por supuesto. Cuando regreses tú me dices.
—Perfecto. Ya me voy. ¿Te importa si te llamo mañana?
— No, para nada. Tú llama.
—Bien, adiós Grecia bonita.
—Adiós —dije con la voz muy apagada.
No podía creerlo. Iba a colaborar con alguien así de famoso. Claro que Sophie e Ian y Tiago eran más famosos, pero ellos me incluían en sus videos porque nos conocíamos de antes. Me sentía feliz por haber logrado eso por mí misma y por otro lado me era imposible no desear que Tiago lo viera y eso le causara celos.
Para el día siguiente, me desperté con una actitud diferente. No me puse el uniforme de siempre. Busqué un pantalón gris que tenía al fondo del armario, me puse unos tenis y saqué de mi caja de implementos deportivos una venda elástica grande que tenía para vendar lesiones. Puse una punta debajo de mi brazo y empecé a vendarme con mucha fuerza el pecho. Con la camisa encima parecía que no tenía senos. Me até el cabello en un moño alto y me puse una gorra encima.
Salí temprano de casa, así no me encontraba con mi madre o Víctor. Tomé la ruta más larga y llegué al colegio justo cuando tocaba el timbre.
Me dirigí a mi aula y como esperaba, el director no tardó en darme alcance.
—¿Y ahora de que estas disfrazada?
—De nada.
—¿Por qué vienes vestida así?
—Obedezco sus órdenes —le dije fingiendo estar desconcertada.
—¿Qué ordenes?
—Ayer me dijo que no provoque a los chicos, así que hago eso. Espero no provocar a los chicos viéndome como un chico. Ahora tiene la seguridad de que al menos sus alumnos heterosexuales no estarán con las hormonas alborotadas.
—¡Haces esto solo por provocarme!
—No, es lo opuesto a provocar.
Podía ver como la vena en su frente se iba hinchando, no tenía motivo para castigarme, pero al mismo tiempo le molestaba.
—¿Ya puedo ir a mi salón?
—Vete y no causes problemas —se rindió.
Como el día anterior fui a sentarme al fondo del salón. Todos volteaban a verme y cuchicheaban.
—Lesbiana —dijo un chico fingiendo que tocía, todos rieron. A mí no me importó, prefería que se burlaran de mi a que me estuvieran tocando.
La profesora con la que teníamos clases ese día ingresó y solo dio un largo suspiro al verme. Molestar a todos sin hacer nada malo realmente, era una de esas cosas que causan placer infinito.
En el recreo me puse a explorar ideas para mis próximos videos. Quería subir cosas seguido, para no perder vigencia, pero necesitaba cosas variadas. Entre todas las cuentas que seguía, una en especial me encantaba, era de una chica rusa de ascendencia japonesa que hacía cosplay, se llamaba Alice Art. Era tan hermosa y hacía cosas tan increíbles... que me inspiraba. Le dejaba comentarios siempre, pero jamás me respondía. Esa era una fantasía que tenía, que ella me respondiera. No sé si quería ser como ella, o estar con ella. Pero sus labios eran tan perfectos que hubiera dado un brazo por besarlos.
Las horas se me hacían más que eternas. En el colegio lo único que hacía era mirar el reloj esperando que llegara la hora de salida. Me alistaba para irme y en la puerta del colegio me encontré con el grupo de Marina, las chicas que me habían pedido hacer un Tiktok con ellas el día anterior. Me despedí de ellas con la mano; Marina se levantó y me tomó del brazo impidiendo que me fuera.
—Oye Grecia, ahora nos vamos a ir a pasear al centro comercial. ¿Quieres venir?
La miré a ella y miré a las demás, ¿me estaban invitando a mí? Sí, por supuesto que quería ir.
—No, lo siento, tengo algo que hacer esta tarde. Tengo que ir al dentista... —respondí, y no entendía por qué había dicho eso. ¿Me había acobardado?
"Insiste, por favor insiste" pensé. Quería otra oportunidad.
—Bueno, será en otra —dijo un poco decepcionada y se fue a reunir con las otras chicas. De inmediato se levantaron de las gradas de entrada y se fueron por la calle.
No podía creer lo que había hecho. Tampoco lo entendía. Era como si deseara una cosa y al mismo tiempo una parte de mi pensara que no lo merecía. Algo así me había ocurrido con Tiago.
Sumamente arrepentida me fui de regreso a mi casa.
***
Cuando sonó mi teléfono, por un momento tuve la esperanza de que se tratara de Luka, pero era mi hermano Evan. Hablar con él era lindo también.
