25
Rei no podía creer que ahí de pie enfrente de la puerta que daba paso a la habitación del sótano estuviese Kazuki. Realmente, eso descontroló a su ser de saber que el Alfa que amaba vino por él, pero no podía ir a sentir si era real o no por cómo estaba atrapado en la situación con Ogino.
Esa era la situación en la que estaba.
Tras recordar que se encontraba aún preso en sus manos. Intentó, otra vez escaparse, pero este lo aprisionaba con fuerza con su robusto cuerpo sin importarle tener de espectador al nuevo "intruso". Ciertamente, al Alfa de mortífera fragancia no le interesaba lo que estuviese haciendo al estar cegado por la esencia agridulce a pudín que había en el ambiente lo tenía impaciente por realizar su morboso deseo.
Así que, Rei volvió a estar acorralado en su entorno mientras veía a Ogino llevar sus manos a su pantalón para bajárselo.
Kazuki al darse cuenta de la circunstancia decidió apuntarlo con su arma para darle un tiro seguro, y así matarlo, mas era dificil tener un blanco concreto porque le preocupaba fallar ante la rabia que lo cegaba de ver lo que le estarían por hacer a su Omega c.
De esa manera, la bajó para ir directamente a instigar a su igual para que no hiciese lo que quisiera a su destinado. En un simple parpadeo, aquel Alfa de cabellera rubia se abalanzó sobre su semejante, logrando así, empujarlo con todas sus fuerzas, para dejar que quien estaba acorralado respirase de alivio y, por destacar, fuese él quien estaba sobre aquel dominante de aspecto siniestro debía de actuar.
Si bien, eso no le gustó para nada a quien quería ejecutar su maldad. Para Ryo fue desperdiciar unos valiosos segundos en los que le hubiese podido disfrutar el interior apretado, caliente y humedecido de Rei. Pensar en que se lo perdió porque Kazuki vino a rescatarlo le hizo querer enfrentarlo como todo dominante.
Por lo cual, reconociendo que estaba él estaba encima de su cuerpo queriendo acabar con su persona, decidió ser rápido en darle la vuelta al asunto; lo agarró de la chaqueta verde que cargaba puesta para ponerlo contra el piso y, seguir así, aprisionándolo con su cuerpo.
—Eres una vista asquerosa... —le dijo Kazuki entre exhalaciones.
—Y será la única que vas a disfrutar en tu lecho de muerte —Ogino posicionó sus manos en el cuello para empezar a ahorcarlo.
Eso no era bueno. Realmente, no lo era, más si en su intento por liberarse perdía más aire hasta que su cara comenzaba a ponerse un poco azul a consecuencia de su movimiento.
Una sonrisa en aquel Alfa siniestro de esencia a mercaptano apareció en sus labios de saber que en unos pocos minutos más se habría desecho del intruso, mas antes de seguir ejerciendo un aroma bastante peculiar le invadió en su nariz.
Esa fragancia a dulce que desprendía el único Omega en el sótano se propagó cautivando a los dominantes del lugar, mejor dicho, al que se veía intimidante, sorpresivamente, el de apariencia de cabellos rubios no se inmutaba tanto, pero podría deberse a que estaba intentando recuperar el aliento como para tener olfato en estos momentos.
—Ah, Rei Suwa, veo que estás impaciente porque te tome que me llamas...
Rei no lo hacía por esa razón. Todo lo contrario, buscaba de atraerlo para que no matase a Kazuki, tenía miedo de que si lo hiciera situación empeorara.
Al menos, lo que ideaba en su deseo sexual ahora que estaba quien lo marcó hizo que pudiese volver su aroma a pudín más atrayente.
—Si... —el Omega tragó saliva. Lo que estaba por expresar no lo deseaba hacer ni en un millón de años—. Necesito que me tomes y será mejor si... lo haces mientras él me ve...
—Oh, pero acabarlo es mejor, no se interpondría —la mirada de Ogino se dirigió a Kazuki, este aun trataba de zafarse—, aunque si es más satisfactorio... Ah, que idea...
