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23

9 de noviembre

Hospital Unasaka

Tras los sucesos graves del día de ayer que acontecieron en la clínica, se activó de inmediato la alarma de emergencia una vez que Rei y Miri habían desaparecido sin dejar rastro. Tan grave era el asunto que Kazuki terminó pasando toda la noche y todo el día después del nacimiento de su hija en una habitación del hospital, esposado a una camilla como una medida de seguridad, cuando las autoridades lo catalogaron como el principal sospechoso de un posible secuestro. 

Sin embargo, ante los hechos, la doctora Anna lo defendió, buscando respaldar su inocencia, y les exigió a las autoridades que lo liberaran una vez que los efectos del calmante con el que lo sedaron pasaran. La mujer presente en el caso, ante la reacción impulsiva de la pareja de su paciente, era evidente lo difícil que podía ser inculparlo por la reacción tan impulsiva que tuvo como Alfa reclamado en ese momento en el que su propia naturaleza le hizo ponerse violento cuando vio que su compañero no estaba y esta empeoró cuando le avisaron que su hija tampoco estaba.

La situación no era justa para aquel hombre una vez que despertó y le quitaron la esposa que lo ataba a la camilla. Si bien él solo quería respuestas. Realmente no era su culpa del todo haber reaccionado de esa manera tan agresiva, pero ni siquiera los agentes que se presentaron para indagar el caso sabían qué decirle sin señalarlo como el culpable, pues en la declaración de hechos solo hablaron de las últimas personas que estuvieron cerca de Rei, las cuales habían sido la doctora Anna y él.

Durante el interrogatorio que le hicieron a Kazuki, la obstetra continuaba defendiéndolo en todo momento en su confesión. Después de todo, les aclaró como punto final para añadirlo a las evidencias de que ninguno de los dos podía ser parte de las listas de los sospechosos, ya que cuando todo pasó, mientras ellos hablaban de un asunto con respecto a Rei, ninguno había tenido la oportunidad de haberlo hecho, mucho menos si el otro padre de la bebé no había podido verla. Sin duda, ese era un detalle que lo lastimaba, aún más cuando les hizo llegar a nada cuando los presentes en el caso se dieron cuenta de que no había muchas evidencias. Ni siquiera de las cámaras de seguridad, puesto que cuando las decidieron analizar, en ese instante en el que tanto Miri como Rei desaparecieron, fueron cortadas. Se dieron cuenta de que con reproducirlas faltaba saber que había pasado desde las seis y treinta hasta las seis y cuarenta y cinco.

¿Qué había pasado en esos quince minutos?

Todo se había vuelto una recapitulación de cómo se abordaría el caso hasta que el hospital, al percatarse de que no encontrarían nada, prefirió dejarlo por pensar que el paciente enloqueció y quiso irse con su bebé como todo Omega que cedía a su naturaleza. Esa conclusión tenía molesto al Alfa, de que solo se basaran en principios como si su compañero fuese así, cuando él en realidad era todo lo contrario.

—¿Estás seguro de que el señor Suwa no hubiera pensado en hacer algo así antes, señor Kurusu? —le cuestionó una última vez la doctora Anna estando a solas en su consultorio.

—No —contestó Kazuki con cierto tono que delataba lo irritado que estaba—. ¿Cómo puede usted dudar de Rei? ¡Él estaba demasiado emocionado con esto de Miri para que crea que pudiera haber llegado a esos extremos!

—Solo pregunto.

—¿Ah? Todos ustedes son unos idiotas. ¿No se supone que vigilan quien entra y sale de un hospital para evitar que pasen estas cosas?

La mujer suspiró dándole la razón a aquel hombre.

—Aun así, nadie en el hospital vio algo sospechoso. Lo cual, me parece raro —le aseguró la Omega recordando los hechos—. Incluso sigue sin tener sentido lo que dijeron los de seguridad. Créame que el señor Suwa no hubiese podido andar por su cuenta teniendo la anestesia. Mucho menos haber llegado al lugar en el que estaba la bebé si no sabía dónde quedaba el pabellón de recién nacidos.

—¡Eso es lo estúpido de esto! —le clamó aquel Alfa apretando sus dientes—. No entiendo nada de lo que está pasando. En serio, ¿por qué dicen que sería capaz? Mejor dicho, ¿por qué pensaron en eso? ¡Rei se terminó desmayando en el proceso para que asuman que tenía la fuerza para huir!

—Por favor, le pido que se calme, señor Kurusu. Sé que gritar puede parecerle un alivio, mas estar así hará que llegaremos a nada.

Kazuki se cruzó de brazos al sentirse regañado.

—No me importa. Quiero saber dónde están.

—Si lo supiera, se lo hubiera dicho, pero no lo sé —la mujer suspiró, verdaderamente estaba intentando todavía entender lo que estaba pasando—. Lo único que puedo decirle con certeza es que lo último que pasó antes de la cesárea fue verme con el doctor Ogino porque, según él, tanto usted como mi paciente le pasaron una petición por escrito en la que ambos expresaban que querían que le sacara a él su aparato reproductor para no tener más hijos.

Cuando aquel hombre escuchó eso no pudo evitar darle un manotazo al escritorio de la obstetra. Él realmente no quería aceptar que sin el consentimiento de ambos hicieron eso.

—¡Nosotros nunca acordamos eso! ¡Yo no me vi con ningún doctor Ogino para que le diera algo! —recordó el Alfa a gritos—. Yo lo esperaba en la habitación pacientemente. Estaba tan asustado que, si no hubiera sido por mi miedo, habría estado adentro del quirófano, pero Rei estaba tan mal que no quise ni siquiera estar afuera de la sala de operaciones, por temor a que él pudiera empeorar y no habría podido soportar...

—Comprendo. Sin embargo, ¿de verdad usted no habló con un doctor con ese nombre? Es que él me dio esto con tanta insistencia que no pude negarme —la obstetra fue al cajón de su escritorio para volver a enseñarle la carta—. Por eso, pensé que ustedes lo hablaron con antelación y solo procedí a lo que ponía en el papel.

—No. Jamás hubiera hecho eso, incluso si Rei hubiese querido, lo hubiéramos hablado antes de comunicarle esa decisión —Kazuki tras expresar eso se le formó un nudo en la garganta. La realidad a la que se debía de afrontar le aterraba—. ¿Cómo pudo hacerlo? Nosotros nunca le hablamos sobre eso para que asumiera que debía de hacerlo.