—No me llamaste ayer. ¿Cómo te está yendo?
—Bien, muy bien. Empecé las clases con el pie derecho. —Puse el celular en alta voz y comencé a desvestirme. La venda me estaba matando de dolor.
—Me alegro. Yo tengo dos buenas noticias. La primera es que ya estoy buscando tu regalo de cumpleaños y me di cuenta lo difícil que es regalarle algo a una chica de diecisiete, antes solo te compraba un juguete cursi o algo para decorar pasteles. Así que prefiero que me lo digas.
—Mi cumpleaños es en un mes —le respondí mirando mis pechos. Estaban llenos de las marcas del vendaje.
—Sí, y por eso quiero ir buscando, no sé qué vayas a pedirme y tal vez sea algo que me cueste conseguir.
— Lo único que quisiera es verte —le dije la verdad. No había nada que deseara más que eso.
—Estoy moviendo todo para verte. Como tu cumpleaños cae en día de semana es posible que sea el fin de semana más próximo, pero estaré ahí. —Me prometió —. Así que pide algo material. ¿Un teléfono nuevo? ¿Un aro de luz? ¿Maquillaje? ¿una patineta nueva?
—Vaya que estas generoso. Un aro de luz estaría bien.
—Está bien, y veré que otra cosa más. Y eso me lleva a la siguiente buena noticia. Estoy en una nueva clase en la universidad y conocí a una chica. Otros chicos del curso me comentaron que ella vive con su hermano. Le pregunté y resulta que su situación es muy parecida a la nuestra. Tiene un hermano de quince y el año pasado le dieron la custodia. Tiene una abogada que es especialista en esto. Me dio su número y me recomendó. Tengo una cita con ella pasado mañana. —Evan estaba de verdad emocionado contándome eso. Me quedé a medio vestirme y me senté sobre mi cama. Tomé el teléfono y le respondí.
—Evan, ya hablamos de esto el año pasado. No llegamos a nada y fue mejor desistir.
—Sí, pero esto no es como antes. Nuestro abogado era bueno, pero no era experto en este tema en concreto, esta abogada sí lo es. Conoce a la perfección el sistema, sabe con quienes hablar, cómo hacer que todo se mueva rápido, hasta sobornar a las personas correctas.
—Y debe ser carísima —intenté desmotivarlo.
—Eso no importa. Antes estábamos en quiebra, pero ahora no. Me está yendo muy bien. Podemos pagarle.
—Evan... —tomé aire intentando que no se escuchara mi voz quebrada—. Gracias por hacer esto por mí, pero no lo hagas. En serio. Me costó mucho adaptarme aquí y ya lo logré. En vacaciones empecé a hablar con chicas del curso superior y nos hicimos amigas. Muy amigas, salimos todos los días y no me gustaría dejarlas. Además el parque de skate aquí tiene competencias todos los domingos, allá solo cuando hay nacionales y en verdad me gusta ir. Y aunque no lo creas mamá y yo nos estamos llevando bien. ¿Sabes que va a casarse? Le estoy ayudando con la boda y las cosas del bebé, de verdad quiero estar cerca de nuestro hermanito. —No sabía qué mentiras más decirle, pero traté de ser lo más convincente posible.
—¿Es en serio?
—Sí. Dejar mi vida aquí e ir de nuevo allá será como empezar de nuevo y no quiero eso. Además, estoy a medio año de clases. Ponerme al corriente en el otro colegio será muy difícil.
—Grecia si tú estás segura...
—Lo estoy.
Me rompió el corazón negarme, pero era lo mejor. Evan no podía dejar su vida aparte solo por mí, no era justo. Yo ya había asimilado que no pertenecía a ningún lugar. Yo era una pieza suelta intentando encajar a la fuerza en rompecabezas ya armados. Lo mejor era quitarme del camino para no molestar a nadie más.
***
Un mes pasó rápido y rutinario. Marina no volvió a invitarme a salir. Luka no me volvió a llamar, seguramente le había caído mal. Ya había llegado a esa conclusión: le caía mal a la gente. Y no importaba cuánto me esforzara, no lo iba a poder cambiar. Eso era lo bueno de internet. No tenía una interacción real con nadie. Nadie sabía que en realidad no era alguien agradable. Solo veían algo muy superficial de mí y era perfecto.