Las feromonas en celo de Rei estaban cegando los deseos extraños de Ryo como de que pudiese concentrarse en su verdadero objetivo. Este soltó al intruso que tenía entre sus grandes manos para ir en dirección a quien quería tener como una pasiva.
Aunque, poniéndonos en los oídos de Kazuki, este esperaba que fuese parte un plan para ayudarlo, porque de ser lo contrario, se sentía molesto de pensar que su destinado estuviese deseando a un ser vil y asqueroso.
Él tampoco estaba pensando bien. Su propia naturaleza quería salir de pensar que su Omega en celo estaba por cambiarlo por alguien más.
Para aquel Alfa de feromona a pan eso activó su rabia que ha tenido acumulada en este tiempo. Una vez que recuperó el aliento, de la mochila que cargaba, buscó un arma que fuese letal, pero silenciosa: un cuchillo fue su respuesta.
Estando en ese panorama en el que Ogino estaba drogado por la esencia de Rei, fue una oportunidad perfecta para Kazuki de atacar. Entre su propia ira intentó tomárselo con calma estando a sus espaldas, siguiéndole el paso.
Ambos Alfas estaban a pocos metros del Omega y, antes de que, el que tenía esa esencia mortífera volviera a intentar tomar
Kazuki logró clavarle el cuchillo, pero Ogino lo empujó con su brazo sintiendo ese dolor en su nuca y glándula de Alfa que le imposibilitó poder expresar un grito de dolor, sino más bien sentir que le faltaba el aire.
Sin embargo, tan fuera de combate no estaba y quería devolver el golpe, por lo cual, se sacó el arma blanca, dejándola a un lado del suelo y luego se giró en dirección a donde mandó a volar al intruso.
La situación dio un giro brusco en la que necesitaban una solución, pues Kazuki estaba algo herido; la manera en que Ogino lo empujó hizo que su pierna no aguantase más.
Fue como necesitaban una solución. Mejor dicho, una que Rei pudiese darles a ambos en poco tiempo, y eso lo logró al darle una mejor utilidad a la cadena que tenía en su pie para que este se tropezara. Este lo alcanzó a hacer, mas aquel desquiciado cayó de cara a unos pocos metros quedando un poco aturdido.
Era el momento oportuno para acabar con él, y como Kazuki vio que el cuchillo que usó contra Ogino estaba cerca de su persona, fue que con las pocas fuerzas que le quedaban lo acercó a su persona.
—¡Hazlo ahora, Rei! —le indicó a su pareja, pasándole el arma por el suelo.
Este cuando la tuvo a sus pies, no lo dudó. Temblando por su celo, se agachó para tomarla entre sus manos para encaminarse al cuerpo de Ogino que se retorcía un poco por su herida, por la cual brotaba un mar de sangre tras la caída que tuvo.
Con mucho esa sensación desagradable, Rei se montó en el cuerpo de aquel Alfa desgraciado para clavársela de nuevo en su cuello; le abrió la garganta para que se continuara ahogando con su propia sangre hasta que terminó muriendo en el proceso.
Habían acabado juntos con el peligro.
Ahora solo les quedaba reunirse.
En ese momento, al reconocer que la calma se disipó un poco, Kazuki estando con su dolor se las apañó para acercarse a Rei porque este sabía que lo llamaba y necesitaba corresponderle.
El Alfa de esencia a hogaza se aproximó a su ritmo lento hasta quedarse cerca de su Omega. Evidentemente, este lo observaba queriendo darse la idea de que tanto pudo pasar, que tan mal estaba en esta larga ausencia, y cuando lo detalló, se dio cuenta de que en su rostro tenía una mascarilla extraña que no le permitía apreciar su belleza.
Eso le dio una razón de porque enloqueció más por su enojo territorial que haber querido reclamarlo como lo quería hacer Ogino. Los dos suspiraban exhaustos, viéndose con ese anhelo en el que querían que también hubiese contacto y palabra que les diera seguridad.
—Rei, ¿estás...?
—Viniste por mí —Rei abrazó a Kazuki, realmente necesitaba asegurarse de que no era un producto de su desesperación—. Pensé que tú no querías volver a verme... Porque estoy gordo... porque no puedo darte otro bebé... porque...