—Lo reconozco, no debí hacerlo. No obstante, pensé que, con las prisas, ustedes... —la doctora Anna no sabía que decir—. Eso se leía como una última voluntad y en los hospitales ya ha pasado varias veces que, si el protocolo pasa por escrito, es porque la orden debe proceder. No me culpe. Simplemente hice lo que juré como doctora, yo hice lo que tenía que hacer.

—No la culpo... —reconoció el hombre sentado al otro lado de la mesa. Después de todo, él sabía bien lo que significaba cumplir con una orden, incluso si no estuviese de acuerdo en hacerlo—. Pero pese a eso. Si Rei vuelve, ¿podría quitársela y tener hijos otra vez?

—No, lo siento mucho, señor Kurusu. Es imposible que el proceso sea reversible.

Tras escuchar esa noticia, la tristeza terminó apoderándose de Kazuki. No podía creer que de un día para otro perdiese todo lo que había estado construyendo para poder disfrutarlo. Estaba molesto. Él sabía que quien estaba detrás de todo era el padre de Rei. De seguro, todo esto fue un plan que llevó mucho tiempo elaborando para tomar las cartas en el asunto cuando su compañero fue a aquella misión que casi le cuesta la vida a él y la de su bebé, haciendo que esa fuera la verdad que no podía negar.

Aquel hombre, sintiéndose tan impotente, no pudo evitar contenerse a llorar de pensar qué le pasaría ahora que volvió a quedarse solo, si a quien reclamó como su Omega lo necesitaba, incluso si podría conocer alguna vez a su hija. Eso último lo desgarraba por dentro porque a él le dolía reconocer que ni siquiera tenía la más mínima idea de cómo era su pequeña Miri, provocando que su llanto se descontrolara todavía más.

—¿Qué hice para merecer esto?

—No hizo nada malo, señor Kurusu. Esto tendrá arreglo, estoy segura —comentó aquella mujer intentando sonar positiva—. Sé que es difícil, pero le recomendaría ir a casa para aliviar la tensión del momento.

—Claro. Digame, ¿de qué me va a servir estar ahí? —cuestionó sollozando a moco suelto—. En ese lugar solo está su aroma que de seguro se va a desvanecer con el tiempo y las cosas de mi bebé que nunca usara. ¡No me sirve de nada! ¡Necesito a mi familia conmigo!

La doctora Anna ya no sabía qué decirle con esas respuestas tan negativas. Si de por sí la situación en la que estaba hacía que todo fuera tan delicado que, comprendió en este punto que lo expresara, sabía que no lograría hacer que tuviese un mejor panorama. Así que, como lo veía, estando envuelto en su melancolía, dejó que se desahogara hasta que él, en su amargura, decidiera retomar la palabra en ese ambiente tan tenso.

—En serio, ¿Miri es una Alfa?

—Sí. En el registro que le hicieron anotaron que su prueba salió con ese resultado —la especialista sacó otra hoja de una carpeta que estaba su escritorio para enseñársela—. Aunque debo expresarle que, para ser una Alfa de un embarazo especial, nació bastante gordita. Ella pesó cuatro kilos y midió sesenta centímetros, bastante diferente al promedio.

—No me impresiona. Con todo lo que hacía que Rei comiera en esos antojos que tenía cada dos por tres y como lucía su vientre en este embarazo como el de un tiburón, era de esperarse —aseguró Kazuki agarrando el registro de nacimiento—. Ella de seguro es linda, pero ¿que estoy diciendo? Ella debe ser preciosa.

—Si, ella nació con encanto. Si bien no la vi mucho, realmente fueron las enfermeras quienes hicieron los comentarios, pero recuerdo que su nariz era como en las ecografías: igual a la del señor Suwa.

La imaginación del padre de esa niña lo hacía envolverse aún más en la tristeza que sentía por tener esa conversación de querer darse una idea como podría ser su pequeña, pero, buscándole un lado agradable le gustaba saber que su hija nació como su compañero quería. Por lo tanto, teniendo en manos el acta de nacimiento se puso a leerla para saber más detalle de la niña que que llevaba su sangre. Se dio cuenta en primera ínea se resaltaba el nombre de Miri Kurusu Suwa; así como también salían los nombres de ambos como sus padres (por alguna razón le dio cierto sentimiento leer sus nombres tan juntos); la fecha de su nacimiento, la cual era la de ayer, es decir, que ella nació ese ocho de noviembre a las tres y media de la tarde; su tipo de sangre, su peso y talla acompañados a un lado su jerarquía.

Aquel documento hacía oficial el hecho de que Miri nació como Alfa.

Eso fue un detalle que ponía a pensar más a Kazuki, de que, si era innegable el resultado de la prueba, pues entendía perfectamente que a la persona que debería llamar suegro, con el poco gusto del mundo, la dejaría con vida. Rei siempre le dijo en sus miedos y rechazos a sí mismo que su padre siempre quiso un Alfa, pero que él, por ser Omega y único descendiente, tuvo que pasar las peores desgracias hasta que logró escapar porque, al ser un "error", su padre quería corregirlo hasta obtener el resultado que esperaba.

Era un tanto curioso como aterrador tomar eso en cuenta, ya que al menos darse una idea de que, si se los llevaron, Miri estaría con vida, siendo esto un gran alivio, pero también le hacía preguntarse: ¿Rei tendría la misma suerte ahora que Shigeki Suwa tenía lo que quería? Especular sobre eso último hizo que dejara de vacilar en su tristeza y tuviese que tomar postura para ponerse manos a la obra para poder hacer algo por su familia ahora que aceptaba la realidad en la que estaba.

Kazuki sabía que no tenía tiempo que perder ahora que el sentimiento de ira se apoderaba lentamente de él, por lo cual decidió despedirse de la doctora Anna agradeciéndole por su atención y que, si la situación mejoraba, le diría. Ese cambio tan repentino de actitud extrañó a la especialista, pero con todo lo que estaba pasando no se interpuso en la lucha del duelo y en esas cinco etapas para sobrellevarlo.

De esta manera, cuando salió del consultorio para luego irse de la clínica, tenía una única duda en mente: ¿Qué estaría haciendo Rei ahora a manos del clan Suwa?