Ese día era mi cumpleaños, cumplía diecisiete, y en lugar de retroceder en el tiempo, quería adelantarlo. Tener dieciocho de una vez; irme de ahí, de esa casa, de ese país. Mi padre era italiano y yo había nacido en Grecia por azares del destino. Así que tenía pasaporte europeo y la posibilidad de irme a vivir al viejo continente al acabar el colegio.
El regalo de Evan y Tamara me llegó el día anterior: Un aro de luz, seguro el más caro que Evan había podido conseguir y una paleta de maquillaje profesional, con una tarjeta de Tamara pidiéndome que la usara para mis próximos videos. Sabía que ni a ella, ni a mi hermano, ni a nadie que me conocía de antes le agradaba mi nuevo contenido, pero supongo que no querían crearme más conflictos y simulaban que les gustaba.
Oculté la paleta al fondo de mi armario. Conociendo a mi madre era posible que la encontrara y la usara. Me estaba empezando a vestir cuando recibí mi primea llamada cumpleaños. Era Samy. Mis conversaciones con ella eran cada vez más esporádicas. Pero la seguía considerando mi mejor amiga, aunque seguramente ella ya me había reemplazado.
—¡Feliz cumpleaños! —me dijo. Le contesté en video llamada. Estaba ya peinada y lista para el colegio.
—¡Gracias!
—¿Cómo estás? ¿Tienes tiempo de hablar un rato?
—Sí —dije mirando el reloj, tenía media hora antes de salir y podía llegar tarde al colegio, no me importaba tener un retraso.
—¿Algún plan para hoy?
—Sí claro —lo pensé un rato—. Al medio día celebraré en casa y luego saldré con unos amigos. Me organizaron una salida sorpresa. Pero fueron muy obvios y me enteré de todo.
—¡Eso es genial! ¡Quiero ver muchas fotos!
—Sí, intentaré tomarlas... y ¿cómo te va a ti? ¿Tu padre sigue saliendo con esa chica?
—¿Adriana? Sí.
—¿Calificación?
—Nueve. No esta tan mal. Me agrada y posibilidades de boda... un siete. Mi padre está tan enamorado que no quiere arruinarlo. Irá con calma.
Si bien Samy y yo éramos muy diferentes en nuestra forma de ser, había algo que teníamos en común. Y es que ambas éramos expertas en padrastros. Su madre al igual que mi padre, había fallecido. Y su padre, al igual que mi madre se había casado varias veces o se conseguía varias novias. La diferencia entre su padre y mi madre, era que su padre ponía a Samy siempre primero. Envidiaba su relación. Su último matrimonio había terminado porque su esposa no trataba bien a Samy. Mi madre en cambio, siempre ponía a sus parejas antes que a mí. Si Víctor le hubiera pedido que me lanzara por un acantilado por él, no dudo que mi madre lo habría hecho.
—Esperemos que sí, sino habrá que hacerle una maldad.
—Si estuvieras aquí, o yo siguiera con Daniel... — Rio, ella jamás se animaría a hacerle una maldad a nadie. Éramos Daniel y yo quienes hacíamos esas cosas a su nombre —. Grecia ¿estas segura que estás bien? —me preguntó de improvisto.
—Sí, ¿por qué?
—No lo sé, me da la impresión de que te pasa algo.
Pensé un momento qué decirle ¿le contaba la verdad? No, Samy tenía sus propios problemas, yo ya había convencido a todos que tenía muchos amigos y era feliz con mi nueva vida. Decirle la verdad significaría que ella se lo contaría a alguien más y habría gente preocupada. No quería ser una preocupación para nadie.
Sin embargo, sí quise hacerle una pregunta.
—No me pasa nada malo, pero, no sé. ¿Nunca te ha pasado que sientes que te saboteas a ti misma? Es decir. Algo bueno te pasa y sientes que no te lo mereces y de inmediato haces algo para arruinarlo.
Samy lo pensó un momento.
—Creo que algo así me pasó con Daniel. Teníamos algo perfecto y lo arruiné. Pero no sé si fue porque sentía que no me lo mereciera. Sino que quería probar algo nuevo y me fue peor. No lo sé. Solo fue algo tonto.
—Sí, pero tú sabes que si le pides volver a Dani él dirá que sí de inmediato.
—No lo creo... siempre que me lo topo en el recreo está besuqueándose con alguna. Es igual a Tiago cuando estaba en el colegio —respondió con algo de asco y de pronto cambio su mueca—. Lo siento. No debí mencionarlo, ¿pero sientes que saboteaste las cosas con él?