Por unos instantes, el Alfa se separó del cuerpo de su Omega para tomarlo entre su rostro entre sus manos y pegar sus frentes.
—Claro que estoy aquí por ti y por Miri —le aseguró, bajándose su cubrebocas estando con su respiración un poco acelerada por el momento—. Estamos juntos, ¿por qué piensas eso? ¿Quién te dijo esas mentiras?
—Ese mal Alfa —le contestó sin pensarlo, ni siquiera podía ocultar su expresión de tristeza—. Fueron días... No estabas... Me dijo un día que porque ya no te servía...
El Omega no lo soportó más y terminó explotando en llanto. Estando con su celo en una sensación de inseguridad, eso el Alfa lo sabía bien, incluso con todas esas feromonas en el aire que le indicaban su agonía, lo que más le dolía era que en esa distancia le hicieron creer una mentira.
Ciertamente, le molestaba que el dominante que los separó provocara esto. Por lo cual, queriendo darle esa conformidad que su pareja lo volvió a abrazar mientras le secaba sus lagrimas al mismo tiempo que Kazuki le acariciaba los cabellos a Rei para relajarlo.
—Estoy aquí, Rei —le aseguró en calma.
—¿No me dejarás por que no puedo darte otro bebé?
—Rei, tú ya me disté a una niña que debe ser muy preciosa —dijo el Alfa sin decepcionarse de la realidad—. No podría pedir más de lo que tengo, menos si es lo que siempre desee.
Esas palabras reconfortaron a Rei, más cuando estas vinieron acompañadas de el aroma a pan en el aire con otro beso en la frente que les garantizó su tranquilidad.
—Debemos ir por Miri —exigió el Omega—. Ella no puede sufrir este destino. Ella merece una buena vida.
—Y se la daremos —le afirmó su compañero con una sonrisa—. Déjame sacarte de este aprieto. Esta vez vine muy preparado.
De su bolso, sacó la herramienta que necesitaría para la ocasión.
Fue con unas pinzas que Kazuki liberaría a Rei de su tobillo que lo había aprisionado todo este tiempo en el que estuvieron alejados. Cuando Rei pudo moverlo con comodidad suspiró, nuevamente de alivio, aunque al intentar caminar un poco, se tambaleó en el proceso por haber estado más tiempo sentado y acostado por la incomodidad que le generaba.
Como reflejo, quien esta su lado lo atajo, apoyándolo sobre su hombro.
—¿Estás bien?
—Sí... —le respondió sintiendo un poco de escalofríos—. Aún con todo esto... Mis feromonas aún están en el aire... No creo que...
—Tenemos que hacerlo, Rei —le aseguró el Alfa.
—¿Hacer eso? —le interrogó el Omega sonrojado de pensar en la posibilidad—. No... Nosotros aquí...
—No. Eso no... —le negó con cierto tono decepcionado—. Debes de ponerte una inyección para Omegas. Tengo una en bolso que...
—Ni hablar. No más de ellas... —pidió.
—Está es especial para ti. Kyutaro logró falsificar el récipe cuando tuvo su encuentro con la doctora Anna, ella le mencionó cual sería la correcta.
—¿No le afectará a Miri? Ella come de mi pecho —le recordó nervioso—. Ese mal Alfa dijo que debía de comer bien o lo suficiente para que no le pasara nada malo... —pensar en la comida aún le generaba un poco de asco al Omega por rememorar como lo forzaban.
—Solo será una excepción esta vez. Necesito que tus feromonas no nos delaten —le explicó el motivo—. Tampoco me cautiven más... —el Alfa tragó saliva al reconocer que esa esencia agridulce lo estaba llamando—. No podemos arriesgarnos a perder la oportunidad para escapar, menos teniendo el terreno libre.
Rei lo pensó unos minutos más, brevemente, por toda la experiencia que tuvo que afectó a Miri en el embarazo por esa sustancia, de tener la idea de que la volviese a tener en su sistema no le convencía.
—Que sea rápido —le ordenó, separándose de su agarre para extenderle su brazo al descubierto—. Solo ten cuidado.