23 de noviembre

Mansión Suwa

Rei no sabía cuántos días habían pasado. Estando la mayor parte de su tiempo encerrado en el sótano, había perdido la noción del tiempo. Él buscaba convencerse a sí mismo de que no habían sido muchos días, pero realmente se lo decía más para engañarse e intentar no caer más en esa depresión que sentía desde que despertó y reconoció el lugar en donde estaba.

Por mucho que quisiera, él no podía negar que su pesadilla terminó volviéndose realidad. Después de todo, había detectado con su nariz la presencia de Ogino en todas las consultas a las que iba con el otro padre de su hija en los últimos seis meses del embarazo. Sabía que hubiera sido evitable esta parte de la historia si se hubiese animado a decirle la verdad a su compañero cuando el peligro que los acechaba se hacía cada vez más frecuente por la razón evidente que había ocasionado haber pisado nuevamente los terrenos de su viejo hogar por gajes del oficio.

Aunque ante todo lo malo que pasó desde que supo la noticia, Rei por una vez en su miserable vida quería disfrutar de algo sin tantas preocupaciones y eso hizo. Pero ahora era diferente. Él, como un Omega que se sentía desprotegido, reconoció que en esta situación no tenía muchas ganas de seguir viviendo. Sobre todo, estando en total soledad y sin el calor de su Alfa, pues eso lo hacía sentir vulnerable a consecuencia de su instinto. Incluso esta sensación empeoraba todavía más en las pocas veces que veía a su hija. Nada más se la daban cuando ella tenía un hambre bastante voraz que no podían calmar con lo que sea que querían darle, lo cual podría decirse que era un promedio máximo de tres (ocasionalmente dos) veces al día.

A él le dolía mucho tenerla de esa manera. No había esperado tantos meses, mejor dicho, un año entero para solo tenerla así. No obstante, por cómo se lo dijo su padre en esas frías palabras en la primera noche de su encierro, era lo que él se había ganado por desafiarlo.

Y por mucho que Rei quería luchar por demostrar lo contrario a sus palabras, él estaba demasiado débil para poder hacerlo. Su lado animal, por culpa de la marca de unión entre destinados, había dominado totalmente su cuerpo, haciéndolo dependiente emocional y físicamente de su naturaleza pasiva, y cuando su antiguo jefe reconoció que su instinto Omega era quien hablaba más por él, pues en su encierro lo limitó solamente a cubrir sus necesidades básicas. Esas que no fuesen más que las necesarias para sobrevivir, como lo eran comer, dormir y hacer sus urgencias en un cubo. Si bien para el prisionero eso de tener que comer no tenía mucho ánimo de hacerlo al no tener hambre por el asco que le daba ver ese plato tan insípido lleno de sobras, mas lo manipulaban y obligaban a que lo hiciera por el hecho de que su bebé lo necesitaba y que era la única manera de ser útil en esta situación.

Recordar todo eso logró hacer que quien estaba cautivo en ese lugar se cansara de pensar hasta el punto de que recostó en ese frío suelo para buscar de serenar sus miedos, pero le era difícil al no tener nada que lo hiciese sentir tranquilo. Al estar sin el nido que había hecho con las prendas de Kazuki, en su verdadero hogar, él solamente se quedaba con su agria esencia a pudín por todo el aire, sin poder controlarla, ahogándose en ella y, por más que quisiera intentar no hacerlo, él mismo sabía que no tenía un escape estando con esa cadena en su pie que lo tenía aprisionado en ese oscuro espacio, sintiéndose cada día peor, haciendo que su salud empeorase y, si no fuera poco, eso también tenía consecuencias en Miri, ya que ella, al percibirlo tan alterado y asustado, quería quedarse a su lado porque sus mismas feromonas se lo exigían.

Sin embargo, quien lo tenía cautivo no se lo permitía porque pensaba que la terminaría malcriando con sus deseos maternales de Omega.

—La necesito... Necesito a Miri... Necesito a Kazuki... los necesito... —soltó Rei, abrazándose a sí mismo mientras sentía como su pecho le causaba molestia; eso significaba que pronto traerían a su hija para que le diera de comer.

Si bien todavía no escuchaba los pasos de aquellos miembros alfas de la organización Suwa, sabía que en cualquier momento se la traerían tarde o temprano, ya que su secuestrador no soportaba mucho cuando la escuchaba llorar con desesperación durante todo el día por su gran apetito. El Omega recordó que se lo señaló la última vez para culparlo, como si él durante su embarazo no hubiese sufrido de esos antojos masivos que lo tenían siempre comiendo en la madrugada. Realmente no le impresionaba que su hija tuviese tanta hambre desde que nació si dentro de él le había exigido comer todo lo que pudiese y ahora con sus senos llenos de leche sabía que pronto se la traerían porque los sentía más pesados y con ciertas fugas que manchaban su camisa hasta un punto en el que le molestaban cada vez más.

Aquello era algo que lo tenía un poco fatigado porque el hormigueo lo ponía un poco caliente y sensible, pero al menos eso le sabía por el reloj biológico de su cuerpo cuando se la traerían, como lo era justo ahora que escuchaba ese llanto descontrolado por las escaleras del pasillo, el cual le indicaba que venían bajando a dársela para que él intentara tranquilizarla y, siendo sincero, le gustaba reconocer que ella lo necesitaba en algo tan básico; eso hacía que su encierro fuese un poco menos pesado para intentar sobrevivir, aunque también provocaba que propio instinto se impacientaba, haciéndole suspirar y ansiar tenerla entre sus brazos.

Cuando escuchó cómo esas pesadas pisadas que daban los zapatos de dichos dominantes se acercaban, él se acomodó para sentarse mientras veía fijamente hacia la puerta, esperando que esta se abriera para que le dieran a su pequeña.

La puerta se abrió, y como era rutinario antes de que el dieran a Miri, Shigeki, el padre de Rei se aseguraba de que su hijo no deseado cumpliese con las nuevas reglas que le impuso. Aquel hombre con una cicatriz cerca de su izquierdo revisaba de arriba abajo el lugar para verificar que no hubiera intentado hacer ningún truco raro para huir como también le inspeccionaba su plato de comida para asegurarse de que seguía la orden estricta de comer lo poco que le daban para que él siguiera fortaleciendo a la nueva heredera.