—Él es una de las cosas buenas que arruiné. Pero no lo sé, a veces me pasa con otras cosas. Tonterías, nada grave —expliqué rápido, no quería que Samy se lo tomara muy en serio.
—¿Recuerdas que cuando estabas aquí hablabas con Sara?
Sara era la tía de Tiago, y también la psicóloga de nuestro colegio. A veces hablaba con ella y me agradaba. Era distinto a hablar con amigos o con Evan, me hacía pensar en cosas más serias y sobre todo me ayudaba entender lo que sentía y a que la raíz de todos mis problemas estaba en la mala relación con mi madre. Extrañaba tener ese tipo de pláticas.
—Sí, pero ya no estoy allá y puedo hablar contigo.
—Siempre puedes hablar conmigo. Pero sabes que es diferente.
—¿Crees que necesito ayuda profesional?
—Tal vez, y no es malo, yo iba a terapia de pequeña y me ayudó mucho. ¿No has pensado en llamarla?
—No, ya no voy a ese colegio y ella no tiene por qué atenderme. Creo que sería muy molesto que la llame siendo que ya no trabaja conmigo.
—Bueno, pero no necesariamente a ella. Puedes buscar a otro psicólogo allá donde vives. Solo prométeme que lo vas a pensar ¿sí?
—Está bien. Ya debo irme, nos vemos.
Colgué la llamada y me quedé pensando en lo que Samy me dijo. Tal vez era una buena idea; hablar con un terapeuta. Había algo mal conmigo. No me sentía como yo misma desde hacía meses. Lo había atribuido a cambiar de vida y a crecer. Pero... Tener a alguien que me dijera que lo que me sucedía era normal y solo era una horrible persona, me iba a dar un poco de paz mental.
Contesté algunas llamadas y mensajes más con felicitaciones. De amigos de mi otra ciudad y de la familia de Daniel. A ellos también les mentí diciendo que todo estaba bien. El único del que no recibí noticias fue de Tiago, pero lo tenía bloqueado, así que no importaba. Y lo prefería. Pensar en él me hacía peor, porque me recordaba lo fracasada y tonta que era.
Cuando llegué a la cocina, tuve la leve esperanza de que mi madre se hubiera acordado de mi cumpleaños y me hubiese comprado aunque sea una tarta.
Estaba sola, preparando un omelete, o al menos intentándolo. A diferencia de mí, ella no tenía idea de cocinar y como yo me había revelado hacía tiempo y no cocinaba nada para ellos, la veía luchar al intentar seguir recetas de Youtube.
—Buenos días —la saludé con algo de timidez y me senté a la mesa. Esperando que me dijera algo.
—Buenos días. ¿Cómo sabes si el huevo está bien cocido?
—Solo fíjate que no esté baboso.
—Bien, supongo que está entonces —con algo de asco desprendió el omelete de la sartén y lo puso todo deshecho en un plato. Eso se veía muy desagradable, parecía un trapo amarillento y casi me daba pena... casi.
—¿Podemos hablar un momento? —le pedí.
—Si es rápido. Víctor y yo tenemos una cita con la organizadora de bodas, luego el ginecólogo y en, en fin, es un día ocupado.
—Sí, será rápido. Verás... —Tomé coraje para hablar—. Cuando estaba en mi otro colegio, teníamos una psicóloga ahí y hablaba con ella a veces. Me hacía sentir bien y me ayudaba a pensar en mi futuro, mi pasado y eso. Y pensaba que sería bueno tener algo así de nuevo.
Mi madre soltó con brusquedad la salten sobre la cocina.
—Grecia por milésima vez, no vas a regresar a tu otro colegio.
—No hablo de regresar, me refiero a tener ayuda, en este colegio no lo tengo. Por eso, pensaba si podías conseguirme una cita con un psicólogo de manera particular. —Me animé a pedirle. Jamás le pedía nada, pero sentía que era la petición más razonable que le podría hacer en la vida.
—Grecia, no necesitas un psicólogo. Si tienes problemas habla conmigo.
—Eso estoy haciendo. Te hablo, pero no me escuchas. Si lo hicieras entenderías que pedirte esto no es fácil, pero creo que lo necesito. No me siento bien.
—Si estás enferma vamos al médico, pero no hoy porque no tengo tiempo. —Tomó el plato con el omelete y lo dejó en la mesa, a mi lado. Eso iba a ser más difícil de lo que pensaba.
—No me siento mal en ese sentido. No es algo físico.
Para mi desgracia Víctor entró en ese momento, se sentó directo a comer y pensé que ahí acababa la conversación.