—Jamás haré algo que te lastime —antes de ponerse en marcha para inyectarle el medicamento, le besó la frente para garantizarle un poco de seguridad, sin dejar de esparcirle un poco de sus feromonas—. Ante cualquier cosa, seguiré usando la mascarilla anti-olor.
Tras decir aquello, Kazuki prosiguió a ponerse el cubrebocas. Luego de eso buscó en su mochila la jeringa que aplicaría para controlar por un par de horas el celo de Rei. Estaba nervioso, tanto como quien iba a recibir esa dosis, ya que, lo percibía, mejor dicho, sentía su miedo de repetir otro de los errores que habían ocasionado que estuviesen donde estaban.
Sin embargo, antes de proceder a clavársela en su vena, lo volvió a mirar unos segundos para transmitirle la tranquilidad que buscaba.
—Pronto estaremos juntos —le expresó con calma—. Miri, tú y yo seremos la familia que merecemos ser.
Con esas palabras dichas, el Omega logró relajarse un poco. Lo suficiente para que en su arteria se viese con claridad y no afecara en el proceso.
Fue un piquete rápido que no le dolió a quien lo recibió, mucho menos sintió que era la misma sensación a la única vez que se puso una.
Eso alivió a Rei. Incluso, logró activar mejor sus sentidos.
—Vayamos por Miri.
—¿Y mi querido suegro? ¿No me darás el privilegio de mandarlo a volar?
—Ese mal Alfa no le importa nada más que su linaje —le rememoró, mientras tomaba la mano de su Alfa para encaminarse a la salida—. No vale nuestro tiempo.
Kazuki siguió los pasos de Rei, después de todo, tenían que ir un poco lento para que se acostumbrara otra vez a la sensación de estirar sus piernas como también no querían confiarse.
Ninguno era ingenuo de que no se escuchara ruido alguno en la mansión, pero no sabían si pudiese ser una trampa, aunque el intruso de cabellera rubia aseguró que todos estaban en otra mejor vida.
Evidentemente, la ira de poder encontrar a Rei logró que cegara y atacar a sus iguales con sutileza si los conseguía acorralar (Kazuki también estaba un poco bajo los efectos de un suplemento de Alfas), mas uno que otro lo lastimó en el proceso como lo hizo Ogino antes de matarlo, lo cual también explicaba que caminase con cierta dificultad para respirar a causa de ese mal golpe en las costillas.
Ambos estaban subiendo las escaleras hasta llegar a la entrada principal donde solo se veían charcos de sangre, como si fuera una escena de una película de terror. El Omega no se sentía asustado al ver lo que el Alfa hizo, al contrario, eso le hizo sonreír de saber que tras esa fachada dulce que tenía había alguien despiadado como cuando se ponía perfeccionista y maniaco por la limpieza.
—Sí que acabaste con lo que pudiste —halagó Rei observando el panorama.
—Tomando en cuenta eso, busca de no ensuciarte tanto —le ordenó detallando el lugar—. Miri seguro no querrá separarse de ti cuando sepa que estás cerca.
—¿Y tú qué? Tampoco puedes tocarla...
—¿Y perderme ese momento después de tanto? ¡Ni hablar! En mi bolso traje todo un kit de higiene para cuando esté con Miri por primera vez, sobre todo, traje su manta naranja. Esa que escogiste con tanto cariño para ella —le contestó Kazuki—. Además, sabes cómo detesto la ropa vieja y estropeada, trae malas energías.
—Tú y tus creencias. Bien, es bueno saber que...
Buah... Buah... Buah...
Repentinamente, Miri estaba llorando. Sus padres no habían tenido una idea de cuál era el motivo, aun así, por instinto, se cegaron inmediatamente en seguir esos sollozos al escuchar que nadie iba a atenderla.
Se miraron entre sí queriendo motivarse a ir en esa dirección sin pensar en algo malo, sobre todo, el Omega se sentía otra vez incómodo por su gran pecho; se lo tocó y ese olor a leche comenzaba a salir de la misma forma que sus feromonas.
Aunque, ese último detalle el Alfa no poda detectarlo teniendo esa
Rei estaba caminando a ciegas por ese llanto, mas Kazui lo detuvo momentáneamente; su propia intuición le decía que era un llanto extraño,
—Por favor, llévate esta arma —le sacó su pistola cargada—. ¿Aún recuerdas como usarla?