En el momento en que su antiguo jefe terminaba su extraña inspección en la que se aseguraba de todo, especialmente de que comía como debía, se quedaba tranquilo, aunque podía notar por sus gestos corporales que no estaba satisfecho porque él, como su descendiente, aún los recibía temblando como la primera vez que lo trajo a la fuerza el día que nació su nieta, teniendo esa actitud melancólica que le causaba su propia depresión posparto.

—Como me enferma que nos esperes cada vez que venimos a verte como una persona desesperada, Rei —dijo Shigeki al verlo con esa expresión de preocupación—, más encima con esa fragancia tan desagradable que te hace oler horrible. Por haberme desobedecido debería matarte, pero no puedo hacerlo por el hecho de que no sé qué le haces a Junko para que te quiera tanto —explicó sus motivos con cierto cinismo, entretanto los llantos de su nieta empeoraban cuando esta se percató que estaban con su padre Omega—. Los Alfas no necesitan de los Omegas. Son ustedes los que no pueden vivir sin nosotros hasta el punto insoportable en que se vuelven más que unos simples objetos que desean ser marcados, qué patéticos son.

—Su nombre no es Junko. Su nombre es Miri —le recordó alzando sus brazos para recibirla, estaba un poco tenso por no tenerla todavía y esas palabras no le ayudaban para nada a calmarse—. Y lo que yo hice no tiene nada malo. Que haya sido reclamado por mi pareja destinada fue porque de este modo lo quise, así que ellos no tienen la culpa de lo que mis acciones repercutan en mis decisiones...

—No digas estupideces —le advirtió su padre acercándose a él para dársela en brazos—. Ten cuidado con lo que intentas hacer con ella. Junko pronto tendrá un mes de vida como para que te siga necesitando y no quiero que lo haga. En verdad, siendo una Alfa no debería quererte tanto.

Escuchar cuanto tiempo de vida tenía de vida su hija hacía que Rei ahora fuera consciente de que llevaba varias semanas en ese lugar de mala muerte y una vez que lo reconoció se aterró. Incluso su esencia empeoró otra vez al punto que por culpa de ella logró volver a alterar a su pequeña, pero antes de que su llanto pudiese agravarse, él por instinto buscó de arrullarla.

Pese a que él no sabía bien cómo hacerlo aún, lo intentaba hasta que funcionaba, y notaba que lo hacía cuando su hija en su reflejo como bebé se acercaba a su pecho porque le gustaba sentirlo de esa forma, como si al escuchar los latidos de su corazón, hiciera que ella se calmara. Él también se sentía más relajado en esa cercanía que lograba apaciguar la esencia de sus feromonas a pudin, volviéndolas un poco más suaves para así buscar envolver a su hija con ellas, indicándole que estaba ahí con él para protegerla.

Eso lo hizo sonreír un poco, pero lo disimuló para no escuchar otro comentario hiriente. Luego de que el llanto cesara un poco, se decidió a darle de comer a su pequeña con su pecho. Todavía le avergonzaba hacerlo al tener esas miradas de los secuaces dominantes de su padre observándolo con cierto deseo por hacer eso.

Era bastante incómodo alzarse la camisa y que sus voluminosos senos rebotaran por el tamaño que tenían, haciendo que esos matones se sintieran excitados por ese movimiento natural que hacían y que quisieran abusar de él, pero la situación no pasaba a mayores gracias a que Shigeki estaba ahí, lo cual hizo que Rei sintiera cierto alivio al saber que ese mal alfa no permitiría que le hicieran algo malo en su presencia con la bebé. Incluso por mucho que él percibiera en ese espacio tan pequeño esos anhelos con los que se delataban sus opuestos, con esas feromonas tan dominantes que le daban asco, sobre todo las de Ogino con su mercaptano, comprendió que, si su padre se encontraba esparciendo su fragancia a whisky, ninguno iba a poder dar el paso para acercarse a él y tomarlo.

Aunque tampoco es que esos sujetos a escondidas pudiesen hacerle algo. Otra vez con ese tema en mente, le hizo recordar a Rei que escuchó decir entre murmullos a uno de los hombres de su padre que, si los atrapaban intentando cualquier contacto con él sin permiso del jefe, acabarían mal. Por esa razón no muchos estuviesen interesados en tener a un omega con dueño. Aquel detalle todavía no lo entendía. Mucho menos quería verlo como un alivio, pues, como toda naturaleza en este mundo, en el que pertenecía, solo sería cuestión de tiempo para que ignorasen ese último pormenor para que sucedieran los maltratos.

El Omega suspiró para intentar relajarse de esas malas ideas y poder darle de comer a su hija.

—Hoy sí que tienes mucha hambre, Miri —comentó en voz baja el hombre que tenía a la niña en brazos mientras la veía fijamente haciendo sus gestos de succión con su pecho—. Oye, me estás haciendo cosquillas...

Aquel padre se daba cuenta de que, teniendo a su bebé tan cerca, podía decir que era todo un encanto, como cuando la vio en la cesárea. Incluso podría admitir que lucía mejor de lo que pensaba a esa vez que había soñado con ella. Su pequeña Miri tenía su cabeza llena de varios mechones castaños, los cuales estaban más largos a comparación de cuando nació; tenía una piel delicada de color blanco que hacía juego con sus mejillas levemente sonrojadas al estar disfrutando de comer; sus ojos grandes y abiertos tenían un color naranja acaramelado que se encontraban brillando cada vez que siempre estaban juntos en esos breves momentos; esa linda nariz heredada por su parte. Además de esos detalles físicos que veía, él podía oler que desprendía una esencia agradable a tostadas francesas (era raro saber que la tenía como en su sueño, pero tampoco negaba que le gustaba olerla en esas pequeñas dosis que soltaba por su tamaño), mientras notaba al tenerla entre sus brazos que era una niña inquieta que se movía mucho, como cuando estaba en su vientre, buscando sentirlo tanto a él como la atención de su otro padre alfa.

Rei se daba cuenta que las expresiones de su bebé eran bastante destacables como las que tenía Kazuki que reflejaban a su manera como se sentía. Teniendo esa afirmación no pudo evitar echar de menos a su compañero e intentar llamarlo inconscientemente por la marca que ambos se habían provocado.