—¿Qué pasa? De qué hablan.
—Grecia anda con la idea de que necesita un psicólogo —le contó y me sentí un poco ridícula.
—Lo que necesitas es disciplina.
—Olvídalo. No necesito nada, dices que quieres ser una buena madre, pero no te importo. —Quise dar por concluida la conversación.
—Por supuesto que me importas Grecia. Por eso te dije si necesitas hablar con alguien habla conmigo. Esta tarde me cuentas tus problemas, ¿está bien?
—No, no voy a hablar contigo, no lo entenderías.
—Entonces habla con alguna amiga. Es lo que las chicas de tu edad hacen.
—¡No tengo amigas! —le grité. Empezaba a sentirme triste, muy triste, pero como siempre intentaba disimular ese sentimiento con enojo.
—Pues deberías pensar entonces por qué no tienes amigas.
—¡Eso hago! Y no lo sé. Hay algo mal conmigo. Algo muy malo y necesito ayuda para descifra qué es. —La garganta se me hacía un nudo. Mi madre era terca, no le daba la gana de entenderme.
—Tu problema es tu actitud. Empieza a cambiarla y veras como todo mejora.
—¡No entiendes nada!—le repetí.
—¿Qué es lo que no entiendo? —puso la mano en su cintura y me retó—. Vamos pruébame. ¿Dime que no entiendo, qué puede ser tan complicado en tu vida para que una mujer adulta como yo no lo pueda comprender? Qué es tan especial que necesitas un profesional.
—Muchas cosas. Y las entenderías si me conocieras un poco.
—Te conozco Grecia, soy tu madre.
—No, no lo haces... ¿Sabes que soy bisexual?
—Eso es mentira, te gustan los chicos.
—Son estupideces que las adolescentes de ahora inventan para llamar la atención —interrumpió Víctor mientras tragaba el omelete.
—Sí, me gustan los chicos y también las chicas. Mi primera novia fue una chica.
—Tu primer novio fue Tiago.
—No, no lo fue. ¿Y sabes al menos que terminé con él hace dos meses?
—Sí me di cuenta. —Me dio la espalda para servir el café de Víctor—. No te visita en mucho tiempo. Si terminó contigo debió ser por esa actitud que tienes.
—¿Por qué asumes que la culpa fue mía?
—Porque seguro fue así, ese chico estaba muerto por ti. ¿Ves? Sé cosas sobre tu vida.
—Hoy es mi cumpleaños —tiré mi carta más fuerte.
—No es cierto. No inventes cosas. Tu cumpleaños es el diecinueve de agosto.
—No es el diecinueve, es el nueve y es hoy. ¿Por qué crees que Evan me mandó un regalo? ¿Y es necesario que te muestre todas las felicitaciones que recibí? —tomé mi celular y se lo puse en la cara.
—Rayos Grecia... sabes que con el embarazo a veces olvido cosas. ¿Por qué no me hiciste recuerdo ayer?
—Pensé que no lo necesitaría. Sabes qué, ya estoy tarde.
—No, no —me detuvo—Mira tenemos la reunión con la organizadora a las ocho y media. Cancelaré el ginecólogo, te recogemos del colegio y te llevaremos a comer a algún lugar. ¿Dónde quieres ir?
—A ningún lado. Solo olvídalo.
—Grecia estoy intentado enmendar mi error. No seas orgullosa. Dime dónde quieres ir.
—¡Quiero irme lejos de ustedes! Eso quiero —le grité y salí de ahí.
No pensaba ir al colegio. Me fui a dar vueltas por la ciudad. A la hora del almuerzo me dirigí hacia un restaurante de comida rápida. En una de las mesas había un grupo grande chicos y chicas, más o menos de mi edad. El año pasado así había pasado mi cumpleaños, rodeada de mis amigos que me llevaron a comer después de clases. Mi madre me hizo una fiesta enorme para la noche, a la que invitó a sus amigos y no pensó ni un poco en mí. Solo fue un derroche de dinero de su parte. Todo pintaba como uno de mis peores cumpleaños, hasta que Tiago entró por mi ventana. Ese momento fue como un sueño. El que chico amaba aparecía en un mal momento para sacarme de ahí, me llevó a pasear y ese fue el inicio de los peores y mejores meses que había pasado. Los peores porque mi madre me separó de Evan y me llevó a esa horrible ciudad. Y los mejores porque Tiago me prestaba atención, me había pedido ser su novia y ante mi rechazo, hacía de todo por ganarse puntos. Era mi sostén emocional, con quien podía hablar en serio. Pero obviamente yo lo había arruinado, ahora no tenía contacto con él, más que ver sus videos con una cuenta falsa. Seguro estaba más tranquilo y feliz ahora que me había sacado de su vida. Y es que si pensaba en mi yo de hace un año y en mi yo de ese momento, me sentía como una persona completamente diferente. Había cambiado mucho, y seguro Tiago había notado eso. No era la chica de la que se había enamorado.