—No soy un Omega tonto —se la arrebató de mala gana tras sentirse mal por esa pregunta—. Quien está herido aquí eres tú. Así que, será mejor que tú te quedes aquí, traeré a Miri. Más vale que no te vas a ir de aquí sin mí.
—Claro que no. Jamás los volveré a dejar —le aseguró, apoyándose de la pared al sentir la molestia en sus costillas y su pierna—. Solo ten cuidado.
—Y tú descansa. Tienes a una preciosa niña que conocer y necesitas estar fuerte —dijo Rei para luego bajarle su mascarilla unos segundos para besarlo, asegurándole como una promesa de que sería rápido.
Kazuki le correspondió, realmente era lo único que podía hacer al sentir un poco maltratado ante todo lo que tuvo que hacer, pero algo seguía sin parecerle que todo fuese "bien", y cuando Rei se desapareció con rapidez por ese pasillo en dirección al llanto que habían oído, otro muy cerca a su izquierda se escuchó.
Él pensó que podía estar divagando un poco por cómo perdió parte de sangre, sin embargo, aquel sollozo si parecía al de un bebé desesperado como también autentico a comparación del que percibieron la primera vez que era un poco más pausado y emitido por minutos.
Eso activó las alarmas del Alfa, tanto que hasta sintió mayor su impulso de ver qué pasaba a comparación al que fue a su Omega.
Con su dolor, su mochila equipada y con otra arma escondida en su espalda baja, se encaminó en la dirección opuesta hasta llegar a un cuarto. Entró con cautela como a la vez haciendo un poco de ruido para atraer a lo que estuviese acechando en esa oscuridad, no obstante, nadie salió. Lo único que se oía eran esos sollozos a todo pulmón de un bebé que pedía consuelo.
Kazuki con su agonía entró al cuarto con poca visibilidad, dándose cuenta de que ahí estaba una cuna de la que provenía ese sonido. Se aproximó con cautela hasta estar con su cuerpo cerca de ese pequeño catre, donde su vista observó algo moverse inquieto.
Realmente seguir escuchando esos balbuceos de queja de un bebé le empezaron a preocupar, tanto que, incluso sus propias feromonas de Alfa reaccionaron en una fragancia pasiva para tranquilizar a quien estuviese ahí.
Del pánico, aquel dominante decidió sacar su teléfono y encender la linterna de este para alumbrarse. Cuando esta enfocó en esa oscuridad un poco de la claridad, lo dejó caer como reflejo al reconocer quien estaba delante de su persona.
—Miri... —soltó al verla en esa cuna exigiendo unos brazos.
Intentó ser rápido. Recogió su teléfono (un poco estropeado) y seguido de eso buscó de estar un poco aseado en sus manos (sacó su gel anti-bacterial para usarlo) luego de eso agarró la manta naranja que trajo para cogerla entre sus palmas con prudencia.
No sabía cuánto tiempo podía haber estado llorando, mucho menos porque si estaba así no había venido nadie a verla.
Aunque, eso ya no le importaba ahora si él era quien tenía la oportunidad, la cual no iba a desaprovechar.
Con cuidado, la empezó a arrullar para indicarle que no le iba a pasar nada. Además, de también bajarse la mascarilla para que le pudiese escuchar mejor.
—Hola, Miri. ¿Sabes quién soy? —le habló siendo la primera vez que la conocía—. Soy Kazuki papá, yo... No sabes cuanto te había querido conocer —las lágrimas se le escaparon ante lo irreal que parecía, pero se emocionó de saber que ella estaba en sus brazos para encaminarse con sus pertenencias a caminar hacia la luz para verla mejor—. Dios, eres tan preciosa... Tú...
El Alfa se olvidó de su dolor físico para adorar que el momento emocional. Simplemente estuvo unos minutos mimándola cerca de su cuerpo, calmándola y secándole sus lagrimitas con sus propias hasta que ella como pudo agarró débilmente su dedo índice para ponerlo en su boca exigiendo que atendieran sus necesidades.
Ella tenía hambre.