—¿Sabes? Si tu otro papá estuviera aquí te tendría envidia porque estás muy apegada a mí... A él le daba celos que me tuvieras solo para como ahora... —acarició la mejilla derecha de su niña. Sosteniéndola así de cerca le hacía querer llorar de la emoción, aún más que, habiendo hecho ese comentario para él mismo, no pudo contenerse. Así que las dejó correr un poco en su silencio—. No quiero que te aparten de mí, Miri...

La bebé pudo percatarse de esas emociones negativas que tenía su padre, que no evitó dejar de comer para reaccionar en llanto. Eso alarmó a Rei de pensar que había hecho algo malo, por lo cual, antes de que esas lágrimas causaran problemas, la cambió de posición para sacarle los gases, pensando que de tanto comer se había atorado con uno. Él le dio palmaditas delicadamente en su espalda hasta escuchar que soltó como tres eructos, pero aun así ella no paró de sollozar.

Por instinto, supuso que tendría más hambre. Dado que siempre comía de sus dos pechos, y como era de esperarse, al acercarla al único seno que le quedaba lleno, volvió a comer, causándole nuevamente ciertos estremecimientos por la desesperación con la que lo hacía.

—Tranquila, nadie te lo va a quitar... —le aseguró acariciando los pocos cabellos que tiene—. Estoy aquí, no te preocupes...

Rei, en verdad, tenía miedo. Por eso terminó diciéndole esas palabras en voz baja mientras la mecía, intentando arrullarla. Él buscaba que todo fuese sigiloso, no quería que le dieran más limitaciones de las que tenía, menos si solo seguía siendo un objeto para su progenitor. Otra vez sus ideas ocasionadas por su depresión hacían que se sumergiera en su mente mientras esperaba que su hija terminara de comer sin dejar de sentir esa mirada intimidante de su superior.

—No puedo creer lo obeso que estás. Cuando no estés con Junko, deberás de ponerte a entrenar —indicó Shigeki tras verlo con la camisa alzada, teniendo al aire su vientre bastante voluminoso sobresalirse un poco por todos los antojos que pasó en el embarazo—. Si vas a quedarte aquí para serle útil a mi nieta, al menos luce presentable, Rei.

Con ese comentario, el hombre a quien se lo hizo le daba la razón que después del embarazo debió de haber subido unos kilos de más, pero no creía que fuera para tanto. Nunca había logrado subir tanto de peso desde que sufría en los entrenamientos de envenenamiento acompañado de muchos lavados de estómagos como la sensibilidad de su nariz que le hacían vomitar en principio, por lo que durante su embarazo le preocupaba más que no hubiese podido engordar que haberlo hecho por ese problema que tenía desde que era un preadolescente.

—Solo fue por el embarazo... Miri... —intentó decir algo, pero se detuvo para corregirse—. Junko me daba muchos antojos que no pude controlar. De seguro por eso...

—No me importa. No me importa. Y sí, debes dejar de llamarla Miri; ese no es el nombre adecuado para ella como alfa —le interrumpió Shigeki—. Es mejor Junko. Suena más fuerte y que es menos débil que tú.

—A mí no me gusta...

—Ni que eso fuera relevante. Me desobedeciste, pero es bueno saber de tu inservible jerarquía pudiese traer al mundo lo que se supone que tú debías de ser —halagó con cierta ironía—. No puedo creer que un error como tú pudiese tener a alguien perfecto.

Rei se sintió ofendido por ese comentario, por lo cual desvió la mirada mientras Miri soltó el pecho vacío de leche materna que se acababa de terminar de comer. Eso solo indicaba una cosa y era que el momento de estar juntos se les estaba acabando; ya lo que quedaba de esa rutina era volver a sacarle los gases una última vez. Luego la acunaría para que se durmiera y así se la llevaran lejos de él, para quedarse solo en aislamiento. Si tan solo tuviera más tiempo y energía para idear una manera de escapar, pero por cómo se sentía cuando lo dejaban recluido, le era imposible tener un pensamiento claro que lo ayudara a actuar.

"Cómo quisiera que Kazuki estuviese aquí, así sabría qué hacer", pensó momentáneamente aquel hombre entretanto atendía cuidadosamente a su hija para asegurarse de que se encontraba bien.

Al menos, el omega, durante su análisis detallado que hacía para saber cómo estaba su bebé en las manos de aquel alfa con el que compartía sangre, se impresionó de ver que la trataba bien, manteniéndola aseada y vistiéndola con esas ropas grises y opacas. Claro que a él le gustaría más que trajera las que Kazuki y él habían escogido para ella, pero, a como era la situación actual, se dio cuenta de que fue un desperdicio haberlas comprado. Una vez que terminó de revisarla, sus acciones fueron en automáticos. Notó que aún tenía hambre, así que con lo poco que le quedaba de leche en su seno la alimentó para ponerla nuevamente por encima de su hombro para que expulsara los gases que le quedaban y cuando escuchó que volvió a eructar, la pasó nuevamente a arrullar entre sus brazos mientras ella se buscaba aferrarse a su cuerpo. Rei podía sentir lo asustada que estaba por cómo reaccionaba a su entorno, aun siendo tan pequeña, que le hizo pensar en cómo serían las cosas si no estuviese allí.

—Todo lo que haces en tu papel como madre me da asco, sobre todo que la trates con tanta delicadeza como si se fuera a romper —soltó ese hombre para sacarlo de su trance—. Qué bueno que esta imagen de ti cuidando un bebé solo será con ella.

Esas frías palabras pusieron nervioso a su prisionero, ¿a qué se refería con ellas nada más?

—¿De qué está hablando, jefe? —le preguntó sintiendo los escalofríos recorrerle todo su cuerpo. Algo no le olía bien con eso.

—Con la verdad —Shigeki se acercó a su hijo sin importarle el miedo que le provocaba. Él perdió la paciencia y, acortando la distancia entre ellos, fue a arrebatarle a su nieta. Evidentemente, quien la tenía en brazos intentó que no lo hiciera, pero no pudo evitarlo. Incluso cuando su subordinado buscó forcejear con él, tuvo que hacerlo ceder mediante su voz de mando de alfa—. No te alteres. No quiero que asustes a Junko con tus debilidades.

— Ella no se llama Junko. Mi hija no se llama así. Mi hija se llama Miri. Ella es mi Miri. —rectificó en su molestia—. ¿Y qué es lo que debo de saber? ¿Cómo que no más bebés?

