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22. A la salida del colegio

—¡¿Como que se van?! ¡No me dijeron nada de esto! —repliqué. Ian me hizo una mueca y me jaló para que me sentara de nuevo. Entonces caí en cuenta que me había levantado.

— Creemos que es lo mejor para mi salud física y mental. No vamos a hacer público mi embarazo hasta que los bebés nazcan, y aquí no puedo salir ni a la esquina sin que alguien me reconozca. En Londres somos menos conocidos, tendremos más libertad, el sistema de salud es mejor y no soporto seguir aquí, todo me trae malos recuerdos y necesito paz.

—No será algo permanente. —Continuó Ian—. Nos iremos en una semana y regresaremos cuando los bebés puedan viajar.

No sabía cómo sentirme. No esperaba una noticia así. Por más que no fuera permanente, eran varios meses lejos de las personas con la que vivía y con las que tenía más apego; y sí, también me emocionaba un poco estar cuando mis sobrinos nacieran; y a la vez también me corría el miedo porque todo saliera mal de nuevo y mi hermana me necesitara cerca.

—No es justo Sophie —se quejó Tamara—. Ya estaba viendo en internet cómo hacer un castillo de pañales para el baby shower e ideas geniales para la fiesta de revelación de sexo. No podemos usar humo porque podríamos incendiar la ciudad, pero vi un video genial con dos bebés gigantes que pelean y pensaba en hacer eso, pero sería con cuatro bebés gigantes —explicó decepcionada.

—Pensándolo bien, menos mal que se van —consideré y el golpe de Tamara me llegó de inmediato.

—No habrá castillo de pañales... ni bebés gigantes luchando —le respondió Sophie—. Pero te prometo que serás la madrina de uno y si quieres solo a ti te diré el sexo de los bebés.

—Oye, un momento —intervine—. Si ella es madrina de uno yo me pido al otro. Y también quiero saber el sexo de los renacuajos.

— Decidimos que el sexo será sorpresa, para el resto, no para nosotros. Y si quieres ser padrino, tendrás que ganártelo, hasta que regresemos demuéstranos que eres responsable. —Ian me habló como si fuera un maldito viejo de nuevo.

—Da igual. — Evan habló por primera vez—. Hagan lo que les haga sentir mejor.

Lo meseros nos trajeron lo que habíamos pedido: Snacks, café, cervezas y un jugo para Sophie. Recordaba que en su anterior embarazo tomaba una o dos tazas de café, en cambio ahora estaba extremando cuidados. Mientras seguíamos hablando del tema, más pensaba en qué iba a pasar a partir de ese momento. Solo unos días atrás sentía que mi vida regresaba a ser como antes y de nuevo había cambios. También me preocupé por mi vivienda. Si Ian y Sophie se iban, ¿seguirían con el plan de vender el apartamento? No quería mudarme, no es que no pudiera pagar por un lugar, pero odiaba vivir solo y no me veía regresando de manera permanente casa de mis padres después de haberme independizado. Preferí guardar la pregunta hasta el momento oportuno, o ir viendo qué era lo que me decían en esa semana.

Conversamos hasta que los trabajadores de la cafetería nos informaron que se iban y los del turno de la noche llegaban para abrir el lugar como un pub, lo que significaba que se llenaría de gente y Sophie no podría salir.

Nos levantamos y recogíamos nuestras cosas, cuando Evan se dirigió a mí.

—No te vayas quiero hablar contigo.

Miré a Sophie con suplica, dándole a entender que me sacara de ahí con cualquier excusa.

—Bueno, él llegó con nosotros y no podemos esperar, así que regresa en Uber. —Fue lo único que dijo y se fue junto con Ian. Ya luego me encargaría de vengarme.

—¿Qué pasó? —le pregunté a Evan, aunque sabía que iba a decirme, seguro reclamarme por haber plantado a Grecia ese día o más sermones de hermano.

—Siéntate, me ordenó volviendo a agarra la silla de antes. Obedecí lanzándome sobre otra silla de mala gana—. Supongo que sabes que estoy tratando de armar una banda de nuevo. La anterior se desintegró porque ya nadie tenía tiempo. Excepto Cristian, quien sigue conmigo. Y de verdad serías la última persona en el mundo a quien le pediría esto, pero las opciones se me agotaron. —Resopló y pensó un rato qué me iba a decir—. Necesito un guitarrista y tú no apestas tanto.

—¿Me estás pidiendo ser parte de tu banda? —confirmé lo que creía que me estaba preguntando.