Ese fue el detalle que le hizo volver a la realidad y, sobre todo, alterarse. Puesto que, si Miri estaba ahí sola y desprotegida llorando, buscando que alguien viniese a arrullarla entre sus brazos, ¿de quién era el llanto que escuchó Rei?
Eso no era bueno.
Rei se puso a caminar por los pasillos con su mente concentrada en todos los ángulos. Su vista y oídos eran su guía ante los posibles peligros que pudiesen aguardarlo, dado que, con la inyección de Omegas su nariz estaba insensible para percibir cualquier olor.
Siendo sincero con él mismo, estuvo deteniéndose mucho por eso, apuntando en caso de que uno de los hombres Alfa de su padre lo estuviesen esperando, pero como lo vio en la sala principal, Kazuki había acabado con casi todos.
—Debo recordar no hacerlo enojar para no acabar así —expresó como una mala broma—. Aunque es un desperdicio si puede desahogarse de otras formas...
Ese pensamiento fue de improviso, ciertamente.
—No, concéntrate, Suwa. Debes de buscar a Miri —se recordó para no dejarse llevar por sus tentaciones un poco primitivas (su celo seguía siendo bastante irregular), aunque le preocupaba ya no oír el llanto que lo tenía en ese punto—. ¿La habrán agarrado? No, otra vez no...
Buah... Buah...
Nuevamente lo escuchó, más cerca que desde abajo. Sin embargo, la manera en que su pequeña lo emitía no le parecía normal, ni siquiera parecido a cuando se la dejaban a su cargo en los momentos que tenía hambre.
Y tomando en cuenta eso último, su pecho era quien estaba con la leche a desbordar. Se apresuró a seguir el llamado de su bebé de donde provenía. Sus pies descalzaron lograron llegar al lugar en el que, sorpresivamente, el llanto se detuvo.
El Omega al darse cuenta de que debía de enfrentar a su progenitor una última vez le hizo temblar, pues este era el único Alfa que lo intimidaba, y eso que venció a Ogino hace un rato como para tener esa sensación de pavor, pero quien lo limitó tanto durante casi toda su vida hasta revelarse fue: Shigeki Suwa.
Sabía bien el monstruo que era, por eso, debía de intentarlo por el bienestar de la familia que la estaba esperando.
—Ya voy, Miri —dijo, armándose de valor para enfrentar lo que estuviese por ver en la oficina de su padre—. También tú, Kazuki...
Entró de golpe. Tuvo que derrumbar la puerta con las pocas fuerzas que le quedaban para anunciar su llegada; cuando lo hizo apuntó esperando recibir un ataque, pero lo que observó en la escena no fue de su agrado.
Miri no estaba en la habitación. Todo había sido un engaño para acorralarlo.
—Es bueno ver que mantienes tus fuerzas, Rei, pero sabía que vendrías cual Omega desesperado si te engañaba —aclaró con ese halago desmoralizador—. Aunque sigues siendo igual de inútil que toda tu jerarquía —le manifestó su padre apagando el sonido falso que había creado para intentar tomar su arma.
Pero aquel Alfa siniestro con esencia a whisky no vio venir que su hijo no deseado reaccionaría de golpe. Un "bang" fue lo que sonó con eco en la habitación; el Omega logró darle en el brazo con el que iba a agarrar la pistola.
—¿Dónde está mi hija?
—¡Ah! —clamó.
—¡Te quejas después! ¿¡Donde está Miri!?
—¿Miri? Ah, hablas de Junko...
¡Bang!
Rei volvió a disparar, dándole esta vez a uno de los adornos que tenía en la estantería; estos eran de vidrio y estallaron, rozando en la cara de Shigeki Suwa con toda la intención del mundo.
—Su nombre es Miri. ¿Dónde está ella?
—En su habitación. De seguro llorando por ti —le respondió.
Esa no fue la mejor de las contestaciones que Rei hubiese querido oír, mucho menos que le hicieran pensar que estaba sola. Aunque, si lo especulaba, Kazuki estaba en el lugar, mas no creía que pudiese con esa pierna un poco maltratada.
Verdaderamente, se estaba alterando de lo que pudiese pasarles a las únicas dos personas que le importaba ahora que se encontraban en este infierno. Él quiso darse la vuelta para ir a ayudarlos al sentir el llamado entre la marca de unión como su instinto paterno por su bebé.