—Sabes bien que ese nombre que escogiste para ella es estúpido y lo otro lo ibas a conocer tarde o temprano. Incluso si debía decírtelo en tu lecho de muerte, lo tenías que saber.

La expresión de Rei cambió drásticamente a una de horror. Esperaba que no fuera lo que creía. Su mirada, buscando encontrar algo que lo serenara, se posó en su hija que dormía un poco inquieta por sentir como sus feromonas cambiaron a una esencia tan agria­ repentinamente.

—Queríamos decírtelo antes, Rei Suwa, pero en el estado tan débil que llegaste y con la joven Junko Suwa necesitándote, no había manera de decírtelo sin que los afectase a ambos —aclaró Ryo Ogino dando un paso al frente para hacer presencia por ser quien tuvo más protagonismo en el plan. Él sacó debajo de su antebrazo le tiró unos papeles e imágenes en dirección del hombre secuestrado—. Debo decir que fue el jefe quien tuvo la brillante idea de hacerlo, mientras que yo solo me encargaría de ejecutarlo. Asimismo, me impresiona que, con lo bien entrenado que estás, tú pudiste darte cuenta de que estaba al acecho y no tomaras la decisión de actuar, aunque con ese vientre tan gordo que tenías, imagino que se te dificultaría hacer cualquier movimiento en falso.

—Sí, era repulsivo —expresó el líder del clan Suwa bajando su mirada a la bebé que cargaba en brazos para no plantarle la cara a su hijo—. No debería de impresionarte que tomáramos esa medida.

Rei recogió con miedo lo que le arrojaron. No quería leerlo, pero tenía que hacerlo y al detallarlos se dio cuenta que eran fotos de él embarazado estando acompañado de Kazuki en el hospital como en esa tienda de conveniencia, las ecografías e informes de los registros que llevó la doctora Anna durante el embarazo de Miri (del primero al último) y una carta que hablaba de una petición urgente para sacarle su aparato reproductor. Ese último jamás fue suyo, pese a que tuviese su firma ilegitima, reconoció como lo era todo en este negocio: era falso.

Con eso terminó de darse cuenta de que padre le había tendido una trampa, la cual fue demasiado lejos por el simplemente hecho de aprovecharse de él al estar en su estado más vulnerabilidad durante el parto como si eso fuera algo malo.

—¡No es justo! ¡Fue mi decisión tenerla y no debieron de hacerme eso! —Rei se levantó tocando la cicatriz de su cesárea, queriendo ignorar lo que decían esos papeles. No podía ser cierto. Realmente no quería aceptarlo, por lo cual dejó a un lado todas esas evidencias que usaron para hacerlo sentir mal, sintiendo como la furia se apoderaba de él, mientras buscó aproximarse a ese hombre para reclamar a su bebé al entender cómo era verdaderamente el monstruo que la criaría—. ¡Miri no tiene la culpa de nada! ¡Ella no merece la vida miserable que le harás pasar! ¡Devuélvemela!

Buah, buah, buah

Las feromonas con aroma a pudin y los gritos que soltaba el Omega durante su forcejeo para recuperar a su bebé lograron alterarla. Lamentablemente, por haber provocado eso, el alfa que la tenía entre sus grandes brazos en ese arranque de rebeldía que tuvo su prisionero decidió darle una patada con su rodilla para dejarlo ahí tirado en el suelo, sin importarle mucho en dónde le dio. Ciertamente, aquel dominante que emanaba su esencia a whisky simplemente quiso dejarlo en el piso, dándole a entender a su hijo no deseado que él siempre lo iba a ver como una basura.

—Contrólate, estúpido Omega. Tus debilidades hacen que mi nieta te tenga lástima y la vuelvan vulnerable por su vínculo padre e hija. En serio, eres todo un fracaso —le expresó con mucho desprecio; entretanto le daba a la bebé a uno de sus hombres para que se la llevaran a dormir en los aposentos que le tenían. Shigeki ya no tenía ganas de que estuviese cerca del padre omega que la trajo al mundo y solo esperaría a que se quedara dormida una vez que ella se cansara de llorar—. De verdad, nunca debí dejarte ir por tus caprichos y mentiras. Pero ya no hay nada más que hacer, lo hecho, hecho está. Así que eso sería todo. Volveremos cuando ella te necesite. No olvides comer cuando te traigan la comida para que te asegures de su bienestar.

Rei quería hacer algo, él quería seguir luchando, pero esa patada que recibió lo dejó sin fuerza porque le había sacado el aire.

—No te la lleves... Devuélveme a Miri... —pidió exhalando con dificultad sin dejar de abrazar su estómago, intentando recuperar sus energías. Él no soportaba escucharla sollozar, le dolía mucho porque, así como él, ella también estaba asustada de lo que pudiese pasar—. Miri... no... Kazuki, te necesito...

—Ya veo que aún sigues delirando por ese alfa. No me impresiona que lo hagas si estás marcado por él —dijo Shigeki con un tono disgustado—. Ogino, más te vale que, antes de que Junko cumpla el mes de nacida, ese alfa abandonado esté muerto.

—¡No! ¡Kazuki no tiene nada que ver! — gritó tras recuperar brevemente sus fuerzas en el momento que se sintió más alterado por la idea de que fuesen a decapitar a su compañero, como pasó en su pesadilla de tiempo atrás—. ¡Desquítate conmigo! ¡A él no le hagas nada!

—¡Qué te calles, Rei! Las ordenes no las das tú —le recordó aquel alfa usando su voz de mando—. Ya me escuchaste, Ogino. Tienes una misión especial para enseñarle a este omega lo que su clase se merece.

—No lo decepcionaré, jefe —aseguró a quien le asignó la misión.

Shigeki se salió de la habitación dejando a solas a Ryo con Rei. Estando sin nadie que los interrumpiera, aquel hombre de aspecto siniestro con esa esencia a mercaptano decidió presenciar qué tan frágil se encontraba el hijo no deseado de su jefe y vaya que para él presenciar de cerca esa flaqueza le excitaba más que con todos los omegas con los que alguna vez ha estado. Para Ogino era una vista tan deleitante que antes de irse también se acercó para acariciar los cabellos del hombre que tenía cautivo en el sótano, y cuando lo hizo logró causarle un escalofrío a su nueva presa, a tal punto que este le había quitado su cara de su mano, dándole a entender que rechazaba toda intención que pudiese tener con él.