—No idiota, solo te halago y te menciono que necesito un guitarrista para que nos des like en YouTube. Sí, te lo estoy pidiendo. Al menos hasta que encuentre a alguien que no falte a los ensayos o esté ebrio todo el tiempo. Tocaremos aquí la mayoría de las veces, subiremos covers a Youtube y canciones propias a Spotify. Ya tengo un par de auspiciadores y contratos, pero tuve que botar al guitarrista y necesito a alguien con urgencia. Sabes que el pub se llena siempre y los contratos que tengo están muy bien. Es buena paga, seguro más de lo que este ganando ahora con tus horribles videos.

—¡Mis videos no son horribles! —protesté.

—Sí lo son y todos comentan lo mismo, sin Sophie e Ian, o Daniel o tu gato, haces puras estupideces que la gente ve porque eres tú.

—Hago lo que Susan me indica para complacer a las marcas. Pero gano bien y eso es lo que importa.

—Pues ahora ganarás mejor y recuperarás un poco de dignidad.

La verdad era que la oferta de Evan era tentadora. Podía reemplazar mis videos contando cosas y haciendo gameplays, que de verdad estaban horribles, por videos musicales. Pero era otro cambio en mi vida que me iba a consumir tiempo.

—No lo sé, tengo la universidad, el equipo de básquet, además sabes que los fines de semana viajo a ver a Grecia. ¿Espera, eso es lo que quieres? ¿Todo es un plan para que no la vea?—comprendí de inmediato.

—No necesito ningún plan para eso. Todas nuestras presentaciones son viernes o jueves, y me encargaré de que sea así siempre. De manera que puedas seguir yendo a verla los sábados.

—Aun así... no sé...

—Mira... —Se ofuscó y cambió de posición, apoyándose contra la mesa— ¿Quieres seguir viendo a mi hermana? Entra a mi maldita banda. O te prohíbo verla.

—Oye, esa es una amenaza muy infantil.

—Es porque eres infantil.

—¿Qué pasó? ¿Ya aceptó? —Tamara regresó y se sentó junto a nosotros.

—¡Me está amenazando! —lo acusé.

—Eso, amenázalo más. —Apoyó a su novio.

Los miré furioso un rato.

—Bien... —acepté—. Pero debes respetar mi tiempo. Me preguntarás antes de ensayar o grabar. No es cosa de hacerlo cuando tú quieras.

—¡Claro que acepta! —Tamara se entusiasmó. Se notaba que tenían todo planeado.

Por ese día me fui. Me esperaba una semana larga, o no tanto. En ese momento tomé una decisión, el lunes era el único día sin entrenamiento, así que decidí sorprender a Grecia recogiéndola en la tarde del colegio.

Fue extraño pasar mi lunes en la mañana en la carretera. Pero estaba emocionado por ver a mi pequeña. El día anterior había sido muy cortante en sus respuestas, por lo que supuse que seguía enojada. Seguro y creía que en verdad me había aburrido de viajar cada sábado a visitarla, pero no era así. Podía conducir hasta el fin del mundo con tal de verla.

Esperé algo alejado a la salida de su colegio, no quería ser reconocido. Este era muy diferente al colegio privado donde ella estudiaba antes. Más pequeño, pero con más alumnos y con una infraestructura que se asemejaba a un cubo de cemento, con rejas viejas de metal en puertas y ventanas y ni un área verde. Yo había estudiado un tiempo corto en un colegio así y podía recordar lo lúgubre y triste que era, por eso que a muchos no les gustaba estudiar. En su afán de crear la menor distracción posible, el lugar donde pasas casi ocho horas al día se convierte en una cárcel.

El sonido del timbre de salida se escuchó hasta donde yo estaba, y un par de minutos después las puertas se abrieron. Muchos padres estaban aglomerados en la entrada para recoger a sus hijos y los más grandes salían solos. Estuve atento a reconocer a Grecia, me hubiera alegrado verla salir con un grupo de gente, conversando y riendo. Antes, a la salida del colegio ella siempre iba a mi casa con Daniel, Samy y algunos amigos más, que llegaban a invadir mi cocina. Ahora salía sola, con la cabeza gacha, mientras los chicos de su edad se agrupaban. De pronto un par de chicas se le acercaron. Sonreí. Le dijeron algo, Grecia abrió su mochila, les pasó un libro y estas se fueron sin siquiera despedirse.

—¡Oye Grecia! —le gritó de pronto un grupo de chicos. Cuando ella volteó a verlos, le hicieron un gesto demasiado obsceno para explicar. Por supuesto Grecia fue a enfrentarlos, pero en seguida fue detenida por uno de los maestros que cuidaban la puerta. ¿Tenía ganas de ir allá y romper caras? Por supuesto, pero no era el momento, solo metería a Grecia en más problemas. Tomé una foto de los chicos, esos iban directo a mi lista de futuras víctimas de asesinato, y también del maestro, que defendía a esos imbéciles. Grecia no hizo ni el intento de discutir con él, ella estaba a prueba, a un pelo de ser expulsada, así que debía aguantarse toda esa mierda. Se alejó por la acera, dándose la vuelta y lanzándoles miradas asesinas a esos cerdos. Ellos se reían y la miraban con morbosidad. Definitivamente averiguaría donde vivían y les iría a partir la cara.