—¡Te prohíbo ir a donde está Junko, Rei! —le ordenó aquel Alfa a su hijo—. Sabes bien que la única voz de Alfa que tienes prohibido desobedecer es la mía.
Eso le hizo gruñir de molestia. Tenía cierta razón.
Su cabeza le dolía por pensar en desafiarlo. No le hacía sentir bien porque le hacía sentir débil, y con los efectos de la sustancia empeoraba. Simplemente se giró para quedar parado, dándole la cara a ese hombre con aquella cicatriz de quemadura que le había dejado este negocio.
—¿Por qué me detienes?
—Debes dejarla morir.
—¡Ni hablar! ¡Miri no pasó por todo para que la deje recibir el mismo destino que yo!
—Ella se volvió una Alfa débil, si no sobrevive a la soledad, fracaso como una —le comentó sin importarle los sentimientos de su hijo—. Una lástima que te saqué tu útero. Me hubieras dado otro perfecto Alfa, al menos, eso te hubiera dado el valor desperdiciado que te da tu jerarquía.
La expresión de quien estaba de pie enfrente de aquel viejo diabólico cambió a una aún más seria sin sentir miedo como en un principio, sino más bien estas le dieron asco. Como reflejo de esas palabras, el Omega le decidió apuntar su arma, pero recibió otra orden que le impedía reaccionar correctamente. Esta solo le dijo que no disparara y que se quedara con su brazo extendido por haberlo amenazado.
—Que obstinado eres.
—Lo soy porque toda mi vida me hiciste odiar lo que soy —argumentó Rei con molestia.
—¿Y qué es lo que te hace diferente? Al final, solo hiciste a lo que viniste: jugar a la casita —le aseguró aguantando el dolor del disparo—. Con esas feromonas dulces tan desagradables hiciste lo que tu débil especie para sobrevivir. No importó cuantos años te entrené, sigues siendo patético.
—Te equivocas. Mi aroma no me hace menos, ni mucho menos ser un Omega.
—¿Por qué tan rebelde, Rei?
—Porque cuando me dejaste ir, aprendí muchas cosas —comenzó a decirle Rei—. Me sentí perdido en ese sótano, pero cuando logré probar el mundo: todo fue mejor ——. Si bien, tuve que seguir en este negocio seguir sobreviviendo y no volver a ti. Sorpresivamente, en este mismo lugar, encontré a lo que estoy destinado, logré llegar a mi alma gemela.
—Eres patético de pensar...
—Pude tener mis tropiezos en el camino —le interrumpió sin importarle lo que quisiese decirle—. Pero quien la vida me dio como mi compañero; ese Alfa perfeccionista, obstinado y protector que me enseñó que no todos son malos, el cual también me enseñó que ser yo quien no está mal —argumentó añorando sus recuerdos—. Durante todo lo que pasamos al principio por nuestras diferencias y que, a pesar de nuestro encuentro aquel día en el que nos dejamos llevar y nos dio una gran sorpresa, no cambiaría a esa niña por nada del mundo. Porque si ella vino a mi vida, fue porque ella quería que así fuera. Tanto Kazuki como Miri lo harán siempre porque somos una familia a la que nos une algo más que la sangre.
El Omega sabía lo que tenía que hacer para poder ser libre.
La idea de ejecutar esa acción se puso en la mente Rei, aun si su brazo temblase por cómo se quería doblegar. Rei tuvo que poner su mente en blanco. En esos breves segundos, tuvo que hacerlo, cuando lo hizo, al fin, logró tirar del gatillo y le dio directamente en la frente a Shigeki.
Fue un disparo le voló la cabeza; su sangre manchó el lugar como también la cara de Rei, pero eso no le importaba. Solamente de saber que esa voz que lo adoctrinó se silenció era un alivio.
Suspiró con esa misma sensación.
—¡Rei! ¿Dónde estás? ¡Rei! —lo llamaron a sus espaldas.
Con escuchar la voz tan alarmada de su Alfa se sintió relajado de saber que estaba a salvo. Ahora solo les quedaba buscar a Miri.