Me senté sobre la mesa que estaba delante del grupo y me empecé a grabar. Los chicos a mis espaldas se notaban borrosos.
—Gracias a todos los que se acordaron de mi cumpleaños —dije. Por la pantalla me iba fijando que esos chicos no me escucharan, pero estaban muy entretenidos entre ellos para prestarme atención—. Ahora voy a festejar con mis amigos. Pero quisiera estar con todos ustedes también, aunque no lo crean son realmente importantes en mi vida. —Eso era verdad. Antes de ponerme sensible me despedí. Revisé el video antes de subirlo. Y sí, se veía bien, en verdad parecía que esos chicos estaban conmigo, pero que no querían ser enfocados. Solo rogaba que ninguno de ellos lo viera y me expusiera, pero si eso pasaba, tenía la excusa perfecta: yo dije que iba a festejar con amigos, pero nunca dije que ellos fueran mis amigos, solo salieron en mi video por casualidad. Sí, era perfecto. Eso de simular una vida que no tenía en internet se me daba bien. Mientras ese grupo seguía sin darse cuenta aproveché de tomar fotos y se las mandé a Samy por privado. Con eso la terminaría de convencer que mis planes inventados de la mañana eran reales.
Ocupé esa mesa en el restaurante hasta la noche. Y pensaba quedarme ahí hasta el día siguiente. No iba a ser la primera vez, en alguna ocasión en el pasado, me había peleado con mi madre y me fui ahí. Era un lugar perfecto. Como abría veinticuatro horas nadie me echaba, y era más seguro que deambular por la calle. Me quedé dormida sobre la mesa y desperté con una llamada de mi celular.
Casi me caigo de la silla al ver que se trataba de Luka. Ese chico me había hablado solo una vez un mes atrás y ahora llamaba. ¿Qué debía hacer? ¿contestaba? Por un segundo mi dedo se fue hacia el botón de colgar, pero lo pensé bien, bastaba de sabotearme a mí misma. Si quería mejorar mi vida, debía empezar a tomar decisiones más valientes.
—Hola, ¿Grecia? —escuché su voz, no se lo oía muy bien, había interferencia.
—Sí, sí, hola.
—Oh qué bien, tenía miedo de que hayas cambiado de número. Grecia lo siento. Te debo muchas explicaciones. Te dije que te llamaría y no lo hice, pero te juro que no fue porque no quisiera. Estoy filmando en un país en medio oriente, y se me presentó la oportunidad de ir a una comunidad muy alejada. Sé que tal vez no me creas, pero por suerte lo tengo todo grabado. Estoy en el desierto. Y es algo muy loco, es increíble, pero no hay internet. Estuve con mi equipo un mes incomunicado. Pero recordé haber visto que hoy era tu cumpleaños e hice de todo por comunicarme. Te juro que viajé varios kilómetros en camello hasta la comunidad más cercana.
—Vaya, eso suena muy...
—¿Increíble? Lo sé, pero está todo en video y cuando regrese te lo mostraré y me creerás. Pero eso no importa ahora. Feliz cumpleaños. ¿Sigue siendo tu cumpleaños? Es que acá ya es 10 de agosto y ando bastante desubicado con las horas de allá.
—Sí, aún es nueve y bueno, tendré que ver esos videos para creerte —le dije y de pronto empecé a sonreír.
—Y te los mostraré antes que nadie. Regresaré en una semana y lo primero que quiero hacer al llegar es conocerte. ¿Qué dices?
—Perfecto, ¿dónde nos veríamos?
—Tú mándame tu dirección y yo te recojo de donde estés, ¿te parece?
—Sí, está bien. Te lo mando cuando esté en mi casa ahora estoy con unos amigos.
—¡Oh! Lo siento, te interrumpí. Te dejo con tus amigos y te llamaré el miércoles. Ese día ya estaré en un lugar con más comunicación.
Colgué y no me lo podía creer. Solo había hablado con ese chico dos veces, pero algo en él me gustaba mucho. Uno de mis peores cumpleaños mejoraba con solo esa llamada.
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