Cuando Grecia ya estuvo una cuadra lejos del colegio, le di alcance. Entré por otra calle, rodeé la cuadra y la tomé por sorpresa del hombro. Enseguida ella volteó golpeándome muy fuerte con la mochila. Supongo que intentó darme en la cara, pero la altura le falló y me dio en el cuello.

—¡Tiago! Qué haces, casi me matas de un susto. —Exclamó revisando que estuviera bien. Yo estaba agachado intentado recuperar la voz—. Lo siento.

—Está bien, solo te defendías, no debí aparecer así. Por suerte no me diste con la patineta —dije recuperando el aire.

— Pues la patineta iba a seguir.

—Guárdala para eso idiotas que te molestaban.

—Oh créeme que sí. No puedo hacer nada cerca del colegio porque los maestros me tienen fichada, todo termina siendo mi culpa. ¿Puedes creer que me acusaron de provocarlos? Por eso aprovechan de hacerme y decirme lo que quieren, saben que los maestros se ponen de su lado. Pero ya les daré su merecido en vacaciones. Daniel vendrá a visitarme y me ayudará a ajustar cuentas.

—¿Por qué Daniel y no yo? —le reclamé, si alguien debía ayudarle a defenderse, ese debía ser yo.

—Por que a ti sí pueden arrestarte en serio. Cuando eres menor de edad solo llaman a tus padres y como mucho te dan trabajo comunitario.

—Espera. —Detuve su andar—. ¿Por eso te arrestaron? ¿Golpeaste alguien?

—Algo así, pero no te daré detalles.

—¡Oh por favor!

—¿Por qué viniste? Es lunes. —Me cambió de tema.

—Tenía clases prescindibles, y no vine el sábado, porque fui un idiota que se quedó dormido, quería compensarlo, pero si quieres que me vaya...—la chantajeé un poco.

Grecia agarró mi brazo.

—No te hagas a la víctima, la que quedó plantada fui yo. Así que compénsame. Llévame a algún lado.

Eso fue un alivio, el enojo se le había pasado. Fuimos a pasear un poco y luego al departamento que alquilaba en esa ciudad. Como le había prometido ya era hora de abrir su nuevo canal al público. Decidimos hacer todo de golpe: canal y redes sociales. A Instagram subimos algunas de las fotos que habíamos tomado en el parque unas semanas atrás.

Me volví su primer seguidor, y miré las fotos un rato, aunque ya me las sabía de memoria. En verdad era hermosa, y reconozco que también sentí algo de celos, porque ella sería admirada por todos. Tanto la tonalidad de sus nuevos videos y de sus fotografías eran diferentes a las de antes. No es lo mismo tener quince años que estar cerca de los diecisiete, y en Grecia el cambio se notaba mucho. Definitivamente ella ya no era una niña.

—Bueno, ya está, a esperar qué dice la gente y a ver si genero dinero de nuevo.

—Seguro que sí, y te juro que no tocaré ni un centavo. —Como yo era el dueño de las cuentas, las ganancias me las darían a mí, era la única forma en la que la madre de Grecia no se adueñara de él.

—Ya lo sé. Espero reunir lo suficiente para irme el próximo año.

—¿El próximo? —pregunté, Grecia se fue acercando a mí y se sentó sobre mi regazo en el sillón sobre el que estaba.

—Sí. En un año y noventaisiete días, cumpliré dieciocho. ¿Y sabes qué significa? —preguntó acercando sus labios a mí. Por supuesto lo sabía, pero no lo había pensado hasta ese momento. No faltaba demasiado para liberar a Grecia de su horrible familia.

No sé en qué momento nos acercamos más y nos besábamos. Mi brazo derecho la rodeaba por los hombros y la izquierda de manera inconsciente acariciaba su pierna, sentía su piel suave al descubierto por debajo de la falda de su uniforme. Cuando me di cuenta de lo que hacía me detuve de golpe.

—Es tarde... Debo irme, no quiero conducir muy de noche. —Con cuidado y fingiendo que estaba apurado la bajé de mis piernas.

Ella lucía desconcertada, pero no me dijo nada. Agarró su mochila y en silencio recorrimos el camino hacia su casa.

Nos despedimos solo con la mano y regresé a mi propia casa, donde ahora debía ayudar a mi hermana a empacar y preguntar disimuladamente sobre mi futuro viviendo en su casa.

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