El Omega decidió salir de esa oficina para encontrase con su Alfa, y para su sorpresa al salir y hacerlo en ese pasillo no podía creer que también la hija de ambos la tenía en brazos.
Al final de todo, el destino seguía haciendo de las suyas para hacer que se volvieran a encontrar.
Tanto, Kazuki como Rei se sonrieron de saber que los dos estaban bien y que Miri estaba a salvo.
De esta manera, los tres se habían marchado de la mansión Suwa, después de haber acabado con la oscuridad para buscar la luz que necesitaban, Kazuki teniendo a Miri en brazos guio a Rei hasta el auto amarillo que había logrado ocultar detrás de unos árboles cerca de la entrada.
Ambos caminaron con cuidado para llegar como también procurando que el trayecto no involucrara un peligro para su bebé que salía al mundo por primera vez desde que la habían secuestrado.
Cuando estuvieron cerca del vehículo provocó en el Omega una sensación de alivio de saber que iría a casa, su verdadero hogar. Su emoción era evidente que no evitó llorar al mismo tiempo que expulsar, por fin, su esencia en un aroma dulce.
—Nos vamos a casa... —dijo con alegría entretanto secaba las lágrimas que se le deslizaban por sus mejillas.
—Sí, Rei. Nos vamos los tres juntos —le afirmó con la misma emoción, acercándose con su hija envuelta en su manta naranja para entregársela en brazos.
Rei tomó a su bebé con cuidado, viéndola con ternura de recuperar lo que perdió. Como reflejo, la besó en la frente para indicarle que todo estaría bien a partir de ahora.
Esa escena logró poner también sentimental a Kazuki, que quiso imitar la acción de su compañero de besarlo sobre su frente.
—No sabes cuanto desee que volvieran a mí... —le comentó tras haber expresado su cariño—. Sobre todo, poder besarte a ti.
Por unos segundos, lo sonrojó, pero no se resistieron en unir sus labios, si bien estaban un poco sucios por todo el desastre que vivieron, no les importaba. Simplemente disfrutaron de rozar, brevemente, sus bocas, y así también las feromonas dominantes de olor a pan del Alfa para fusionarse con las de su Omega.
Ambos correspondieron a su llamado, incluso su fragancia era tan agradable que relajaba a su hija que se encontraba dormida por ellas. Si ella pudiese hablar, diría que esto era lo que necesitaba.
—Venga, tenemos que ir a casa. Miri debe de volver a donde pertenece —le expresó Kazuki a Rei, separándose de él al darse cuenta de que la noche se haría larga—. Así como tú. Tenemos mucho tiempo que recuperar.
—Y será el mejor ahora que tenemos a nuestro regalo inesperado con nosotros.
—Sí, ella es nuestro mejor regalo —le afirmó el Alfa besando por una última vez la frente del Omega como pasar su mano sutilmente sobre la cobija de su bebé para encaminarse a las puertas del coche.
Kazuki le abrió la puerta del copiloto a Rei para que se sentara con cuidado junto a Miri; este claro que la pegó a su pecho para darle seguridad, como también alimentarse al ver que fue un reflejo como bebé de desear más calor corporal de su padre Omega.
Eso los hizo sonreír a los dos por saber que su hija les encantaba como la primera vez.
Desde ese momento, con el auto en marcha sabían que tenían todo el tiempo del mundo para disfrutarla.
Sin duda, era un momento mágico. Un momento en el que afirmaba que los tres ahora eran una familia.
FIN
¡Hola! Sé que pasó mucho tiempo. Me disculpo primeramente por haberles hecho esperar tanto, no hay excusa, solo las clases, proyectos finales y examenes que me quitaron mucho tiempo. Ya tenía todo planeado, pero la vida de estudiante se incrementó. Como mis desanimos por mis cosas personales afectaron mucho... Detalles tontos.
Agradezco su paciencia, por acompañarme y que estuviesen pendiente de mí. También un placer a los nuevos lectores que decidieron seguir haciendo al fandom crecer y llegaron a apoyar mi historia.
Se les quiere <3
No olviden tomar agüita.
¡Disfruten de los seis especiales!
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