—Tranquilo, haré que no sufra. Después de eso, pronto solo me necesitarás a mí cuando entres en tu primer ciclo de celo ahora que saliste de este largo y tortuoso embarazo —mencionó Ryo a manera de promesa—. Es bueno saber que no necesitaré protección, aunque una lástima de que no tendrás un hijo mío.

—Ni en tus mejores sueños eso pasará —logró expresarle con molestia.

—Eso no dirás cuando desees volver a hacer con un verdadero alfa ahora que probaste el placer, omega resbalado —se puso de pie para encaminarse a la salida—. Por ahora, nos veremos más tarde, cuando la joven Junko te necesite, pero deberías de creer lo que te digo: pronto no tendrás a ese alfa tan idiota para atarte. Una vez que desaparezca, no podrás resistirte a ceder a tus propios deseos y cuando llegue ese momento, recuerda: me gusta cuando se resisten.

Rei suspiró ante eso mientras apartaba su mirada como respuesta. En este punto, él estaba cansado de lo que había estado pasando estas semanas como para pensar en enfrascarse para darle una solución en ese nuevo problema. Suficiente tenía con preocuparse para intentar dar lo mejor de sí para darle el bienestar a su hija que ni quería saber qué pasaría después. No sabía si viviría para el día siguiente, si moriría en cuestión de días por sus ideas suicidas. Realmente no tenía idea de lo que pudiese depararle. Lo único que podía asegurarse a sí mismo en esos instantes fue que se volvió a quedar envuelto en la soledad de ese cuarto con poca luz cuando escuchó cómo se cerraba la puerta del cuarto donde lo tenían como un rehén.

Estando en su agonía y desesperación, después de haberlo aguantado por mucho tiempo, se puso a llorar. Él simplemente dejó que sus lágrimas se deslizaran por sus ojos, teniendo una única pregunta en su mente: "¿Dónde estará Kazuki ahora cuando más lo necesita?".

24 de noviembre

Cafeteria Yadorigi

Kazuki se encontraba con su frente contra la barra del local de Kyutaro. Él sentía que no tenía lugar al que pertenecer con ese sentimiento de derrota, pues estando en su apartamento no se sentía cómodo del todo y por eso no tenía más remedio que pasarse la mayor parte de su tiempo en ese lugar en el que estaba ahora desde que se le acabaron las ideas para saber cómo llegar a encontrar el paradero de Rei y Miri. Incluso por más que intentaba volver a pensarlo, le dolía su cabeza porque el tema le causaba mucho estrés y angustia a causa de lo que le estaban generando los sentimientos de su compañero a través de su marca de unión que tenía en la nuca. Percibiendo todas esas emociones en su lazo como destinados, le hacía reconocer que lo estaba pasando muy mal, pero eran sensaciones tan fuertes que no le dejaban concentrarse.

La situación era tan complicada y escandalosa que Kyutaro se había enterado de todos los detalles en su último encuentro con Anna (esta le había comentado lo preocupada que estaba por su paciente que le fue imposible poder tener algo de acción), como de los lamentos que soltaba Kazuki en su llanto descontrolado. Su comportamiento era grave, pues se notaba que no estaba del todo estable y en estas dos semanas y media que habían pasado se dio cuenta de que su amigo, ese alfa que fue abandonado, estaba empezando a tener ciertos ataques de ira en esos momentos en que sus sollozos cesaban, buscando pelea con los iguales con los que se podría cruzar ante el hecho de que no sabía afrontar su realidad, ya que tenía pocas pistas que lo condujeran a donde ir.

Aquel alfa de esencia a café podía ver cómo el hombre con el que compartía jerarquía se lamentaba aún ese duelo, estando envuelto en esa actitud de derrota al encontrarse abatido por estar solo ahí en el único lugar que conocía para intentar sentirse reconfortado, pero era inútil. Era triste de ver que se había vuelto un hábito, aún más si esa actitud ponía incómodo al dueño, pues él, como su jefe, jamás había observado que su subordinado pudiese estar en un estado tan miserable cuando siempre se echaba todo encima lleno de orgullo, creyéndose invencible con una actitud positiva en la peor de las situaciones.

Incluso si en el pasado lo vio delirar antes con la pérdida de su antigua manada, él podía decir que esta vez era diferente y ciertamente se compadecía, entendiendo perfectamente la razón que lo tenía así, pero aquel hombre sabía que su amigo no podía estar toda la vida que le quedaba con esa actitud.

—Si sigues sintiéndote así no llegarás a nada —dijo Kyutaro cansado de verlo estar tan deprimido sobre la barra.

—Hablas como la doctora Anna. Se nota que has pasado demasiad tiempo con ella.

—Podría decirse que más que Rei y tú en todo esto, pero mencionarlo no viene al caso.

—Tal vez sí. Me ayudaría a distraerme de todo esto, sobre todo por lo difícil que me es estar en casa. Con estas emociones que noto en mi interior no me puedo concentrar sin que me invada la soledad y termine en el cuarto que le hice a Miri junto a los pocos suéteres que huelen a Rei para ahogarme en su dulce esencia deseando que él este aquí conmigo —confesó alzando su cabeza—. Lo que sea que le estén haciendo, no dejo de sentir lo mal que lo está pasando por la manera en la que me está llamando para ayudarlo —apretó sus dientes, sintiéndose otra vez impotente—. Oh, en serio, cómo lamento haber sido un idiota para no ver la realidad a la que tenía que enfrentarme. Sé bien que todo sería diferente si no hubiera sido tan cobarde, de verdad, si no lo hubiera sido, Rei estaría aquí conmigo.

—No hubieras podido anticiparlo. Por algo Rei no te quiso decir nada porque él, así como tú, también quería disfrutarlo —le recordó su jefe tras rememorar las pocas veces que los veía juntos—. Era evidente que Rei sabía lo que pasaría, por eso, les dije que pensaran en el bienestar de su hija.

—Ustedes me mintieron. Ninguno de los dos me dijo la verdad y por culpa de sus mentiras no pude ver a Miri —escupió Kazuki cruzándose de brazos—. A causa de eso no sé cómo es mi propia hija. Pero, ¿quién si lo sabe? Un Alfa obsesionado con otros Alfas. Dios, cómo se nota que a ese viejo diabólico nadie le dio afecto cuando nació para actuar tan despreciablemente por la vida.

— No culpes a Shigeki. Los Suwa han entrenado asesinos durante años por el simple hecho de que ese es su negocio para vivir.

Cada vez que Kazuki conocía más de los secretos de esa organización que tenía cautivo a Rei le hacía gruñir con molestia. Realmente no podría creer lo miserables que eran para dañar tanto a sus miembros como si se trataran de simples objetos en este mundo delimitado por las leyes jerárquicas.

—Me importa una mierda. Ese hijo de perra hizo que le sacaran el útero a mi omega para que no tuviese más bebés como si la decisión fuese de él.

De cierto modo, escuchar eso, hizo que Kyutaro, de alguna forma, se tensara por pensar en los horrores que pudiese estar pasando su amigo.

—¿Qué hizo qué? Pero eso es con consentimiento de ambos. No pudo hacerlo, así como si nada.

Kazuki entrando en ese tema volvió a reaccionar de manera agresiva golpeando la barra una vez más, pero en esta ocasión con sus dos manos.

—¡Lo creas o no, ese desgraciado lo consiguió! ¡Falsificó nuestras firmas! —exclamó con frustración—. ¡Yo sé que estamos en un negocio sucio para hacerlo, pero con eso no se juega! ¡Mucho menos si Rei pasó por tantas angustias para tener a Miri!

—Y dudo que Rei supiera que su padre llegaría a hacer eso a tal magnitud. Como te lo dije: él solamente quiso disfrutar contigo el proceso de tener un bebé porque eres su destino y tenía miedo de que repitieses tu historia.

Esa última frase empeoró el humor del alfa que se caracteriza por su esencia a pan. No quería aceptar que su omega lo había protegido cuando se suponía que era él quien debía hacerlo. Intentar asimilar aquello solo logró hacer que su pesar incrementara haciendo que sus ojos se llenasen de lágrimas a causa de la rabia que le provocaba ese sentimiento.

—Eso no iba a volver pasar. Rei es lo mejor que me ha pasado y, desde el primer momento en el que lo vi aquel día hace tres, me decidí en que tenía que protegerlo, Kyu-chan —admitió Kazuki cubriendo su rostro—. Sé que estuve con Yuzuko antes, pero era por tema de no afectarnos por la marca, solo eso. Con Rei fue mucho más ese día que nos presentaste —suspiró tras recordar aquel momento en el que todo cambió—. Él lo es todo para mí y cuando nos enteramos de la noticia de que estaba esperando nuestro regalo inesperado, supe que la vida que nos aguardaba sería buena. Aunque no tuviésemos el mejor de los comienzos por nuestras diferencias, incluso cuando me enteré de que él es un Omega, no cambiaría nada porque yo admiro a Rei por mucho más que su naturaleza.

Cuando Kazuki confesó esas palabras, su corazón se aceleró tras reconocer que tanto Rei como Miri eran lo que tanto había necesitado después de haber pasado por tanto dolor. Kyutaro se alegraba de ser testigo de escuchar que su amigo reconocía al fin sus sentimientos. Sin duda eso hacía que el momento fuese reconfortante, sobre todo porque le hacía ver que él aún deseaba mejorar su situación en la que estaba envuelto.

Después de todo, Kyutaro, teniendo un poco de positivismo de su lado, reconoció que si Rei y Miri aún seguían con vida era porque había esperanza de recuperarlos. Así que, una vez que terminó de hacer el inventario de su cafetería, en todo ese tiempo que lo había escuchado, sacó detrás de la barra cosas que serían útiles para lo que se venía, ahora que se dio cuenta de que había Kazuki recuperado parte de su optimismo.

—Entonces, dime, Kazuki, ¿vas a quedarte ahí lamentándote o encontrarás la manera de recuperar a tu familia? —le preguntó teniendo su total atención cuando arrojó aquellos informes sobre la mesa.

Kazuki se secó sus lágrimas con la manga de su suerte para poder ver y analizar aquellos documentos, planos y anotaciones de la mansión Suwa que Kyutaro le mostró con toda la información que ha recopilado todos estos años acerca de la organización Suwa para un ataque sorpresa. Ciertamente era demasiado, era toda una pila de papeles. De las cuales seguro como cinco carpetas que tenían lo necesario para armar una estrategia, pero tomaría un par de días y un par de noches en resaltar lo importante para tener un plan que fuese perfecto. Aun así, eso no le importaba a quien estaba del otro lado de la barra si sabía que él haría lo que fuera por salvar a Rei y Miri de esta horrible situación.

Sin duda, aquel hombre abatido sabía que con esta gran oportunidad no podía echarse para atrás.

—Lo haré.

—Recuerda lo que está por venir. Al final de esta misión, estarás solo. Yo lo único que puedo ofrecerte, además de esta información para planear una estrategia, es ayudarte a que controles tus feromonas lo más que puedas para que entres a la mansión sin ser detectado —dijo Kyutaro—, ya que cuando encuentres a Rei no podrás volver a esconderlas tan fácilmente. Siendo él tu omega destinado, vas a querer corresponderle a sus deseos, sobre todo porque él volverá insaciable al pasar otra vez por su primer celo después del parto cuando Miri cumpla un mes de nacida.

Tener ese detalle presente le hacía reconocer que el riesgo se volviera aún mayor. Sin embargo, por mucho peligro que eso representara, el alfa que se caracterizaba por tener una esencia a hogaza sabía bien que tenía que arriesgarse. Él lo haría. Él buscaría que esos impulsos animales que alguna vez habían podido estropear una que otra cosa en el pasado por dejarse llevar más de la cuenta no lo harían esta vez, pues él sabía que debía estar dispuesto a aceptar el sacrificio de no ceder a sus instintos; incluso si debía usar esos tediosos medicamentos para alfas, aquel hombre tenía que hacerlo aún más si contaba con la ayuda necesaria para no fracasar.

—Todo sea por traerlos de vuelta a casa y asegurar el bienestar de ambos —le aseguró Kazuki a su jefe—. No me importa lo que cueste, los traeré de vuelta a casa. Los tres estaremos juntos y seremos la familia que debemos de ser.

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